Una pregunta: Que se sabe del expediente que menciona José María Zabala? Existe? Esta escrito realmente por el fraile Almaraz?
El artículo (en Libertad Digital) en cuestión dice así:
¿Pero queda algún Borbón?
El linaje es fundamental en las dinastías reales. Sin linaje no hay legitimidad y, por tanto, no hay derecho a reinar. Por eso las reinas parían ante la corte. De Alfonso XII dijo su propia madre que sólo era Borbón por ella, pero ¿y si la sangre de los Borbones hubiera desaparecido mucho antes y sólo se mantuviera el apellido por motivos políticos?
El oficio de reina ha sido, hasta entrado el siglo XIX, muy peligroso. Las reinas no sólo podían sufrir atentados por su condición, sino que tenían que sacrificar su salud y en ocasiones su vida para entregar un heredero al reino. En la alta mortandad de las reinas y princesas (Felipe II de España se casó cuatro veces y sobrevivió a las cuatro reinas; y de sus ocho hijos sólo vivían tres cuando él murió, en 1598) influyó el que estuvieran rodeadas de médicos. Eran más seguros los partos de las mujeres en posadas y chozas. Cuando había fiebres o mala salud, el remedio aplicado por el consenso médico era invariable: sangrías, y tanto éstas como los partos se llevaban a cabo sin medidas de higiene y desinfección.
Sí, los partos de las reinas, las princesas de Asturias y las infantas eran una prueba que en ocasiones concluía con la muerte de la parturienta. Encima, al acontecimiento se unía la presión de saber que una multitud aguardaba en la antecámara para conocer la salud y el sexo de recién nacido; el estado de la madre era de importancia secundaria. Y también para atestiguar que no se había producido un cambio, como la sustitución de un niño muerto por otro vivo. Estos cambios han sido no sólo tramas para folletines, sino causas para revoluciones. En Inglaterra, los protestantes opuestos al estuardo Jacobo II se asustaron cuando la esposa del rey, la católica María Beatriz de Módena, alumbró en junio de 1688 un varón, lo que aseguraba la sucesión. El partido antipapista hizo correr el bulo de que el niño había nacido muerto y de que los jesuitas (una conspiración sin ellos es como un jardín sin flores) habían introducido otro bebé sano en la cámara de la reina escondido en un calentador de cama. En septiembre, el príncipe protestante Guillermo de Orange desembarcó en Inglaterra para conquistar su trono.
Pese a tantas precauciones, los bastardos engendrados por monarcas abundan a lo largo de la historia. Aunque la mayoría han vivido como seres normales, separados de sus augustos progenitores, unos pocos han sido célebres, como Juan de Austria, hijo de Carlos I y vencedor de Lepanto, y Juan José de Austria, hijo de Felipe IV, nombrado por éste general y virrey.
No sólo los reyes abandonaban sus palacios para entretenerse con otras mujeres, plebeyas o aristócratas, también las reinas podían encontrar amantes en la corte. Y los embarazos de una reina eran más peligrosos para la estabilidad del reino y la dinastía que las aventuras de los reyes, porque si la madre siempre es segura, como dice el derecho romano, ¿quién puede decir lo mismo del padre?
Borbón sólo por su madreDe los progenitores de Alfonso XII sabemos seguro que la madre fue la reina Isabel II, pero numerosos autores, como Ricardo de la Cierva (en un libro,La otra vida de Alfonso XII, "tan entretenido como silenciado", según dijo Federico Jiménez Losantos), Carlos Rojas y Juan Balansó, dan por sentado que el padre no fue el rey consorte, su primo Francisco de Asís de Borbón, sino un joven y apuesto oficial del cuerpo de ingenieros: el valenciano Enrique Puigmoltó, hijo del conde de Torrefiel, que fue encarcelado por conspirador carlista. A principios de 1856 fue destinado a Madrid. La reina solía escoger a sus amantes entre los uniformados más bizarros y apuestos, como habían hecho su madre, María Cristina de Borbón, y su abuela, María Luisa de Parma.
En julio de ese año Puigmoltó defendió, con otros oficiales, el palacio cuando el general Espartero fue destituido de la presidencia de Gobierno y la chusma progresista se amotinó en Madrid. El valenciano recibió el tratamiento que solía dar la reina a sus amantes: un título nobiliario, el de vizconde de Miranda, y la Gran Cruz de San Fernando de primera clase. El romance duró varios años, durante los cuales la reina dio a luz al príncipe de Asturias, Alfonso, en noviembre de 1857. Al final, los superiores de Puigmoltó consideraron lo más conveniente que éste regresase a su tierra, llenos ya los bolsillos y cubierta la guerrera de condecoraciones. En 1863 se casó y fue elegido diputado. En 1879, reinando ya su hijo, ascendió a brigadier, y en 1881 recibió la Cruz de San Hermenegildo. Falleció en 1900.
Los amoríos no se difundían sólo en coplas y hojas, muchas veces pagadas por los enemigos de la reina. De la primera hija, la infanta Isabel, nacida en 1851 y conocida como la Chata, se afirmaba que su padre era el comandante y gentilhombre José Ruiz de Arana, ennoblecido luego con el ducado de Baena. De nuevo embarazada, el rumor sobre la paternidad verdadera llegó a la mesa del papa Pío IX. El nuncio en España le escribió en septiembre de 1857 explicándole todos los detalles. La imprudente Isabel solía remitir billetes a sus amantes, con mensajes de amor plagados de faltas de ortografía, algunos de los cuales eran luego mostrados y hasta vendidos por los beneficiarios de los favores reales. A Puigmoltó, según contaba el nuncio al papa, llegó a escribirle una carta en la que le reconocía que era él y no su marido legal el autor del embarazo. La cohabitación de la reina y del avispado oficial era tan notoria y a la vez tan comprometedora para el trono (masones, liberales exaltados y carlistas conspiraban contra el régimen), que el general Ramón Narváez amenazó con dimitir si la reina no aceptaba la expulsión del amante de Madrid. Pío IX hasta envió una carta de reconvención a Isabel II que se guarda en la Academia de la Historia.
Se cuenta que, en una discusión con su hijo Alfonso, Isabel II le espetó que lo que tenía de Borbón era por ella, no por el que creía su padre.
Pero quizás el linaje Borbón había desaparecido antes, a finales del siglo XVIII.
De catorce hijos, ninguno de su maridoEn su última obra, Bastardos y Borbones, el historiador José María Zavala reproduce una historia que deja pequeñas las novelas de Alejandro Dumas. Juan Balansó había citado en dos de sus libros un documento increíble de fray Juan de Almaraz, el confesor de la reina María Luisa de Parma: de los 14 hijos que tuvo la mujer de Carlos IV, ninguno había sido engendrado por su marido. Zavala ha encontrado el documento, escrito y firmado por Almaraz, así como el expediente completo del sacerdote, en el archivo del Ministerio de Justicia.
María Luisa de Parma, nacida en 1751, casó con el príncipe de Asturias, Carlos de Borbón, en 1765 y se convirtió en reina de España y de las Indias en 1788. Falleció en Roma en 1819. Dio a luz 14 hijos, de los que la mayoría murió en la infancia, y tuvo 11 abortos. En total, 24 embarazos, ya que un parto fue de gemelos. Como verdadero padre de todos (o algunos) se cita a Manuel Godoy, uno de los tres lados de un triángulo amoroso propio de una comedia francesa. El amante y el cornudo se llevaban tan bien, que compartían el mismo techo, la misma mujer y la misma comida, en palacio y en el exilio. Godoy, un hidalgo extremeño, ingresó en la Guardia de Corps en 1784, donde ya servía su hermano mayor. Antes de su llegada, la reina ya había parido varios hijos. El futuro Fernando VII nació en octubre del mismo año de la entrada de Godoy en palacio.
Almaraz acompañó a los reyes al exilio, ya que Fernando VII no les dejó regresar a España una vez derrotado Napoleón. María Luisa ordenó en su testamento a su hijo que le pagase una manda de 4.000 duros al sacerdote, pero el rey se negó a hacerlo. En el mismo documento, la ex reina instituía como heredero universal de sus bienes no a su marido, ni a sus hijos, sino a su amante. Al final, Almaraz, tan apurado como enfadado, escribió a Fernando VII reclamándole el dinero y subrayando el secreto de que era depositario. Alguna importancia debió de darle Fernando VII a la afirmación del sacerdote, cuando ordenó su secuestro en Roma y su arresto en el castillo de Peñíscola. Almaraz permaneció, por voluntad regia, en un calabozo aislado, sin hablar con nadie, durante años, como un auténtico Edmond Dantés. Sólo cuando falleció Fernando, el preso se benefició de un indulto real, fue liberado y murió a los pocos meses, en 1837. Pero si las lenguas callaron, los papeles quedaron guardados, hasta que Zavala los recuperó.
Entonces, si ninguno de los hijos de María Luisa de Parma, es decir, Fernando VII, padre de Isabel II, y los infantes Carlos María Isidro, cabeza de la rama carlista, y Francisco de Paula, padre de Francisco de Asís, marido de Isabel, eran Borbones, ¿cómo podemos apellidar hoy a la familia real española? ¿Godoy? ¿Puigmoltó? Si encima mezclamos estos apellidos con los de los cónyuges actuales de los herederos de la Corona, que no han seguido la costumbre de casarse con miembros de otras casas reales, tendríamos Godoy-Ortiz o Puigmoltó-Urdangarín o Serrano-Marichalar.
Como ha dicho Zavala en una reciente entrevista, con los Borbones "la realidad supera con creces la ficción".
Pedro Fernández de BarbadilloEste artículo como pueden ver implica no sólo una grave acusación, sino tres: adulterio por parte de la reina de España, que los reyes Fernando VII y Carlos V fueron bastardos y –no menos importante- la violación del secreto de confesión.
No hablaré sobre el asunto de Isabel II, sin embargo, sí que se sabe que tenía numerosos amantes –algo común en la nobleza y realeza de la época- y sí que hay autores que sostienen que Enrique Puigmoltó era el verdadero padre de Alfonso XII, pero el hecho de que ya se conociera el supuesto padre en la época y de que esos autores sean de dudosa veracidad –el principal autor (José María Zavala) es periodista, no historiador, hace dudar de la veracidad de estas habladurías.
Del tal padre Juan de Almaraz he sido incapaz de encontrar nada a parte de artículos surgidos de éste, sin embargo el tema de este confesor es secundario.
Sobre el confesor
El confesor es la figura más importante del sacramento de Confesión, todo lo que se confiese queda únicamente entre el pecador, el confesor y Dios, si el confesor cuenta alguien lo que le han confesado, es decir, viola el secreto de confesión, es –según el derecho canónico excomulgado, la mayor pena de la Iglesia Católica.
El romper el secreto de confesión en casos de crímenes ha sido un gran debate moral que casi siempre se inclina a favor de mantener el secreto.
La importancia del confesor y el secreto de confesión aumenta en el caso de los reyes del “Antiguo Régimen”, cuya elección era asunto de Estado.
En España, el Confesor Real no sólo era de importancia espiritual sino también política –era consejero en asuntos temporales y espirituales e intervenía en los nombramientos-. Aunque en un inicio no podemos comparar el cargo del Confesor del soberano y de su Consorte, debemos tener en cuenta que la reina María Luisa de Parma tuvo más protagonismo en el gobierno de España que su marido.
En conclusión, ya es bastante inusual que un sacerdote viole el secreto de confesión y esto aumenta con los confesores de los reyes. Por lo tanto, ¿qué posibilidades hay de que la reina de España elija a un confesor capaz de violar el secreto de confesión?
Antes del ingreso de Manuel Godoy en la guardia de corps, la reina María Luisa ya había tenido 12 de los 24 embarazos que tuvo a lo largo de su vida –de esos primeros 12 sólo 3 llegaron a la edad adulta). Recapitulando, hasta que llegó Godoy, a Carlos IV todavía le quedaban por engendrar 12 hijos -u 11, depende de en qué mes ingresara Godoy en la Guardia de Corps -.
Comparación de fechas
Otro dato importante: los futuros reyes de España no conocerían personalmente a Godoy hasta 1788, por lo tanto el futuro Fernando VII tenía cuatro años y el pequeño Carlos María Isidro, que nació en marzo de ese año habría sido engendrado el año anterior.
En resumen, tanto Fernando VII como Carlos V eran hijos legítimos.
Se conocieron en 1788, durante toda su vida tuvo muy buena relación con Godoy, a quién al final de su vida incluyó en su testamento y que en 1797 le buscó esposa.
La reina María Luisa y Godoy
Desgraciadamente, el matrimonio fue un fracaso, pues tuvo una larga relación con Josefina Tudó desde 1800 hasta la muerte de su esposa en 1828, tras lo cual se casó con ella. Parece ser que Godoy realmente estaba enamorado de esta mujer, por lo tanto no habría tenido lugar ese supuesto romance con María Luisa de Parma.
Los historiadores tradicionales han dado por buena la relación extramatrimonial de la reina con Godoy, debido a que eran favorables a Fernando VII y a que se basaban en habladurías y propaganda destinada a desprestigiar a la monarquía de Carlos IV y a Godoy; sin embargo, la historiografía contemporánea, en virtud al 150º aniversario de la muerte de Godoy a revisado el papel de Godoy en el gobierno de la monarquía.
Esta revisión considera que el resultado del rápido accenso de Godoy fue la influencia de la Revolución Francesa –sus predecesores fueron incapaces de reconducir la situación ni salvar al rey de Francia-, así como el hecho de que Godoy fuera un ilustrado –al igual que el propio confesor del rey-, el hecho de que Godoy no tuviera influencias en la Corte –ni del partido murciano ni del aragonés- y la necesidad de limitar el poder de la nobleza –razón por lo que le dieron tantos títulos, es decir, para ponerse por encima de ella-.
En sus memorias, Godoy desmentía discretamente la relación con la Reina.
Documentos
Se puede ver en la correspondencia con ésta un tono profesional –no amoroso, como correspondería a dos amantes-, por lo que el hispanista John Lynch afirma en su La España del siglo XVIII que aunque de verdad hubiese habido un romance entre Godoy y la reina, éste hubiese sido breve.
Una pregunta: Que se sabe del expediente que menciona José María Zabala? Existe? Esta escrito realmente por el fraile Almaraz?
Yo tengo el libro mencionado, "Bastardos y borbones", en el que aparece una reproducción fotográfica del documento, que se encuentra en al Archivo General del Ministerio de Justicia. En el libro se cita además una carta firmada por el mencionado padre Almaraz y dirigida a su confesor, en la que declara bajo juramento haber oído en confesión de la Reina que ninguno de los hijos que había tenido era de ella. La Reina lo autorizaba a revelarlo después de su muerte. Fernando VII encerró al padre Almaraz de por vida en el castillo de Peñíscola, temiendo que trascendiera el secreto. De todos modos, si es cierto, si la dinastía está extinta como parece, no afectaría necesariamente a la rama carlista, pienso yo. Porque no sería la primera vez que se hubiera extinguido una dinastía, y ha habido también dinastías que han surgido de linajes nobles y no reales. La casa de los Manrique de Lara tiene en su blasón la divisa "Nos no venimos de reyes, que reyes vienen de nos". Y así ha sido efectivamente. No olvidemos que no sólo existe la legimitidad de origen, sino la de ejercicio.
Gracias por el dato Hyeronimus. Tratare de conseguir el libro.
Para ser un monarca legítimo, es NECESARIO tener ambas legitimidades: la de origen y la de ejercicio; si todo dependiera de una sola, no habrían sido necesarias guerras civiles por tronos a lo largo de la historia, y miles de Tiranos a lo largo de la historia podrían legitimarse si sólo dependieran de la de ejercicio.
Hola de nuevo.
Personalmente, y aunque no descarto que algún descendiente de María Luisa fuera de Godoy, me parece que el traidor Fernando y su hermano el augusto don Carlos se parecen claramente a su padre el Rey (aunque son más agraciados).
Última edición por DOBLE AGUILA; 09/09/2015 a las 01:08
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Aunque desde luego que se parecen, esto no es motivo para descartar una infidelidad -inexistente-, puesto que ese parecido es también con su madre, quién era prima de Carlos IV y de hecho, la barbilla de los Borbones se extiende hasta Juan Carlos "I" y el propio d. Sixto Enrique, lo que nos da una muestra de la fuerza genética de este carácter.
Ni traidores, ni renegados.
La Vanguardia Española
Martes 22 de julio de 1969
MONARQUÍA REPRESENTATIVA
La solemne sesión de las Cortes que tendrá lugar esta tarde en la capital del Reino tiene, no parece necesario subrayarlo, una importancia excepcional y auténticamente histórica.
Finalmente, y cuando pocos esperaban esta grave decisión en el umbral de las vacaciones oficiales de estío, Franco ha decidido ejercer la potestad que le concede la Ley de Sucesión para proponer la persona que ha de sucederle en la Jefatura del Estado, a título de Rey. No puede negarse que la determinación del Caudillo ha causado, de cierta manera, sorpresa en todo el país. Como es lógico en política, las especulaciones de todo género venían circulando durante las últimas semanas, tanto en torno a la posibilidad de esta alta y suprema designación como alrededor de una más o menos probable reorganización del equipo ministerial. Si somos fieles a la verdad debemos reconocer que las equivocaciones y los errores en este cotidiano ejercicio de la profecía han sido generales y han alcanzado a todos, particulares y órganos de segunda opinión pública. Es justo también reconocer que los datos para diagnosticar y para predecir son muy escasos y muy inestables en el normal funcionamiento de la vida pública española.
El hecho, en fin, es que esta convocatoria de una sesión extraordinaria de las Cortes para que el Jefe del Estado dirija un solemne mensaje relacionado con el artículo Sexto de la Ley de Sucesión —lo que en román paladino quiere decir, para que Franco designe la persona que ha de sucederle a título de Rey o de Regente— constituye el episodio político más trascendental de la historia contemporánea española durante los últimos treinta años. Y lo constituye en la medida en que pone punto final a todo un rosario de dudas y de incertidumbres que preocupaban gravemente a nuestro pueblo. La gran pregunta, la suprema y eterna pregunta que se formulaban todos y cada uno de los españoles desde nace muchos años, va a tener en la histórica tarde de hoy cumplida respuesta. Y esta respuesta representará nada menos que la instauración de la Monarquía, personalizada en un titular determinado, lo que crea una situación de hecho muy diferente a la que hasta hoy existía. Hasta hoy España era un Reino, pero en el ámbito de ese término, relativamente vago y ambiguo, cabían un sinfín de interpretaciones y criterios, desde los que abogaban por un regencialismo hasta los que barajaban, muchas veces con claras intenciones confusionistas, las supuestas numerosas opciones personales que jugaban ante las hipótesis de la sucesión a título de Rey. En este oscuro panorama de especulaciones la decisión de Franco pondrá claridad meridiana y absoluta con su mensaje de hoy. Y esto constituye, por sí mismo, un paso de alcance indefinible en el proceso de institucionalización nacional por el que venimos clamando cada día.
Todo indica que a partir de hoy España será, de hecho y de derecho, una Monarquía que las Leyes Fundamentales definen como católica, social y representativa. Nuestro periódico no ha ocultado nunca sus viejos sentimientos monárquicos y, consecuentemente, saluda con emoción y con júbilo el advenimiento de la suprema Institución que Dios quiera que presida muchos años de paz y de unidad entre todos los españoles, superando desde la altura de su rango político todas las diferencias imaginables y todas las escisiones posibles. Nosotros estimamos que esa Monarquía, que configuran las Leyes Fundamentales del país, debe ser católica por tradición, social por fidelidad al signo que prevalece universalmente en los tiempos que vivimos, pero esencialmente, medularmente, tiene que ser representativa.
Y representativa quiere decir que el pueblo esté cada vez más auténticamente representado en los estamentos del poder. La histórica decisión del Jefe del Estado, su mensaje ante las Cortes designando personalmente quién ha de sucederle en la primera magistratura nacional, representa el ejercicio de las potestades que le confiere una Ley de Sucesión que fue aprobada, puede decirse que en bloque, por el pueblo español en el Referéndum de 1968. Tiene hoy, pues, la actitud política de Franco, como la tuvo desde 1936, a lo largo de más de treinta años de paz fructífera y de progreso, el respaldo popular de la nación. Pero ese respaldo del pueblo es necesario que lo tenga también, el día de mañana, la Institución que ha de sucederle en la persona que hoy ha de quedar designada en las Cortes Y ese respaldo popular es el que nosotros consideramos que está en relación directa con la autenticidad del carácter representativo de la Monarquía. Habrá que acelerar, en consecuencia, todos los procesos de evolución encaminados a que los españoles se sientan más jurídica y sólidamente instalados en las zonas de decisión, lo que equivale a decir que sesientan real y efectivamente protagonistas de su propia historia. Ese es sin duda el camino para lograr que la adhesión que siempre se ha manifestado en torno a la figura de Franco sea transmisible a las personas y las Instituciones que en su día le sucedan.
Arduos y complejos problemas se levantan ante el futuro de España como, por otra parte, ante el futuro de todos los pueblos en los difíciles tiempos que vivimos. Pero parece justo proclamar que sobre un horizonte matizado de incertidumbres y temores, la decisión de Franco, acordando designar desde hoy quien ha de sucederle, en lugar de aplazar la designación o dejarla en manos de los delicados y quizá frágiles mecanismos que la legislación establecía para el mañana, proyecta una luz definida y poderosa. Es un paso decisivo para la estabilidad de España que hay que agradecer también a su prudente y previsora sabiduría.
En mi opinión sobran los comentarios acerca de qué clase de Monarquía se eligió y cómo debía ser y conducirse la persona designada a título de Rey, algo que los hechos nos han demostrado supuso a las claras una traición a la que hemos asistido en los últimos 40 años, así como la propia línea editorial de La Vanguardia, hoy devenida en panfleto separatistoide y rupturista con la unidad secular de España. La otra mitad de la portada este diario la dedicaba a la llegada a la Luna de la misión APOLO.
Última edición por Valmadian; 09/09/2015 a las 18:29
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Además la actual dinastía carlista desde 1952 (familia Borbón Parma) no desciende por vía agnada de Don Carlos María Isidro sino de Felipe V, por lo que sus derechos permanecerían intactos.
De todas formas, parece ser que el fraile Almaraz estuvo siempre desacreditado. Ni consta el permiso de doña María Luisa para romper supuestamente el sello de la confesión. Igualmente, el protocolo de la corte española, vigente en Madrid hasta la invasión napoleónica, hacía literalmente imposibles las infidelidades a la Reina.
Última edición por Rodrigo; 09/09/2015 a las 23:55
Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)
Interesante aportación de Valmadian; parece inconcebible que ese texto de La vanguardia llamada "Española" en aquel tiempo, pertenezca al mismo periódico puyolista, separatista, y enfrascado en el "procés" de hoy en día. Esta gente no tiene más dios que el dinero ni más patria que el poder.
Ver para creer.
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