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Tema: Recensión del libro “La cuestión judaica”, de Joaquín Girón Arcas

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    Recensión del libro “La cuestión judaica”, de Joaquín Girón Arcas

    Fuente: El Correo Español, 13 de Enero de 1906, páginas 1 – 2.



    La cuestión judaica en la España actual y en la Universidad de Salamanca


    Con este título tan sugestivo y sobre la materia que expresa, ha publicado Don Joaquín Girón Arcas, docto catedrático de Derecho Canónico en la más célebre y antigua de nuestras Universidades, un interesantísimo folleto, de palpitante actualidad, como ahora se dice en el rotativo lenguaje puesto en circulación por la Gran Prensa.

    La ocasión de este sustancioso opúsculo ha sido la correspondencia cambiada entre el Doctor Pulido, Senador por la Universidad, y el Sr. Girón, que no ha podido soportar con serenidad y en silencio el voto universitario que en dos elecciones ha confiado la representación de la Escuela pontificia a quien no tiene para esto más méritos positivos que ser amigo de Romanones y haberse echado, con valor digno de mejor causa, a campeón de los judíos, empresa y tema muy a propósito para desplegar toda la erudición del progresismo clásico, adornada de herejías más o menos conscientes y engarzada en la lata lamentación del libro intitulado Españoles sin patria.

    En menos de doscientas páginas, bien aprovechadas, hace justicia el Sr. Girón en la obra del Sr. Pulido; quiero decir que la ejecuta en desagravio de la Religión, de la Patria, de la Ciencia y de la Historia, y queremos creer y esperar que, para aviso y escarmiento de los que elevaron al buen Doctor a los escaños de la Alta Cámara, sin sospechar que en nombre de la Universidad salmantina iba a tratar de las relaciones entre la Iglesia y el Estado con fiera preocupación de sectario, sólo comparable a la absoluta incompetencia en asunto que totalmente desconocía el distinguido médico.

    Recomendamos al lector el folleto del Sr. Girón, porque la cuestión semita preocupa en España a poca gente, a pesar de lo ingerida que, por desgracia, está la judería en el organismo nacional, y porque el Sr. Girón, doliéndose como buen hijo de las menguas del Alma Mater, hace cuanto puede para que no la aflija la última de las desventuras y el más luctuoso de los desdoros: convertirse en feudo electoral del filosemitismo, en distrito al servicio de esos pobrecitos e inocentes judíos, cuyas últimas hazañas han sido, por confesión de los mismos rotativos, la infame guerra del Transvaal y la importación en él de la esclavitud de los chinos, y la más reciente empresa humanitaria: la conflagración de todos los combustibles socialistas y anárquicos que han cubierto de sangre, ruinas y desolación el Imperio ruso.

    No podemos resistir el deseo de transcribir las dos siguientes cartas insertas en el opúsculo:

    Sr. D. Joaquín Girón y Arcas.

    Muy Señor Nuestro y Distinguido Compañero:

    La controversia que, con tanta fortuna para usted, ha provocado el Doctor Pulido, nos proporciona la más favorable ocasión, no sólo de felicitar a usted por las abrumadoras cartas dirigidas al Senador universitario, sino de asociarnos a la noble y generosa empresa en que usted, recién venido a nuestra Escuela, ha sustentado sus tradiciones y defendido sus más altos intereses con un éxito de que ardientemente se congratulan todos los fieles hijos del Alma Mater.

    Nada nos incumbe añadir en el asunto a lo referente a la ortodoxia, a la Historia y a la lógica, tan mal paradas en las lucubraciones de quien ostenta la representación de una de las más justamente famosas Universidades pontificias. Ha despachado usted el incidente con tanto arte como desenfado, y sin más esfuerzo, para la amplia y sólida cultura de usted, que el sabroso alegato de nociones elementales y observaciones evidentes de mero buen sentido y de lógica natural.

    Pero si en esto ha dicho usted la última palabra, provocando una retirada poco airosa, cubierta con bromas de dudoso gusto, nunca se insistirá bastante en señalar la triste significación que, más que dentro, fuera de España (donde aún suena con prestigio y se oye con respeto el nombre de la Escuela salmantina), ha de tener la última elección universitaria.

    Hasta ahora, la representación de las Universidades, prescindiendo de todo carácter y propósito corporativos, se ha limitado a sumar el voto de los Senadores universitarios a los de la mayoría o de las oposiciones parlamentarias, y han figurado los elegidos como unos de tantos conservadores o liberales uncidos a la inexorable disciplina de las agrupaciones turnantes. Pero era éste el mal menor; estaba reservada a nuestra Escuela la desventura de dar a su último acto político un alcance y transcendencia tan contrarios a la tradición de la Universidad y a sus destinos como a las legítimas conveniencias y a las más puras glorias de la Patria.

    En efecto: si por algo se destaca la persona del Doctor Pulido sobre la muchedumbre de los políticos al uso, es por el fervor semita del distinguido médico y por la resonancia que los grandes rotativos han dado entre el vulgo al libro Españoles sin patria, donde su apasionado autor agita y maneja sin novedad y sin realce los manoseados tópicos tantas veces deshechos por la crítica seria y conocedora del asunto. El Doctor Pulido no es un mero conservador o liberal: es el campeón judaizante, acaso más pasional que reflexivo, de una gente cosmopolita que, si no tiene patria en parte alguna, es (prescindiendo de razones de orden sobrenatural), porque no vive en las naciones para otra cosa ni con otro fin que la explotación parasitaria del pueblo cristiano.

    La nacionalidad y la ciudadanía que les franquea el derecho contemporáneo, empléanlas los judíos, no en merecer y conseguir la calidad y estimación de miembros útiles de la gran familia nacional, fundiéndose en ella y laborando para el procomún; ni siquiera para portarse y cooperar como huéspedes agradecidos en los países que incautamente les acogen, sin cautelas ni cortapisas, sino para empobrecer y tiranizar a las razas indígenas con las armas traidoras de un capitalismo sin entrañas y las pérfidas arterías de un industrialismo y mercantilismo de la peor ley. El judío se aprovecha de la legalidad para conquistar con ella un influjo y poder que resultan soberanía efectiva, instaurando así, de hecho, en cada una de las naciones donde se han ingerido, ese irrealizable Reino de Sión, distinto e independiente, con que sueña la Judería en sus ansias de dominación y de vengativo desquite. Y esa dominación social y política, por el poderoso instrumento de una desalmada plutocracia, la anhelan los judíos, no para gobernar al pueblo en igualdad y justicia, sino para establecer la más odiosa ley de castas, el dominio de Israel, explotador y tirano de las razas cristianas y de solar antiguo, que el rencor talmúdico considera inferiores y nacidas para la servidumbre en provecho exclusivo de Judá.

    Por esto, el movimiento antisemita es hoy en las más poderosas naciones, no un ciego impulso de fanatismo, como con injurioso menosprecio de las personas y desconocimiento de la idea y significado de la palabra supone el Sr. Pulido, ni siquiera una cuestión confesional, sino una coalición de social defensa contra un artero enemigo doméstico que conspira y maquina dentro de casa, sobre seguro, en daño de los intereses y de la independencia de la población aria, y aun de la existencia y porvenir de las actuales naciones.

    En ese movimiento van unidos católicos y protestantes, liberales y ultramontanos, como en Austria y en Alemania; y el antisemitismo francés, cuyo campeón y jefe, Mr. Drumont, es acérrimo partidario de los principios de 1789, lejos de tener carácter religioso alguno, reduce la cuestión a una incompatibilidad meramente étnica entre semitas y arios. Es decir, que la experiencia de los siglos y el voto de los pueblos han confirmado la admirable clarividencia, la tutelar previsión con que los Reyes Católicos, de gloriosa y venerada memoria, extirparon el cáncer que hubiera corroído la unidad, la grandeza, la existencia misma de la Patria española.

    Ahora bien: como no puede suponerse que un cuerpo electoral de doctores ignore el valor y estado actual de la cuestión semita, y mucho menos que dirija el voto por motivos prácticos y no por desinteresadas convicciones especulativas, el último acto político ha filiado a la Universidad en las filas del semitismo internacional, y pone ¡a ella!, a la Escuela, que aún ostenta en su blasón las llaves y la tiara pontifica, enfrente de la población cristiana y nacional que, salvando las fronteras y sin distinción de creencias y confesiones, se congrega para oponer un dique incontrastable a la invasora y opresora raza deicida.

    Hé aquí por qué no debemos desaprovechar la coyuntura, ni por usted ni por nosotros buscada, de sustraernos al grave peso de una responsabilidad colectiva, en la cual nos sería muy sensible vernos incluidos por la pública opinión. No pretendemos enseñar a nadie, ni protestar contra el deplorable suceso, ni mirar por el buen nombre y lustre corporativos. Sin propósito (que sería inocente), ni la más remota esperanza (que sería pueril), de torcer el rumbo de los hechos y atajar la negra oleada anticristiana y positivista que arrastra a las gentes por caminos de locura a abismos de perdición, sólo pretendemos, salvos siempre los debidos respetos a la opinión y a la conducta ajenas, dejar incólumes las propias, cumpliendo un deber, que juzgamos imperioso, de cristianos y españoles. No podemos pensar, sin sonrojo, que se nos crea colaboradores en la página recientemente escrita en la historia de la malhadada Universidad de Salamanca.

    Somos de usted afectísimos amigos y compañeros q. s. m. b.,


    Santiago Martínez

    Enrique Gil y Robles

    Federico Brusi



    * * *



    Sres. D. Santiago Martínez, D. Enrique Gil y Robles y D. Federico Brusi.

    Mis respetables amigos y compañeros:

    Doy a ustedes un millón de gracias por el contenido de su grata, del 7 de los corrientes, escrita con ocasión de la correspondencia que he tenido con el Doctor Pulido, en la cual no pasé de confesar por escrito a Nuestro Señor Jesucristo, a mi pobre ver, como Él quiere que se le confiese cuando se presenta una oportunidad como la que me ha proporcionado el Senador por la Universidad salmantina, marcando con alguna claridad la línea divisoria que nos separa a los fieles cristianos de aquellos individuos que, aunque también sean cristianos por estar bautizados, no cumplen con las promesas hechas en el Bautismo, puesto que contradicen con sus actos o con sus palabras las enseñanzas del Divino Maestro y las de su órgano la Iglesia, fundada por Él para que en su seno seamos adoctrinados todos los cristianos. Así es que, no mereciendo elogios el cumplimiento del deber, les quedo agradecidísimo por los que ustedes me dirigen llevados de su exceso de bondad.

    He leído con verdadero deleite y admiración el juicio acabado y exacto que hacen ustedes del problema semita, tal y como está planteado en la actualidad, pues en ninguna parte le he visto tan bien expuesto como en la apreciable epístola de ustedes, por lo que asimismo me parece acertadísima la conclusión de ustedes, de que un Claustro de doctores ha hecho mal en elegir para que le represente al más fervoroso, y quizás único, campeón semita que hay en nuestra querida España.

    Para mí, la única disculpa que tiene, no en todos, sino en determinados individuos del Claustro universitario, la emisión del voto a favor del Sr. Pulido, es la que me han expuesto espontáneamente algunos doctores de nuestra Universidad, cuando (llevados también del exceso de bondad o de cortesía) se me han acercado, y, después de felicitarme por la controversia con el Doctor Pulido, me han añadido: si nosotros hubiéramos sabido antes de la elección que el Sr. Pulido era iniciador y hasta hoy director de una campaña en favor de los judíos que descienden de los expulsados por los más gloriosos Reyes de nuestra Historia, nos habríamos abstenido de votarle; pero como lo ignorábamos, por no haber leído los libros de este señor ni los periódicos que se han ocupado de este asunto, le votamos creyendo que era uno de tantos católicos, más o menos fervorosos, de los que se sientan en el Parlamento español.

    Unida esta manifestación al hecho de que sólo he oído hablar del texto del libro Españoles sin patria a los individuos del Claustro que, como ustedes, han tenido la entereza de renunciar a los favores que pudiera hacerles el Sr. Pulido, antes que encumbrar a quien acomete empresas contrarias (a nuestro juicio) a los más sagrados intereses de la Religión y de la Patria en que hemos nacido y vivido, y recordando con San Francisco de Sales que cuando una acción tiene varias interpretaciones es lo mejor darle la más benévola, y que a los hombres debemos creerlos en sus palabras, mientras no conste que faltan a la verdad, yo me inclino a suponer que es cierto lo que me han dicho los doctores que se me han acercado, pues si no lo fuera, tendría una opinión distinta para juzgar del acto realizado por los que han exaltado con su voto al autor de los Españoles sin patria al puesto que ocupa en el Senado, para desdicha de esta pontificia Universidad en que tenemos la señaladísima honra de enseñar.

    De todas suertes, es de lamentar que seamos tan pocos los que ostensiblemente y sin miedo de respetos humanos protestamos contra las aspiraciones del defensor del pueblo que arrastra las consecuencias de su solidaridad con el mayor crimen que registra la Historia; pero aquello no es de extrañar si afirmamos con el P. Juan de Mariana que los votos deben pesarse y no numerarse, porque en todos los pueblos es mayor el número de los desacertados que el de acertados, quienes arrastran a los primeros en las deliberaciones; por lo que hicieron muy bien los Sagrados Cánones al exigir que el voto que prevalezca en los Capítulos sea, no sólo el de la mayor, sino el de la más sana parte de sus miembros.

    Sin otra cosa que reiterar a ustedes la expresión de mi gratitud, queda esperando sus órdenes su afectísimo amigo y compañero, seguro servidor q. b. s. m.,


    Joaquín Girón

    28 de Octubre de 1905


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    Última edición por Martin Ant; 05/06/2020 a las 12:45

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