El caudillaje o caudillismo español y la curiosa omisión de Sánchez Albornoz
Revista FUERZA NUEVA, nº 493, 19-Jun-1976
EL CAUDILLAJE
… Creo reverencialmente en los nombres consagrados por una pausada y gloriosa labor de años. Por eso tengo ahora entre mis manos a Claudio Sánchez Albornoz: “Mi testamento histórico-político”. El mismo autor ha tenido el gesto caballeroso de dedicarme “amicalmente” un ejemplar, por mediación de un amigo común de ambos. La nombradía del personaje y su amigable dedicatoria me empujan a una lectura reposada.
El libro tiene tres partes y un epílogo. Sánchez Albornoz comienza con una exposición y comentario de su ya lejana actuación política. Naturalmente la enfoca desde su punto de vista: pro domo sua, que diría Cicerón. Mucho más interesante es la síntesis apretada que viene después de sus famosas teorías sobre la idiosincrasia de los españoles y sobre el significado de la Historia de España. Esas teorías tienen todo el peso que les pueda conferir la indiscutible autoridad histórica de quien las propone. Y sobre ellas quiere finalmente el autor fundamentar sus proyecciones hacia el futuro y las nuevas perspectivas que, a su entender, se abren para España (1976).
Por todo eso considera que estas páginas encierran su “Testamento histórico-político”. Páginas escritas cum ira et studio como quería Mommsen que se escribiera la Historia. Ya que… la Historia, si lo es de verdad, comporta inevitablemente una interpretación crítica. En una tan apretada y tan apresurada síntesis no puede extrañar a nadie que encontremos formulaciones tal ve ambiguas o ambivalentes, interpretaciones harto generalizadas y hasta puntos de vista que pueden parecer contradictorios.
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Para apoyar sus consejos testamentarios sobre la futura ruta de España, Sánchez Albornoz se complace en poner de relieve el talante de la comunidad hispana y la herencia temperamental de nuestros antepasados bimilenarios. Entre las notas típicas de ese talante pone, si no he contado mal, cinco veces la que él llama facilidad a “la seducción del caudillismo”. Yo prefiero decir caudillaje, porque siento alergia a todos los ismos. Aunque me apresuro a reconocer que la Academia concede a ambos términos los derechos de ciudadanía lingüística.
Pues sí, las gentes indómitas de Hispania, entre las que triunfaba un “vivaz sentimiento igualitario”, han experimentado no sé qué misteriosa atracción por los caudillos. Quizá debida, como quiere Albornoz, a ese mismo sentimiento de igualdad entre todos. Porque “en la textura de hombres iguales triunfa el que mejor encarna los sentimientos, los ideales y las ambiciones de la masa integrada por individuos parejos”. A eso se debe el arraigo del caudillismo en la piel de toro. “Los grandes héroes nacionales han sido caudillos aureolados por la devoción de sus iguales. Devoción no a un hombre situado en una jerarquía social superior, sino a alguien salido de la masa y exaltado por ella por sus excepcionales cualidades”.
De la vieja historia extrae Sánchez Albornoz tres nombres señeros, como ejemplos definitivos: Viriato, Umar ibn Hafsún y Rodrigo Díaz de Vivar. Aunque en los días de la última República encuentra ese mismo sentimiento que lleva al caudillismo. Quizá es una alusión al que entonces se alzó como jefe de las derechas autónomas (J. M. Gil-Robles). “El caudillismo tradicional de nuestros remotísimos abuelos prehistóricos descansaba al cabo en una concepción igualitaria y, para emplear un vocablo moderno, anárquica de la vinculación entre los hombres; relación en la cual la estimación de la superioridad fáctica y temperamental de un individuo sobre los otros, reconocida libremente por la masa, creaba lazos personales y jurídicos básicos para la vida de la comunidad”. He ahí cómo el historiador detecta un reconocimiento libre del caudillaje y unos lazos jurídicos derivados de ese reconocimiento.
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Me sorprende que Sánchez Albornoz no haya sabido o no haya querido descubrir este rasgo ancestral en los días más gloriosos de la España recentísima. Me sorprende que, entre los dos bandos en lucha, no haya vislumbrado que fue precisamente el caudillaje lo que condujo a la victoria. Me sorprende que no haya descubierto que "los sentimientos, los ideales y las ambiciones de la masa” polarizaron también esta vez en torno de un caudillo. “Ese sentimiento que lleva al caudillismo es una tarea para la resurrección de España”. Ya lo ha sido. Aunque Albornoz añade el riesgo de que el caudillaje “da fácil paso a toda tiranía”. Sí, sobre todo si llamamos tiranía a la disciplina que encarrila los movimientos anárquicos.
Y unas líneas más arriba encuentro esta afirmación tal vez demasiado rotunda: “Los españoles, desde hace milenios, sentimos más la igualdad que la libertad”. No sé si es así. No sé cómo esto se compagina con otras páginas del apasionado y apasionante historiador. Pero sí sé que, dado ese talante y esa herencia bimilenaria, nuestro pueblo sabe distinguir perfectamente entre lo que significa el caudillaje y lo que significa “ser llevado del cabestro”, como en las planicies moscovitas.
Pedro Maldonado
Última edición por ALACRAN; 17/09/2020 a las 19:51
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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