Claudio Sánchez Albornoz y Ramón Menéndez Pidal, los más grandes historiadores españoles contemporáneos, críticos de los separatismos vasco y catalán:
Definitivo:
...si Elcano no llevara un nombre que suena a castellano y no guiara una nave de nombre castellano al servicio de ideales fraguados bajo la hegemonía castellana, no hubiera concebido otra empresa marítima que la de PESCAR ATUNES en el golfo de Vizcaya... (Menéndez Pidal)
Revista FUERZA NUEVA, nº 438, 9-Ago-1975
¿”NACIONALIDADES”? ¿QUIEREN DESCUARTIZAR ESPAÑA?
... Sánchez Albornoz, historiador republicano, pero, a veces, lúcido:
Claudio Sánchez Albornoz, con su respetable bagaje de autoridad histórica y su impenitente sectarismo republicano y crepitante odio al Alzamiento Nacional, acaba de publicar “Mi testamento histórico-político”. En dicha obra, la mezcla de aciertos y absurdos es espectacular. Sánchez Albornoz, magna autoridad en Historia, carece de una criteriología filosófica que esquematice su pensamiento ordenadamente. Pero sus conocimientos históricos y su carácter batallón suplen a veces lo que la intuición mental, en un plano superior, ofrece en panorama sin contaminación. En esta última obra, pragmáticamente, Sánchez Albornoz se planta gallardamente también ante el problema de la unidad nacional. Y con clarividencia nos dice:
“Cataluña y Vasconia atraviesan hoy [1975] por una etapa de intransigencia extrema frente a la unidad hispana. Mi voz es débil y carece de autoridad para dar consejos. Por ello, no obstante, me permito recordar a las dos regiones que es terriblemente erróneo en su propio interés el extremar de sus posiciones... Su gran misión histórica y la esperanza del máximo desarrollo de su personalidad están dentro de España y en hermandad con las otras regiones. Me atrevo a profetizar la ruina de las tres de habla dispar si extremaran su posición. Su vida está en España y en el mundo hispánico. Sería vertical su caída de romper o de aflojar en exceso su vinculación con los otros hombres de la patria común. Si la secesión se produjera, los españoles podríamos vivir mejor que los secesionistas. No podrían proseguir su regalada vida de hoy sin España. El castellano es, además, la lengua de casi 200 millones de seres. Los ríos de España van al mar por Cataluña, Vasconia y Galicia, tienen a España como lógico y precioso “hinterland”.
Que no se hagan ilusiones catalanes, vascos y gallegos pensando en que puede llegarse a una federación de las tres comarcas y de España. Quizá podría concertarse en un momento de aguda crisis hispana. Quiero enfrentarles con la realidad de que tal injusticia llevaría a la discordia civil y al establecimiento de un régimen comunista en la piel de toro. Pomposamente podría entonces organizarse como La Unión de la Repúblicas Socialistas Hispanas. Cataluña, Vasconia y Galicia y cuantas regiones pudieran mañana aceptar esa federación que repudio, gozarían empero de mucha menos autonomía que hoy. El zar comunista que presidiera el Soviet español mandaría sin limitación en toda la Península, como jamás mandaron los gobiernos de la monarquía, de la república y del ¡glorioso movimiento! Si es que esa unión de repúblicas socialistas hispanas no integrara un complejo mucho más amplio que abarcase acaso Europa, en cuyo caso las órdenes tajantes ni siquiera emanarían de una ciudad española, ni en español se dictarían”.
No se puede negar que Claudio Sánchez Albornoz conoce el paño. Por su enorme documentación histórica y la experiencia vivida. La trituración de las regiones de España en cantonalismos anárquicos no favorece la personalidad varia de Cataluña, Vasconia y las otras realidades hispánicas. Esta disgregación conduce irremisiblemente al yugo soviético. Era lo que el comunista Medrano vociferaba en un mitin, en Madrid, el 2 de mayo de 1936: “La mejor manera de defender a la Patria es por la alianza con la URSS, que es la patria del proletariado”. Y ahora Sánchez Albornoz lo rememora para los desmemoriados y los burgueses materialistas sin alma y sin patria.
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Nos abona Ramón Menéndez Pidal
Menéndez Pidal –“viva floresta, primavera de la raza”, que cantó Gerardo Diego- en “Los españoles en la historia” [1947], aporta verdades como puños sobre esta materia. Espigamos algunos párrafos:
“El federalismo catalán toma entre los extremistas la forma de nacionalismo. Se quiso empezar descubriendo una diversidad étnica; en el mismo año trágico de 1898, el doctor Bartolomé Robert anuncia al mundo la superioridad craneana de los catalanes; y así en otros muchos órdenes se abultaron artificialmente los hechos diferenciales por los que presenta al pueblo catalán en el curso de los siglos como algo completamente separado de los demás pueblos de España. Para esto, la Historia tenía que ser tratada nacionalmente, como lo hace, entre otros, con gran erudición, Rovira Virgili. Pero esta empresa historiográfica tropieza con serias dificultades: hay que ir cortando cuidadosamente los más fuertes enlaces que se observan entre la historia catalana y la general de España, y donde no se pueden cortar, mostrar lo injusto o nocivo del lazo. Hay que descastellanizar la historia. Entonces los agravios hechos a Cataluña no arrancan ya de Felipe V, sino que ascienden unos siglos más arriba, al afianzamiento de la unidad dinástica de los reinos peninsulares, y se denigra el Compromiso de Caspe (el hecho más insigne y ejemplar en la política del siglo XV), como si aquellos doctos y santos juristas que estudiaron y resolvieron la cuestión sucesoria fueran unos jueces inicuos...
En fin, dejando cuestiones de nomenclatura, no cabe pensar que la historia de Cataluña no viene equivocada y mal hecha desde hace ocho siglos, sino que son los nacionalistas quienes la escriben equivocadamente desde hace cuarenta años [1907], son ellos los que entienden mal a Cataluña y no Ramón Berenguer IV ni los compromisarios de Caspe; son los separatistas los que pugnan con la historia al querer vivir solos. ¡Nosaltres sols!, cuando Cataluña jamás quiso vivir sola, sino siempre unida en comunidad bilingüe con Aragón o con Castilla...
Las ideas nacionalistas sobre base lingüística alcanzan una plena realización durante la segunda República. Primero se aprueba el Estatuto catalán; después el vasco; más tarde había de seguir el gallego. Una voluptuosidad desintegradora quería estructurar de nuevo a España, como el que estructura el cántaro quebrándolo contra la esquina, para hacer otros tantos recipientes con los cascos. Se incurría en las mayores anomalías históricas para constituir estos pedazos, para separar lo que los siglos conocieron unido. Los reinos medievales fueron útiles y verdaderos como brotados lenta y ocasionalmente en oposición a las contingencias adversas, venidas de fuera [invasión árabe] a disolver por la violencia la unidad antigua bien consolidada; aparecieron y se afirmaron para remediar una catástrofe...
Los vascos de las tres vascongadas, por ejemplo, separándose hasta de sus vecinos los vascos de Navarra, quieren vivir solos, cuando siempre vivieron fraternalmente unidos a Castilla; invocaban una lengua y una cultura propias; pero ¿qué cultura es la vasca, sino inseparablemente unida a la castellana para gloria de ambas, cuando el vasco no empezó a ser escrito hasta el siglo XVI y para contadísimas materias; cuando, si san Ignacio no hubiera pensado en castellano más que en vasco, jamás hubiera podido concebir sus “Ejercicios espirituales”, ni hubiera sido Ignacio universal, sino un oscuro Iñigo, perdido en sus montes nativos; cuando, si Elcano no llevara un nombre que suena a castellano y no guiara una nave de nombre castellano al servicio de ideales fraguados bajo la hegemonía castellana, no hubiera concebido otra empresa marítima que la de pescar atunes en el golfo de Vizcaya? De igual modo, ni imaginar siquiera se pueden las grandes figuras de catalanes o de gallegos sin ponerles por fondo el reino de Aragón o el de Castilla, como ni concebir tampoco se puede sin esas figuras la historia de Castilla o de Aragón.
En fin, también en la segunda República, igual que en la primera, la tendencia a la fragmentación se presenta como parasitaria de la ideología republicana, y también trae serios contratiempos al Gobierno, hasta exigir una dura intervención en Barcelona.
Federalismo, cantonalismo y nacionalismo modernos vienen ellos por sí a destruir la unidad multisecular y no logran estabilizarse; lejos de representar la España auténtica, no responden sino a un momento anormal y transitorio desmayo de las fuerzas vitales que no puede prolongarse sin grave peligro. Aparecen como una enfermedad, cuando las fuerzas de la nación se apocan extremamente; pues toda enfermedad consiste en el autonomismo de algún órgano que se niega a cooperar al funcionamiento vital unitario del cuerpo...”
La clarividencia de Menéndez Pidal sólo sombreada por alguna frase menos feliz, es una sentencia definitiva contra la dialéctica marxista en la virulenta y politizada demagogia de los “nacionalismos” utilizados como dinamita para acabar con las naciones...
Jaime TARRAGÓ
Última edición por ALACRAN; 29/05/2020 a las 20:03
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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