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Tema: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

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    Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    Siempre hubo una brutal hostilidad entre Franco y la masonería mundial. La peor parte le ha tocado a Franco especialmente desde su muerte, cuando la venganza de los abismos se ha desatado contra su memoria a nivel universal. La masonería nunca le perdonará haberla vencido y sojuzgado en España y haber denunciado sus artimañas y trapicheos.

    ***

    Colección de artículos publicados por Franco en el diario "Arriba" desde 1946 a 1951, bajo seudónimo ("Jakim Boor) y posteriormente recopilados en un volumen (1952)


    Masonería (por Jakim Boor)


    • 1 Prólogo
    • 2 Masonería y comunismo
    • 3 Política internacional
    • 4 ¿Democracia?
    • 5 La masonería, signo liberal
    • 6 Tradiciones masónicas
    • 7 El gran secreto
    • 8 Los que no perdonan
    • 9 Un secreto desvelado
    • 10 El gran odio




    • 11 El gran fraude democrático
    • 12 Alta masonería
    • 13 Bajo la dictadura masónica
    • 14 Conspiraciones masónicas
    • 15 Masonería
    • 16 Una frase lapidaria
    • 17 Enemigos eternos
    • 18 Crímenes de las logias
    • 19 Grados y pruebas
    • 20 Historia masónica




    • 21 Persecuciones religiosas
    • 22 Masonería anticatólica
    • 23 Las logias son políticas
    • 24 Maquinaciones bélicas
    • 25 Internacionalismo
    • 26 Asociaciones y congresos
    • 27 La diplomacia del triángulo
    • 28 La «ferrerada»
    • 29 Conspiraciones antiespañolas
    • 30 Masonería española




    • 31 Las grandes conjuras
    • 32 Aclaración a un artículo
    • 33 De Yalta a Postdam
    • 34 Maniobras masónicas
    • 35 Acciones asesinas
    • 36 Daños a España
    • 37 Filosofía masónica
    • 38 Batallas políticas
    • 39 Revolucionarismo y ateismo
    • 40 Un decreto antimasónico




    • 41 El motín de Esquilache
    • 42 Infiltración masónica
    • 43 Contra la Compañía de Jesús
    • 44 Actividades en Francia
    • 45 Crímenes
    • 46 Campaña antijesuita
    • 47 Política y traición
    • 48 «La causa de El Escorial»
    • 49 La masoneria, contra el Ejército
    • 50 La masonería actual
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2022 a las 01:24
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    1 Prólogo

    Nace este libro como una necesidad viva, pues son muchos los españoles que, dentro y fuera del país, anhelan conocer la verdad y alcance de una de las cuestiones más apasionantes, pero a la propia vez, peor conocidas, de nuestro tiempo: la de la masonería. Se hace indispensable el recoger en un texto hechos probados y registrados en los anales españoles que, omitidos por la mayoría de los historiadores liberales, destacan la magnitud del cáncer que corroe a nuestra sociedad. Uno de los medios preferidos por la masonería para alcanzar sus fines es el secreto. No se le podía favorecer el juego. Era preciso desenmascararla, sacar a la luz y satisfacer la legítima curiosidad de tantos en ello interesados.

    Movidos por esta necesidad es por lo que agrupamos bajo el título de este libro una serie de artículos publicados en el diario
    Arriba desde 1946 hasta la fecha. Teniendo, pues, el lazo de unión de la materia común a que se refieren y existiendo entre ellos un encadenamiento lógico, ofrecen al mismo tiempo la particularidad de su independencia. Queremos decir que estaban escritos para ser entendidos individualmente, porque así lo requerían las circunstancias en que se publicaban. El conjunto de lectores de la Prensa es una masa fluida para la cual si cada artículo hiciera referencia al anterior el texto del mismo perdería sentido. Era preciso, por ello, insistir en los puntos generales, a riesgo de repetirse. Esa nota es la que observará el que leyere, pues hemos preferido recoger completos los textos de los susodichos artículos, no sólo porque, en último término, parece aconsejable dejar bien sentados los principios básicos de nuestra argumentación, sino, además, porque de esa forma el que precise en un momento dado información sobre cualquiera de los temas indicados en el índice no se verá obligado a la rebusca fatigosa de datos complementarios entre el resto de las páginas.

    Pero, además, surge este libro como una defensa de la Patria. Como decimos en sus principios: "no hubiéramos descubierto estas intimidades..., si la vesania y la pasión de que contra nuestra Patria dan muestras no nos obligase en nuestro puesto de vanguardia a no abandonar una sola de las armas que Dios nos ha puesto en nuestras manos", Y ninguna más eficaz que desentrañar y hacer públicas las actividades de esa secreta institución, con sus fines conocidos (odio a Roma y a España) y sus hechos inconfesables.

    Nos hallamos ante uno de los secretos menos investigados de la Edad Moderna; ante uno de sus más repugnantes misterios. Llevados de las apariencias, no son pocos quienes con harta inocencia admiten que la masonería ni tiene la importancia que se le quiere achacar, ni sus fines son tan innobles, ni sus procedimientos tan criminales. Y exponen como principal argumento el hecho de que en Inglaterra la mayoría de la gente de más alta calidad social pertenece a la masonería.

    He aquí, pues, el campo que es necesario deslindar. No atacamos a la masonería inglesa, y poco nos preocuparía si se encerrase en los límites naturales de sus dominios, porque lo que nos interesa no son tanto sus características como su afán de extenderse desbordando sus fronteras. La masonería es un producto inglés, al modo como el comunismo lo es ruso; un producto que ha logrado nacionalizarse en otros países, como en Norteamérica, y especialmente en Francia, a la manera que el comunismo lo ha hecho en Yugoslavia. Pero de la misma forma que el comunismo, en Francia o en Italia, no respira más que conforme a lo que le indican sus amos desde Moscú, de análoga forma la masonería española cumplía aquellas consignas que partían de Londres o de Paris.

    Que la masonería fue la activa socavadora de nuestro imperio nadie puede negarlo. Ella fue quien logró la expulsión de los jesuitas, uno de los hechos que causaron más daño a nuestra América. Ella, quien llevó la guerra a nuestras colonias y quien convirtió a nuestro siglo XIX en un rosario sin fin de revoluciones y de contiendas civiles. Para Inglaterra fue el medio de activar la desmembración de un imperio que le hacia sombra; para Francia, el mejor sistema de eliminar su frontera sur y una rival. A ninguna de las dos naciones le convino jamás una España fuerte, y jugaron "al alimón" para lograrlo.

    Si ello puede parecer a algunos natural y humano, más lógico, natural y humano es que los españoles procuremos zafarnos de tan "generosos" amigos, eliminando la peste que nos envían, aunque venga encubierta por la amistad; que nunca nos han sido más dañinas las maniobras franco-inglesas que cuando presentaban por delante la sonrisa de lo amistoso. La política internacional no suele tener entrañas; en ella, amistades y sentimentalismos no cuentan. Jamás un país suele llevar su celo por otro más allá de sus propios intereses. Eso es la moneda corriente, y debemos sujetarnos a ella, Y porque el derecho de protegerse es bueno para todas las naciones es por lo que en defensa de su independencia y de sus legítimos intereses, trata España de precaverse de la masonería. Desde que Felipe Wharton, uno de los hombres más pervertidos de su siglo, fundó la primera logia de España hasta nuestros días, la masonería puso su mano en todas las desgracias patrias. Ella fue quien provocó la caída de Ensenada. Ella, quien eliminó a los jesuitas, quien forjó a los afrancesados, quien minó nuestro Imperio, quien atizó nuestras guerras civiles y quien procuró que la impiedad se extendiera.

    Ya en nuestro siglo, la masonería fue quien derribó a Maura y quien se afanó siempre por atarnos de pies y manos ante el enemigo, la que apuñaló a la Monarquía y, finalmente, quien se debate rabiosa ante nuestro gesto actual de viril independencia. ¿Cómo se nos puede negar el derecho de defendernos de ella? ¿Es que puede alguien escandalizarse porque España la haya puesto fuera de la ley? Los masones en España significan esto: la traición a la patria y la amenaza de la religión; abyectas figuras que, por medrar, son capaces de vender sus hermanos al enemigo.

    Todo esto es lo que se demuestra en estas páginas. El que quiera conocer cuánta maldad, qué perversos planes, qué odiosos medios utiliza la masonería, que lea estas páginas. Quien quiera encontrar las pruebas de por qué España acusa a la masonería y la expulsa de su seno, que compulse este libro.

    Que después de leído, si lo hace atentamente, no puede quitarnos la razón.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:20
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    2 Masonería y comunismo

    14 de diciembre de 1946

    Todo el secreto de las campañas desencadenadas contra España descansa en estas dos palabras: "masonería y comunismo". Antagónicas entre sí, pues ambas luchan por el dominio universal, la segunda le va ganando la partida a la primera, como en la Organización de las Naciones Unidas se viene demostrando.

    El hecho no puede ser más natural. Así como la masonería mueve las minorías políticas sectarias, el comunismo, más ambicioso, se apoya en una política de masas explotando hábilmente los anhelos de justicia social; mientras la primera carece de masas y tiene que vivir en la clandestinidad, que es su arma, el segundo dispone de la "quinta columna", con núcleos en los distintos países. La pasión personal de determinados masones hizo olvidar la conveniencia de la secta para enrolarse al carro de Moscú.

    Todo el conjunto de las deliberaciones de la O. N. U., la propuesta inopinada de Trygve Lie, grado 33 de la masonería, que no le priva, a su vez, de estar al servicio de Moscú; la burda maniobra de Spaak, grado 33 también de la masonería belga; el compadrazo de Giral, grado 33 de la española; la actuación de Padilla el mejicano, grado 33 de la de su país; la conducta de algunos delegados que, contra las órdenes de sus Gobiernos, se ausentan o no votan, son señales inequívocas de que por encima de la voluntad de los pueblos, de la conveniencia de las naciones y de su propio prestigio, existe un poder internacional secreto mucho más terrible que todos los fascismos habidos y por haber, pues se mueve en la clandestinidad, maniobra y hace y deshace a capricho de los que pomposamente se titulan representantes de la democracia.

    No hubiéramos descubierto estas intimidades, pues no somos amigos de inmiscuirnos en las vidas ajenas -allá ellos con sus conciencias-, si la vesania y pasión de que contra nuestra Patria dan muestras no nos obligase en nuestro puesto de vanguardia a no abandonar una sola de las armas que Dios ha puesto en nuestras manos.

    El Alzamiento español contra todas las vergüenzas que la República encarnaba, para salvar una Patria en trance de desmembración, fomentada a través de la masonería por quienes aspiraban a aprovecharse de los "Azerbaijanes" en Cataluña y en Vasconia, tuvo que extirpar de nuestro suelo dos males:
    el de la masonería, que había sido el arma con que se había destruido el Imperio español y fomentado durante siglo y medio sus revoluciones y revueltas, y el comunismo internacional, que en las últimas décadas venía minando y destruyendo toda la economía y el progreso de la Nación española, y que había llegado al momento, por nadie discutido, de implantar por la fuerza el terrorismo del comunismo soviético.

    Toda la protección que los rojos españoles encuentran en los medios internacionales tiene una misma explicación y un mismo origen: o son los masones los que los apadrinan y apoyan, o son las Embajadas soviéticas y sus agentes quienes los mandan y los financian.

    Masonería y comunismo, enemigos a muerte y en franca lucha, se unen, sin embargo, en esta ocasión a través de los Giral y de los Trygve Lie, creyéndose cada uno capaz de ganar la partida a su contrario, con el desprecio más absoluto al pueblo español y a sus derechos, olvidando que España con su sangre y con sus armas se ha redimido hace diez años del cáncer que la corroía y que los españoles saben lo que se juegan en todos esos cambios y aventuras que los masones del extranjero les ofrecen. Puede en otras naciones no católicas adoptar la masonería formas patrióticas y aun prestarles servicios en otro orden; pero lo que nadie puede discutir, masones o no masones, es que la masonería para España haya constituido el medio con que el extranjero destruyó el Imperio español, y a caballo de la cual se dieron todas las batallas de orden político revolucionario en nuestra Patria. La quema de las iglesias y conventos de mayo de 1931, la expulsión de la Compañía de Jesús, así como anteriormente la de las Ordenes religiosas y la incautación de sus bienes en el pasado siglo por el masón Mendizábal; los asesinatos de Melquiades Álvarez, de Salazar Alonso, de Abad Conde, de López Ochoa, de tantos y tantos republicanos asesinados bajo el dominio rojo en Madrid, fueron obra criminal y meditada de la masonería. ¿Qué de extraño tiene, en los que en aquella ocasión y tantas de la Historia armaron la mano del asesino para eliminar a sus compañeros arrepentidos, que hoy esgriman todos sus artificios, toda su maldad y todas sus fuerzas contra quien en España encarna el espíritu antimasónico y le asegura la tranquilidad y el orden? -

    Si el ataque de Moscú y de sus Quisling, los representantes de los pobres pueblos sojuzgados e invadidos, tiene una explicación de orden comunista, la conducta de otros delegados tiene esta fácil e incontrovertible demostración.

    Han marchado a la cabeza en el ataque dos representantes, aparte de los del lado soviético: el belga y el francés. Valiéndose el primero de su experiencia parlamentaria y masónica introdujo, contra la propia voluntad y sin votación, palabras injuriosas que satisfacían a su odio y que representaban en sí una de las infamias mayores que se hayan cometido en la Asamblea, esto es: que el representante de una nación que tiene una mayoría católica en su Parlamento, nación que se distingue por su cordura y su espíritu ecuánime, considerada como uno de los pueblos más civilizados y progresivos de Europa, es traicionada por su representante, que llevado de sus fobias personales y de su espíritu masónico, sorprende a la Asamblea desprestigiando a su país y echándole encima un baldón de ignominia. No es una sorpresa para los españoles la conducta del señor Spaak; hace tiempo se especulaba en círculos financieros de Madrid con el ataque; el pueblo belga podría hacer en este sentido importantes investigaciones; para nosotros nos basta señalar su calidad de masón y su obediencia al sectarismo y al odio masónico contra nuestro Caudillo y contra nuestro Régimen. Es la "reprisse" de aquella otra acción masónica que erigió en una plaza de Bruselas un monumento al anarquista español Francisco Ferrer Guardia, masón grado 33, fusilado por anarquista en Barcelona en la semana sangrienta del año 1909.

    Por cuanto a los franceses se refiere y a ese desdichado M. Jouhaux, uno de los organizadores principales de las brigadas internacionales en nuestra guerra de Liberación, no podíamos esperar otra cosa; el espíritu antiespañol y de mala vecindad de la masonería francesa hace muchos años qué lo padecemos, ha sido un medio de que se valió la nación francesa para suprimir una frontera. Mas, no contenta con ello, aún aspiraba a más, y en el camino de su "chauvinismo" y de sus ambiciones llegó durante nuestra guerra de Liberación a repartir por el sur de Francia aquella célebre cuartilla con un mapa de nuestra región pirenaica, lindante con su frontera, en el que en el río Aragón se unían al norte de Huesca dos zonas, la de Catalunya, al Este, y la de Vasconia, al Oeste; España, interpuesta por éstas, aparecía rotulada al Sur. Letreros elocuentes destacaban sobre el dibujo, en azul: "Una España fuerte es la mosca en la nuca de Francia"; y se excitaba en la hoja a ayudar a los rojos españoles.

    La masonería francesa, a través de lo que ella llama "garante de amistad de los valles de España", una especie de comisario político de la masonería que en los últimos tiempos desempeñaba un sectario francés llamado Feliciano Court, era la inspiradora de todas estas agresiones contra nuestra Patria. Pero no ha quedado ahí; la ambición ha sido tanta que no podemos callarla: Una voz autorizada, que no ha tenido la menor réplica, ha asegurado que en los momentos en que la pobre nación polaca sufría los rigores de la invasión germana y había que hacer efectivos los compromisos internacionales por parte de la nación francesa, su Gobierno de Frente Popular, que había firmado en España el Acuerdo Jordana-Berard, exigía de Inglaterra antes de cumplir su compromiso de ir a la guerra por Polonia que en el caso de entrar España en la guerra, como ellos temían, se le asegurase el poderse cobrar de la nación española con las Baleares y la costa norte de Marruecos el precio a su intervención.

    He ahí al descubierto quién maquina contra quien. De esto existen pruebas en el Ministerio de Asuntos Exteriores británico, y esto explica la conducta de los representantes franceses, cualquiera que sea su procedencia política, en las reuniones internacionales.

    Mas los españoles no nos engañamos y sabemos aprender de nuestros enemigos. Ellos nos señalan dónde radica nuestra fortaleza y lo que se persigue con los ataques. La respuesta la ha dado el pueblo español el día 9 de noviembre: "Con Franco hasta la muerte".
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:20
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    3. Política internacional

    4 de enero de 1947

    Si examinamos fríamente la batalla entablada en la diplomacia internacional hemos de reconocer, contra nuestro deseo, la pobreza y falta de continuidad de la política de los occidentales ante la agudeza y firmeza de la diplomacia rusa. Es desolador comprobar cómo al cabo de un cuarto de siglo de régimen soviético éste continúa la línea tradicional de su política exterior, sin ninguna clase de desviaciones y sin que nadie en el interior estorbe ni desvíe la trayectoria fijada desde los primeros tiempos. Sus hombres, depurados por la revolución y por veinticinco años de disciplina comunista, saben que su fracaso entraña la muerte, y se entregan de cuerpo y alma a ejecutar los designios que les marca su Estado.

    Frente a ello sólo vemos la inestabilidad, la mediocridad y la indecisión. Mientras Stalin no necesita consultas ni confianzas, los otros padecen la inestabilidad de la asistencia pública y están sujetos a los vaivenes, intrigas y maquinaciones de los grupos políticos predominantes, muchas veces vendidos a los enemigos de su propia nación.

    Un ejemplo clásico de este orden lo tenemos en la gran nación americana, que ve malbaratada su victoria por la indecisión y la falta de autoridad de los encargados de regirla. Hemos asistido recientemente a un espectáculo lamentable, cual fue aquel que se dio en la Conferencia de París, y que costó su cargo de ministro al de Comercio americano. Entonces se acusó la vacilación de la política americana: mientras su representante negociaba, otro ministro, con conocimiento presidencial, parecía desautorizarle. El que la solución haya sido la normal en estos casos y la más grata al aliado británico no dejó de quebrantar la autoridad del gerente del departamento de Estado y hasta la propia presidencial.

    ¿Qué habla pasado entre bastidores? Es lo que tratamos de comentar. Las democracias, como las viejas Monarquías absolutas, tienen sus validos y sus Richelieu. Ya en tiempo del llorado Presidente Roosevelt existía el Richelieu americano. Entonces encarnaba el puesto aquel consejero privado llamado Harry Hopkins, que acompañaba al Presidente en casi toda su jornada y aun se le encargaban delicadas misiones de Estado. Hoy, muerto Hopkins, ha tenido un importante sucesor, de mucha menos discreción que el finado. Mientras del primero apenas si el mundo se enteró de su presencia, tales eran sus características de discreción, el segundo ha producido ya en el orden internacional más de un escándalo. El es el culpable de la dualidad y vacilación de la política exterior americana. El motivó el caso más acusado de desunión entre los países sudamericanos. Flota tras todas las tempestades, y cuando parece vencido lo vemos de nuevo acudir a la carga. ¿Cuál es el secreto del nuevo valido? El mismo que disfrutó, con mayor discreción y más capacidad, el antiguo consejero del Presidente malogrado. Harry Hopkins fue ayer el jefe y paladín de la escisión de la masonería americana; hoy es Braden, el multicapitalista rusófilo, el factótum de la misma masonería, que patrocina las ideas del consejero fallecido.

    Y ésta es la razón de que entre la conveniencia de la nación y la política del titular del departamento de Estado se crucen intereses más poderosos, que acaban decidiendo en última instancia y a espaldas del país toda la política de aquel inmenso Estado.

    Se aspira por medio de la masonería a reforzar la unión y dependencia panamericana. Braden es el artífice de la idea, y su poder es tanto que, no obstante el ruidoso fracaso de la batalla que entabló contra el régimen argentino y el informe gravísimo contra él que el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado elevó a aquel organismo, su poder sigue siendo tan grande que hasta pudo darse el lujo de ser nombrado y declinar la presidencia de las reuniones panamericanas.

    Este hecho tan importante de la política mundial, pero que, sin embargo, pareciera no deber afectarnos, repercute, no obstante, de una manera grave en nuestras relaciones con la gran nación americana. Dos cosas parecen estorbar a la maquinación de absorción americana: la fe católica que allí dejaron nuestros mayores y el carácter hispánico que caracteriza a las naciones alumbradas por nuestro descubrimiento, y por eso con la Iglesia Católica hay que borrar el prestigio de la vieja madre, desarticulándola en lo posible, por considerarla en sí un obstáculo a la torpe maquinación. Y toda la buena fe y la extraordinaria voluntad de España se estrellan ante este complejo en que España, sin la menor relación con estos hechos, paga las consecuencias; pero mientras esto ocurre, el comunismo, más hábil y preparado, aprovecha en su favor estas torpes batallas.

    Esta política, realizada a espaldas y contra la voluntad del propio pueblo americano, empieza a despertar el recelo de los pueblos sanos de aquel continente, y es la que, malogrando los frutos de la victoria, caracteriza la política vacilante de aquella gran nación.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:21
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    4 ¿Democracia?

    5 de enero de 1947

    El espectáculo lamentable que la Organización de las Naciones Unidas ha dado recientemente al mundo con el que ha dado en llamarse el "caso de España", si monstruoso resulta para el observador desde el exterior, cuando se conoce en su interior revela el caso de inmoralidad mayor que registra la Historia. Dejando a un lado los hechos, a todas luces ilegales, reconocidos una y otra vez por los propios actores, de falta de jurisdicción, de quebrantamiento de los propios Estatutos de la Organización, de falta a los deberes más elementales por el secretario y presidente de la Organización, de incompatibilidad de muchos de los componentes del Comité y Asamblea y de ausencia absoluta de juridicidad en todos los actos realizados, que quitan todo valor y anulan los acuerdos, que más temprano o más tarde habrá que revisar, existen otros hechos en torno a lo ocurrido, merecedores de nuestra atención.

    El espectáculo se ha enunciado bajo la invocación de la democracia, y lo primero es preguntar: ¿Dónde está la democracia? ¿Existe, por acaso, en Rusia, bajo el imperio de la dictadura soviética, durante más de un cuarto de siglo; en la Ucrania o en la Rusia Blanca, tan artificialmente representadas y donde está universalmente reconocido no se disfrutan los menores derechos de la personalidad humana? ¿Existe en Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia y tantos otros pueblos bajo la tiranía de los agentes comunistas? ¿Se practica en las otras naciones, también representadas, de Gobiernos elevados al poder por la revuelta o bajo dictaduras mejor o peor disfrazadas?

    Se había de examinar el origen y el disfrute de los derechos inseparables de la persona humana, y una gran mayoría de los que allí alborotan tendrían que ser expulsados de la Organización.

    Mas si a su soberanía e independencia miramos, se acusa todavía en mayor grado la ficción. ¿Qué independencia de opinión tienen los países ocupados por los Ejércitos enemigos, los integrantes de la propia dictadura soviética y esa baraja de pequeños países que admiten sin rubor la coacción y el mandato de los más poderosos?

    Por dondequiera que se examine y se busque a la democracia, no se la encuentra por ninguna parte.

    Si la democracia es la expresión de la voluntad del pueblo, nunca más contrariada que en este caso. La democracia viene falseándose desde hace muchos años por los artificios de los partidos políticos, usurpadores y falseadores de la voluntad popular. Unas cuantas alusiones aclararán más este hecho.

    Bélgica y Chile son dos países, entre otros varios, donde en sus Parlamentos existen mayorías católicas afectas a la nación española y contrarias a la política respecto a España de sus representantes, no obstante la campaña de calumnias y falsedades con que se pretenden engañarlos. Y, sin embargo, sus representantes en la Organización de las Naciones Unidas, por ese juego de usurpación de poderes, que tanto se repite, harán caso omiso de su sentir; y, así, el señor Spaak, belga, se convierte en el más encarnizado enemigo del Régimen y de la Nación española, y el representante chileno, por su parte, le hace coro a sus proyectos demagógicos. Sin embargo, España no sólo no ha tenido a través de la Historia del último siglo la menor diferencia con estas naciones, sino que ha mantenido con ellas la más cordial y correcta de sus relaciones. El príncipe heredero de Bélgica fue acogido y atendido con toda solicitud por el Jefe del Estado español al ser invadido su país, y el pueblo belga tuvo todo el afecto y la cordialidad de España en la desgracia de sus dos contiendas. Chile fue la nación cuyo representante más se distinguió en defensa de los refugiados en las Embajadas cuando las persecuciones de la España roja, y el pueblo español y su Gobierno se han distinguido por sus atenciones hacia esta nación. Pero sucede que por encima de los deberes, de las obligaciones de carácter democrático y hasta sobre el decoro político de los interesados, existe la pasión sectaria de los individuos en cuestión. Y esto que ocurre en estos países existe también en una gran parte de los que allí actuaron.

    El secreto es que hemos topado con la masonería, con esa lacra que ha invadido al mundo en el siglo XIX, y que para España fue causa de todas sus desdichas, que hoy reina y triunfa en los medios políticos internacionales del Occidente y es la que ata, desata y se impone por encima de la voluntad de los propios pueblos en las relaciones de las naciones, incluso sin respeto a la decencia política y a la opinión pública, asombradas de los hechos; la masonería se constituye así en el mayor enemigo de los principios democráticos. La democracia es pública, la masonería es secreta; la democracia reconoce derechos, la masonería los avasalla; la democracia sienta como principio el libre albedrío de los asociados políticos, la masonería los sujeta con juramentos y pena de irradiación o, en su caso, de muerte, a los dictados de sus superiores. López Ochoa, Melquíades Álvarez, Salazar Alonso, Abad Conde, Darlan, fueron, entre otros muchos, por ella asesinados. El masón está obligado a la obediencia por encima de su propia conveniencia, del interés sagrado de su patria y de los dictados de su propia fe. Se aprovecha de la democracia para traicionar a la democracia. Al fenómeno no suele escapar ningún país.

    Mas así como el inglés, el judío o el mahometano es antes inglés, judío y mahometano que masón, en el resto de los mortales la masonería pasa por encima de cualquiera otra clase de consideraciones.

    España ha cometido el "gran pecado" de haber extirpado de su solar el cáncer masónico que lo corroía, la traición encubierta en sus logias bajo los dictados de los superestados masónicos al servicio del extranjero. Por ello, y por su catolicidad, se ha constituido en blanco de las iras de la masonería atea y polariza las maquinaciones extrañas de que otros Estados se salvan por la condición de masones de sus Jefes de Estado o de la mayoría de sus gobernantes.

    Este es el gran secreto de las vergüenzas de la O. N. U., en que la voluntad de los pueblos se ve suplantada por la omnímoda pasión y compromisos de logia de sus representantes, y esta es la razón de que los asesinos y ladrones de nuestra guerra de Liberación, amparados en la hermandad masónica, disfruten de la benevolencia y de la amistad de los que a sí mismos se titulan representantes de la democracia.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:21
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    5. La masonería, signo liberal

    5 de febrero de 1947

    Con motivo de la publicación de unos artículos sobre la obra nefasta de la masonería en España y de sus manejos en el orden internacional han sido muchísimos los que, a través de este periódico, se han dirigido a nosotros pidiendo se les aclaren ciertas dudas que sobre la masonería tienen, no pudiendo explicarse esa diferencia, que en uno de aquellos trabajos se establecía, entre la masonería atea continental y la masonería inglesa. La razón más convincente en este orden es que la masonería inglesa, por alcanzar a quince millones de seres, nueve de la Gran Logia de Inglaterra, y seis de la Logia de Escocia, según las últimas estadísticas, comprende a la mayoría de los hombres no católicos de la Gran Bretaña y, por lo tanto, están dentro de ella los ingleses protestantes, cristianos, aunque bajo el error, pero no ateos, los que forzosamente tienen que ver con repugnancia el ateísmo que caracteriza a la masonería continental.

    Cuando la masonería alcanza a la casi totalidad de un país hay que reconocer que cuenta en sus filas con toda clase de elementos sociales, caballeros y truhanes, ya que no todos los naturales de un país pueden ser estigmatizados como pillos por el hecho de ser masones. En cambio, cuando la masonería vive en los países de confesión católica, se nutre de los renegados, ateos y disidentes, en cuyo núcleo, naturalmente, se encuentran los estafadores, los malcasados, los libertinos y la mayoría de los tarados de la sociedad. Por eso la masonería española, país eminentemente católico, viene a ser una canallería suelta. Esto no quita para que en los tiempos de la República, por ambiciones y falta de fe, hubieran caído otras gentes que, sin freno religioso, fueron envueltas en la corriente masónica que la República representaba.

    Otros comunicantes quisieran conocer si la masonería es republicana exclusivamente o ha existido también en el campo de la Monarquía, extrañándoles ver aseverar su enemiga con el comunismo al considerarlos lobos de la misma camada. La masonería es un producto liberal que existe con la Monarquía, con la República y con el socialismo. La masonería gusta de lo liberal; por tanto, los partidos eminentemente masónicos suelen ser los liberales, los radicales y los que, en general, se titulan de izquierda. En cambio, no suelen ser masónicos, aunque lo sean algunos de sus miembros, ni los socialistas ni los comunistas. En Inglaterra, país monárquico, la masonería comprende a todos los partidos, aunque tenga su predilección por el liberal y sea el Rey el gran maestre de la Orden, ejerciendo su potestad por un gran duque. Y no se puede ser ministro, ni embajador, ni almirante, ni ningún cargo responsable en aquel país si no se pertenece a la organización masónica en sus dos grandes sectores: Gran Logia de Inglaterra o Logia de Escocia. Esta es la razón de que los católicos en aquel país no ocupen altos puestos.

    En España la masonería fue siempre más amiga de la República que de la Monarquía, constituyendo aquélla su verdadero ideal; pero esto no quiere decir que en los políticos monárquicos no hubiera habido numerosos masones a través de todas las vicisitudes del siglo pasado y primeras décadas de éste. Y partido masónico por excelencia fue en España el partido monárquicoliberal, cuya jefatura coincidio en la mayoría de las ocasiones con la Gran Maestría o Gran Oriente de la masonería española.

    Al llevarse a cabo la restauración en la persona de Don Alfonso XII se incorporaron a la Monarquía Sagasta, el gran oriente de la masonería española, con el simbólico de "hermano Paz", con todos los "hijos de la viuda", y desde entonces, continuando por Moret y demás miembros liberales, la masonería anidó con preferencia en las filas del partido liberal. Esto explica la simpatía con que favorecieron la proclamación de la República y el entusiasmo con que le sirvieron.

    La masonería es capitalista y burguesa, y sirve en cuanto puede al capitalismo. Esto no quiere decir que no se haya extendido en algunos sectores españoles a la masonería de alpargata, y no comprenda, sobre todo en la región de La Línea y algunos puntos de Levante, a muchos elementos proletarios, más bien engañados y engatusados por la masonería para intervenir e influir sobre las organizaciones obreras.

    El marxismo y el comunismo no suelen ser masones, aunque muchas veces lo sean sus dirigentes, pues éstos, en su batallar, han encontrado en la masonería seguridades de impunidad. El comunismo no suele ser masón, pues no admite más amo ni poder que el de Moscú. Y como uno y otro luchan por el predominio universal, se enfrentan y se odian, aunque no lo exterioricen, y uno se aprovecha de las ventajas que el otro en la práctica le ofrece. El comunismo es anticapitalista.

    La masonería sirve, en cambio, al capitalismo. Ambos pescan en las mismas aguas; pero así como la masonería es conquista de minorías bien colocadas, el comunismo, hasta hoy, ha sido política de masas, aunque, copiando de la masonería, pretenda hoy también conquistar a las minorías bien colocadas e influyentes.

    Otros comunicantes me aseguran que determinadas personas que se tienen como masones les consta que no lo son, por habérselo jurado los interesados. Yo les preguntaría:
    ¿Por quién le han jurado? ¿Por su Dios? ¡Si no creen! ¿Por su honor? ¡Si no lo tienen! ¿Es que tiene valor el juramento de traidores? También decían que no eran masones aquellos españoles acusados durante la República por nuestros partidos de derecha, y, sin embargo, al llegar la revolución roja se destaparon como tales.

    Otro comunicante no se explica el porqué del odio a España de la masonería. No comprende que lo que en otros países pueda servir a su nación, en España sirva, en cambio, a la traición. ¿Cómo es posible que los masones españoles toleren esta monstruosidad contra su Patria? La explicación es muy sencilla. El que ha vendido su conciencia no puede poner condiciones, y son muchos los que por esta razón se han separado de la masonería.

    La implantación de la masonería en España coincide con su decadencia. La fundó en 1728 Felipe Wharton, primero y último duque inglés de Wharton, un verdadero pillo y aventurero. Todos los atractivos y los vicios eran atesorados por este personaje. Casó en segundas nupcias en España con Teresa O'Byrne, hija del coronel del regimiento irlandés Hivernia, al servicio de España, y dama de honor de la Reina española. Fue herido frente a Jibraltar (así escrito en el original) combatiendo contra sus compatriotas, y fue nombrado coronel adjunto del regimiento irlandés, al tiempo que Inglaterra lo repudiaba por traidor. Aunque se convirtió al catolicismo antes de su muerte, fundó la primera Logia masónica en Madrid, bajo obediencia y buena relación con la Gran Logia de Londres. En Madrid se impuso por el apoyo de la nobleza, alcanzando prestigio social e influencia política. Mas la figura del duque de Wharton, bello, generoso, elocuente, erudito, inteligente, ambicioso, mentiroso, pillo, ladrón y borracho, como lo califican los historiadores de la nación inglesa, bien merece, como padre de nuestra masonería, un capitulo aparte.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:22
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    6. Tradiciones masónicas

    1 de marzo de 1947

    El opúsculo de Lequerica al libro del general Berenguer, que entraña un agudo juicio sobre los acontecimientos políticos contemporáneos, y por ello se hace digno de lectura y de madura reflexión, da a conocer un hecho de la historia política de España hasta ahora inédito, y que durante muchos años inquietó a numerosos españoles: se refiere a las presiones exteriores que originaron la retirada del Poder de don Antonio Maura en los momentos en que una masa juvenil, despertando a la política, le seguía con ilusión y ofrecía a la nación una esperanza de progreso y de orden. El hecho, escuetamente relatado por Lequerica, reza así:

    "Curioso de conocer un dato decisivo sobre tan grave cuestión, me atreví a interrogar al Soberano desterrado en Roma, la primavera del 38, en forma deliberadamente indiscreta y pintoresca, preguntándole si el Rey Eduardo VII de Inglaterra le había aconsejado prescindir del jefe conservador, como entonces se dijo mucho y creyeron algunos. "No; el Rey Eduardo no me habló nunca de semejante asunto -me contestó Su Majestad-. Fui yo quien tuvo que adoptar aquella medida, ante la gravedad de las circunstancias. Teníamos noticia de que la presión de fuera iba a ser tan potente que el régimen no podría resistirla y vendría la revolución. Entonces, para evitar el bochorno de una claudicación ante la acción exterior directa, se preparó el ánimo de los conservadores en forma que pareciera un problema interno el cambio de jefatura y hubiera elementos del partido dispuestos a gobernar sin Maura."

    Presión del exterior, debilidad del régimen, miedo a la revolución y renuncia de independencia. Con ello se abría un funesto precedente para nuevas y reiteradas presiones.

    ¿Qué España concebían los que tal aconsejaron? No olvidemos que entre los que tenían acceso a los Consejos de la Corona predominaban elementos liberales comprometidos en las Logias. Sin embargo, el hecho del "Maura, no" constituía una de esas consignas que las Logias internacionales periódicamente nos exportan y venía incubado de tres años atrás, de aquellos días del año 9, en que, con motivo de la efervescencia de las cabilas vecinas a Melilla y de la hostilidad a sus fronteras e integridad de su campo, el Gobierno se había visto obligado a reforzar su guarnición y a solicitar un crédito de tres millones de pesetas para los gastos. Las oposiciones liberales, íntimamente ligadas a la masonería, venían haciendo de los sucesos nacionales motivo constante para la crítica destructiva y para el desgobierno. El 6 de julio de aquel año, Canalejas, en la oposición, comentaba:

    "El problema de Marruecos no traerá complicación alguna, y las medidas adoptadas por el señor Maura son un verdadero e inexplicable exceso de previsión. Cuando se abran las Cortes, el señor Moret planteará debate sobre este asunto, que será muy empeñado."

    Sólo tres días más tarde, el 9 de julio, tiene lugar la primera y más fuerte agresión a nuestras tropas; las previsiones que el Gobierno Maura con este motivo se ve obligado a tomar desencadenan la antipatriótica y demoledora campaña de las izquierdas españolas.

    Con la disculpa del embarque de un batallón en Barcelona para Marruecos se desencadenan los sucesos conocidos por los de la Semana Sangrienta. La acción en Marruecos se iniciaba con el desagrado de Francia, que no disimulaba su mal humor. La masonería fue, una vez más, el medio empleado para desatar nuestra revolución y frenar nuestro progreso. La misma que en el siglo anterior utilizó al hermano Riego para evitar el embarque de sus tropas para América, y la misma que en el año 1898, por medio de una mayoría parlamentaria masónica, traiciona a nuestro Ejército y manda sus comisionados a París a firmar aquella vergüenza, estigma de todo un sistema.

    La desproporción y falta de relación del fin conseguido y de los medios empleados se acusa al más ligero de los análisis. Aquel movimiento revolucionario de Cataluña no tiene nada de social y si de político, y se caracterizó por su sello irreligioso y ácrata, con corte de comunicaciones, voladura de puentes, quema de templos y ataques y asesinatos de religiosos y agentes de la autoridad. Su sello es inconfundible: se destruyen cuarenta iglesias y conventos, pero ni una sola fábrica ni establecimiento privado o público.

    Tres condenas a muerte motivaron aquellos sucesos: dos "de menor cuantía", un desertor del Ejército llamado Malet, aprehendido por pillaje e incendiario; un ex guardia de Seguridad llamado Hoyos, también destacado en los sucesos. Ni uno ni otro pasaron a la Historia ni provocaron la menor protesta interior ni exterior. Todos los honores se guardaron para el anarquista y masón Francisco Ferrer Guardia, destacado elemento revolucionario que habiendo ya tomado parte en la insurrección de Villacampa, expatriado y huido a París, se había visto complicado de nuevo en aquel atentado criminal del año 1906 contra Don Alfonso XIII el día de sus esponsales, y que había quitado la vida a numerosas personas de las que contemplaban el desfile. Acogido a indultos y a sobreseimientos, dirigía en Barcelona una escuela llamada Moderna y una editorial anarquista y ácrata. De esta escuela salió Mateo Morral, el desdichado anarquista autor del atentado.

    Ferrer había pertenecido a la Logia "La Verdad", de Barcelona. Casado legítimamente, tuvo cinco hijos. La primera, Trinidad, fue bautizada; los otros cuatro, Paz, Luz, Sol y Riego, no lo fueron. Expatriado a Paris, ingresó con sus dos hijas mayores en la Logia de la rue Cadet, donde ocupó altos puestos. En 1893 se separó de su esposa, haciendo amistad con la señora Meunier, que pagó sus campañas y acabó dejándole su fortuna. Su liberalidad en Las Logias le había creado entre ellas una situación preponderante.

    Probada su culpabilidad en los sucesos de la Semana Sangrienta, que había desencadenado con el dinero traído de Francia, fue condenado a muerte después del oportuno proceso. La Prensa francesa, durante el mes de agosto, se desata en campañas derrotistas al relatar los sucesos de nuestra Patria. En los periódicos belgas y franceses, en los días anteriores a la detención de Ferrer, se fingen entrevistas con él para que parezca que se encuentra en Bruselas y Paris y no se le busque en Cataluña, donde, al fin, es aprehendido.

    Cartas, consignas masónicas, reuniones de izquierdas, viaje a España del barón de Bonet a ver a Moret, fueron factores importantes de la masonería en aquellos días, y cuando tiene lugar la ejecución estallan en todas las grandes poblaciones de Europa las manifestaciones y las campañas violentas de Prensa contra tal ejecución ¿Injusticia? Sí, la hubo en parte: se ejecutaba al jefe directo y a dos pequeños autores materiales de los hechos; pero quedaban en la impunidad y recogían el fruto los que le habían preparado el ambiente. Los liberales masones se unen el día 18 en las Cortes a los republicanos para combatir al Gobierno, negándole toda colaboración. El Gobierno dimite, y, en frase histórica de Maura, "queda rota la normalidad constitucional". La masonería había ganado su primera batalla. En el suceso que Lequerica refiere ganó la segunda. La tercera se dio en la casa de aquel prócer español en 1931, cuando se reunían los políticos liberales masones para expulsar a la Monarquía. -. Por mucho que se la quiera desfigurar, la Historia clama y acusa.

    Entre los grandes servicios prestados a nuestra Nación por la Cruzada, tal vez el mayor es el de haber redimido a España de la masonería, y éste es el hecho que constituye la causa real de la campaña indigna de difamación que contra nuestra Nación y Régimen se ha desatado. No hay que engañarse con ella: o renunciamos a nuestra soberanía, para entregarnos a la infamia de la traición dirigida desde el extranjero, o hemos de tener como un timbre de honor el sufrir esos ataques, que con nuestra unión se desharán en la impotencia.

    Todo cuanto pasa en el exterior y cuanto bordeando la traición contemplamos dentro, todo obedece a las mismas consignas y propósitos. Los masones se revuelven, y hemos de celar para que no retoñen, pues con ellos penetra el estigma de la traición.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:26
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    7. El gran secreto

    4 de abril de 1948

    La paradoja que al mundo internacional ofrece con el reconocimiento pleno de las amenazas soviéticas y de la política agresora del imperialismo ruso, de un lado, y las reservas que hacia España se guardan, de otro nos lleva a descubrir ante nuestros lectores las causas secretas que vienen sosteniendo el tinglado en que la farsa internacional se asienta.

    Descubiertos hoy a los ojos del mundo los motivos de la ofensiva general que España y su Régimen sufrieren por decisión soviética, ya que no en vano fue derrotado el comunismo en nuestra nación, cuando ya había paladeado las mieles del triunfo, dejando enterrados aquí a la flor y nata de sus elementos de choque, y posteriormente rechazadas y maltrechas las divisiones de guerrilleros que en el río revuelto de la liberación francesa intentaron invadir a nuestra nación, lo mismo que hoy se hace con Grecia, parecía justo el confiar que el reconocimiento público de la situación llevase emparejada la rectificación plena de la política de hostilidad con que durante dos años los países del Occidente de Europa habían distinguido a nuestra Patria, como igualmente resulta inexplicable, en los momentos que el mundo internacional habla con descaro de la necesidad de la colaboración española, que persista todavía en el ánimo de algunos aquel viejo concepto de una España decadente y estúpida que poder uncir graciosamente al carro de quienes en tal forma la ofenden y hostilizan.

    El que dentro de nuestras fronteras haya quien pretenda llevar nuestro sentimiento anticomunista más lejos de la propia dignidad no quiere decir que España vaya a regalarle su favor a quienes en tal forma demuestran que nos detestan.

    Conviene no olvidemos que no ha sido el comunismo sólo el que se ha destacado en estos años como enemigo de la España nacional, pues si aquél en tres ocasiones (en 1934, cuando la revolución asturiana; en 1936, bajo el Gobierno del Frente Popular que patrocinó la revolución roja que provocó nuestra Cruzada, y en 1945, cuando los intentos de invasión de guerrilleros y terroristas a través de la frontera de Francia, el terrorismo comunista) intentó asentarse en nuestra Patria, hubo otros que le abrieron la puerta y le allanaron el camino, pretendiendo aprovecharse de sus ofensivas y practicando el hipócrita sistema de las acusaciones falsas, los entredichos y las campañas periodísticas que en el mundo se sucedieron contra nuestra nación, con miras a aislarla de la vida de relación y con el propósito de ahogarla y asfixiarla económicamente. Y es que España, con el comunismo, había barrido de su solar otro mal endémico y, por ello, más grave: el cáncer masónico que la corroía.

    Si en otras partes los campos del comunismo y la masonería aparecen claramente delimitados, y hoy en franca y abierta oposición, en el sector de los españoles viven en íntimo contubernio. Los principales supervivientes de las Brigadas Internacionales que en España combatieron, antiguos miembros, por otra parte, del Komintern, ocupan las Jefaturas de los Estados o son miembros de los Gobiernos de los países que cayeron bajo el dominio de la Rusia soviética, o continúan como jefes de los partidos comunistas de los otros Estados. Los Martínez Barrio y demás conspicuos masones españoles, a Rusia sirvieron y con Rusia continúan enlazados íntimamente. La masonería en España es como es y no como los otros quisieran que fuese.

    En esa batalla, por tanto, que España dio (a la que debe que el mundo la mire hoy como fuerte baluarte anticomunista) fue derrotada también aquella otra pequeña turba de traidores, fomentadores durante más de un siglo de nuestras revoluciones y servidores contra España de los intereses ocultos extranjeros, y que durante toda su historia vinieron conspirando en sus logias o traslogias contra nuestra fe católica y el resurgir de la nación, obedeciendo mandatos y consignas extrañas y traicionándonos en todos los momentos cruciales de la Historia. Así, al esparcirse por el mundo, derrotados, con el oro y los tesoros robados - ¡hermosa ejecutoria!-, llevaron sus odios y las miserias de su espíritu a las logias extranjeras, a las que parasitaron con su turbia presencia.

    Si para otros países la masonería ha podido, en alguna forma, ser elemento constructivo al servicio de su libertad o de su política exterior imperialista, en España está claro y plenamente demostrado que ha constituido el instrumento fatídico de la antiEspaña, más grave por su secreto poder y medios burgueses en que se desenvolvía que el propio comunismo libertario, al que ellos abrieron la puerta.

    En este apoyo torpe e irreflexivo de los masones de fuera a los traidores de dentro, que hace que el mundo pueda juzgarlos con la misma medida, es donde descansa el secreto de esas actuaciones personales que, incluso contra las órdenes dictadas por sus propios Gobiernos o la voluntad de los países, practican por su propia cuenta algunos políticos y diplomáticos desaprensivos cuando de las cosas de España se trata, explotando hipócritamente la ofensiva que al servicio de sus particulares intereses la nación soviética desencadena, que los convierte por sectarismos en instrumentos dóciles de aquella política. El que la ofensiva soviética haya producido la muerte de tantos conspicuos masones internacionales, que han convertido a Rusia en el enemigo público número uno de la masonería, no quiere decir que por ello hayan renunciado otros a aquella política de hostilidad que España, en todas las etapas de su renacer, fatalmente ha tenido que sufrir.

    Hay, sin embargo, en nuestra Patria quienes, obedeciendo a una consigna masónica, intentan presentarnos a la masonería como una asociación filantrópica o cultural inofensiva, ajena a las actividades políticas, al paso que otros pretenden explotar el ambiente antirrepublicano para polarizar en el sector izquierdista republicano exclusivamente el núcleo político de sus actividades, cuando la masonería en España, constituida por una exigua minoría de varios miles de afiliados, fue siempre eminentemente política y nació entre la nobleza y elementos políticos aristocráticos para bajar luego, a través de la burguesía, a algún que otro elemento de alpargata.

    Un rey, dos infantes y varios duques, marqueses y otros nobles ejercieron altas jerarquías y hasta el cargo de gran comendador al correr del siglo XIX; rodean el Trono en el reinado de Carlos III bajo la sombra del todopoderoso conde de Aranda, de triste recordación. Un duque de Alba, contemporáneo de aquel Monarca, fragua el motín de Esquilache, que luego achaca, hipócritamente, a los padres jesuitas. A su muerte se retracta de sus yerros con el obispo de Salamanca, ante quien se declara autor del motín, que había organizado por odio que confesó tenía a la Compañía de Jesús. Participaron con atrevimiento en la maniobra el masón francés duque de Choiseul, el conde de Aranda, el de Campomanes, Azara y el entonces ministro de Estado don Ricardo Wall. En el expediente secreto contra los jesuitas intervinieron igualmente masones tan sólo, bajo la dirección y estrecha relación de Alba, como fueron don Miguel María de Nava, don Pedro Rodríguez Campomanes, don Luis del Valle Salazar y don Pedro Rico Egea, miembros todos destacadísimos de la gran logia española.

    El asesinato del general Prim por las logias españolas, demostración elocuente de la anarquía y criminalidad que en ellas reinaba, motivó la retirada del Rey saboyano; tras el caos de la República, en que las logias vivieron en plena anarquía y luchas intestinas, la restauración de Alfonso XII parecía que, por las promesas solemnes hechas al tradicionalismo, iba a librarnos de aquella influencia nefasta; pero la adhesión a la Monarquía del partido liberal republicano, bajo la jefatura de don Práxedes Mateo Sagasta, llevó a los diez meses al Poder a este ilustre masón, que, con el nombre simbólico de "hermano Paz" y con el cargo de gran comendador de la masonería española, fue desde entonces el inspirador de toda la política monárquicoliberal contemporánea.

    La masonería española se distinguió siempre por su carácter eminentemente ateo y antinacional. La encontramos inspirando al Trono y dominando al Gobierno en la primera expulsión de los jesuitas; se repite con la Reina Gobernadora, cuando el masón Mendizábal pone a su firma el decreto-ley de disolución de las Ordenes religiosas y el latrocinio de sus bienes; domina el Gobierno y las Cortes españolas en los tiempos modernos, cuando de nuevo se disuelve la Compañía de Jesús, se queman las iglesias y se promueven persecuciones. De origen masónico fueron todos los movimientos revolucionarios que en siglo y medio se suceden en nuestro territorio, y los de secesión de nuestros territorios de América, y masones los gobernantes y generales comprometidos en todas las traiciones que mutilaron nuestra Patria.

    Masón era Morayta y los que con él desde España alentaron la insurrección cubana, y masones los que en las Cortes, y a espaldas de aquel Ejército, los traicionaron para la renuncia y la rendición; masones eran muchos de los políticos constitucionalistas que arrastraron con sus consejos en los últimos tiempos en su caída a la Monarquía, y masones los que recogieron con la República el fruto de aquella hipócrita traición, e igualmente masones los que entregaron España a las Brigadas Internacionales y a las checas y comisarios de Moscú.

    Por eso es legítima la posición española, pues lo mismo que otras naciones vienen hoy eliminando de su administración o de los puestos clave a los comunistas, por traidores y al servicio de otra potencia, España tiene un derecho soberano sobre quienes, con una ejecutoria de maldad tan larga y continuada, en la misma forma la vienen traicionando. Con una diferencia: que el comunismo, por su falsa propaganda social, mueve e inspira sentimientos de masas, y ella, por lo menos en España, sólo a unos contados millares de sinvergüenzas y logreros.

    Nace en nuestra tierra la masonería por la aventura de aquel desdichado duque de Wharton, de triste recordación en la Gran Bretaña, que después de haber sido jefe de su gran logia, expulsado de ella por sus traiciones e inmoralidades, fue el fundador de nuestra masonería, la cual, después de una vida azarosa, plena de personalismos, traiciones e influencias francesas, cayó bajo la triste y desdichada República en el centro de atracción de ateos, libertinos, estafadores y ambiciosos de la peor calaña.

    Son múltiples las publicaciones masónicas que al correr de los años han aportado una prueba abrumadora de estas traiciones; pero no es necesario retroceder en la Historia para constatar tales hechos. El año último se publica en América, por la editorial Kler, de Buenos Aires, una novísima edición del Diccionario Enciclopédico de la Masonería, redactado por dos eruditos francmasones, don Lorenzo Frau Abrines y don Rosendo Arus Arderíu, grados 33 del rito escocés antiguo y aceptado, y el segundo de ellos gran maestre de la gran logia regional catalanobalear. En él aparecen retratados, con sus mandiles y atributos, muchos de los principales personajes de las distintas naciones, a quienes por su alta jerarquía política los consideran dignos de figurar en su libro de honor. No faltan en él las figuras históricas españolas, y en el tercer tomo, en la parte histórica de la masonería destinada a España, confirma con las siguientes palabras su acción decisiva bajo nuestra República: "149 masones conocidos figuraron en las Cortes Constituyentes de la República, aparte de los ministros, subsecretarios, gobernadores civiles de las distintas provincias y directores generales" (página 467 del tomo tercero).

    Pero aún hay más: en el mismo tomo, y en la página 468 y siguientes, que dedica a la España masónica en el exilio, se inserta un escrito elevado por el que titulan actual gran comendador, don Enrique Varea Pérez, y el gran secretario general, Isidro Sánchez Martínez, dirigido al Supremo Consejo de la jurisdicción Sur de los Estados Unidos en Norteamérica, con sede en Washington, que éste publica en la Memoria del día 15 de octubre de 1945, y en el que, después de expresar un atajo de falsedades sobre persecuciones y ejecución de masones, que dicen están ocurriendo en España, apelan a los sentimientos de la fraternidad masónica para pedir "que por su mandato se contribuya a formar alrededor del problema de España una atmósfera, valiéndose de sus relaciones e influencias entre los cancilleres, haciendo que los hermanos escritores, profesionales, etc., traten el tema en sus periódicos y revistas en que ellos colaboren, por medio de conferencias, por los procedimientos que su propia iniciativa determine, para reinstalar en España las libertades que le han sido arrebatadas por la fuerza".

    Si a esto se une la calidad de masón de Trygve Lie -de los del contubernio, de los que juegan a los dos paños, al masónico y al bolchevique- y la de muchos de los miembros destacados que en la O. N. U. se asientan, se explicará el hecho de que una minoría exigua de individuos contra el ambiente universal, con clara injusticia y traicionando en muchos casos a sus propias naciones, suplanten su voluntad llevando sus pasiones y su sectarismo al terreno de lo internacional.

    Este es el gran secreto de que los medios internacionales, incluso contra su propia conveniencia, persistan en esa malquerencia contra nuestra nación y se retrase la proclamación solemne de lo que ya es indiscutible.
    Última edición por ALACRAN; 06/06/2022 a las 18:34
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    8. Los que no perdonan

    16 de febrero de 1949

    Con motivo de las elecciones presidenciales de la nación portuguesa, su vieja masonería intentó sacudir su aparente modorra y presentarse a hacer recuento de sus fuerzas, para intentar en un futuro inmediato el asalto a la fortaleza del vecino Estado. El que la alerta dada por su Ejército y el buen sentido del pueblo portugués haya desecho la maniobra no quita valor ni enseñanza al hecho que una vez más, la masonería haya pretendido explotar la coyuntura de dificultades económicas en que en esta hora del mundo las naciones se debaten para alcanzar sus turbios propósitos, aunque para ello hubiera de aliarse y entregar el país al comunismo, pensando, sin duda, que otros habrían de extinguir aquel foco y podrían, bajo su protección, edificar sobre las ruinas aquella República masónica para todos de tan triste recordación.

    ¿Qué pasó a última hora para que la maniobra se deshiciera? Dos hechos harto importantes: el primero, la repulsa con que parte importante de la masonería europea acogió el acuerdo con los comunistas, y el otro, la seguridad de que el Ejército no consentiría la venta de la Patria ni la traición. Más valía, por tanto, agazaparse y esperar una nueva y oportuna coyuntura, que los años pasan pronto y el mariscal forzosamente no puede ser eterno.

    El que la masonería portuguesa intensificaba sus actividades era cosa conocida en nuestra nación. No en vano, desde el término de nuestra Cruzada, desde allí llegan las consignas para los por ellos denominados "Valles Ibéricos", y desde allí se pretende periódicamente, aunque con escaso éxito, el remover a los "hermanos" españoles con vistas a alterar la paz de nuestras Universidades o explotar la noble ingenuidad de nuestra juventud.

    La maniobra masónica sobre Portugal constituía una parte de los planes masónicos contra España. El que este hecho masónico haya sido fácilmente superado no excluye la gravedad de nuestra alarma, pues demuestra que, pese a la gravísima crisis que la masonería europea viene sufriendo en la última década, y aun frente a la amenaza peligrosísima que el comunismo representa, no descansa aquélla en sus propósitos de restablecer sus viejas posiciones, aliándose incluso con su propio verdugo, el comunismo, que en Polonia, Rumania, Checoslovaquia y Hungría ha eliminado a los de un día sus poderosos hermanos masones.

    Esta falta de realismo e inconsciencia de la masonería continental, esta ceguera en sus pasiones, es lo que verdaderamente nos alarma, más que por lo que a España se refiera, pues los conoce y sabe defenderse de sus ataques, por la responsabilidad que conspicuos masones europeos tienen en el destino del Occidente.

    Buscó la masonería en la democracia el medio para la extensión de su poder y el sojuzgamiento de los pueblos, y la democracia fatalmente tenía que volverse contra lo que representa la acción más antidemocrática que pueda concebirse. ¿Qué es, en síntesis, la masonería sino una secta secreta que asocia a grupos minoritarios de los países para lograr por el complot, la astucia y la protección extranjera, bajo una disciplina sin límites, apoderarse de la dirección y del mando de las naciones? ¿Por qué se ocultan sus decisiones y hasta su filiación al conocimiento del pueblo? Por constituir el vehículo secreto en que se incubaron las revoluciones liberales de los tiempos modernos imprimieron a la política liberal de muchos países una supeditación a los poderes masónicos extranjeros que los patrocinaron. Y a las consignas de fuera y al golpe de mallete de las grandes logias respondió toda la política exterior e interior de los Estados por virtud de aquellos conspicuos masones que, con la ayuda extraña, habían alcanzado el Poder en sus países.

    Ni los intereses supremos de la Patria, ni el general del pueblo, ni el respeto a la conciencia religiosa de los más, ni los sentimientos del honor o de la propia estimación representaron nada frente a la obediencia obligada a los Poderes ocultos superiores. Y cuando en casos aislados se produjo la rebeldía a la demanda o habló el patriotismo boca de sus gobernantes masones, la mano de algún desalmado fanático comprado se encargó de la correspondiente ejecución masónica. Prim, Canalejas, Melquíades Álvarez y Salazar Alonso fueron, entre otros muchos, masones ejecutados por designio expreso de la masonería para vengarse de su rebeldía.

    Una de estas repugnantes ejecuciones ha llegado a ser causa del hondo cisma en que la masonería universal se debate. Varios han sido los asesinatos de este orden cometidos durante la última contienda; pero uno sólo ha sido la causa de la gran escisión: el del almirante Darlan, del que nadie se atreve a hablar. El almirante Darlan estaba en inteligencia con Roosevelt y con la masonería norteamericana; pero la figura de Darlan estorbaba a la concepción inglesa de un De Gaulle britanizado, y ante la decisión americana de utilizar a Darlan en el norte de África, la masonería europea se encargó de la eliminación. No convenía a los intereses masónicos europeos, controlados por Inglaterra, la preponderancia de Darlan, que Roosevelt y la masonería americana patrocinaban, y no faltó la mano de un fanático que se prestara fácilmente a ello. A la acción masónica correspondería hacer silencio sobre la muerte.

    Así ocurrió, pero la masonería americana lo supo y no lo perdonó. Un abismo se abrió desde entonces entre las dos masonerías, que nada ni nadie logrará llenar. No en vano la masonería es arma para el predominio y había sonado la hora de la decadencia de los imperialismos europeos. La doctrina de Monroe había arraigado en los medios masónicos americanos y la obediencia masónica europea es sustituida a grandes pasos en aquel Continente por la disciplina masónica americana.

    En la muerte del Presidente Roosevelt un episodio sentimental nos recuerda el asesinato masónico del almirante francés. La última visita que antes de su muerte hizo el malogrado Presidente en la tarde anterior a su fallecimiento, fue al huérfano del sacrificado almirante. Víctima, como Roosevelt, de la parálisis infantil, había sido recogido y trasladado por el Presidente a los Estados Unidos, y su última visita fue para el pobre chico desamparado.

    La figura del prudente y discreto magnate masón Harry Hopkins, misterioso consejero privado del Presidente Roosevelt, mucho podría aclarar a este respecto; pero su naturaleza delicada no sobrevivió mucho a la del malogrado Presidente. Es lástima que de sus interesantísimas Memorias se hubieran suprimido episodios como éste, tan interesantes para la historia de la política americana en los últimos años.

    Otros muchos episodios de la Europa actual podrían fácilmente comprenderse conociendo la intriga masónica que los mueve; pero para explicarlos bien habría que analizar lo que estas masonerías representan en cada uno de los países.

    Creo haberse dicho alguna vez en estos trabajos que quince millones de masones existen en la nación británica; quince millones que obedecen a la disciplina secreta de las logias, de la que el Rey de Inglaterra es poderoso soberano, aunque tenga delegadas permanentemente sus funciones en uno de sus poderosos duques y alto dignatario de la Corte. Lo que significa que a espaldas de la democracia existe el montaje de una poderosísima organización obediente a las consignas y golpes de mallete de sus "maestros soberanos" y descubre un totalitarismo masónico que en vano se nos pretende ocultar.

    Unos nueve millones de afiliados figuran en los Boletines de la gran logia de Inglaterra, y otros seis en la de Escocia. Quince millones en un conjunto de cuarenta y ocho, hace que por razones de sexo y de edad, no se libren de esa disciplina más que unos pocos millones de católicos.

    Para la masonería europea, la inglesa constituye la gran logia madre, de las que las otras derivan; mas lo que en Inglaterra aparece como totalitarismo secreto y masónico al servicio de Inglaterra y de su Imperio, en los países europeos es cosa que sólo afecta a escasas minorías políticas o intelectuales, por cuyo intermedio se sojuzga y mediatiza a la totalidad de las naciones. En la gran mayoría de los otros países no pasaron en ninguna época de cien mil afiliados, e incluso en los más sólo alcanza a algunas decenas de miles, preferentemente elementos destacados de la política, de la Prensa y de la enseñanza.

    Por esta calidad de mayoría de la masonería inglesa y de exiguas minorías de las continentales, y abarcar en la primera a casi todos los ingleses, del Rey al proletario, pasando por la aristocracia, el comercio y los intelectuales, y que por pertenecer sus miembros a la Iglesia protestante se presenta con apariencia cristiana, aunque en el extranjero suela enmascarar con la acción de sus pastores la dirección y el fomento de las logias no se puede juzgar a unas por las otras, ya que la masonería continental reviste características totalmente distintas. Es atea y afecta a reducidas minorías, que en los países católicos, por razón de la excomunión que les alcanza, comprende a libertinos, ateos, judíos, ambiciosos políticos o delincuentes a quienes la protección de las logias salvó de la cárcel o del deshonor; pero que firmemente arraigados en la política, las finanzas, la enseñanza y la intelectualidad -no se olvide otorgan estas patentes- vienen dominando la política interior y exterior de estos países.

    El progresivo desbordamiento por la moderna política de masas de estas exiguas minorías vino a poner en peligro el tinglado masónico, levantado a costa de tantos esfuerzos. Mas la masonería se encargó de captar a los jefes y magnates socialistas, y hoy sus Estados Mayores figuran casi todos en la disciplina masónica. La victoria aliada ha hecho el resto, y a su amparo volvieron los masones desplazados a ejecutar sus venganzas y a sentarse de nuevo en el Poder. En la condena de Pétain, la prisión de Maurras, y no digamos la condena y muerte de tantos buenos franceses, más pesó la venganza y el dejar hacer de las logias que un espíritu de vindicta pública inexistente en Francia. Dígalo si no el recibimiento hecho en el propio París por el buen pueblo francés al vencedor de Verdún, muy pocos días antes de la llegada de las tropas aliadas, y que dejó un testimonio fehaciente en los documentales cinematográficos de la época.

    De masónico igualmente podemos calificar el complot urdido contra España en los conciliábulos internacionales. ¿Qué importa que el comunismo haya sido el que haya lanzado la primera piedra, si los otros, en su servicio, con entusiasmo le secundaron? ¿No aparece a todas luces extraño que países como Suecia, por cuyo territorio pasaron los trenes militares alemanes para Finlandia y Noruega durante varios años, y cuyas industrias estuvieron en su totalidad al servicio del esfuerzo de guerra alemán; y Dinamarca, que se dejó invadir y convivieron Rey, Gobierno y políticos con el invasor; que Suiza, cuya industria estuvo movilizada en casi su totalidad al esfuerzo de guerra nazi, no hayan constituido el menor problema para la estigmatización aliada, y, en cambio, haya sido España, que resistió tenazmente a las pretensiones de las naciones del Eje, prestando servicios valiosos que los propios gobernantes reconocieron, y que constituyó el país que menos comerció con los alemanes, el blanco único de los ataques de los órganos de opinión aliados, e incluso de alguno de los países que tan blandos fueron frente a las pretensiones nazis? La presencia de masones en la Jefatura de los Estados, en sus Gobiernos y entre sus principales políticos, justifican la indulgencia y aclaran la injusticia.

    La filiación masónica de Bevin, de Blum, de Oriol, de Trifón Gómez, de Madariaga y de algún que otro personaje monárquico liberal español explica, igualmente, aquel complot propagandístico que como maniobra contra la política favorable a España del general Marshall, se urdió y se frustró en flor en el último verano. El alma masónica de las conjuras se acusa en todas partes. Frente al peligro real de los avances y actividades comunistas en Europa, trata la masonería, con su tradicional doblez, de formarle un frente común, sin perjuicio de explotar y aprovechar sus fobias antimasónicas y sus persecuciones. Así se explica la indiferencia y más la ineficacia de las naciones ante los gravísimos atentados que la Iglesia Católica y sus jerarquías vienen sufriendo, como también esa entrega hipócrita de Jerusalén y los Santos Lugares a los fanáticos deicidas. La conciencia de setecientos millones de cristianos del mundo, cuyos intereses espirituales se sacrifican por la solapada acción masónica ante unos cuantos millones de judíos, se levanta como una acusación perpetua contra la Sociedad de las Naciones y quienes pusieron sus manos pecadoras en esta decisión.

    Hemos de convencernos que mientras la masonería aliente no es posible dormirse sobre los laureles. Es necesario grabar en el ánimo de todos el que la masonería acecha y no duerme ni descansa, que, firme en su propósito, aprovecha todas las coyunturas. No por fuertes hemos de despreciar el peligro, que los tiempos son difíciles y no tenemos enfrente a un enemigo noble, sino malicioso, hipócrita y solapado, que explota la disidencia y el disgusto dondequiera que lo encuentre, sembrando su cizaña. Una cosa es la caridad cristiana con los que erraron y otra que se les permita trepar de nuevo hasta los puestos clave.

    Mediten nuestras palabras nuestros hermanos peninsulares y cierren de una vez las puertas a estas coyunturas que el enemigo hábilmente puede explotar. La cosa es de sobra importante para los dos países a los que la Naturaleza impone marchas paralelas.
    Última edición por ALACRAN; 20/06/2022 a las 13:30
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  10. #10
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    9. Un secreto desvelado

    2 de marzo de 1949

    (...)

    ***

    10. El gran odio

    16 de julio de 1949

    La crisis política de la nación belga trae al primer plano de la actualidad internacional la paciente mansedumbre con que los pueblos vienen sufriendo la dictadura oculta de una masonería encaramada en el Poder a través de las organizaciones masónicas adueñadas de los resortes políticos de los partidos. Desde que el liberalismo y la democracia hicieron su entrada en el ruedo político a lomos de la bestia masónica, ésta no ha cesado de extender sus tentáculos a los sectores más influyentes de los pueblos: política, Prensa, Universidad, justicia y radio constituyen sus objetivos predilectos. Masones fueron los primeros liberales, y masónicas las dinastías que desde las jefaturas de los partidos se crearon; masones los dueños de los más importantes rotativos y muchos de sus directores y jefes de Redacción; masones numerosos catedráticos, y masónicas la mayoría de las organizaciones laicas e instituciones libres de enseñanza; masones las altas jerarquías de la justicia y parte de los que vienen ocupando en ella los puestos importantes; masones los propietarios de las más importantes radios y masones una gran mayoría de sus cuadros de colaboración.

    La masonería constituyó el vehículo para alcanzar los puestos clave, y ministros, subsecretarios y directores generales han ido en los países liberales formando la cadena masónica que viene encabezando la política de los pueblos. Sólo en los católicos los partidos llamados de derecha han podido librarse de aquel dominio, pero no sin que algunos masones hayan intentado filtrarse entre sus filas.

    La irrupción de las masas en el campo de la política con unos claros objetivos sociales parecía que iba a dar al traste con el viejo poder de la masonería; pero la traición acechaba, y en la lucha de clases que la precedió, el poder masónico, por su influencia sobre la justicia, pudo captar y encuadrar a los principales jefes de los partidos obreros. Así, tras la aparente máscara de la democracia, refuerzan su dictadura los poderes masónicos.

    El mundo de buena fe no acierta, y con razón, a comprender los motivos del desvío político hacia su Monarca de los dirigentes de los grupos políticos liberal y socialista belgas. Dos hechos sólo se insinúan al hablar del caballeroso Monarca desplazado: uno, el de no haber huido al extranjero y haber querido seguir la suerte de sus soldados, a los que no abandonó ni en el duro trance de la derrota, y otro, el del matrimonio morganático contraído durante el cautiverio con la princesa de Rethy. Si el primero destaca como un timbre de honor para un Rey y un soldado que el pueblo honrado forzosamente ha de reconocer, no puede, por otra parte, ser la desigualdad social y falta de aprobación por la nación de su segundo matrimonio la causa determinante de la repulsa, teniendo, como tiene, asegurada con su primer enlace la sucesión al Trono, resultando verdaderamente paradójico el ver esgrimir tan débil argumento a quienes, como el partido socialista, precisamente propugnan la igualdad de las clases. Nada se ha podido encontrar en la conducta del Monarca exilado que no revista dignidad, honor o amor al pueblo belga; ni las calumnias ni el tiempo consiguen borrar la estimación de sectores importantísimos de aquel pueblo hacia su Monarca, al que el partido católico, con razón y sensibilidad, desea ver restablecido prontamente en el Trono.

    Por eso las causas no hay que buscarlas en la superficie ni en los hechos públicos, sino en la tenebrosidad de lo oculto y de lo inconfesable. ¿Por qué estos políticos rechazan al Rey legítimo y estiman, en cambio, al deudo sin derechos, encargado hoy de la Regencia? ¿Cuál es la razón de que liberales y socialistas se nieguen a colaborar en el Gobierno con el grupo católico que propugna la vuelta Monarca? La causa no puede ser más clara. El Rey es un buen católico, y la masonería no quiere perder la ocasión, que se le escapa, de colocar definitivamente en la Jefatura del Estado a un miembro de la masonería, como el Regente, o a un adolescente sin experiencia a quien pueda la masonería manejar y aun convertir. Spaak, masón de alta jerarquía, así como la casi totalidad de los jefes socialistas y de los primates liberales juegan esta mala partida al pueblo católico de Bélgica y a los otros muchos belgas de buena fe, a quienes se oculta cuidadosamente los compromisos masónicos que presiden los acontecimientos.

    Ninguna clase de dificultades encontró el un día Rey de Dinamarca con los partidos ni con las otras naciones europeas, no obstante haber dejado ocupar su territorio y seguir reinando en su país una vez ocupado por los alemanes; ni el Rey de Suecia, que, cargado de años, permitió durante la guerra el paso de las tropas alemanas y su avituallamiento a través de su territorio; pero se da la circunstancia de que ambos eran masones del más alto grado y gratos a los poderes masónicos nacionales e internacionales. Lo mismo se había aceptado por los aliados el reinado de Humberto de Saboya sobre Italia, si la rebelión de parte importante de los masones de este país contra los designios de la masonería internacional no hubiera dado al traste con el proyecto. A no ser por esta circunstancia, hubiéramos visto a uno de los generales del Ejercito de Mussolini aceptado como Jefe de Estado por sus enemigos en la guerra.

    Humberto era el primero de los príncipes de Saboya que por el destino de Italia bajo el fascismo se había librado todavía de caer en manos de la masonería; pero la suerte adversa de las armas le empujó a hacerse masón en el último año de la guerra; pero pesó más el encono de los masones del interior que esa entrega y arrepentimiento tardíos.

    El Rey de los belgas es el caso contrario: luchó con sus tropas al lado de los aliados contra los alemanes, y quiso seguir la suerte de sus súbditos. Es un buen católico, que ha rechazado todas las propuestas para apartarse del recto camino: la masonería le considera inmanejable, y éste es su "pero".

    La repulsa del partido liberal a formar parte del Gabinete de Van Zeeland, pese a las escasas diferencias de opinión en los asuntos de gobierno, aparece, sin embargo, desde el punto de vista masónico, como cosa obligada, ya que el partido liberal, como en la mayoría de los países, es el partido masónico por excelencia y, por lo tanto, el más comprometido en el complot de alejar al Monarca. No faltarán en él, sin duda, belgas moderados que quisieran ver resuelto el problema dinástico que los agobia; pero las irradiaciones y las persecuciones masónicas los contendrán. No en vano está reciente un hecho similar puesto al descubierto bajo la República masónica española en el año 1934, en que por colaborar con los partidos católicos el partido radical, en esta etapa el más masónico, se escindió, y fueron irradiados sus miembros de la masonería y aprovechada la revolución roja para ser eliminados por sus propios "hermanos": Salazar Alonso, Abad Conde, Rico Abello, López Ochoa y Melquíades Álvarez, asesinados en Madrid, han sido, entre otros muchos, víctimas de aquella "excomunión".

    Lo mismo en Europa que en América, bajo el signo aparente de la democracia, son muchos los pueblos que viven bajo una dictadura real de la masonería, que lo mismo en la política interior de los Estados que en las Asambleas internacionales, sacrifican el interés legitimo de los pueblos a las pasiones vesánicas de sus secuaces.

    El odio a lo católico de la masonería es proverbial, y le empuja a combatir lo que tiene este signo y evitar por todos los medios el encumbramiento de los católicos. Muchos son los países en que el ser católico cierra el camino a los puestos principales de la nación. En Inglaterra, la de la "logia madre", es bien conocido que no se puede ser ministro, subsecretario, embajador, general ni puesto principal siendo católico practicante, lo que, aunque no estando en las leyes, por acuerdo tácito se viene practicando. Y muchos otros son los países que intentan marchar por el mismo camino.

    En la Sociedad de las Naciones, la Secretaría y la casi totalidad de su personal está constituido por masones, y a la masonería pertenece una parte muy importante de los representantes de los distintos países, incluyendo a la pintoresca Mrs. Roosevelt, masona conocidísima.

    Esto explica esa tibieza, convertida en complicidad, de la Sociedad de las Naciones ante los monstruosos crímenes y persecuciones que sufre la Iglesia Católica en Europa. La masonería, como el judaísmo, odia a la religión católica, y predominando, como predominan, en los Gobiernos y en las Asambleas internacionales, ¿cómo van a condenar ni tomar medidas contra lo que en su fuero interno les agrada y aprovecha? ¡Que diferencia entre el clamor que se levantó cuando unos puñados de judíos eran blanco del racismo alemán, que sirvió para arrastrar a algunos pueblos hacia la guerra, y esta indiferencia e hipócrita condenación, que pasa como un relámpago por las agencias, por la Prensa y por la radio intervenidas por aquellos Poderes!

    Puede extrañar a otros pueblos menos enterados el que los partidos políticos pretendan cortar el paso hacia su Trono al Rey de los belgas; pero no a los que conocemos las tretas y el obrar masónico y sabemos los esfuerzos de la masonería para asentar en las jefaturas de los Estados a instrumentos propios.
    Por católico, patriota y caballero, hermoso título para que la masonería le combata, rompo hoy esta lanza por el Rey de los belgas.
    Última edición por ALACRAN; 20/06/2022 a las 13:43
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
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  11. #11
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    11. El gran fraude democrático

    6 de agosto de 1949

    Con motivo de las elecciones generales para diputados del Congreso de la República mejicana se pone de manifiesto, una vez más, el enorme fraude de las democracias, en que bajo un signo aparente de libertad los tentáculos de la hidra masónica van aprisionando a los países y destruyendo su libertad y su independencia. Cuando un español llega a Méjico dos cosas se le acusan: el espíritu españolista de los distintos sectores de la sociedad y la supervivencia de la fe católica, muy especialmente entre las gentes sencillas de los pueblos. "Padrecito, bendígame usted a mi niño", y las mujeres se arrodillan con sus niños en brazos en los caminos al paso de los sacerdotes españoles. "Padrecito, bendígame mi tienda, mi casa o los instrumentos de trabajo", repiten por doquier. Mantas o vestiduras echadas en el suelo para que las pise el pie de algún prelado en su breve estancia por aquel país; masas ingentes apiñadas en las iglesias católicas pidiendo por Dios unas palabras a los padrecitos de la vieja Patria. Lo católico y lo español se enraizan en aquella bendita tierra mejicana, aherrojada y azotada por tiranías despóticas bajo el aparente signo de la democracia.

    Cuando le exponíamos a un ilustre hombre mejicano el contraste entre el pensamiento íntimo de cuantos allí se tratan con la expresión externa de la política de sus Gobiernos, nos respondía que el pueblo mejicano desde hace muchos años viene pensando lo contrario de lo que representan sus gobernantes. Y cuando, asombrados por la expresión, le replicábamos cómo un pueblo tan bravo y tan viril lo consentía, nos descubría cuáles habían sido las vicisitudes a que esta falsa democracia los habla conducido, y que durante muchos años ni la seguridad personal ni la garantía de los bienes tenían la menor protección, que hoy, sin embargo, existía un orden material y un respeto relativo de las haciendas de los que no se oponían a la política imperante, lo que los forzaba a aguantar la tiranía por un miedo natural a mayores males.

    Así, el fraude viene siendo consustancial con la política mejicana y los derechos ciudadanos desaparecen totalmente bajo la omnipotencia presidencial y de las camarillas de sus secuaces. Allí muchos españoles pudieron escuchar de boca de un docto sacerdote que rige una parroquia en una de las poblaciones que lleva nombre igual a una rica región española cómo en unas pasadas elecciones habían obtenido aplastante mayoría los candidatos católicos por estar la fe católica firmemente arraigada en toda la comarca, y cómo al publicarse los resultados electorales se cambiaron éstos, otorgando al candidato gubernamental los votos ganados por el católico, y a éste, en cambio, la efímera votación de su contrincante. La burda maniobra provocó la indignación de aquellas gentes, que se lanzaron a las calles pidiendo justicia, pero tropezaron con las ametralladoras del Gobierno, solicitadas por la autoridad, que disolvieron la manifestación popular tras un centenar de bajas entre muertos y heridos de los manifestantes. El fraude quedaba consagrado con el respaldo violento de las armas.

    De este incidente tan grave ni los periódicos de las capitales pudieron hacerse eco ni lo comentaron las radios del mundo, tan atentas al sensacionalismo sobre lo ajeno, y la poderosa nación norteamericana, con su silencio y con su mano tendida hacia los gobernantes dio su absolución a los masones impostores.

    La vida en muchas de las llamadas democracias americanas se desenvuelve así. La decepción y el escepticismo de las gentes las aleja de la política, mirándola como un mal incurable o como un azote que Dios les envía. Unas elecciones no tienen hoy la menor importancia en tierra mejicana, pues la mayoría sabe que no pueden alterar en lo mas mínimo la situación presente.

    Recientemente se convocaron elecciones para elegir 147 diputados de la Cámara. Presentaron candidatos tres partidos: el oficial del Gobierno, conocido por el nombre de partido revolucionario institucional, el de Acción Nacional o partido católico, y el partido popular o comunistoide en que se convirtió el comunista de Vicente Lombardo Toledano. El empadronamiento, como siempre, se ha llevado a cabo fraudulentamente, incluyéndose millares de personas inexistentes, mientras desaparecían de las listas los nombres de los afectos a partidos extraños al Gobierno, y así, al compás que había votantes y rondas gubernamentales que votaban numerosas veces, los opositores se veían privados de su voto en muchos casos y en otros suplantados en él, pues aquella picaresca de la rotura de urnas y de la sustitución de actas tiene en aquel país la más enraizada tradición. De este modo, por este sistema democrático y popular, el partido del Gobierno se otorga 146 puestos de las 147 actas, asignándole uno solo al partido católico de Acción Nacional. La mayoría, que ésta debiera haber obtenido en buena ley, se la apropia el partido masónico gubernamental. De 5.000.000 de votantes sólo figuraron empadronados 2.500.000, dejando fuera a los que se consideraba adversos, y de aquéllos se le hurtan o se le suplantan sus votos. Ante este "paraíso" no podemos menos que gritar: "¡Viva la democracia!"

    Discurre la política en la mayoría de los países de Hispanoamérica en manos de las logias masónicas. Masones fueron los partidos liberales y de izquierdas de aquel país desde su emancipación; masones son la gran mayoría de los ministros de esta filiación, sus subsecretarios, los secretarios y los directores generales, porque siguiendo la consigna masónica, los masones siempre en sus nombramientos de elección designan a individuos masones sujetos a sus logias. Esto hace que la masonería, como una hiedra, invada y aprisione los puestos de gobierno y acabe por secar el árbol ya marchito, que quiso ser fecundo, de la nación emancipada.

    En Méjico se encuentra la verdadera negación de lo que pretendió ser la democracia. El principio de respeto de la conciencia y de la práctica de la religión se ve allí desvirtuado, en cuanto a los católicos se refiere, por la prohibición de poseer bienes a la Iglesia católica, cuyas iglesias han pasado a ser propiedad del Estado, y la prohibición legal de tener seminarios de formación sacerdotal en el país obliga a sus jóvenes seminaristas a formarse en un seminario en los Estados Unidos. ¿Puede darse un caso más grande contra el derecho del individuo y de la ley divina?

    Una minoría atea desde el Poder lleva a la Constitución de aquel país cosas que repugnan a la conciencia de la mayoría de los mejicanos, que tienen, en lo religioso, que vivir sojuzgados y dependientes del favor o de la tolerancia de los masones gobernantes, mientras las logias y toda la desvergüenza organizada tienen garantizados sus derechos.

    Con este sistema insidioso y cruel se pretende extinguir la fe verdadera por masones al servicio de lo anticatólico y de lo antiespañol. ¿Cómo puede extrañarnos que en la Sociedad de las Naciones puedan aparecer países, como Méjico, renegando de la Madre Patria, si desde su nacimiento constituyó para la masonería lo católico y lo español el blanco principal de su pasión sectaria, y por medio de ella se consiguió anular nuestro poderío y producir nuestra decadencia?

    Se repite hoy en la nación mejicana, y en Sudamérica en general, lo que un día hicieron otras naciones europeas con la nación española. Su poderío y su riqueza despertaban la envidia y el odio de sus rivales, y no pudiéndola vencer entera, la pretendieron rota, y fue la masonería el vehículo que la escindió, le apagó su alma y la entregó inerte a las intrigas de los de fuera. Lo mismo les ocurre hoy a muchos de los pueblos de América: lo que un día sirvió para separarlos de la Madre Patria sirve hoy para escindirlos, destruir su alma y sojuzgarlos. Y, así, naciones que por sus riquezas naturales pudieron ser grandes y soberanas, yacen mediatizadas por las naciones poderosas, sujetas a su dictadura económica y política por intermedio de las logias, que de la dependencia un día europea, inglesa o francesa, van entrando en la disciplina de la masonería norteamericana.

    El propio Presidente actual de Méjico, el honorable señor Alemán, figura en los recientes diccionarios editados por la masonería en Hispanoamérica como masón perteneciente a la logia "Of City Mexico", de disciplina norteamericana, a la que se pasó después de causar baja en otra logia de disciplina europea. La trascendencia de la filiación presidencial a lo masónico no puede ser más importante, dada la omnipotencia de que los presidentes disfrutan en aquellos países, pues cualquiera que pueda ser su hombría de bien o su voluntad, éstas acaban pereciendo ante el dictado de las logias. Por ello tenemos que resignarnos a presenciar a la querida nación mejicana aherrojada por la masonería y a asistir a estos fraudes de la democracia bajo el silencio protector de los afines.

    Al registrar estos hechos lamentables, no identificamos a la nación mejicana con la pasión ni la tiranía masónicas que la gobiernan.
    Última edición por ALACRAN; 20/06/2022 a las 13:53
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    12 Alta masonería

    9 de agosto de 1949


    La carta pública dirigida por el cardenal Spellman, arzobispo de Nueva York, a Mrs. Franklin D. Roosevelt denunciando su historial anticatólico, saca a la luz la faceta de sectarismo que presenta la política actual norteamericana, de la que Eleanor Roosevelt se destaca como animadora. Las palabras que con este motivo le dirige el cardenal no pueden ser más elocuentes. Califica a la ley Barden, que priva a los niños católicos de su derecho constitucional de igualdad con los demás niños norteamericanos, de infame ley que injustamente discrimina contra los grupos minoritarios de niños de los Estados Unidos, para terminar su carta expresando a la inquieta viuda: Su "record" de anticatolicismo habla por si solo; "record" que usted misma ha escrito en páginas de historia que no pueden eliminarse, documentos de discriminación indignos de una madre americana.

    No se trata de un caso personal, que no hubiera movido la pluma del cardenal, sino de problema mucho más hondo; no estarnos ante el hecho aislado de una mujer vesánica y sectaria que hace blanco de sus fobias a la Iglesia católica, sino de todo un sistema que crece invadiendo el Estado, y del que la insensata dama aparece como campeona.

    El asunto tiene para los católicos mucho más alcance. revista Life, de 28 de marzo de 1949, publica en una plana todo color un magnifico retrato del Presidente Truman, adornado con todos sus atributos masónicos y su cabeza aureolada por el resplandor de un globo terráqueo con la letra G, inicial de la palabra god (Dios). El retrato, pintado por Greta Kenton, destinado a la Gran Logia de San Luis, para nuestro caso de una elocuencia abrumadora. Según texto de la expresada revista, el Presidente Truman ostenta el grado 33, que le fue conferido en el otoño de 1945, al ocupar, a la muerte de Roosevelt, la Presidencia de los Estados Unidos, un grado más alto que el de cualquier otro Presidente anterior. Washington, Monroe, Jackson, Polk, Buchanan, Johnson, Garfield, McKinley, Theodore Roosevelt, Taft Harding y Franklin Roosevelt han sido todos masones; pero, según expresión de la propia revista, ninguno alcanzó el alto grado conseguido por Mr. Harry Truman; un poquito más masón, por consiguiente, que los que le precedieron.

    En Eleanor Roosevelt se da uno de esos casos que en España llamaríamos de marimachos o mujeres "machorras" que ingresan en las logias y alcanzan en ellas, por su sectarismo, un alto puesto. Eleanor Roosevelt es masona, masona activísima, que patrocina el grupo de los sectarios anticatólicos. A ella acudieron en fecha reciente los masones españoles para evitar la votación favorable a España en la Asamblea de la O. N. U., y ella fue, según es público y notorio en los Estados Unidos, la que apartó al Presidente Truman y al State Department de su propósito de votar a favor de España en la Asamblea de la O. N. U., que oficiosamente incluso se había hecho saber a la propia nación española. Mucho tiene que ser el poder sectario de esta vieja masona para influir en tal medida, y en contra de las propias conveniencias del país, expresadas por sus Estados Mayores, las decisiones presidenciales.
    En tiempos del Presidente Roosevelt, uno de los más poderosos masones americanos ocupó el puesto de consejero privado del Presidente, el de Richelieu americano, como muchos le designaron; durante varios años trabajó este ilustre y discreto masón por que, al igual que en Inglaterra, pudieran fundirse en la Presidencia de los Estados Unidos el supremo poder ejecutivo y los supremos poderes masónicos. Al ocupar la Presidencia, por la muerte del anterior Presidente, Mr. Truman, de gran abolengo masónico, se acerca a aquella meta deseada con la elevación de éste al más alto grado de la masonería americana.

    Aprovecha la masonería el ascenso de los Estados Unidos al primer puesto rector del Occidente, como consecuencia de la victoria, para intentar sujetar el Universo al capricho de unas pasiones sectarias, que acabarán esterilizando lo que intentan llamar el siglo de oro de Norteamérica. Ignora su pasión atea que el destino colectivo de los pueblos está en la mano del Dios verdadero, que muchas veces eleva al que más rápidamente va a dejar caer. La masonería puede desempeñar el papel de azote en este caso. La esterilidad de la victoria ya se viene acusando.

    La ofensiva a lo católico, y como inmediata consecuencia de la ofensiva a España, no debe sorprendernos; la Iglesia católica viene siendo desde hace más de un siglo el blanco de la masonería universal, y si accidentalmente, por necesidades de la guerra y por el gran incremento de la fe católica en los Estados Unidos, lo católico llegó a tomar estado y el poder espiritual del Pontífice contemplado y cuidado por los Estados Unidos, terminada la guerra, renueva la masonería su lucha sorda contra la Iglesia católica, de la que la tristemente famosa ley Barden, que el cardenal Spellman apostrofa, es sólo un dato. El reconocimiento del Estado de Israel, su entrada en la O. N. U., la conducta hipócrita e injusta con España, la enemiga contra la Argentina, la oposición sistemática a los católicos para ocupar puestos rectores en la justicia o en el gobierno del Estado, las mayores decisiones en el orden nacional e internacional, obedecen exclusivamente a los dictados de la masonería.

    Repetidas veces, al correr de estos años, leemos en la Prensa de los distintos países noticias como las siguientes:

    La revista Time, en otoño de 1945, publica habérsele conferido el grado 33 de la masonería al Presidente Truman. En otro periódico de los Estados Unidos se publica inmediatamente después: "Los representantes de las distintas confesiones y sectas protestantes, obedeciendo consignas masónicas, han pedido al Presidente Truman que retire del Vaticano a Myron Taylor, representante oficioso de los Estados Unidos cerca de la Santa Sede." En otro de Suiza: "Las distintas sectas e iglesias protestantes, reunidas en un reciente Congreso internacional en Suiza, acordaron organizar y emprender una ofensiva contra la Iglesia católica." A ello responde inmediatamente la Prensa de Norteamérica: "El Presidente Truman ha acordado retirar a Myron Taylor, representante norteamericano cerca de la Santa Sede, tan pronto como estén firmados los tratados de paz." Y es que lo protestante, así como lo judío y lo masónico, marchan en el mundo íntimamente ligados.

    Se da el caso peregrino de que una Iglesia en decadencia, como la protestante, fraccionada en varias decenas de ramas, que se atomizan a través del tiempo, y en un país en el que existen más de treinta millones de ateos, financie en el extranjero, con dinero del Tesoro americano, grandes colegios y misiones protestantes en Cuba, las Antillas y países hispanoamericanos de lengua española, con ánimo de romper la unidad católica de estos países y preparar el camino para la dominación de la masonería sobre los mismos, que, sojuzgándolos política y económicamente a través de hombres de gobierno masones bajo la disciplina de las logias norteamericanas, traicionen el interés de sus países y los subordinen a Norteamérica. ¿Por qué, si existen tantos millones de ateos en los Estados Unidos, no se extrema allí el celo de los pastores para ganarlos para su fe, en lo que encontrarían la facilidad del idioma y el invertir los dineros en la propia nación, y, en cambio, se multiplican estas misiones, provistas de millones de dólares, en los países extranjeros para pretender rivalizar, y aun destruir, la verdadera Iglesia, de la que en mala hora se separaron?

    Detrás de un aparente protestantismo, se alza el poder de la masonería, que invade el campo de la política, el de la justicia, el de la enseñanza y todas las obras filantrópicas en general. Quince mil trescientas logias diseminadas, según la revista Look, y tres millones trescientos mil agentes distribuidos en el país, explican claramente las fobias anticatólicas de la Administración americana. No se nos arguya que hay en la confesión protestante hombres de buena fe y aun masones decentes. No pretendemos negarlo. Son muchos los incautos, los ignorantes o de débil fe que se dejan explotar por los más maliciosos y falaces, y bastantes los masones engañados sujetos a los grados inferiores y no iniciados en los designios verdaderos de la Orden; pero esto no altera, antes justifica, el designio anticatólico y racionalista que la masonería persigue, y que en otro trabajo ampliamente trataré de demostraros.

    Si hoy el mundo occidental reconoce la sabiduría del representante de Dios en la tierra al condenar en forma explícita y contundente al comunismo y a cuantos con él se alían y colaboran, no se olvide que en 20 de abril de 1884, reiterando la condenación de sus antecesores, Su Santidad el Papa León XIII publicó su gran encíclica Humanum Genus en la que condenaba de forma semejante a la masonería.

    Última edición por ALACRAN; 13/07/2022 a las 13:53

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    13. Bajo la dictadura masónica

    19 de agosto de 1949

    Los trabajos publicados en este diario sobre las actividades modernas de la masonería han venido a descubrir a los españoles las razones de la sinrazón que viene caracterizando la política exterior e interior de muchos Estados. Los sucesos contemporáneos de que somos espectadores: creación y reconocimiento del Estado de Israel, su entrada en la O. N. U., conjuras reiteradas de hombres políticos extranjeros contra la nación española, veto de los políticos masones al Soberano católico belga, acción discriminatoria contra las escuelas católicas en los Estados Unidos, entre otros muchos sucesos de menor interés, han puesto a la luz la dictadura masónica que sobre el mundo se viene ejerciendo.

    Muchas son las cartas que el autor de estas líneas recibe en que personas destacadas le confiesan haber creído hasta ahora que la masonería era cosa desplazada perteneciente a otras épocas, desvirtuada ante la conquista por el hombre de la libertad y del progreso, cuando precisamente se aperciben hoy de todo lo contrario: que jamás alcanzó la masonería más extensión y más poder que en los tiempos calamitosos que vivimos.

    Lo que empezó queriendo ser un movimiento filosófico de libertad se convirtió desde los primeros momentos en un instrumento al servicio de la revolución en la mayoría de los países, que, pretendiendo servir a las conquistas de la democracia, terminó en una dictadura secreta maquinadora precisamente contra aquellos principios democráticos que teóricamente todavía pretende representar.

    El poder que ejerce sobre sus miembros y la obediencia ciega debida por éstos a la Orden, hacen que desde sus puestos de gobierno prevalezca aquella dictadura sobre la voluntad de los pueblos y la propia conveniencia de las naciones, como vemos constantemente demostrado en los gobiernos y en los parlamentos por esas decisiones tomadas contra la propia opinión de los países y muchas veces de la misma mayoría gubernamental, arrancadas a golpe de machete y en nombre de la democracia por los que a si mismos, al alcanzar los altos grados, se titulan "príncipes" y "soberanos".

    La masonería hoy se presenta más fuerte y más poderosa que antaño. Si durante siglo y medio se debatió en diversidad de ritos y disciplinas, que perturbaban el espíritu de universalidad a que la masonería aspiraba, hace ya bastantes años, a partir del Convenio universal de Lausana de 22 de septiembre de 1875, esta unidad se ha venido logrando, y ha sido consolidada en los tiempos ya modernos por la constitución en 1921 de la Asociación Masónica Internacional, órgano permanente del Gobierno masónico, en que, reunidos los más altos representantes de las naciones europeas, ejercen el poder supremo desde una de las naciones de Europa, donde, reunidos secretamente, dictan su ley a los gobernantes y a las logias que de ellos dependen.

    A la gran crisis que la masonería sufrió con la subida al Poder de Mussolini y Hitler, que elevaron a la gobernación de sus naciones a políticos nuevos, en su casi totalidad extraños a la masonería, sucedió este otro período de revancha masónica, en que masones y políticos desplazados se adueñan del Poder, y, aprovechando el periodo de excepción inmediato a la posguerra, a través de los tribunales populares y de las acciones ilegales de eliminación, logran la desaparición o el encarcelamiento, con la disculpa de colaboracionistas, de los intelectuales y patriotas que les eran adversos: la persecución de Maurras, la prolongada prisión del venerable mariscal vencedor de Verdún y la cruel negativa a la atenuación de su condena obedecen a la pasión sectaria y a la decisión de las logias masónicas. De los millares de personas eliminadas en Francia clandestinamente y sin proceso, una gran proporción correspondía a los adversarios de la masonería o elementos irradiados de ella durante el Gobierno de Pétain.

    Mas no necesitamos ir al exterior para encontrar muestras repetidas de la pasión criminal y sectaria de los masones, ya que al desencadenarse la revolución roja en España, las ciudades donde ésta triunfó fueron testigos de análogos crímenes realizados bajo la inspiración e impunidad de las autoridades masónicas, que señalaron a la vesania criminal, entre otros muchos patriotas y religiosos, a sus propios "hermanos" irradiados. A Salazar Alonso se le llevó ante un Tribunal popular, que le condenó a muerte sin la menor prueba de culpabilidad, por el solo hecho de haber desarrollado una campaña moderada desde el Ministerio de la Gobernación; pero, en realidad, por no haber obedecido a los designios de las logias durante su gobierno. A Melquíades Álvarez, que un día ocupó el puesto más elevado de la masonería en nuestra nación, no se le perdonó la condenación pública que hizo del movimiento revolucionario de Asturias de 1934, manejado desde detrás de la cortina por las logias; López Ochoa, masón también, se encontraba irradiado y sentenciado por las logias por haberle tocado ejercer el mando de las tropas represoras en Asturias en 1934; decapitado, su cabeza fue paseada en una pica por las hordas, y su cadáver, expuesto posteriormente y registrada su fotografía con la cabeza cortada y colocada entre las piernas abiertas en compás, postura simbólica a que alude el juramento de los masones si traicionan. Abad Conde, político también radical perteneciente a las logias, fue suprimido por la adhesión a su jefe, que, como aquél, habla sido irradiado de la masonería bajo la dirección del "gran Oriente" Martínez Barrio. A un ministro de la Gobernación de una de las primeras situaciones republicanas no se le perdonó su hombría de bien y su buena relación con las derechas, por lo que también había sido irradiado igualmente de las logias. Notarios, abogados, hombres que en la política aparecían como insignificantes, pagaron con sus vidas su colaboración con los católicos y su consiguiente irradiación de la masonería.

    La escisión entre la masonería europea y la norteamericana por el asesinato de Darlan, realizado por instigación de las logias inglesas, y al que en un trabajo anterior nos referimos, no afectó en forma notoria a las decisiones masónicas en general, cuando éstas no rozan la supremacía de la norteamericana en su Continente, pues siendo los mismos los designios generales que una y otra masonería persiguen, y distinguiéndose solamente por su grado de mayor o menor moderación, lo anticatólico y, en consecuencia, lo antiespañol constituye en uno y otro Continente el alma de sus empresas.

    Si analizamos la masonería americana, encontramos que la influencia norteamericana y la unificación y dependencia de Nueva York de las principales logias de aquellos países marcha paralela al aumentar el poder político y económico que Nueva York viene ejerciendo sobre todo el Continente. Las logias, que un día discurrieron en cada país casi independientes, ligadas solamente por el débil nexo a la logia madre inglesa o a la disciplina francesa, hoy ya obedecen en una gran extensión a los dictados de Norteamérica, que lo mismo que Inglaterra en el Continente europeo consolidó, a través de las logias masónicas, su influencia sobre la política interna de los otros Estados, hoy Norteamérica, a través de sus logias, mediatiza y sujeta a su poder la política interna de los otros Estados hispanoamericanos.

    La aparición de Rusia en el concierto universal con el poder surgido de la guerra, acrecentado por la generosidad o torpeza de sus antiguos aliados, hace que ante el peligro soviético se aproximen las masonerías de los dos Continentes. Si un día la masonería utilizó el comunismo como instrumento de la revolución para el logro de sus designios, hoy se siente rebasada por éste y desplazada de muchos sectores de la influencia de las naciones, y así como Rusia permanece hermética para el espionaje e influencia a través de las logias, pues desde la revolución rusa fueron extirpadas en aquel país, en cambio, a través de sus hombres de doble nacionalidad, ha filtrado sus agentes en el mundo masónico de sus adversarios.

    Trygve Lie, el tristemente célebre secretario de la Sociedad de las Naciones, es un masón conspicuo de alto grado, de doble nacionalidad, por encontrarse al servicio de Rusia como hombre prosoviético, y a la que debe su pingüe colocación, y estar subordinado, por otra parte, a las logias noruegas, de disciplina europea, y ligado por su juramento de masón de alto grado, a las que continúa obedeciendo en cuanto no contraríe a Rusia; pero que sirve también a aquéllas para realizar sus maquinaciones en las Naciones Unidas. Las logias europeas y americanas tampoco se durmieron en este camino, y hoy Trygve Lie se encuentra verdaderamente rodeado de una legión de masones que los otros Estados se han apresurado a colocarle al lado, sin contar aquellos otros indeseables masones y comunistas españoles exilados, cubiertos de lacras morales, que en ese nido de enchufes que es la Secretaria General de la O. N. U., Trygve Lie, por su propia decisión, ha venido colocando. Si a esto unimos que aquellas naciones de gobernantes masones, como eran una mayoría de los de la posguerra, y en especial sus ministros de Asuntos Exteriores, han designado para su representación en la Sociedad a calificados masones, se comprenderá la euforia de la masonería y su apoyo decidido a una Sociedad de las Naciones que han podido convertir en un templo masónico de primera naturaleza. Y si a ello añadimos los medios de captación y propaganda y fondos disponibles, como jamás ha conocido el mundo, se comprenderá mejor el poder e influencia masónicos en la vida internacional moderna.
    Última edición por ALACRAN; 13/07/2022 a las 14:07
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    14. Conspiraciones masónicas

    31 de agosto de 1949

    Que la masonería es una secta hostil a la Iglesia Católica, condenada por ésta al correr de los dos últimos siglos, no admite discusión. Desde 1738, en que el Papa Clemente XII dio la primera sentencia condenatoria contra la secta, es muy raro el Pontífice que no se haya ocupado de recordarnos su excomunión. La Encíclica Humanum Genus, del Gran Pontífice León XIII, recordada constantemente por sus sucesores, no puede ser más elocuente. Constituye un documento perfecto de análisis y de enseñanza para todos los católicos, que debieran leer y conocer, por los peligros que para la sociedad y las naciones la masonería encierra, y que, pese a los años transcurridos, mantiene su vigor ante el materialismo grosero que invade a la sociedad moderna, que crea un caldo de cultivo favorable a la proliferación de la secta, la que progresivamente va invadiendo los órganos de dirección, educación, justicia, propaganda y difusión en todas las naciones.

    Ni la masonería ha rectificado lo más mínimo sus doctrinas desde aquellas fechas, sino todo lo contrario, las refuerza y crece en insidia y en maldad, aprovechando el ambiente que ella fomenta y que tanto hoy le favorece.

    Si filosóficamente constituye una doctrina racionalista, su espíritu ateo, su carácter secreto y maquinador, sus prácticas criminales y su enemiga declarada a lo católico, la elevan al primer plano en la condenación de nuestra Santa Iglesia.

    Se frotan las manos estos días los masones al ver a su rival, el comunismo, sentenciado y excomulgado por el representante de Dios en la tierra, procurando ocultar que si una condenación de esta gravedad pesa en estos momentos sobre el comunismo, ateo y perseguidor declarado de la fe de Cristo, la misma excomunión viene pesando desde hace más de un siglo contra el mundo masónico, hipócrita y maquinador, que, pese a sus formas aparentes, es para la sociedad moderna todavía más peligroso que el comunismo que nos amenaza.

    Mas dejemos por esta vez al sabio Pontífice la calificación de cuanto la secta representa, aunque por su extensión tengamos que espigar en su grandiosa Encíclica. No se trata, pues, de la exposición de nuestro criterio, sino de la declaración de uno de los más sabios y preclaros Pontífices que en la tierra existieron.

    El párrafo quinto de su Encíclica nos dice así: "Puesta en claro la naturaleza e intento de la secta masónica por indicios manifiestos, por procesos instruidos, por la publicación de sus leyes, ritos y anales, allegándose a esto muchas veces las declaraciones mismas de los cómplices, esta Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la secta masónica, constituida contra todo derecho y conveniencia, era no menos perniciosa al Estado que a la religión cristiana, y amenazando con las mas graves penas que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad. Llenos de ira con esto sus secuaces, juzgando evadir, o debilitar a lo menos, parte con el desprecio, parte con las calumnias, la fuerza de estas sentencias, culparon a los Sumos Pontífices que las decretaron de haberlo hecho injustamente o de haberse excedido en el modo." Y después de acusar "el fingimiento y la astucia de los afiliados a esta iniquidad', continúa en el párrafo séptimo: "A ejemplo de nuestros predecesores, hemos resuelto declararnos de frente contra la misma sociedad masónica, contra el sistema de su doctrina, sus intentos y manera de seguir y obrar, para más y más poner en claro su fuerza maléfica e impedir así el contagio de tan funesta peste." (,,,)

    De su conspiración contra los fundamentos del orden religioso nos habla en distintas partes; así, en el párrafo noveno, nos dice que "de los certísimos indicios que hemos mencionado resulta el último y principal de sus intentos, a saber: el destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y civil establecido por el cristianismo, levantando a su manera otro nuevo con fundamentos y leyes sacadas de las entrañas del naturalismo". En el doce nos expresa: "Mucho tiempo ha que se trabaja tenazmente para anular en la sociedad toda injerencia del magisterio y autoridad de la Iglesia, y a este fin se pregona y contiende deber separar la Iglesia y el Estado, excluyendo así de las leyes y administración de la cosa pública el muy saludable influjo de la religión católica, de lo que se sigue la pretensión de que los Estados se constituyan hecho caso omiso de las enseñanzas y preceptos de la Iglesia. Ni les basta con prescindir de tan buena guía como la Iglesia, sino que la agravan con persecuciones y ofensas. Se llega, en efecto, a combatir impunemente de palabra, por escrito y en la enseñanza los mismos fundamentos de la religión católica; se pisotean los derechos de la Iglesia; no se respetan las prerrogativas con que Dios la dotó; se reduce casi a nada su Iibertad de acción, y esto con leyes en apariencia no muy violentas, pero en realidad hechas expresamente y acomodadas para atarle las manos."

    Y continúa, al tratar de la persecución a la Sede Apostólica, en su párrafo trece, con las siguientes frases: "Por fin se ha llegado a punto de que los fautores de las sectas proclamen abiertamente lo que en oculto maquinaron largo tiempo; a saber: que se ha de suprimir la sagrada potestad del Pontífice y destruir por entero al pontificado, instituido por derecho divino." "Últimamente han declarado ser propio de los masones el intento de vejar cuanto puedan a los católicos con enemistad implacable, sin descansar hasta ver deshechas todas las instituciones religiosas establecidas por los Papas." La sujeción de la Iglesia Católica en Méjico, no obstante practicar la fe católica las cuatro quintas partes del país, a la iniquidad de estas leyes y decisiones masónicas ofrece una elocuente confirmación.

    Al impugnar la corrupción de las costumbres que la masonería fomenta, nos aclara: "Que la única educación que a los masones agrada, con que, según ellos, se ha de educar a la juventud, es la que llaman laica, independiente, libre; es decir, que excluya toda idea religiosa. Pero cuán escasa sea ésta, cuán falta de firmeza y a merced del soplo de las pasiones, bien lo manifiestan los dolorosos frutos que ya se ven en parte; como que en dondequiera que esta educación ha comenzado a reinar más libremente, suplantando a la educación cristiana, prontamente se han visto desaparecer la honradez y la integridad, tomar cuerpo las opiniones más monstruosas y subir de todo punto la audacia de los crímenes."

    "Tiene puesta la mira con suma conspiración de voluntades, la secta de los masones, en arrebatar para si la educación de los jóvenes. Ved cuán fácilmente pueden amoldar a su capricho esta edad tierna y flexible y torcerla hacia donde quieran, y nada más oportuno para formar para la sociedad una generación de ciudadanos tal cual ellos se la forjan." "Que hubo en la sociedad masónica quien dijo públicamente y propuso que ha de procurarse con persuasión y maña que la multitud se sacie de la innumerable licencia de los vicios, en la seguridad de que así la tendrán sujeta a su arbitrio para atreverse a todo." "Que conviene que el Estado sea ateo; que no hay razón para anteponer una a otra las varias religiones, sino todas han de ser igualmente consideradas."

    Al tratar de sus peligros para el Estado y de su influencia sobre los príncipes y gobernantes, nos anuncia con las siguientes palabras lo que luego vimos repetirse en muchas naciones y Estados: "Al insinuarse con los príncipes fingiendo amistad, pusieron la mira los masones en lograr en ellos socios y auxiliares poderosos para oprimir la religión católica, y para estimularlos más acusaron a la Iglesia con porfiadísima calumnia de contender, envidiosa, con los príncipes sobre la potestad y reales prerrogativas. Afianzados ya y envalentonados con estas artes, comenzaron a influir sobre manera en los Gobiernos, prontos, por supuesto, a sacudir los fundamentos de los imperios y a perseguir, calumniar y destronar a los príncipes siempre que ellos no se mostrasen inclinados a gobernar a gusto de la secta." (...)

    Y termina pidiéndonos nuestras obras y nuestra oración con estas palabras proféticas: "Levantase insolente y regocijándose de sus triunfos la secta de los masones, ni parece poner ya límites a su pertinacia. Préstanse mutuo auxilio sus sectarios, todos unidos en nefando consorcio y por comunes ocultos designios, y unos a otros se excitan a todo malvado atrevimiento. Tan fiero asalto pide igual defensa; es a saber: que todos los buenos se unan en amplísima coalición de obras y oraciones. Les pedimos, pues, por un lado, que estrechando las filas, firmes y de mancomún, resistan los ímpetus cada día más violentos de los sectarios. Por último, que levanten a Dios las manos y le supliquen con grandes gemidos, para alcanzar que florezca con nuevo vigor la religión cristiana; que goce la Iglesia de la necesaria libertad; que vuelvan a la buena senda los descarriados y al fin abran paso a la verdad los errores y los vicios a la virtud."

    Sumemos nuestra voz y rompamos nuestra lanza por las intenciones de aquel preclaro Pontífice y que Dios confunda a los sectarios.
    Última edición por ALACRAN; 13/07/2022 a las 14:23
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    15. Masonería

    11 de diciembre de 1949
    Ha sido práctica de la masonería a través de los tiempos el negar sus actividades políticas y su importancia fuera de las logias y, amparándose en el prestigio alcanzado por algunos masones, el presentarla como algo inocuo y sin trascendencia; pero los que en España han vivido la masonería y están en el secreto de cómo, a través de las logias, se fraguó su decadencia y se traicionó a la nación, se rebelan contra esta propaganda que pretende enmascarar lo que la masonería representa frente a la libertad y la independencia de la nación.

    Esto suscita un problema sobre el que la gente nos interroga: ¿Es la masonería extranjera igual a la española, o es sólo la española la que reviste esas características de traición a la Patria? Yo podría decirles que cada vez que en estos escritos aludiendo a la masonería extranjera he pretendido marcar diferencias, he recibido decenas de cartas de distintos puntos del universo en que personas que aparentemente conocen bien a los masones se rebelan contra el hecho de que nosotros podamos aminorar la importancia del enemigo de la sociedad en que viven, diciéndonos que nos debía bastar el apoyo que la masonería extranjera está dando a los masones españoles para demostrarnos su identificación con la que aquí durante tantos años padecimos.

    No cabe duda de que si lo hemos de juzgar en el orden doctrinal y filosófico, la masonería aparece ante los buenos católicos como condenable, pues sin referirse a masonería en particular y sí a todas las masonerías, lo viene decretando así en sus Encíclicas la Iglesia Católica Apostólica Romana; pero en el orden de la delincuencia o de la perversidad hay tantos grados que hemos de juzgarlas por su actuación y la calidad moral de los que las integran. Las leyes y reglamentos por los que la masonería se rige es cierto que han llegado a ser universales, pero la actuación de sus distintas ramas, como la de sus miembros, se nos presenta muy diferenciada.

    Proceden todas las masonerías de la que llaman la "logia madre", la logia de Inglaterra, elevada al primer plano en el siglo XVIII bajo la dirección enérgica de Juan Teófilo Desaguliers, pastor, filósofo y sectario, hijo de otro pastor hugonote exilado de Francia con su familia, que supo hacer de su hijo el pedagogo más importante de su época, que logra agrupar bajo su dirección a los sectores más importantes de la intelectualidad y de la nobleza de Inglaterra, tomando bajo él la masonería un carácter cristiano disidente. La difusión que tuvo entre las clases aristocráticas de Inglaterra y su extensión con el tiempo a todos los sectores de aquel país, hasta alcanzar el número de quince millones que hoy compone el de sus afiliados, hace que el nivel moral de la masonería en este país sea sensiblemente el mismo que el general de la nación. Lógicamente, entre esos millones de seres existe análoga proporción de caballeros y de granujas que en la masa general de cualquiera otra nación de iguales religión y costumbres; el predominio del protestantismo en el país, tan vinculado a la masonería, no ofrece, por otra parte, el menor obstáculo para su desarrollo y poder militar en la secta.

    De Inglaterra pasa la masonería al Continente, y es acogida con entusiasmo por la nobleza francesa, tocada del snobismo de la intelectualidad; ansiosa de sacudirse el yugo de su monarca absoluto, conspira contra él en las logias con los librepensadores de aquel tiempo; mas pronto se emplebeyece ante el aluvión que le llega de las clases medias y comerciales, y entonces, para matar el espíritu de igualdad, que repugna a las aristocracias, ya sean de sangre o de inteligencia, se crean los grados, con los que en lo sucesivo vemos diferenciados a los masones poderosos de los masones de alpargata.

    Naciendo la masonería de una disidencia religiosa, el hecho religioso es el que viene imprimiendo carácter a la masonería en las naciones. La disidencia protestante, encabezada y dirigida por el propio rey de Inglaterra, acaba imponiendo a la nación el imperio de su desvergüenza, y al huir del país los puritanos, la masonería no encuentra obstáculos para su desarrollo, lo que no ocurre en Francia ni en los países en que, siendo la nación eminentemente católica, la masonería vive a espaldas de la ley, nutrida en general por ateos y librepensadores, hombres sin religión enfrentados con la sociedad, que crean el recipiente donde en lo sucesivo van a verterse arribistas, conspiradores y delincuentes.

    Al quebrantarse por la revolución el poder absoluto de los monarcas, la masonería asciende en su camino político y encabeza y propulsa los movimientos liberales en las naciones para, superada esta primera etapa, discurrir por la pendiente del izquierdismo y de la demagogia. Al extenderse así la masonería por las distintas naciones tropieza con un pueblo enquistado en la sociedad en que vive, que ve en la secta un campo ideal para las maquinaciones a que un complejo secular de inferioridad y de rencor desde la dispersión le viene arrastrando: son los judíos del mundo, el ejército de especuladores acostumbrados a quebrantar o bordear la ley, que se acoge a la secta para considerarse poderosos. Judaísmo, ateísmo y disidencia católica nutren desde entonces las logias continentales.

    Que la masonería es eminentemente política, pese al carácter apolítico con que quiere presentarse, nadie puede dudarlo: no hay más que examinar su doctrina y las especificaciones y tesis de sus distintos grados, para demostrarse en el propio orden doctrinal los objetivos políticos y su parcialidad. Si fuese su actuación la que mirásemos, sus actividades nos parecerían como eminentemente políticas.

    Entre la masonería inglesa y la otra masonería de Europa aparece una diferencia esencial: esos pequeños sectores que en las otras naciones aparecen adueñados de la masonería, en Inglaterra se pierden en la masa para constituir una organización secreta superpuesta a la del Estado y persiguiendo iguales fines. El mismo jefe une en su mano la potestad masónica y la potestad real: Su Graciosa Majestad británica es el gran maestre y jefe nato de la gran logia de Inglaterra, aunque las funciones ejecutivas estén confiadas a uno de sus reales duques, en estos momentos el de Devorshire, que desempeña la jefatura directa de la secta. La autoridad firme del soberano sobre los súbditos queda de esta forma reforzada por la disciplina secreta, que sujeta a todos los miembros de la masonería a su obediencia.

    El hecho de que sistemáticamente en Inglaterra se corte el paso a las altas jerarquías y puestos de responsabilidad a los católicos, reducido sector de aquel país, garantiza la eficacia y el perfecto funcionamiento al lado del poder de la masonería. El ser, por otra parte, la casi totalidad de los ingleses masones, hace que la masonería no haya interferido todavía la política, estableciendo un lazo de unión que en los momentos graves pacifica los espíritus a golpe de mallete. Un peligro, sin embargo, se vislumbra para el porvenir en el horizonte de la Gran Bretaña: es la honda escisión que se acusa en el pueblo inglés con motivo de la política laborista. La masonería es en su esencia en Inglaterra burguesa, liberal, patriótica y jerarquizada, todo lo contrario de lo que el laborismo proclama, y este movimiento de la masa es tan fuerte y contrario que, a plazo corto, tendrá aquella que escindirse enfrentando a la masa con sus directores.

    Si la masonería no rebasase los limites de lo nacional, sin proyectarse al exterior, podría sernos indiferente cómo discurriese en cada uno de los otros países; pero al no ser así y perseguir objetivos políticos sobre los otros pueblos, éstos no pueden ser indiferentes a lo que contra ellos se trame o se conspire. Esto se acentúa más en los países más fuertes y poderosos, que hasta ayer ha venido empleando la masonería como instrumento secreto de su poder para minar, dividir y traicionar a sus rivales o a sus vecinos. Así encontramos a la masonería inglesa y francesa al correr de todo el siglo XIX y la mitad del XX, interviniendo a través de las logias en la política interna de las otras naciones. En la Gran Bretaña, donde la masonería se confunde con el propio Estado, la vemos sirviendo a su política de dominio sobre los otros pueblos, con ese enorme egoísmo que al inglés caracteriza, y constituir en el extranjero el órgano más eficaz para sus servicios secretos y sus actividades clandestinas. Esto explica la gran diferencia que tiene que haber entre el juicio de los beneficiarios del sistema y el de aquellos que, como nosotros, por católicos y por españoles, aparecemos entre sus víctimas.

    En las naciones en que la masonería constituye una exigua minoría dentro del país los términos se invierten: las organizaciones del Estado y las de la masonería discurren por caminos opuestos; aquéllas, al descubierto; éstas, soterradas en la sombra, parasitando y minando sus organizaciones. Sobre los partidos políticos y su disciplina impera la disciplina más fuerte de lo masónico, que maneja como peleles a los primates políticos, acostumbrándonos a ver a un hombre oscuro y desconocido mandar con poder absoluto, sin responsabilidad, sobre los masones gobernantes. Así, sobre el sagrado interés de la nación y del pueblo, triunfa el de la secta y de sus secuaces.

    Los masones de estos países no suelen aparecer vinculados a la nación, como les ocurre a los ingleses. Se sienten más internacionales, obligados por los dictados de la secta y de la masonería internacional, a la que acaban sometiendo el interés de su propia nación. El tratarse de una minoría exigua ligada con juramentos de obediencia a las órdenes y consignas de sus superiores, por encima de otra cualquier consideración de equidad o de conveniencia patria, la convierten por este solo hecho en materia execrable.

    La masonería francesa en este orden no podía dejar de ser influenciada por el "chauvinismo" y el orgullo franceses, y al dominar durante tantos años a los principales partidos gobernantes, es empleada por éstos para su política interior y exterior; en la interior, para subordinarlos por la captación de sus cabezas, miembros hoy de la secta, a los partidos obreros, y en la exterior, para conspirar contra su unidad y debilitar a sus vecinos.

    Supongo las dudas que asaltarán ante estos hechos al lector: ¿Cómo gentes que tenemos por rectas y honorables pueden llegar a esto? El materialismo y la ambición todo lo pueden. ¡Cuántas gentes que considerábamos honorables nos han sorprendido un día con el descubrimiento de su vida oculta! La persona que no tiene religión ni frenos morales puede llegar a caer en abismos insospechables para la conciencia humana. Se llega a ello no de una vez, sino poco a poco, con pequeñas y sucesivas entregas. Es muy poco, en general, lo que al iniciarse al masón se le pide en la logia: obediencia y disciplina por encima de toda otra consideración, ausencia de sentimientos religiosos, que poco a poco en la orden se le prueba y se le contrasta, y en caso de que le vean dudar o no se doblegue, se le separa o se le irradia.

    Ha sido corriente a través de la Historia el que los masones rápidamente encumbrados se vieran obligados a la obediencia y a la disciplina antes que su ánimo y su grado los hubieran templado a través de las pruebas, y se han dado casos frecuentes de rebeldía que la masonería hizo pagar con la vida. La gran mayoría de los crímenes políticos que en los últimos años conocimos fueron debidos a sentencias y ejecuciones de la secta frente a casos de independencia o rebeldía.

    Si a España nos referimos, el caso es mucho más sangrante, pues al tratarse de un país católico que conserva arraigados su fe y su espíritu, los miembros de la masonería, como hombres excomulgados por la condenación pontificia, son despreciados de la sociedad. Es rara la mujer que se une sabiéndolo, a un masón, y ellos lo ocultan cuidadosamente. Solo en los años de la desvergonzada República española un reducido número de masones de baja calidad se jactaron de ello. Su calidad moral y sus sentimientos anticatólicos y ateos imprimieron carácter a las leyes y a las pasiones de aquella época.

    Por haber existido en España durante varios siglos una Monarquía secular católica y honorable, la masonería no encontró ambiente para su desarrollo, y sólo en el grupo de monárquicos liberales influidos por la Enciclopedia se mantuvo vergonzantemente en el país el espíritu de la secta, aunque dispuestos a traicionarla en la primera ocasión y siempre a la hora de la muerte. Captado ese pequeño grupo político, la masonería se nutría de un reducido número de ateos, librepensadores y de la parte burguesa de la delincuencia de la nación, que buscaba en la protección masónica el escapar al castigo. Desfalcadores de fondos, malcasados y prevaricadores, amén de un número reducido de desgraciados hijos de masones a quienes desde su adolescencia sus padres o superiores pervirtieron o iniciaron, son los que alimentaron sus filas.

    Las guerras civiles y movimientos políticos del siglo XIX, con el exilio periódico de los derrotados, contribuyeron a formar esa exigua minoría de masones políticos, que al expatriarse se afiliaban a las logias extranjeras, a las que más tarde se veían subordinados. Al efectuarse, con los cambios políticos, su retorno y escalar el poder como sacrificados, crearon los partidos liberales y revolucionarios una especie de dinastía masónica, ante el hecho de que todo masón no emplea ni concede puestos de elección ni de ventaja a quienes no sean masones como él. El paso por el Poder de la primera República española en el último tercio del siglo XIX consiguió por muchos años a la política liberal unas verdaderas clientelas masónicas. Su jefe entonces, don Práxedes Mateo Sagasta, fue el "hermano Paz", durante algún tiempo el gran Oriente de la masonería española.

    La irregularidad de la masonería española y sus escándalos internos ha sido perenne en toda su historia, y demostrada por el hecho de que hasta muy avanzado el actual siglo no haya sido admitida a las reuniones y a los acuerdos internacionales, por el estado de verdadera anarquía y de irregularidad de sus logias.

    Mirando a la masonería desde el ángulo de lo patriótico, su historia no puede ser más triste y desgraciada. La masonería fue el arma que el extranjero introdujo en España para destruir la autoridad real y dividir a los españoles, el medio con que se eliminó y destruyó la fortaleza española, el instrumento que ingleses y franceses utilizaron desde hace siglo y medio para influir y mediatizar a nuestra nación. Todos cuantos sucesos revolucionarios se provocaron en el siglo XIX fueron dirigidos y explotados por la masonería: la emancipación de los pueblos de América, las traiciones de Riego y de Torrijos, la pérdida de las Colonias, la revuelta sangrienta de Barcelona, la proclamación de las dos Repúblicas, la revolución de Asturias en el año 34, todas cuantas desdichas en siglo y medio España vino sufriendo, y hasta la impunidad de sus autores, es obra de la traición masónica.

    Si a los tiempos presentes nos ceñimos, en ella encontraremos la base de la conjura contra nuestra nación. Nuestro renacer católico y nuestra voluntad de grandeza están en pugna con el destino que la masonería había marcado a nuestra nación. No en balde religión católica y España fueron los blancos de la masonería internacional a través de todos los tiempos.

    Si hemos de perseverar en nuestra fe y seguir persiguiendo nuestra independencia y nuestra grandeza, hemos de resignarnos a llevar a la masonería por algún tiempo colgada de los pies.
    Última edición por ALACRAN; 11/08/2022 a las 14:13
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  16. #16
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    16. Una frase lapidaria

    12 de febrero de 1950

    Existe en los discursos de nuestro Caudillo una frase que yo mandaría grabar en las paredes de los edificios y en los libros de historia para la enseñanza de los muchachos, buscando una reacción refleja que anule para siempre, entre nosotros, los gérmenes de la división; me refiero a aquella, fabricada en Gran Bretaña, de "españoles contra españoles", que les permitió alcanzar en pocos años lo que no pudieron a pesar de todas las guerras que se nos promovieron. La receta fue para nuestros enemigos tan eficaz y el apego que sienten hacia ella tan grande, que desde hace diez años se viene esgrimiendo por los Gobiernos, radios y Prensa hostiles para fomentar nuestra división, alimentando y estimulando las escisiones.

    La esplendorosa floración del árbol español producía en sus siglos de grandeza tanta sombra, que sus vecinos se confabularon para socavar sus raíces. Hoy, que aquél brota con nuevos bríos y la promesa de nuevas y más grandiosas floraciones, se pretende de nuevo por los adversarios de fuera y los traidores de dentro sembrar en nuestro organismo los bacilos de la disociación. La posdata de la carta de Prieto a Blum, documento sensacional publicado en nuestro diario Arriba, es de una elocuencia abrumadora. Recordémosla:
    "Los datos que me dais de los trabajos masónicos entre los profesores y los estudiantes de mi país son muy interesantes. Algo conocíamos de ello por noticias de procedencia "monárquica".

    "Vuestra pregunta acerca del entronque de esto con el Gobierno Albornoz ha de quedar sin respuesta hoy. Buscaré; pero vos, mon cher, tenéis contactos sobrados con ellos, y más aún los tiene Herriot."

    Todo el sistema masónico está fundamentado en dominar a través de unas exiguas minorías bien colocadas al resto de la nación, haciendo primar el interés del grupo o de la secta sobre el general del pueblo; pero mientras unas naciones constituyen el elemento activo de la conjura, otras son el sujeto pasivo de la masonería extranjera, lo que viene ocurriendo en España y algunos otros países desde que la masonería puso la planta en ellos.

    La masonería persigue la conquista de las personas bien colocadas por su posición política, su cargo o su valer, que puedan facilitar a los masones, por su influencia y protección, el vincular a la masonería los puestos clave del Poder y de la influencia. Introducida a lomos de la intelectualidad, fue la política su primer objetivo, y, alcanzados los aledaños del trono y la influencia en la Corte, vinieron los presidentes masones y, con ellos, las dinastías masónicas de subsecretarios y directores generales, el ofrecer a través de la masonería el medio más eficaz para alcanzar las sinecuras. Nunca se habrá repetido bastante que un deber impuesto al masón es elegir sus colaboradores entre los masones y preferir a éstos sobre los profanos. Así, todo ministro masón ha designado para subsecretario, secretario y colaboradores siempre a masones, y cuando no lo ha hecho ha tenido que enfrentarse con las iras y las sanciones de la secta.

    En este camino los pasos más difíciles fueron los primeros, las primeras conquistas facilitadas por el snobismo intelectual de la aristocracia a principios del siglo XIX, que caracterizó a la invasión enciclopédica. Las luchas políticas de aquel siglo, con sus exilios frecuentes y la afiliación a los clubs y logias extranjeros de los expatriados, desnaturalizó a la masonería española y la vinculó a una supeditación a Francia e Inglaterra, en la última de las cuales la masonería constituía un timbre de la aristocracia tan favorable al snobismo de muchos españoles decadentes.

    La faceta de intelectualidad que a la masonería caracterizó en su principio llevó a ésta a espigar en el campo fecundo de la Universidad, buscando, bajo el tópico de la libertad del pensamiento y de la egolatría, en la que el intelectual es tan propenso a caer, el medio para descristianizarle y alimentar el espíritu revolucionario que el siglo XIX encarnaba.

    Fue así la alta sociedad española, la aristocrática, la política y la intelectual, la que ejecutó en todo ese siglo desgraciado la consigna de "españoles contra españoles", que había de lograr que, sin pena ni gloria, se perdiese un imperio donde no se ponía el sol. No constituía, como en verdad un día nuestro Caudillo proclamó, decadencia del pueblo español ni de sus clases más numerosas, pues lo mismo las medias que las humildes dieron destellos de valer y heroísmo durante esta etapa, ya fuera en nuestro solar o en los secesionados, sino de las clases directoras, de esas minorías ambiciosas e insaciables, que lo mismo ayer, que hoy, que mañana, si no vigilan los españoles, estarán siempre dispuestas a la traición.

    El tinglado masónico estaba tan bien montado y obedecía tan bien a las consignas exteriores, que España se convertía en presa fácil para hacer que el lugar más estratégico de Europa y el pueblo más recio y viril del Universo no contasen en el concierto de los pueblos. Así, cuando España, repuesta de sus heridas, se disponía a un nuevo quehacer en el norte Africano, las logias al servicio del extranjero suscitaron aquellos movimientos revolucionarios de las dos primeras décadas del siglo, a que puso término la dictadura del general Primo de Rivera; tiempos felices de las Exposiciones, que, al proyectar al exterior nuestro resurgir, despertaron el recelo de los eternos rivales.

    Las logias entonces aparecían en plena decadencia por la calidad y el número de sus afiliados, que apenas rebasaba una decena de miles; pero su germen vivía latente en los hombres liberales y en aquella Institución Libre de Enseñanza, de desgraciado recuerdo, que constituía un medio de captación y de recluta entre lo más destacado de la juventud universitaria, que, como a Fausto, le abría el camino de la fama mediante la venta de su alma.

    No podemos separar en este recuento al pequeño sector del mundo sin alma de las finanzas, el de los vinculados a los intereses de fuera, que más tarde habían de hacer el juego a la consigna masónica de difamación de la Hacienda española y de la Dictadura. Mas faltaba el suceso de la calle que diera apariencias de realidad popular a lo que estaba huero y falto de contenido. Y fueron los masones de la Universidad, que callada e hipócritamente laboraban, los que ofrecieron la noble cantera de la juventud ingenua y siempre dispuesta al desvarío, como presa fácil para servir al interés extraño.

    Se fue la Dictadura, aburrida y cansada, y cayó tras ella la Monarquía, como fruta madura víctima de sus debilidades. Ya la proclamación de la República salió a la luz toda la desvergüenza, y, sin pudor y alargando la mano, muchos recibieron el precio de su traición, apareciendo los cabecillas y revoltosos de la F. U. E. cobrando la letra de sus engaños sobre sus compañeros, y en aquellos momentos de omnipotencia y de desenfreno masónico se declararon como tales los más conspicuos de aquellos elementos.

    La noble reacción de la juventud no tardó en producirse, y al surgir el Movimiento Nacional sale a la luz toda la basura de las logias y se descubre cómo en la Universidad existían dos organizaciones, designadas en el argot masónico con los nombres de F. U. E. externa y E. U. E. interna. La primera comprendía la Federación Universitaria de Estudiantes, la pública, a la que la mayoría de los estudiantes pertenecía, y la otra, la secreta, la masónica, constituida por sus principales directivos y afiliados a la masonería, que recibían las consignas del gran Oriente español y que engañaban y traicionaban a sus compañeros. Organización ésta que no fue sólo española, pues se trasplantó, y hoy vive en muchos países americanos, donde unas organizaciones de este mismo carácter y disciplina secreta masónica están establecidas.

    La alusión en la carta de Prieto a los trabajos sobre la Universidad con el ánimo de perturbarla, viene a confirmar nuestras observaciones sobre la periodicidad de estos intentos, que hoy se desea repetir sin pensar que existen grandes y no pequeñas diferencias: que entonces no había tenido lugar una guerra de liberación y un tributo de sangre como el de nuestra juventud, que otorga una fuerza moral indestructible a los Poderes públicos para extirpar con el mayor rigor todo germen de resurgimiento de la traición; que, en parangón con el régimen decadente entonces existente, tenemos hoy un Poder público fuerte y alertado, que sabe lo que es la masonería y cómo trabaja, y no parece dispuesto a darle plaza ni lugar. Y si fuera esto poco, que contamos con una juventud ejemplar, que podrá ser sorprendida en su vehemencia y engañada en sus nobles afanes, pero que bastaría una sola palabra para que se desencadenasen sus nobles, generosas y temibles reacciones. Existen demasiados antecedentes sobre los contaminados de la peste para que no fuese fácil realizar una enérgica y segunda vuelta.
    Última edición por ALACRAN; 11/08/2022 a las 14:09
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  17. #17
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    17. Enemigos eternos

    22 de febrero de 1950

    Demostrada en forma incontrovertible la filiación masónica de los autores principales de nuestras desgracias patrias, por haber constituido la masonería, al correr del último siglo, el arma que se esgrimió para lograr la desmembración de nuestro Imperio, la pérdida más tarde de los últimos restos coloniales y la caída en tiempos contemporáneos de la Monarquía, bastaría esta larga y fatídica historia para ser odiada y estigmatizada por todo buen español; pero si a ello se añade la condenación explícita que los Pontífices vienen haciendo en todos los tiempos de tan nefasta secta, contra la que han pronunciado los anatemas más graves que la Iglesia reserva para los grandes males, se explica que un pueblo católico como el español, en que la casi totalidad de sus naturales profesan la verdadera fe de Cristo, se consideren incompatibles con una organización que traiciona los dos grandes ideales que el pueblo profesa: el del Dios verdadero y el del amor a la Patria.

    No existe, por otra parte, una sola actividad ni corporación que de manera clara no repugne la doctrina y los procedimientos masónicos como conspiración sórdida de quienes, por procedimientos inconfesables, pretenden alcanzar lo que no obtendrían en el campo de las nobles competiciones.

    El que en algunas ocasiones hayan militado en la masonería personas destacadas de la política, las ciencias o las letras no podrá borrar los fines condenables que la masonería persigue y los daños que a la sociedad ocasiona. Si condenable es toda confabulación secreta para ayudarse por encima de la ética y de la equidad, lo es más cuando sus principales esfuerzos se dirigen a subvertir el orden moral establecido y trabajar por la implantación de unas leyes en pugna con la fe, la tradición y el sentir general del pueblo.

    En este ambiente justamente hostil que a la masonería rodea, ésta se refugia en el amparo que suelen prestarle los elementos extranjeros y las confesiones disidentes, a los que sirve en justa correspondencia para sus intrigas y maquinaciones en el país.

    El tipo clásico del masón español es el vergonzante que no se atreve a enfrentarse con la condena general de la sociedad en que vive y que procura por todos los medios ocultar hasta a la familia íntima su actividad sectaria, pero que en la mayoría de los casos, y después de una vida más o menos perversa, acaban, en sus postrimerías, por buscar en el seno de la Iglesia el perdón y el viático para el gran viaje.

    Esta tragedia en que se desenvuelve la vida del masón en nuestro país hace que las filiaciones a la masonería sean poco frecuentes, y que para unas docenas de desgraciados hijos de ateos o de masones descreídos, a los que la falta de formación religiosa facilitó su entrada, constituyen legión los que van a ella forzados para salvarse del deshonor público por un desfalco u otra clase de delincuencia, o los empujados por la ambición, vulgares logreros sin escrúpulos, que en las épocas de predominio masónico pretenden trepar por la escala que ésta les brinda hacia los puestos y las prebendas.

    La puerta para la entrada de la masonería se ofrece amplia y llana; todo son facilidades para el neófito; muy poco es con lo que tropieza en su iniciación que pueda estar en pugna con su buen natural cuando se carece de fe. Poseer medios de vida, indiferencia religiosa, aparente discreción y conocer someramente las obligaciones del aprendiz masón, que el masón presentante se ha encargado ya de enseñarle, son todas las exigencias en un principio. Los tópicos de hacer el bien, de que todas las religiones son buenas y otros lugares comunes de la propaganda masónica es lo que oirá sonar en los primeros tiempos, con los que le enmascaran los verdaderos fines.

    En la iniciación y pruebas hay que establecer una diferencia entre los que van a la masonería como recurso de salvación y aquellos otros que, por el puesto que han alcanzado en la sociedad o por el porvenir que ofrecen, la masonería ve con agrado y se adelanta a su captación. Y así como a los primeros se les exigen pruebas más duras y el desarrollo de una tesis filosófica o pensamiento masónico que demuestre la entrega total del aspirante masón y lo deje sujeto por su firma a las represalias de la masonería si faltase a su palabra, a los segundos se les suele dispensar en parte o en todo de las pruebas, que pasan a ser meras formalidades.

    Entre las tesis descubiertas en una logia española con motivo de la revolución figuraba la exigida a un militar que había pasado por un difícil trance, en que se desarrollaba una monstruosa diatriba contra el Ejército al que pertenecía y contra la Patria que había jurado defender. El deshonor en que hubiera caído ante toda la sociedad española caso de hacerse público lo entregaba atado de pies y manos, para siempre, a las maquinaciones de la logia.

    En esto varían mucho las costumbres de unas logias a otras, según el lugar y la calidad de sus miembros. No en vano las logias españolas se han distinguido siempre por su irregularidad y su indisciplina, y ser la estafa y las trapacerías moneda corriente entre los "hermanitos".

    Se podrían llenar libros con hechos sucedidos de esta naturaleza, que van desde aquel masón secretario de un capitán general de región española, que al proclamarse la República se puso al descubierto cómo traicionaba a su general y amigo, al venir entregando a los conspiradores republicanos las copias de las cartas y escritos reservados que aquél recibía de su ministro, hasta aquel otro masón que formando parte de un Tribunal de Honor contra otro compañero masón por sus actividades masónicas, votó la expulsión del "hermanito" para congraciarse con los otros elementos del Tribunal, aprovechando el secreto de las votaciones. Desleales con la Patria, desleales con sus superiores y desleales con sus propios hermanos. (…)
    Última edición por ALACRAN; 11/08/2022 a las 14:13
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  18. #18
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    18. Crímenes de las logias

    19 de marzo de 1950

    Con motivo de mis trabajos sobre la masonería venimos observando dos fenómenos: el de las personas que, conociendo los fines que la masonería persigue y sus actividades en otros países, se quejan de que nos hayamos permitido hacer determinadas concesiones a la masonería extranjera en orden a la calidad de sus miembros, y otro, el representado por el boletín de noticias de una Embajada, que pretende recordarnos que la masonería inglesa no es atea y sí cristiana.

    Si nos colocamos en el orden de los principios y de la moral, siendo unos mismos los fines e iguales los estatutos y reglamentación, a todos debe alcanzar la condena, y reconocemos, con nuestros lectores, que es más peligrosa la masonería cuanto más se reviste con la piel del cordero y más correcta y moderada se nos presenta. Basta el que constituya una secta secreta y esté condenada por la Iglesia para que hayamos de considerarla como execrable, eso nadie puede dudarlo; que sus procedimientos son los mismos en todas las logias y que sus grados superiores, poseedores de los grandes secretos, se alcanzan después de haber superado las pruebas y adquirido un crédito de absoluta confianza a través de los grados inferiores, es también innegable; que la obediencia a los mandatos superiores de la logia obliga a todos los afiliados por encima de los dictados de la fe que se profese, de la propia conciencia y de los intereses de la patria, expresa en sí lo suficiente en orden a su reprobación; que la ayuda mutua entre los francmasones es obligada, por encima de los principios de equidad y de la sana justicia, la Historia lo demuestra; que el masón no puede desobedecer las órdenes de la logia en lo que de él dependa, y que al que desobedece en materia grave dichos designios la masonería se encarga de perseguir y castigar hasta la ejecución del sujeto, viene siendo comprobado al correr de los tiempos por la cadena de los crímenes masónicos, que en su casi totalidad vienen quedando en la más grave de las impunidades.

    Ahora bien: ¿conocen todos los masones los designios secretos de la masonería? Pues si, como nosotros sabemos, existen masones enterados y masones comparsas, no es posible que arrojemos la misma responsabilidad sobre los neófitos de los primeros grados que sobre los que alcanzaron los superiores, en que ya tienen acceso a los grandes secretos. Y aun entre la masa de los grados inferiores tampoco podemos considerar la misma responsabilidad de los que entran en una logia donde militan personas bien vistas de la sociedad que la de los que se afilian a las compuestas en su casi totalidad por ateos, delincuentes y libertinos.

    Que la masonería, lo mismo en España que fuera de España, ha venido constituyendo un vehículo para la traición, queda suficientemente demostrado en la historia política de las distintas secesiones. Logias inglesas fueron las que prepararon la separación de Norteamérica de Inglaterra, volviéndose contra la logia madre, y logias españolas, bajo la disciplina y consignas extranjeras, las que en el siglo pasado fraguaron la secesión de toda Hispanoamérica.

    Que en la masonería se fraguan, además, crímenes políticos y de hermanos masones, es cosa probada; pero que los masones desesperadamente niegan justificándose en la impunidad que, debido a sus grandes influencias, quedan la gran mayoría de sus crímenes.

    No podemos negar la técnica especial con la que las ejecuciones se llevan a cabo y se preparan para que queden en la mayor impunidad. La vinculación de la masonería con las organizaciones carbonarias, extremistas, anarquistas o de pistoleros ha quedado demostrada en la historia de los crímenes políticos españoles y extranjeros durante siglo y medio. La expansión de la masonería a grandes sectores de la Prensa y de los puestos clave en la administración de justicia permite desde los primeros momentos preparar la impunidad del crimen y desviar la atención pública hacia otros móviles. cuántos asesinatos de los que hoy se achacan al comunismo caen en la directa responsabilidad de la masonería! Mas no tenemos que remontarnos en la Historia para demostrar estos hechos.

    Al desencadenarse en julio del 36 el Movimiento Nacional se sucedieron en la zona roja, bajo la presidencia y los Gobiernos masónicos, ejecuciones en masa de masones que hablan sido irradiados de la masonería como consecuencia de la revolución del año 1934, pese a estar en poder del Gobierno rojo todas las fuerzas de seguridad y del Ejército de la zona que dominaban, y en el Gobierno, los jefes de las organizaciones extremistas. Ni el estar en hospitales ni tras los muros de la cárcel les sirvió de nada a aquellos desgraciados. En realidad, no se hacia más que continuar la serie iniciada después de la revolución de Asturias con el asesinato de aquel diputado melquiadista, que en tiempos habla disfrutado en la masonería de un alto grado, pero que había cometido el gran delito para las logias de, llevado de su hombría de bien, condenar en las Cortes con toda energía las violencias de aquella revolución. Mientras él, reconciliado con la Iglesia, moría perdonando a sus enemigos y rogando no se ocupasen de ellos, el crimen quedaba, pese a las pistas cIaras, en la mayor de las impunidades. Todos los diputados radicales que cayeron en la zona roja, y que por colaboraciones con los hombres católicos y de derechas habían sido irradiados de la masonería, lo fueron bajo el brazo homicida que las logias, explotando la revolución, habían armado.

    No alcanzan, sin embargo, estas ejecuciones solamente a los que, tachados de traidores a la orden, ésta decreta su exterminio, sino que alcanza también a los crímenes políticos más graves y trascendentes. A este respecto, hemos de recordar la historia de un regicidio frustrado en tiempos relativamente contemporáneos, y que vio la luz en época de la República por deseo expreso de un caracterizado masón de que se publicase después de su muerte. Daba cuenta el interesante escrito de cómo, con motivo de la visita a una base naval del Monarca español, en una logia masónica de aquella ciudad se pretendió fraguar su asesinato: un hermano masón se ofreció a atentar contra la vida de su Rey, amparado en la vía libre que para acercarse a él le daba su uniforme. Sólo la intervención enérgica y decidida del a la sazón jefe de la logia, aunque incrédulo, hombre bondadoso y de recta conciencia, se opuso terminantemente a la ejecución, pudiendo evitarse el regicidio que los otros hermanos preparaban. Lo que hubiera pasado sin la presencia de aquel espíritu más recto nadie puede dudarlo, pero el hecho importante que debemos anotar es el de que en una logia española se fraguase en la mayor impunidad el asesinato de su Monarca.

    Otro crimen monstruoso tuvo lugar a raíz de la ocupación de Madrid, y que esta vez, gracias al Movimiento Nacional, no quedó, como los otros, en la impunidad. Me refiero al asesinato premeditado de un falangista español, que hubiera pasado como un accidente casual si una investigación más despierta no hubiera permitido descubrir los hilos de la trama y sacar a la luz toda la miseria moral de los que la fraguaron.

    Una muchacha agraciada se ofrece como mecanógrafa para ayudar en los quehaceres de la Falange Femenina en los primeros días después de la ocupación de Madrid, y allí busca la amistad de un joven falangista que, habiendo tenido relación con la masonería, colabora con un jefe de la Guardia Civil en el descubrimiento de determinados sucesos masónicos. El muchacho no resiste a la atracción de Eva y nace el noviazgo. Cuando uno de aquellos días conversan amorosos en un parque solitario, la muchacha le propone contemplar la pistola, y, colocándola a cortísima distancia sobre su vientre, la descarga sobre la víctima. Al acudir los transeuntes, el muchacho es transportado al hospital más inmediato, donde es atendido por el médico de guardia. Las únicas palabras que pronuncia en un momento de lucidez antes de morir son: "Fulanita, ¡no te creía capaz de esto!", expirando seguidamente. Sin embargo, pasaban los días y la autora del crimen se paseaba libremente. La mano de la masonería parecía librarla del peligro que la acechaba; pero el muerto tenía amigos y camaradas que conocían que había trabajado a las órdenes del comandante Gabaldón, misteriosa y bárbaramente asesinado con su hija en los alrededores de Talavera. Era un secreto a voces entre algunos que el crimen no era casual, que la muchacha era la hija de un conocido masón y que en el hospital se sabia y comentaba entre algunos de los que le vieron morir que sus últimas palabras acusaron a la muchacha.

    Una investigación se llevó a cabo, y, estrechada a preguntas, acabó confesando su delito. Todo había sido pensado y preparado: su ofrecimiento en la Falange, la atracción del muchacho, el noviazgo y la ejecución final. Había obrado instigada por su padre, el cual desde los doce años había afiliado en la masonería a aquella desgraciada. Comprobado el crimen, por esta vez el peso de la ley cayó sobre aquellos desdichados.

    No se trata de un proceso quimérico, sino de una realidad viva de nuestros tiempos, un crimen monstruoso y repugnante que ni los lazos filiales respeta. ¿Cómo ha de ser para los españoles indiferente la vida de las logias en España? No es lo mismo estar en el cañón que dispara o donde el proyectil hace sus efectos. Para el que sin conciencia dispara el cañón, el juego puede ser hasta divertido; pero para el que recibe los disparos el panorama no puede ser peor.

    Última edición por ALACRAN; 12/09/2022 a las 13:40
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    19. Grados y pruebas

    26 de marzo de 1950


    Entre las actividades de la masonería no existe ninguna que los hermanos pretendan ocultar mejor que la de los crímenes masónicos; cuando en alguna publicación se ha desarrollado este tema o se han demostrado con documentación o testimonios irrebatibles ejecuciones llevadas a cabo por orden de las logias, a ello respondió la masonería con la consigna del silencio, no aludiendo ni siquiera para desmentirlos a los hechos gravísimos que se les imputan, y solamente cuando a ello se ven directamente forzados quitan importancia al asunto, despreciándolo y negando la existencia de tales crímenes, imputándolos a invenciones de sus detractores; y cuando, en alguna ocasión, ante la prueba abrumadora de los hechos, sale a la luz la participación activa de masones en algún crimen, defienden la tesis de que porque unos masones cometan un cierto crimen, no por ello deba caer la responsabilidad sobre la secta, lo mismo que si un sacerdote comete un delito no puede por ello imputársele la responsabilidad a la Iglesia a que pertenezca.


    El sistema, evidentemente, es eficaz y hábil, pues los hechos permanecen mientras dura el comentario, más la dialéctica es demasiado barata, ya que el crimen masónico no es el crimen vulgar que un masón pudiera cometer, sino aquel que se ejecuta por designios secretos de la secta para eliminar a un determinado sujeto, masón o no, al que la masonería condena, y que constituye todo un sistema que se viene repitiendo al correr de los años.


    No quiere esto decir que nos echemos del lado de los que creen que el objetivo de la masonería sea el de cometer crímenes, pero sí que entre sus acciones y procedimientos figuran aquéllos para los casos graves de deslealtad, de desobediencia en materia esencial o de conveniencia suprema para la orden, a juicio de sus dirigentes.


    Que el caso no puede ser frecuente, la naturaleza de los propios hechos lo delata, ya que si se abusase de ello las reacciones de la sociedad rebasarían todas las previsiones y acabarían echando abajo todo el tinglado de las logias.


    El que de estas ejecuciones queden escasas huellas y sobre ellas no se escriba, es cosa obligada el cuidado más elemental del que comete crímenes de esa naturaleza, y mucho más cuando se trata de ejecuciones muy estudiadas y preparadas, en que no median sino las personas indispensables de alta jerarquía de la masonería; sin embargo, en los propios estatutos de la organización masónica nos encontramos en varios de sus grados con la alusión directa a esta clase de venganzas que comentamos.


    Se distribuyen los grados masónicos en simbólicos (grado primero al tercero), que comprenden el período de prueba, y del que no suelen pasar los más; podríamos llamarlo el noviciado de la masonería, fácilmente penetrable a la curiosidad de los extraños; de ellos nos habla el masón renegado, sin alejarse por ello de la verdad: veladas filosóficas, acuerdos intrascendentes, teorías laicas y consignas políticas y de obediencia que de arriba les llegan. Grados capitulares (del cuarto al decimoctavo), que empiezan en el maestro secreto y acaban en el caballero rosa-cruz, en los cuales ya los masones se reúnen por grados, a través de los cuales se va haciendo la formación completa del masón, examinándole, dándole misiones de responsabilidad y probándole para que no alcance los grados superiores ni los puestos clave si no demuestra toda la discreción, fidelidad y obediencia que la masonería exige. Puede asegurarse que a medida que se progresa en los grados, son mayores el secreto y la exigencia de los juramentos, con el fin de que sólo lleguen a los superiores los más sectarios y fanáticos.


    El grado decimoctavo de los capitulares, el de "caballero rosa-cruz", ejerce una acción de educación y gobierno sobre los otros grados capitulares inferiores, siendo difícil poder desligar a éstos, y que van desde el maestro secreto a este rosa-cruz que nos ocupa; pero entre ellos existe, sin embargo, un grado, el noveno, más hermético, titulado "maestro elegido de los nueve", y al que vulgarmente se llama también "el de la venganza". En las pruebas para este grado se alude simbólicamente a la muerte de Hirám y a la ejecución "de uno de los asesinos por mano de uno de los nueve elegidos", de cómo Salomón mandó colocar la cabeza del traidor en la torre oriental del templo y cómo premió a Joaben, el vengador, así como a los ocho hermanos que le acompañaron, otorgándoles el título de maestros elegidos de los nueve.


    El emblema de este grado es un brazo que sostiene por los cabellos una cabeza humana yotro brazo armado de un puñal ensangrentado, y debajo la divisa vinceri aut mori. En el juramento que se presta figuran las siguientes frases: "Consiento que la espada de la justicia descargue sobre mi cabeza si algún día fuese traidor a la institución o faltase a las promesas que he prestado libre y espontáneamente." En este grado noveno de los capitulares es el primero en que el masón entra en la verdadera confianza real de la orden.


    Vienen luego los grados filosóficos (del 19 al 30), y, por último, los sublimes y de máximos poderes (deI 31 al 33). De todos los grados que oficialmente existen, la práctica hace que solamente se utilicen un número contado de ellos, los más destacados e importantes, pasándose de unos a otros por saltos, en los que a un mismo tiempo se conceden varios. De estos grados filosóficos, el 30, de "caballeros Kadox", con su sobrenombre de "gran elegido", se simboliza como el del ejecutor de la venganza del que llaman el asesinato judicial de Jacobo de Molay, último gran maestre de la Orden del Temple. La alusión a la muerte del caballero de Molay, la promesa de castigar el crimen y la tiranía y defender la inocencia al tiempo que se empuña un puñal; el lema de "cumplir el deber sin mirar las consecuencias"; la alusión a la justicia "que el verdadero Kadox ha de poseer como primera de sus virtudes y no perderla de vista cuando trate de imponer castigos"; aquellas palabras que en el acto de la promoción al grado le dirige el gran maestro de ceremonias:


    "Madura tus proyectos, resérvalos con prudencia hasta que, llegada la hora, puedas ponerlos en práctica con la seguridad de obtener el triunfo, y aleja de tu lado con prudencia a los que no tengan su voluntad libre", constituyen, entre otras muchas alusiones, como aquellas en que se gozan de la violación de las tumbas de Clemente V y de Felipe el Hermoso, una muestra del espíritu de venganza y de organización para la violencia que a este grado caracteriza.


    Las frases: "Como sucesores de los templarios del siglo XIV, no hemos abandonado el propósito de vengarlos"; o esta otra: "Nuestra obra de venganza no está, pues, terminada"; y la pregunta que se dirige al recipiendario: "¿No te arredra el peso de la responsabilidad moral que vas a adquirir si persistes en penetrar nuestros secretos?"; y el juramento final: "Juro y prometo por la sagrada memoria de los seres sacrificados por la ignorancia, la impostura y la tiranía (aquí en los libros y documentos figura una línea sucesiva de puntos con que se ocultan las frases que no quieren publicar), y me condeno a la deshonra, al desprecio y a la infamia, así como al castigo de los grandes elegidos caballeros Kadox, si soy traidor a mis juramentos o si alguna vez paso al campo de los déspotas o de los impostores."


    Esto es, que en la organización de la secta, en sus estatutos, en sus libros y documentos oficiales figuran grados especializados en la venganza, que son el eje de las ejecuciones.


    Yo sé que hay quienes, mordiendo el cebo que los masones les lanzan y desconociendo la malicia y la maldad que la secta emplea, se resisten a creer que personas a muchas de las cuales han podido tener por caballeros puedan pertenecer a organización tan criminosa; yo les recomiendo, pues es aleccionador, el estudio de la historia de nuestra nación de fines del XVIII y todo el siglo XIX, de los movimientos revolucionarios en el mundo durante estos años, y podrán comprobar los extremos a que en momentos de anormalidad llega la masonería.


    Veamos en este orden cómo la masonería opera. La táctica general masónica la ha llevado, desde sus orígenes, a filtrarse con preferencia en los medios políticos, invadiendo casi en su totalidad a los viejos partidos liberales, los progresistas, los modernos radicales y radicalessocialistas, y demás grupos de izquierda, llegando hasta las planas mayores del socialismo, la mayoría de las cuales pertenece o ha pertenecido a la masonería; sin que ni siquiera los partidos conservadores se hayan visto libres de ellos, pues lo mismo que los beligerantes filtran espías en el bando ajeno, así la masonería, por esencia beligerante, ha logrado siempre el meter en sus cuadros a algún hermanito.


    Otro de los objetivos que la masonería ha perseguido, sobre todo desde que ha tomado vuelos, es introducirse en los sectores de la Prensa, llegando a copar la mayoría de la Prensa de izquierdas y muchos puestos en la de derechas e independiente. Mas si todo esto le daba poder e influencia en la sociedad, no bastaría a asegurarles la impunidad en los momentos de crisis y en que la logia decide llevar a cabo ejecuciones. Por eso, desde su iniciación, viene apuntando a los órganos de la administración de justicia, que desde hace cerca de dos siglos cultivan con todo interés; así, la cartera ministerial de justicia es uno de los primeros objetivos, lo mismo de la masonería que de los partidos comunistas. Es para ellos la llave de la impunidad, considerando puestos claves para la orden el contar en aquel Ministerio y en la judicatura con hermanos masones bien colocados, así como en los puestos clave de la Policía, que no necesitan ser puestos destacados, pues para ellos es suficiente el tener un masón en el puesto de juez para que quede en la mayor impunidad el crimen que se fraguó.


    La masonería no tiene prisa; sabe esperar, recuenta sus fuerzas, mueve sus peones, los previene y el día tal a la hora prevista y en el distrito elegido, generalmente el de un juez afecto, realiza su crimen. Un agente, o varios, de Policía masones estarán prevenidos en los lugares próximos al suceso. Lo demás es fácil: se borran las huellas, se falsea el atestado y el juez extrema su celo masónico desviando la justicia, así como la Prensa o la opinión. Y si aun así se fracasase, se cuenta con hermanos en las altas esferas para poder evitar lo irremediable. Los indultos, las amnistías y hasta las fugas preparadas hacen el resto.


    Esto en cuanto a la seguridad de los ejecutores, sean o no masones, ya que gran parte de los crímenes masónicos no se realizan directamente por miembros de la secta, sino por mano de otras organizaciones extremistas o de pistoleros, a cuyos ejecutores se les facilita y se les instiga al crimen alentando sus pasiones contra la sociedad, dándose el caso frecuente, cuando son aprehendidos, de confesar con toda naturalidad el crimen y sus móviles y sorprenderse muchas veces al conocer, ya en la prisión, que el sujeto sacrificado no representaba lo que el asesino se creyó.


    El almirante Darlan, aparentemente asesinado por un patriota francés, y del que en otro trabajo nos ocupamos, lo fue por la masonería inglesa, recelosa de su inteligencia con los Estados Unidos, que estorbaba los designios degaullistas de la Gran Bretaña.


    Hoy, con los adelantos científicos modernos los crímenes se han hecho para la masonería harto mas fáciles, al no faltarle a la secta colaboraciones científicas que pongan la ciencia al servicio del mal. De las catástrofes de aviación en que perecieron jefes de Estado, destacados políticos o personajes odiados por la secta, existe la seguridad de que la casi totalidad haya perecido por sabotajes preparados en los aviones que los transportaban por agentes al servicio de la masonería.


    Hoy mismo presenciamos en Francia un caso curioso de persecución masónica con el asunto llamado tristemente "el affaire de los generales". El espíritu independiente del protagonista venía estorbando desde hacía dos años a los designios de la secta, a la que un día había pertenecido. Esta necesitaba tener al frente del Alto Estado Mayor francés a un instrumento dócil y en su disciplina, y no al terco general irradiado, y se acudió primero a eliminarle por procedimiento científico que no dejara rastro. Y un sistemático envenenamiento a base de arsénico fue quebrantando su salud hace más de un año hasta obligarle a guardar cama. Varios reconocimientos y análisis hechos por orden de su médico de cabecera descubrieron el atentado que se estaba llevando a cabo. Alarmado y puesto en guardia el interesado, el asunto parecía completamente fracasado. Sin embargo, disfrutan de demasiado poder las logias galas para que dejasen de lograr el objetivo propuesto.


    Sí la eliminación física se retrasaba, les quedaba, sin embargo, su influencia en todos los órdenes del Estado para poder decretar su muerte civil. Eso fue lo que perseguía el descubrimiento en poder de unos indochinos del Viet-Nam, como consecuencia de una pendencia, del informe emitido por el general francés, que, al parecer, los indiscretos y pendencieros espías llevaban sobre si para que la Policía se lo encontrase. Bastaba el escándalo que la Prensa provocaría para lograr los efectos buscados, al tiempo que se servía al espíritu antimilitarista que a las logias embarga.


    Del informe que el general había emitido existían varias copias, al parecer, en poder de los entonces ministros de la Guerra y de la propia Presidencia de la nación. ¿Por qué la indiscreción o el delito habían de partir del hasta entonces pundonoroso general? Sin embargo, sobre éste solo se polarizó la acusación.


    Acusado el general, éste, sin embargo, no se anonadó por ello. Se defendió con energía y apuntó a las alturas, cuando una crisis oportuna, que retiró al ministro de la Guerra, echó tierra al asunto, que amenazaba en convertirse en escándalo de orden más grave; sin embargo, poco tiempo después alguien supo explotar la inocencia americana en su afán sensacionalista, y al airearse en los Estados Unidos por la Prensa ante la opinión pública lo que acabó llamándose "el affaire de los generales", el jefe de Estado Mayor hubo de ser apartado por el nuevo Gobierno, y el objetivo que otros perseguían, conseguido. El general, sin duda, seguirá defendiéndose, pero su voz quedará sepultada bajo el manto del silencio con que la encubrirá las consignas de las logias.


    He aquí cómo los crímenes y las persecuciones masónicas no son exclusivas de una nación, sino, por esencia, universales, aunque su utilidad suele depender del grado de necesidad y del clima moral del país en que se realizan.
    Última edición por ALACRAN; 12/09/2022 a las 14:44
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    20. Historia masónica

    2 de abril de 1950

    Discuten nuestros historiadores cuál ha sido el año de la introducción de la masonería en nuestro país, y registran en el primer tercio del siglo XVIII la presencia en una reunión internacional de un determinado individuo en representación de una logia de Madrid. Sin embargo, la investigación histórica permite aclarar que la masonería fue introducida en España en el año 1728 por Felipe Wharton, primero y último duque de Wharton, que, exilado de su país, se puso en España al servicio de los Borbones.

    Dos libros, escritos en Inglaterra, compilan la vida azarosa de este gran personaje, en el fondo un aventurero sin escrúpulos: The Life and Writings of Phillip late Duke of Wharton, Londres, 1732, y otro titulado Phillip Duke of Wharton, en 1913. Según sus historiadores, era encantador, de arrogante figura, cabellos rubios, que le caían en grandes rizos sobre los hombros; ojos azules, mirada altanera, que por su bella estampa le hacían cautivador de las mujeres y que por su generosidad, elocuencia y erudición le convirtieron en el arquetipo de la sociedad de los primeros años del siglo XVIIl. El reverso de la medalla estaba constituido por sus grandes defectos: su ambición sin límites, su cinismo y su afición a la bebida que le arrastraban a la deslealtad y al libertinaje.

    Un retrato curioso de la época que llega a nuestras manos puede satisfacer la curiosidad de esta figura, que encierra la carrera más rápida que hombre alguno haya podido hacer en la historia de Inglaterra, y que pobre y exilado fue a morir entre los monjes de un convento, acogiéndose a última hora a las oraciones de la Iglesia católica.

    Su abuelo fue el cuarto barón de Wharton, distinguiéndole los historiadores -sin duda esto debía de tener en aquella época gran importancia-- por las más bellas pantorrillas de Inglaterra. A fuerza de inteligencia y habilidad había amasado una sólida fortuna. "Combatió a Carlos I sin comprometerse, favoreció a Cromwell sin servirle, sirvió a Carlos II sin serle fiel", dicen respecto a él los historiadores. Su hijo Tomás Wharton, padre de nuestro sujeto. Fue uno de los primeros instigadores de la revolución de 1688, acusándosele de ser un "presbiteriano ateo", maestro del arte de la corrupción y de la mentira, quien sostenía con cinismo "que una mentira aceptada valía tanto como la verdad". Por los cauces de la política y de la revolución había ganado dinero y gloria y hasta los honores de ser el primer marqués de Wharton y del Malmesbury. Con tales antecesores no es extraño que el nieto llegase a sobrepasar a sus progenitores.

    El nacimiento de Felipe Wharton constituyó uno de los acontecimientos aristocráticos de la Inglaterra del 1698. Apadrinado por Guillermo III y la que más tarde habla de ser la Reina Ana, le fue concedido al nacer el título de vizconde Winchendon. A su formación dedicó su padre el marqués todos sus desvelos, y los clásicos, las Ciencias Exactas y la elocuencia política no tuvieron secretos para el adolescente. Al quererle apartar de las seducciones del catolicismo se le llevó a caer en el más grande de los desenfados. A los diecisiete años se casó, en contra de la voluntad paterna, con una sencilla muchacha que, aunque bella, inteligente y buena, tenía para el orgulloso marqués la tacha imperdonable de ser hija de un mayor general sin bienes de fortuna. Esta contrariedad, que derrumbaba los castillos hechos en el aire sobre el porvenir de su primogénito, llevó en contados meses a la muerte al marqués.

    Pasados los primeros tiempos del matrimonio y satisfecha su impetuosa pasión, Felipe Wharton abandonó su hogar para ser el más destacado libertino entre todos los jóvenes de su época. A los pocos meses de la muerte del padre siguieron las de su madre y de su primogénito, que terminó de aflojar los lazos que le unían a su desgraciada, pero fiel esposa. Dueño de una inmensa fortuna, se decidió a terminar su educación viajando por Europa.

    Sus intrigas acerca del pretendiente Stuard, caballero de San Jorge, y de su madre, residentes en Francia, le hicieron ganar su confianza y la promesa de hacerle duque de Northemberland; sin embargo, el sujeto dilapidó el dinero que le entregaron para esta causa. Vuelto a Inglaterra, en la Cámara de los Pares del reino de Irlanda, donde, pese a su corta edad, le permitieron sentarse, defiende la causa de los Hannover, que hace que el Rey Jorge IV le promueva a duque de Wharton a los diecinueve años de edad, caso único en la historia de Inglaterra.

    La elevada posición y altanera inteligencia del joven duque acaparó en la sociedad intelectual inglesa todos los halagos. Una corte de aduladores, poetas y escritores celebraban su genio y le dedicaban sus libros, que él pagaba pródigamente. En 1721 fue admitido en la Cámara de los Lores. Su carrera política, desde el primer momento, fue en extremo explosiva; y adoptando una actitud de franca oposición a la dinastía reinante, atacó y denunció a sus ministros por sus vicios y concupiscencias, llegando a producir la muerte por impresión del viejo político Stanhope. Nadie mejor que él, que practicaba toda clase de vicios, para desenmascarar a tales sujetos. Presidente de un club titulado "Llamas del infierno", con mascaradas impías, blasfemas y libidinosas, perseguían en Londres la propagación del vicio. Su carencia de virtudes, su ambición y su ateísmo forzosamente habían de llevarle hacia la masonería, que le recibió con los brazos abiertos. Consideraba ésta que sin la participación de la nobleza jamás podría adquirir el prestigio social y la influencia política a que aspiraba, y el joven e ilustre miembro de la Cámara de los Lores se le presentaba como una esplendorosa promesa.

    Sin embargo, la ambición de Wharton no le hacía fácil para la obediencia, y desde su entrada en la logia apuntó a la gran maestría de la secta; para lograrla, aprovechando la ausencia del duque de Montague, a la sazón su gran maestre, y a no haberse reunido la logia en el plazo debido para su reelección, maniobró para colocarse de hecho en el puesto que tanto codiciaba. Ni la prudencia de los otros ni el nombramiento que se hizo del ortodoxo Desaguliers como adjunto suyo, pudieron evitar que el cisma se declarase, estando a punto de dar al traste con toda la organización masónica.

    Alarmados por sus actos, los masones trabajaron por desplazarle; y la pérdida por un voto de la votación para el nombramiento formal de gran maestre fue la causa de su caída, a la que siguió el ser expulsado de la logia, la que pronunciando las tradicionales palabras "¡Jubelas, Jubelos, jubelum!" quemó en sesión solemne sus guantes y su mandil.

    Para vengarse, y ayudado de sus secuaces, fundó en Londres otra sociedad secreta con el nombre de "Gormogons", que parodiando la antigüedad salomónica a que la masonería regular hace remontar su origen, él hizo remontar la suya a los primeros emperadores de la China. Así nació una logia de renegados, de la que Felipe Wharton se erigió en jefe.
    Muerta pocos años después, de abandono y de dolor, su desventurada esposa, se lanzó de lleno a la política estuardista, y acosado por sus acreedores vendió parte de sus bienes y abandonó Londres. Vuelto así a la gracia de los Estuardos, Jacobo III, a la sazón en Parma, le reconoció el título de duque de Northumberland y le concedió la Orden de la Jarretera.

    Siendo España en aquellos tiempos el centro de las intrigas europeas, allá se dirigió, procurando por todos los medios interponer su influencia para lanzarla a la guerra contra Inglaterra. Aquí conoció a una dama de la Reina, a María Teresa O' Byrne, hija del coronel O' Byrne, del regimiento Hivernia, de irlandeses al servicio de España, con la que casó abrazando la religión católica. Su conversión al catolicismo fue, sin embargo, puramente formal, pues, pese a ella, en 1728 funda en Madrid la primera logia masónica de que hay noticias, y que establece buenas relaciones con la masonería regular de la gran logia de Londres.

    Hemos de anotar el hecho de que haya sido un inglés el fundador de nuestra masonería y que, pese a su historia repetida de traidor a todas las causas que en su corta vida demostró, la logia por él fundada discurriese desde los primeros momentos en íntima dependencia de la masonería inglesa, que más adelante, en el siguiente siglo, había de verse reforzada por los nacionales con motivo de la invasión francesa, que creó las logias de afrancesados de españoles traidores.

    No podía estar mucho tiempo tranquilo Wharton en nuestra nación; su actividad le llevaba a todas partes. Pronto se le ve trabajar en Francia y en Italia en favor de Jacobo III; mas estando en Roma, por sus borracheras y sus escándalos, es expulsado de la ciudad pontificia. Vuelto a España, toma parte en el ataque a Gibraltar, a las órdenes del conde de las Torres, en donde fue herido, siendo nombrado por el Rey coronel asociado del regimiento irlandés al servicio de España, al tiempo que en Inglaterra es expulsado de la Cámara de los Lores y confiscados sus bienes ubicados en el país.

    Vuelve a París, se ofrece a Walpole, embajador inglés de los Hannover, siendo rechazado; y tras una corta etapa en aquel país, en que con el duque d'Harcourt la corre, bebe y caza, arruinado y agobiado por los acreedores, regresa a España, donde reconocido su grado de coronel va con su regimiento de guarnición en guarnición, siguiendo los azares de sus tropas. En uno de sus viajes a través de las tierras de Tarragona enferma gravemente, y transportado al monasterio de Poblet fallece, al parecer cristianamente, rodeado de los rezos de la comunidad, el 31 de mayo de 1731 el hombre más execrado de los ingleses.

    Si tal origen y paternidad tuvieron en nuestra nación las logias españolas, no es extraño que sirviendo intereses extranjeros discurrieran, al correr de los tiempos, por los cauces de la anti-España.
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