‘El antiespañolismo ha pasado a los programas de enseñanza y a la cultura común’

22. Noviembre 2007, 20:38 UhrRedacción MinutoDigital


El periodista José Javier Esparza, conocido por sus columnas sobre televisión y sus programas sobre Historia, acaba de publicar ‘La gesta española’ (Áltera), libro en el que expone de manera divulgativa algunos de los principales acontecimientos y personajes de la Historia de España.
Su libro compila los programas emitidos en La Tarde con Cristina (COPE) durante el curso 2006-2007 y abarca desde la Hispania romana hasta la batalla de Bailén. ¿Cuál es el acontecimiento y el personaje que más le han impresionado?
¡Es tan difícil escoger! La Historia de España es una aventura prodigiosa llena de héroes de a pie. Me impresiona el carácter de la gente que hizo la primera Reconquista, en los siglos IX y X, clanes campesinos que conquistaban tierras a lo desconocido. Me conmueven personajes como Pedro Serrano, el postillón que asumió el deber de difundir el bando de Móstoles el 2 de Mayo, y que reventó cabalgando de un pueblo a otro, sin descanso. Y me llenan de orgullo personajes como Mencía Calderón de Sanabria, esposa del adelantado del Río de la Plata, hacia 1550, cuyo marido murió cuando preparaban el viaje a América y que decidió ser ella, Mencía, la que cumpliera la misión de llevar a aquellas tierras una expedición de mujeres para fundar familias al otro lado del mar; por el camino, ataques piratas, largo cautiverio, travesía de selvas a pie enjuto y, finalmente, la misión cumplida. Es impresionante.
El subtítulo de La gesta española es Historia de España en 48 estampas para quienes han olvidado cuál es su nación. Este olvido, ¿empieza con la LOGSE o es anterior?
Es anterior, porque la abominación de la propia Historia y la fascinación acrítica por la ajena es un rasgo mayor de la cultura española desde finales del XIX. Lo que pasa es que, entre los años 60 y 70, la propaganda antifranquista operó una identificación “españolismo = franquismo” que implicaba un desprecio radical hacia lo español y que ha terminado siendo letal cuarenta años después, porque ha pasado a los programas de enseñanza y a la cultura común. Si el antifranquismo era una opción legítima, el antiespañolismo era una opción suicida. Hoy estamos pagando las consecuencias.
En otros países con los que gustamos de compararnos, como Francia y Estados Unidos, se venera la historia nacional. ¿Por qué España es diferente?
En todos esos países han vivido también periodos de execración de su propia historia: hay una suerte de complejo de culpa europeo, occidental, que es un mal generalizado de nuestro tiempo. El caso de Alemania es probablemente el más extremo. Ahora bien, en todos esos lugares -incluso en Alemania- se vio pronto que no era posible mantener la convivencia, la cohesión civil, si no se daba a la gente razones para vivir juntos, y el hecho de tener una historia común de la que poder enorgullecerse, aun críticamente, es un poderoso adhesivo. La Historia es un relato de identificación colectiva y, como tal, cumple una función social de primer orden. En España, por las razones antes mencionadas, se ha prescindido de ese factor de unión. Con el agravante de que, al mismo tiempo, se estimulaban los relatos paralelos de los núcleos separatistas, orientados expresamente a disolver lo español. El resultado está bien a la vista.
LA IZQUIERDA CONDENA A ESPAÑA
En esta animadversión, ¿influye la vinculación entre los españoles y la Iglesia?
Sin duda alguna, sí, al menos tal y como concibió la izquierda española el “malestar en la Historia”. Es verdad que la Historia de España, desde la Reconquista, es inseparable de la catolicidad. Y eso, naturalmente, tiene consecuencias traumáticas cuando las revoluciones modernas conducen hacia la secularización. En tal tesitura, es posible adoptar diferentes posiciones, desde la Reacción hasta la Revolución. La izquierda española apostó por la Revolución, y de una manera muy poco reflexiva, porque procedió a una condena general de la Historia de España en su conjunto. Recordemos al Azaña de 1930: la Historia de España debía ser violentamente rectificada porque descansaba en la Corona, el Ejército y la Iglesia. Era una tesis de una arbitrariedad sin límites, porque significaba tanto como desafiar a la realidad histórica española en nombre de una convicción personal. Aquello sólo podía terminar como terminó.
En regiones como Cataluña y Vascongadas se ha difundido el odio a lo español y la creencia de son naciones invadidas y ocupadas por una España fascista y retrograda. ¿Cree que la educación debería ser una competencia exclusiva del Ministerio? ¿Se puede remediar esta política y sus consecuencias?
Es interesante: las competencias que el Estado español se apresuró a transferir a las comunidades autónomas desde 1978, es decir, la educación y la cultura, son exactamente las mismas que los estados de la Unión Europea se han negado a transferir a Bruselas. La educación y la cultura son esenciales para fijar un mínimo común denominador en una sociedad; en ese sentido, la actitud de los estados europeos ante la Unión es tan comprensible como incomprensible es la actitud de España. ¿Es reversible la situación? Si hay voluntad política, sí. En Educación, no es preciso que esas competencias vuelvan íntegramente al Estado central; basta con que éste ejercite su derecho a fijar contenidos mínimos comunes y a inspeccionar que esos contenidos se imparten efectivamente. En cuanto a Cultura, debería revisarse la doctrina constitucional que asigna a las comunidades competencias exclusivas en esa materia.
¿CUÁNDO NACE ESPAÑA?
Un libro del historiador Antonio Domínguez Ortiz se titula ‘Tres milenios de historia’, Claudio Sánchez Albornoz habla de España y de los españoles en la época de los romanos. Otros sostienen que sólo se puede hablar de nación española a partir de 1808, y los hay que afirman que durante el franquismo no hubo españoles. ¿Cuándo nace España?
Ninguna nación europea surgió en un momento concreto, en una fecha fundacional, de un día para otro. Todas son producto de un proceso histórico de construcción, a partir de unos rasgos comunes que van conformando una unidad política. En ese proceso, los rasgos de integración se subrayan en detrimento de los rasgos de diferenciación. En el caso de España, se parte de la herencia romana y cristiana, que da lugar al reino godo, y éste, tras la invasión islámica, se convierte en mito -en el sentido más noble del término- capaz de inspirar una voluntad de recuperación del territorio, la célebre ‘España perdida’ y reconquistada. España, como nación histórica, se configura a lo largo de la Reconquista, que fue una potentísima dinámica de cohesión y que sólo podía desembocar en la unificación final de los reinos. Tal vez tenga razón Ortega -el de España invertebrada- cuando dice que en el XIX comienza un proceso inverso, el de desagregación, en el que hoy nos hallamos plenamente inmersos. En todo caso, no es un fenómeno inevitable, fatal, sino que de nosotros depende cambiar el curso de la corriente.
En su libro, así como en el programa de la COPE, habla usted de acontecimientos desconocidos pero no sólo para los menores de 30 años, como las expediciones científicas en las Indias y el Pacífico, la expedición de la viruela, el galeón de Manila. Se le pueden unir la protección de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, la guerra de la Cochinchina, los vuelos trasatlánticos… Sorprende que el franquismo, un régimen que pretendía asentar su legitimidad en la Historia de España tampoco difundiese estos sucesos, estas gestas. ¿No nos creemos lo que hemos sido?
El franquismo hizo mucho por cimentar una conciencia nacional basada en la propia Historia; en eso, por cierto, no significó un cambio radical respecto a los regímenes anteriores, el de la Restauración o el de la II República, cuando la Historia de España se enseñaba con mucha más extensión y hondura que hoy. Pero el régimen de Franco, por un lado, tenía una idea de nuestra historia colectiva exclusivamente orientada hacia la retórica imperial, y por otro, fue clamorosamente incapaz de poner al servicio de la enseñanza de la Historia los extraordinarios medios técnicos del siglo XX, en especial el cine. Es interesante comprobar que los grandes títulos españoles de cine histórico se limitan a los años cuarenta y cincuenta. Después vino el desierto. Quizá es que, en efecto, no nos creemos lo que hemos sido. Fue Nietzsche quien definió a los españoles como “un pueblo que ha querido ser demasiado”. Nosotros, hoy, deberíamos estar en condiciones de lanzar una mirada templada, pero sin complejos, a esa portentosa realidad histórica.
Pedro Fernández Barbadillo