Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 5 de 5

Tema: La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)

  1. #1
    Avatar de Nok
    Nok
    Nok está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    11 dic, 05
    Mensajes
    157
    Post Thanks / Like

    La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)


    EL SUCESO DE TRAFALGAR [1]
    El 19 de Octubre de 1805 diose la orden para que saliese á la mar nuestra escuadra, unida á la francesa, que desde Agosto estaba en el puerto, para ir en busca del resto de los barcos de ambas naciones que cruzaban á la altura de Cartagena, tratando de embocar por el estrecho. Efectivamente, vemos darse á la vela aquella grande escuadra compuesta de 35 ó 40 navíos, mandada por el almirante francés Villeneuve y por el teniente general español Gravina.


    Con hondo sentimiento contempló el pueblo de Cádiz aquella partida, pues sin saber por qué, todos presentían un funesto resultado. Mientras tenía lugar aquel acto imponente no cesaron de estar cubiertas las azoteas y murallas de hombres, mujeres y niños de ambos sexos, que despedían con gritos y con pañuelos á sus parientes y amigos de la escuadra.
    Ni un alma se encontraba por las calles de Cádiz todos sus habitantes habían acudido como una avalancha a los muelles y sus cercanías. Yo vi á muchas señoras y mujeres del pueblo como Magdalenas: eran madres de los que iban a morir; su instinto les debía representar lo inminente de la catástrofe, máxime cuando desde los miradores se veían, cual amenazas fantasmas de la muerte, buques que asomaban por el horizonte. La consternación, aún antes de la batalla era general. Y cómo no había de serlo si apenas había en Cádiz una familia que no tuviere un ser querido en la escuadra que se alejaba? Yo también tenía en ella á un hermano querido y á tíos bondadosos que me habían estrechado en sus brazos al partir.
    El 19 y 20 maniobró la escuadra á la vista de Cádiz, teniendo siempre pendiente de sus movimientos á aquella patriótica población.

    Pero al amanecer del día 21, se encontraron las nuestras doblando el Cabo de Trafalgar, con la formidable escuadra británica, de 48 á 50 navíos, que además de tener el viento en su favor, estaba bajo la dirección del primer general de mar que han producido los modernos tiempos. Ya no se veía nada desde Cádiz; pero se tuvo en la ciudad noticia del próximo conflicto. á las nueve (le la mañana por conducto de unas embarcaciones de pescadores que habían pasado la noche fuera. Pronto el ruido lejano, pero continuado y fatídico de los cañones confirmó la nueva fatal. En el nutrido tronar de la artillería percibíanse a veces ruidos mayores como truenos prolongados: eran las naves que volaban.
    El combate tuvo lugar del modo siguiente: Puestos los buques alzados en una línea, ya ordenado el zafarrancho y los ingleses en otra, calculó Nelson, que, perdiendo uno ó dos navíos de los suyos, lograría romper nuestra línea y envolvemos en dos círculos de fuego; y así fué. Mandó dos de aquellos al centro, como cernada, los cuales fueron deshechos inmediatamente; pero con esta estratagema consiguió abrir un claro, por donde entraron otros navíos enemigos, saliendo el plan al almirante inglés a las mil maravillas. El combate, sin embargo, fué porfiado, largo y sangriento. En él rayó el valor español á la altura de la epopeya, principalmente en los abordajes, en donde se acuchillaban y desgarraban como fieras. Navío español hubo que rechazó durante horas enteras el fuego y el abordaje de tres navíos ingleses.


    Una división francesa, que estaba á sotavento, no quiso, ó no pudo entrar en combate, por lo que se alejó, dejando á sus hermanos tiñendo con su sangre las olas del mar. El único barco nuestro que iba en ella entró en fuego é hizo heroicidades.


    A nuestro navío Trinidad le acometieron, primero, dos navíos de alto bordo, que destrozó á las primeras descargas; después vióse cercado por tres más, uno de ellos de tres puentes, el Victory, en que arbolaba su insignia el almirante Nelson, quien cayó herido mortalmente por una palanqueta, lanzada del Trinidad o del Redoutable que se hallaba por la proa de aquél.
    El Trinidad quedó desarbolado y acribillado, pues se había batido con cinco, había sufrido seis abordajes, perdiendo casi toda su oficialidad, marinería y tropa, de tal modo, que mi hermano, no siendo más que simple guardia-marina, y con una herida de astilla en la cabeza, había quedado desde el intermedio del combate mandando las dos baterías de babor y estribor del segundo entre- puente. Igual destrozo sufrieron otros navíos, todos los más españoles y franceses, que tomaron parte en la acción, tales como el General, el Príncipe de Asturias, el Leandro, etc.


    Aquel combate fué el más encarnizado que han presenciado los mares. Nadie pensó en conservar la vida sino en arrebatársela a sus adversarios.
    Como si no fueran bastantes las tempestades que habían rugido en los pechos de aquellos fieros guerreros, los elementos se desencadenaron, á lo último, para dispersar y destruir lo que quedaba en medio de aquel líquido campo de desolación. El silbido del viento se confundía con los lamentos de los que, en los buques que flotaban á la ventura, sin marinos que los guiasen, haciendo agua y sin palos, se quejaban. Arrebatados por el temporal los pocos que quedaban hábiles para navegar, se hacían fuego en medio de la oscuridad, tomándose mutuamente por enemigos.


    Muchos arribaron á nuestras costas, otros á las del África y algunos vinieron remolcados á Cádiz, por las embarcaciones que en su busca habían enviado las autoridades de marina cuando se hubo apaciguado el huracán.


    El Trinidad se estaba yendo á pique; tanto, que ya se habían ahogado varios de sus heridos en la bodega y en el entrepuente que tenía debajo de la línea de flotación. La Providencia ó la casualidad hizo que pasase cerca de él una fragata inglesa, la cual, si bien al principio tuvo miedo de acercarse, temiendo una de las mortíferas andanadas que el navío había lanzado en aquel día memorable, perdió su recelo al ver que no sólo no le hacían fuego los de abordo, sino que, con señales, imploraban su auxilio. Entonces, el buque enemigo se acercó más y echó sus lanchas al agua para recoger, como prisionera, á la tripulación superviviente. Salváronse todos los que por no estar heridos ó estarlo levemente, pudieron tirarse desde la cubierta á los botes; los que no pudieron moverse perecieron, pues el Trinidad se fué a pique delante del buque inglés que le había socorrido.
    A Gibraltar fueron conducidos los prisioneros españoles y franceses. De allí vinieron siete navíos ingleses, que estaban de reserva, para recoger los despojos de la victoria, trayendo luego á remolque gran número de buques españoles y franceses que no habían tenido la dicha de ser encontrados por los nuestros.
    Cuando llegaron á Cádiz los poquísimos oficiales y marineros que habían escapado de aquel desastre, súpose que se había perdido el navío en que estaba mi hermano. Júzguese el pesar de la familia. No nos quedaba más que la lejana esperanza de que se hubiese salvado, trasbordándose á otro buque. En esta agonía, no nos quitábamos de los balcones, ni cesábamos de bajar al muelle á reconocer á la multitud de heridos que, como en procesión, eran llevados desde allí al hospital del Rey, unos en hombros, otros en camillas y los demás sostenidos por un padre ó un hermano. Todos lo reconocíamos: ninguno de ellos era el hermano querido, el hermano predilecto por quien lloraba mi padre. En esta angustia estuvimos dos días, largos como siglos, dos días en que duró aquella tristísima procesión de ataúdes y de enfermos, acompañada de los sollozos de millares de madres de familia. La mar no se cansaba de arrojar a las playas muertos desfigurados, muchos de los cuales apenas podían identificarse.


    Todo Cádiz era un cementerio. Los sepultureros no daban abasto á abrir fosas, y era preciso hacer zanjas para enterrar á granel...
    Las campanas de las iglesias no hacían más que doblar á muerto, los sacerdotes no cesaban de hacer honras fúnebres; todas las familias estaban de duelo:
    ni una sola casa vi en que no se llorase la pérdida de alguno de sus miembros.
    Las Cortes de Madrid y París hicieron en Cádiz unas suntuosísimas exequias por el eterno descanso de todos los que perecieron en Trafalgar. El entierro del general Gravina, muerto á los dos ó tres días del combate, fué el acto de esta clase más concurrido é imponente que he visto en mi vida.




    [1]SEVILLA, Rafael: Memorias de un oficial del Ejército español. Madrid, 1916, Págs. 287-293.
    El hombre que sólo tiene en consideración a su generación, ha nacido para unos pocos,
    después de el habrán miles y miles de personas, tenlo en cuenta.
    Si la virtud trae consigo la fama, nuestra reputación sobrevivirá,
    la posteridad juzgará sin malicia y honrará nuestra memoria.

    Lucius Annæus Seneca (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65)

  2. #2
    Avatar de DON COSME
    DON COSME está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    23 sep, 06
    Ubicación
    Canarias
    Mensajes
    2,657
    Post Thanks / Like

    Re: La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)

    Cita Iniciado por Nok Ver mensaje
    EL SUCESO DE TRAFALGAR [1]
    El 19 de Octubre de 1805 diose la orden para que saliese á la mar nuestra escuadra, unida á la francesa, que desde Agosto estaba en el puerto, para ir en busca del resto de los barcos de ambas naciones que cruzaban á la altura de Cartagena, tratando de embocar por el estrecho. Efectivamente, vemos darse á la vela aquella grande escuadra compuesta de 35 ó 40 navíos, mandada por el almirante francés Villeneuve y por el teniente general español Gravina.


    Con hondo sentimiento contempló el pueblo de Cádiz aquella partida, pues sin saber por qué, todos presentían un funesto resultado. Mientras tenía lugar aquel acto imponente no cesaron de estar cubiertas las azoteas y murallas de hombres, mujeres y niños de ambos sexos, que despedían con gritos y con pañuelos á sus parientes y amigos de la escuadra.
    Ni un alma se encontraba por las calles de Cádiz todos sus habitantes habían acudido como una avalancha a los muelles y sus cercanías. Yo vi á muchas señoras y mujeres del pueblo como Magdalenas: eran madres de los que iban a morir; su instinto les debía representar lo inminente de la catástrofe, máxime cuando desde los miradores se veían, cual amenazas fantasmas de la muerte, buques que asomaban por el horizonte. La consternación, aún antes de la batalla era general. Y cómo no había de serlo si apenas había en Cádiz una familia que no tuviere un ser querido en la escuadra que se alejaba? Yo también tenía en ella á un hermano querido y á tíos bondadosos que me habían estrechado en sus brazos al partir.
    El 19 y 20 maniobró la escuadra á la vista de Cádiz, teniendo siempre pendiente de sus movimientos á aquella patriótica población.
    Pero al amanecer del día 21, se encontraron las nuestras doblando el Cabo de Trafalgar, con la formidable escuadra británica, de 48 á 50 navíos, que además de tener el viento en su favor, estaba bajo la dirección del primer general de mar que han producido los modernos tiempos. Ya no se veía nada desde Cádiz; pero se tuvo en la ciudad noticia del próximo conflicto. á las nueve (le la mañana por conducto de unas embarcaciones de pescadores que habían pasado la noche fuera. Pronto el ruido lejano, pero continuado y fatídico de los cañones confirmó la nueva fatal. En el nutrido tronar de la artillería percibíanse a veces ruidos mayores como truenos prolongados: eran las naves que volaban.
    El combate tuvo lugar del modo siguiente: Puestos los buques alzados en una línea, ya ordenado el zafarrancho y los ingleses en otra, calculó Nelson, que, perdiendo uno ó dos navíos de los suyos, lograría romper nuestra línea y envolvemos en dos círculos de fuego; y así fué. Mandó dos de aquellos al centro, como cernada, los cuales fueron deshechos inmediatamente; pero con esta estratagema consiguió abrir un claro, por donde entraron otros navíos enemigos, saliendo el plan al almirante inglés a las mil maravillas. El combate, sin embargo, fué porfiado, largo y sangriento. En él rayó el valor español á la altura de la epopeya, principalmente en los abordajes, en donde se acuchillaban y desgarraban como fieras. Navío español hubo que rechazó durante horas enteras el fuego y el abordaje de tres navíos ingleses.


    Una división francesa, que estaba á sotavento, no quiso, ó no pudo entrar en combate, por lo que se alejó, dejando á sus hermanos tiñendo con su sangre las olas del mar. El único barco nuestro que iba en ella entró en fuego é hizo heroicidades.


    A nuestro navío Trinidad le acometieron, primero, dos navíos de alto bordo, que destrozó á las primeras descargas; después vióse cercado por tres más, uno de ellos de tres puentes, el Victory, en que arbolaba su insignia el almirante Nelson, quien cayó herido mortalmente por una palanqueta, lanzada del Trinidad o del Redoutable que se hallaba por la proa de aquél.
    El Trinidad quedó desarbolado y acribillado, pues se había batido con cinco, había sufrido seis abordajes, perdiendo casi toda su oficialidad, marinería y tropa, de tal modo, que mi hermano, no siendo más que simple guardia-marina, y con una herida de astilla en la cabeza, había quedado desde el intermedio del combate mandando las dos baterías de babor y estribor del segundo entre- puente. Igual destrozo sufrieron otros navíos, todos los más españoles y franceses, que tomaron parte en la acción, tales como el General, el Príncipe de Asturias, el Leandro, etc.


    Aquel combate fué el más encarnizado que han presenciado los mares. Nadie pensó en conservar la vida sino en arrebatársela a sus adversarios.
    Como si no fueran bastantes las tempestades que habían rugido en los pechos de aquellos fieros guerreros, los elementos se desencadenaron, á lo último, para dispersar y destruir lo que quedaba en medio de aquel líquido campo de desolación. El silbido del viento se confundía con los lamentos de los que, en los buques que flotaban á la ventura, sin marinos que los guiasen, haciendo agua y sin palos, se quejaban. Arrebatados por el temporal los pocos que quedaban hábiles para navegar, se hacían fuego en medio de la oscuridad, tomándose mutuamente por enemigos.


    Muchos arribaron á nuestras costas, otros á las del África y algunos vinieron remolcados á Cádiz, por las embarcaciones que en su busca habían enviado las autoridades de marina cuando se hubo apaciguado el huracán.


    El Trinidad se estaba yendo á pique; tanto, que ya se habían ahogado varios de sus heridos en la bodega y en el entrepuente que tenía debajo de la línea de flotación. La Providencia ó la casualidad hizo que pasase cerca de él una fragata inglesa, la cual, si bien al principio tuvo miedo de acercarse, temiendo una de las mortíferas andanadas que el navío había lanzado en aquel día memorable, perdió su recelo al ver que no sólo no le hacían fuego los de abordo, sino que, con señales, imploraban su auxilio. Entonces, el buque enemigo se acercó más y echó sus lanchas al agua para recoger, como prisionera, á la tripulación superviviente. Salváronse todos los que por no estar heridos ó estarlo levemente, pudieron tirarse desde la cubierta á los botes; los que no pudieron moverse perecieron, pues el Trinidad se fué a pique delante del buque inglés que le había socorrido.
    A Gibraltar fueron conducidos los prisioneros españoles y franceses. De allí vinieron siete navíos ingleses, que estaban de reserva, para recoger los despojos de la victoria, trayendo luego á remolque gran número de buques españoles y franceses que no habían tenido la dicha de ser encontrados por los nuestros.
    Cuando llegaron á Cádiz los poquísimos oficiales y marineros que habían escapado de aquel desastre, súpose que se había perdido el navío en que estaba mi hermano. Júzguese el pesar de la familia. No nos quedaba más que la lejana esperanza de que se hubiese salvado, trasbordándose á otro buque. En esta agonía, no nos quitábamos de los balcones, ni cesábamos de bajar al muelle á reconocer á la multitud de heridos que, como en procesión, eran llevados desde allí al hospital del Rey, unos en hombros, otros en camillas y los demás sostenidos por un padre ó un hermano. Todos lo reconocíamos: ninguno de ellos era el hermano querido, el hermano predilecto por quien lloraba mi padre. En esta angustia estuvimos dos días, largos como siglos, dos días en que duró aquella tristísima procesión de ataúdes y de enfermos, acompañada de los sollozos de millares de madres de familia. La mar no se cansaba de arrojar a las playas muertos desfigurados, muchos de los cuales apenas podían identificarse.


    Todo Cádiz era un cementerio. Los sepultureros no daban abasto á abrir fosas, y era preciso hacer zanjas para enterrar á granel...
    Las campanas de las iglesias no hacían más que doblar á muerto, los sacerdotes no cesaban de hacer honras fúnebres; todas las familias estaban de duelo:
    ni una sola casa vi en que no se llorase la pérdida de alguno de sus miembros.
    Las Cortes de Madrid y París hicieron en Cádiz unas suntuosísimas exequias por el eterno descanso de todos los que perecieron en Trafalgar. El entierro del general Gravina, muerto á los dos ó tres días del combate, fué el acto de esta clase más concurrido é imponente que he visto en mi vida.



    [1]SEVILLA, Rafael: Memorias de un oficial del Ejército español. Madrid, 1916, Págs. 287-293.

    ¡¡Este texto contiene más de un error de bulto!!

  3. #3
    Avatar de Nok
    Nok
    Nok está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    11 dic, 05
    Mensajes
    157
    Post Thanks / Like

    Re: La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)

    Cita Iniciado por DON COSME Ver mensaje
    ¡¡Este texto contiene más de un error de bulto!!
    Muy buenas Don Cosme, ¿a que te refieres exactamente? dinos esos errores para que aprendamos todos de ellos.
    El texto en cuestion es copia fiel del testimonio de un oficial del ejército de la época, que puede consultarse en el archivo histórico nacional, aunque como todas las opiniones personales, como por ejemplo la de este soldado no conforman la realidad de la historia en si, sólo es un fragmento que unido a otros y a documentos de la época logran que el historiador pueda pueda unir el puzle que le llevará a una certidumbre de lo que realmente aconteció.
    Un saludo
    El hombre que sólo tiene en consideración a su generación, ha nacido para unos pocos,
    después de el habrán miles y miles de personas, tenlo en cuenta.
    Si la virtud trae consigo la fama, nuestra reputación sobrevivirá,
    la posteridad juzgará sin malicia y honrará nuestra memoria.

    Lucius Annæus Seneca (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65)

  4. #4
    Avatar de DON COSME
    DON COSME está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    23 sep, 06
    Ubicación
    Canarias
    Mensajes
    2,657
    Post Thanks / Like

    Re: La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)

    Cita Iniciado por Nok Ver mensaje
    Muy buenas Don Cosme, ¿a que te refieres exactamente? dinos esos errores Un saludo

    Hola Nok,
    en primer lugar disculpa si he sido un poco brusco. Tus inserciones suelen ser muy interesantes y las disfruto habitualmente. Ahora más, pues vienes participando más en los últimos tiempos.

    Sé que como comentas el texto es una "crónica" de alguien que vivió en primera persona la situación, por lo que es normal que tenga algunas inexactitudes, pero es que hay algunos detalles que pueden llegar a poner en cuestión la veracidad del conjunto.

    Por ejemplo:

    a.) El Recuento de las Naves:

    Se asegura en el texto que la escuadra inglesa estaba compuesta por 48 o 50 navíos.
    Esto es falso, estaba integrada por 27 navíos. Además contaba con 4 fragatas y con 2 embarcaciones auxiliares.


    Se asegura que la Franco-Española estaba compuesta por 35 o 40 navíos, lo que es más aproximado pero igualmemnte erróneo, pues la integraban:

    33 navíos de línea y 8 embarcaciones auxiliares. (Antes de la "deserción" en pleno combate del cobarde del contralmirante Dumanoir con 4 navíos franceses).


    Por tanto, quizás por desconocimiento o por magnificar el poderío de los ingleses, se hace ver en el texto que estos eran superiores numéricamente, cuando fue más bien al contrario.

    Los ingleses fueron superiores tácticamente (No es posible comparar a Nelson con el incompetente de Villeneuve), técnicamente (mejores bombas de achique, mejores barcos...) y militarmente (mejor adiestramiento - marinos profesionales vs. levas forzosas-, mejores dotaciones de material...),...pero en ningún caso numéricamente.

    b.) La muerte de Gravina:

    Asegura el autor que Gravina murió a los dos o tres días del combate, cuando lo cierto es que murió varios meses después.

    Gravina es ensalzado como un héroe cuando en mi opinión su actuación fue cuando menos, discutible.

    Héroes, de verdad, sí que hubo. Muchos anónimos, algunos reclutados incluso por la fuerza en la comarca de Cádiz, otros de imborrable recuerdo y orgullo de la patria como mi muy admirado D.Cosme Damián de Churruca y Elorza o como el muy admirable D.Dionisio Alcalá Galiano y muchos más.

  5. #5
    Avatar de Nok
    Nok
    Nok está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    11 dic, 05
    Mensajes
    157
    Post Thanks / Like

    Re: La batalla de Trafalgar (Memorias de un oficial del Ejército español)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Cuanta razón tienes amigo mio, comprobados tus datos, son errores de bulto, me imagino que sería su visión del suceso y no la realidad de lo ocurrido.
    Efectivamente son 33 las naves de la escuadra Hispano-Francesa, a descontar los cuatro navios que se retiraron con Dumanoir sin entrar en fuego, una mancha de cobardía de la marina francesa, aunque esta falta de valor no era nada nuevo.
    Cierto lo de Gravina se retiró con algunos navios que después rescataron al Santa Ana y más cierto aún la calidad de D. Cosme y D. Dionisio flor y nata de nuestra marina, ejemplo de valor y sabiduría.
    Gracias por tus correcciones D. Cosme no has sido para nada brusco y era preciso de advertir esos errores..
    El hombre que sólo tiene en consideración a su generación, ha nacido para unos pocos,
    después de el habrán miles y miles de personas, tenlo en cuenta.
    Si la virtud trae consigo la fama, nuestra reputación sobrevivirá,
    la posteridad juzgará sin malicia y honrará nuestra memoria.

    Lucius Annæus Seneca (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65)

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Sobre la Guerra de Secesión Norteamericana
    Por Ordóñez en el foro Hispanoamérica
    Respuestas: 30
    Último mensaje: 31/01/2020, 18:06
  2. Santísima Trinidad, orgullo de la Armada española
    Por Hyeronimus en el foro Historia y Antropología
    Respuestas: 18
    Último mensaje: 21/10/2016, 23:31
  3. Respuestas: 0
    Último mensaje: 20/11/2006, 13:15
  4. La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin
    Por Ordóñez en el foro Tablón de Anuncios
    Respuestas: 3
    Último mensaje: 27/01/2006, 13:51
  5. Juan Francisco Donoso Cortés
    Por Ordóñez en el foro Historiografía y Bibliografía
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 27/12/2005, 18:20

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •