Sabiduría es, según los diccionarios, ciencia o conocimiento sistemático; y verdades que espíritus sutiles y observadores extraen de su experiencia de la vida. Y puede ser teórica y practica. La primera se refiere al conocimiento; la segunda, a la actitud humana frente a la vida. La primera crece por sí misma, como toda ciencia. De la segunda, según Stuart Mill (fragmento sobre "Aforismos"), todos los siglos poseen una dosis casi constante.
Hay varios, compendios de sabiduría. Uno es el Libro de la Sabiduría, de Salomón. Otro las fábulas de Esopo. Y se encuentran en Homero y en los trágicos y oradores griegos. Lo son las Máximas, prudentes y fuertes, que Erasmo, con paciencia y trabajo infinitos, recogió de los escritores antiguos y reunió en su gran infolio de los "Adagios".
Según Schopenhauer: "Los sabios de todos los tiempos han dicho siempre la misma cosa; y los necios, que forman la inmensa mayoría, han hecho las mismas cosas en todo tiempo; justamente lo contrario de lo que han dicho los sabios”; por eso Voltaire nos advierte que dejaremos este mundo tan malo y estúpido como lo encontramos al llegar a él.
Vertemos esta sabiduría en aforismos, máximas, juicios y sentencias. Que es concentrar un mundo de observaciones o pensamientos en una o pocas palabras.
Lo contrario de la disertación o amplificación. No ingeniosidad, sino buen sentido. Ni triviales ni obscuros.
Cicerón los compara a minas de sal. Son oráculos para aprender a vivir y a morir. Desde caseros, como los de Franklin, hasta grandes y altas moralidades de la vida, como la de Goethe y los "Ensayos" de Bacon. Reflejan la vida como es, no como debiera ser.
La médula de esas máximas es el lugar común, como fruto de la experiencia de la humanidad. Expresado en forma original; como si fuese una verdad nueva. Por lo general suprimen un lado de la cuestión y exageran otro. Por eso hay que someterlos a limitaciones y correctivos.
Montaigne se deleitaba con Plutarco más que por sus largos discursos.
El aforismo enuncia una gran verdad. La máxima agrega una regla de conducta. He aquí una: "Es una gran señal de mediocridad ser reservado siempre en el elogio; de Marco Aurelio: "¿Quieres sentir alegría? Piensa en los méritos de quienes viven contigo."
De Pascal: "Toda la desgracia de los hombres proviene de no saber mantenerse, en reposo en una habitación."
La Bruyére: "Todo nuestro mal proviene de no poder estar solos"; que coincide con la de Pascal.
La sabiduría práctica es la sal de la literatura. ¿No es uno de los principales objetivos de la cultura humana conocer a los hombres? ¿Qué ha hecho de las vidas paralelas de Plutarco el pasto de las grandes almas? Su objeto era descifrar al hombre y su naturaleza. Porque cuando analizamos a los demás, nos analizamos a nosotros mismos; y el hombre es tan egoísta que el primer objeto de su pensamiento es su "yo".
El gran maestro entre los antiguos romanos es Tácito; pero su pensamiento moral no es la sabiduría práctica. Horacio es una mina.
Epicteto, Marco Aurelio, encienden la pasión del bien.
Pero la gran fuente es Séneca: Trata los inmortales lugares comunes como humanos; la amistad, la salud, los duelos, la riqueza, la pobreza y la muerte de los maestros de la vida, en sus Paradojas. De todo se encuentra en sus "Ensayos” y cartas: buenos consejos y dulces recuerdos.
No son inmutables; los juicios cambian; pero no cuando llegan tan hondo que penetran en la naturaleza humana, que es invariable. Pero presentan facetas, a veces malas; por ejemplo: las "Máximas" de Rochefoucauld.
En todas las literaturas hay libros de esta especie. En Inglaterra, Shakespeare: Los "Ensayos" de éste, son, en la literatura inglesa, la mayor obra maestra que ha producido allí la sabiduría de la vida, bajo la forma de oráculos, aplicada a las diversas circunstancias de la existencia humana.
También Raleigh en sus "Instrucciones a su hijo" y en la colección de aforismos políticos a que dio el nombre de "Consejo de gabinete"; es la arquitectura de la fortuna, según Bacon.
Carlos V en España escribe a su hijo: "La fortuna tiene algo de la naturaleza de la mujer: cuando la cortejáis demasiado cerca es cuando se mantiene más lejos de vosotros." (Instrucción a su hijo Felipe II).
En Alemania son escasos. Apenas hay otras que las de Goethe y Schiller. Allí parece predominar este pensamiento de alguno de sus escritores: "El aforismo es el arte de embrollar una verdad muy clara envolviéndola en palabras muy obscuras."
Y este otro: "Hay escritores que tienen siempre un pelo en la punta de la pluma; por cortos que sean, aburren."
De él son las siguientes: "El que tiene menos que desea, debe saber que tiene más de lo que merece."
Y esta otra: "Los entusiastas sin talento son la gente verdaderamente peligrosa." De Schopenhauer en sus "Aforismos para la sabiduría de la vida": "La lectura no es más que un sustitutivo insuficiente del pensamiento.
Leer es pensar con el cerebro de otro. Las gentes que han adquirido su saber en los libros son comparables a los que conocen un país por la descripción de los viajeros."
De Goethe: "El talento se forma en el retiro; mas para formar el carácter es necesario la gran corriente del mundo."
Pero en esta materia, la palma corresponde a Francia; a ello contribuye la vida de salón, la conversación con talento, su lengua rica en expresiones para reflejar las ondulaciones y matices del pensamiento.
En el siglo XVII, La Rochefoucauld hace la disección del corazón, humano, en cuyo fondo siempre encuentra un residuo: el egoísmo. Por eso escribe: "Todos tenemos bastantes fuerzas para soportar los males de otro." Se asoma a los repliegues del pensamiento y del corazón, en cuya disección nuestra mano tiembla. Sus "Máximas" son un libro malo; empaña el alma y degrada el corazón. "Nunca —dice— es uno tan feliz ni tan desgraciado como se imagina." "No hay necios tan incómodos como los que tienen genio."
Pascal es misántropo. "Pocas amistades subsistirían si cada cual supiera lo que su amigo dice de él cuando está ausente." Llama al hombre "imbécil gusano, de la tierra".
De Chanfort son éstas: "Para vivir entre hombres es preciso que el corazón se rompa o se convierta en bronce." "¡El público!, ¡el público! ¿Cuántos necios se necesitan para formar un público?" "¿Qué es celebridad? La ventaja de ser conocido de aquellos a quienes no conocemos."
La nota común a estos pensadores, colindantes con el espíritu español, es su pesimismo respecto de la naturaleza humana.
Helvetio escribió: "Para amar a la humanidad no se debe esperar demasiado de ella."
Y Fenelón: "Yo pido poco a la mayor parte de los hombres: me esfuerzo en darles mucho y no esperar nada en cambio; y me va muy bien en el trato."
La Bruyére, el más grande pintor de caracteres, vibra el mismo diapasón, aunque los aforismos no son parte importante de su obra. De él son éstos: "Los puestos eminentes hacen a los grandes hombres más grandes y a los pequeños más pequeños." "El adulador no tiene bastante buena opinión de sí mismo ni de aquéllos a quienes adula."
Los más atractivos de estos concentradores de experiencia, al menos los que más merecen nuestras simpatías, son los que han sentido fe en la humanidad y esperanza en su destino.
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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