Os dejo este artículo de opinión aparecido en un diario de tirada catalana (omito el nombre), por si quereís apuntar alguna cosa o aportar algo.



ARDE FRANCIA

David Parada (Barcelona). París, noviembre de 2005. Sin avisar la revuelta ha llegado por sorpresa, ningún sociólogo, ningún barómetro de tensión social lo ha predecido y mucho menos aquellos intelectuales de inspiración hegeliana que son los principales valedores del discurso multicultural en Francia. Estos días guardan silencio, como ocurría en mayo de 1968, sus preguntas son contradictorias; ¿Es algo de izquierdas esta rebelión?, ¿Es producto del sistema capitalista y su sociedad del bienestar?, ¿Son asimilables a los movimientos antiglobalización y alter mundistas?.

Ellos saben que no puede justificarse, pero reconocer los errores sería admitir muchas culpas, demasiadas responsabilidades tanto en políticas de integración como de fracaso policial. De todos modos no hace falta ser muy inteligente para entender cuál es la naturaleza del problema, la inmigración.

La incapacidad de Francia frente a los que queman coches, autobuses, edificios, es la misa incapacidad que Luis XVI demostró cuando anotó en sus diarios <<riene>> (nada) el mismo día en que las turbas asaltaban la bastilla. Una inconsciencia insultante sobre lo que pasaba más allá de los salones de la corte, y que hoy puede traducirse a otras instancias del poder.

De todas formas no es de extrañar que el resto de gobiernos de la Unión Europa prefiera mirar hacia otro lado, como si el problema no fuera con ellos, mientras en la periferia de las grandes ciudades europeas se levantan barrios con el mismo caldo de cultivo que los suburbios parisinos, dónde la mayoría de los jóvenes detenidos provienen de la tercera generación de inmigrantes. En ellos también se empieza a mostrar la incapacidad para frenar una pandemia de ira y nihilismo que ya se ha extendido también a Alemania, Holanda, y sobretodo Bélgica concretamente en el barrio de la estación ferroviaria de Midi - donde hasta mediada de la década de los ochenta eran mayoría los inmigrantes españoles y portugueses-, que hoy cuenta con abundante población magrebí. Dónde la violencia del desarraigo y las erradas políticas de inmigración e integración han sido puestas en tela de juicio desde hace años por pensadores como Alain de Benoist o Guillem Faye que en su libro «La colonisation de l'europe», anunciaba el inicio de la que él denomina guerra étnica, ofreciendo datos premonitorios de lo que hoy está sucediendo.

Pero la Europa hija de la filosofía Griega, el derecho romano y la tradición cristiana se ve hoy indefensa y desprotegida por una posmodernidad que ha ejercido una política multicultural y de minorías que solo genera frustración, desarraigo, hacinamiento y exclusión social. Por todo ello en España se impone una reflexión pormenorizada sobre diversos aspectos; seguir tragando con las políticas multiculturalistas significará recoger a ciencia cierta el mismo resultado que Francia, y más sabiendo que en tres años España ha asimilado la misma cuota migratoria que Francia en quince. Urge controlar la inmigración, porque ello repercutirá en una mejor convivencia y seguridad ciudadana.