Son declaraciones generales de buenas intenciones que siempre ha hecho la Iglesia y que en el fondo no significan gran cosa sin contexto. Sí, hay que tratar bien a los inmigrantes y no es bueno que las personas ni los países se cierren en sí mismos; pero eso no quiere decir que los estados renuncien a su facultad de establecer fronteras y regular los flujos migratorios de acuerdo con el bien común.