DIONISIO DE HALICARNASO O LA GRATITUD DEL EXTRANJERO



Busto de Heródoto

LAS MIGRACIONES DE LA ANTIGÜEDAD


Empezada la lectura de "Historia antigua de Roma", de Dionisio de Halicarnaso. Desde las primeras páginas se percibe aquí lo que podemos denominar como "pathos herodotiano". Dionisio es de la estirpe de historiadores de Heródoto. Sin saber nada de la biografía de Dionisio de Halicarnaso es algo que, además de constar en el genitivo, salta a la vista desde las primeras páginas de esta monumental Historia. Hay, pues, una afinidad que los aprojima pese a la distancia temporal que media entre uno y el otro. De Heródoto guardo un recuerdo personal muy grato, merced a las horas felices que me deparó la lectura de sus nueve libros que forman su magna "Historia" en aquellos lejanos años de mi formación universitaria.

Años universitarios: habrá que desarrollar una retrospectiva de esos años cruciales. En otro momento será: francachelas, amoríos, obsesiones, vivencias y lecturas, sobre todo lecturas, que poco o nada tenían que ver con la carrera universitaria que cursaba. Todo eso parece haber quedado atrás, pero podrían servir de algo más que para cebar la melancolía de los domingos, cuando el sol va de caída.

Pero volviendo a Dionisio. Halicarnaso estaba de capa caída cuando parieron a Dionisio. El esplendor de su ciudad natal había pasado. Lo más significativo del pasado de Halicarnaso habían sido los años de gobierno del sátrapa Mausolo. Cuando Mausolo murió, su esposa erigió el Mausoleo en mármol blanco, considerado como una de las siete maravillas de la Antigüedad. Pero Dionisio nace (aprox. año 60 a. C.) cuando todo eso se ha desvanecido. Así que, buscando mejor vida, Dionisio marcha a la Ciudad Eterna. Allí, al parecer ejercerá como profesor de retórica y compondrá su obra.

Dionisio se sabe un extranjero en Roma. Nada más empezar su libro declara sus propósitos. Dionisio se propone obtener que "los actuales y futuros descendientes de aquellos varones semejantes a dioses no elegirán la vida más placentera y fácil, sino la más noble y ambiciosa, pensando que quienes por su nacimiento han heredado un ilustre linaje, deben tener un alto concepto de sí mismos y no dedicarse a nada indigno de sus ancestros". Otro de los propósitos que le mueven a escribir esta "Historia antigua de Roma" es -piensa el extranjero- que "...habré compensado a la ciudad con un acto de agradecimiento en la medida de mis posibilidades, como recuerdo de la educación y de los demás bienes que disfruté mientras en ella viví". Esta confesión honra a su autor. La gratitud es el impulso más noble del ser humano. ¿Nos podemos imaginar a un extranjero de nuestros días, volcado en escribir la Historia de España, con las miras de educar a las generaciones actuales y porvenideras? ¿Nos imaginamos a un extranjero que, agradecido por todo lo que ha recibido del país que lo ha acogido, escriba una obra en honor de ese país? Para imaginar esas cosas tendríamos que ir a la Antigüedad, a esa matriz de hombres y mujeres enterizos y biennacidos, que es nota de agradecidos. En nuestros tiempos, esas cosas no las podemos esperar ni de los autóctonos.

En las primeras páginas, Dionisio ofrece una explicación del fenómeno de la inmigración que, ríanse ustedes de las pamplinas sociologiqueras con las que nos quieren persuadir de lo conveniente que es nuestra desaparición. Dionisio nos describe la historia de la península itálica como una lucha de pueblos que luchan por el espacio vital. Los aborígenes expulsan a los umbros y combaten a los sículos: "...se trataba de un grupo sagrado de jovenes que habían salido fuera, unos pocos hombres enviados por sus padres a buscarse un medio de vida, cumpliendo con una antigua costumbre que yo sé que siguen muchos bárbaros y griegos".

Y nos sigue diciendo:

"Cuando las ciudades experimentaban un crecimiento de población tal que los productos de sus tierras ya no eran suficientes para todos, o el campo, dañado por los cambios del tiempo, producía menos frutos de lo habitual, o cuando algún otro suceso semejante, mejor o peor, se adueñaba de las ciudades imponiéndoles la necesidad de disminuir la población, seguramente consagraban a algún dios a todos los hombres de una misma generación y, equipándolos con armas, los enviaban fuera de su territorio."

"Y los que marchaban, pensando que en el futuro ya no tendrían parte en la tierra paterna, sino que debían adquirir otra, consideraban como patria el territorio que los acogía por un tratado de amistad o porque fuera vencido en la guerra".

Leyéndolo podía imaginar la despedida de varones jóvenes de otros continentes que se lanzan con lo puesto, en una patera o cayuco, a la conquista de Europa: "...equipándolos con armas, los enviaban fuera de su territorio". Esas bandadas no necesitan venir con armas. Sus armas son las leyes pervertidas que fabrican los enemigos de nuestra civilización, que no son esos "bárbaros", sino los entrajeados y encorbatados políticos y demás figurines político-rectales, desde las socialdemocracia hasta el centro reformista. Nuestras ciudades se denigran; y en más de una acepción podemos decir esto. Mientras tanto, "pan y circo"; mucho deporte y mucho sexo, que no decaiga la fiesta, así seremos exterminados sin que nos enteremos.

Y como siempre ha sido, nuestra tradición será nuestra salvación.

¿Lo quiere alguien más claro? ¿Falta algo más por decir? Fin de toda ensoñación multicultural. Fin de todo delirio cosmopolita. Fin de toda apología aberrante de la inmigración. Si les quedara vergüenza, lo cual es mucho suponer, todo partido político que consiente y alienta las corrientes inmigratorias tendría que sentirse abochornado por estar poniendo en trance de desaparición a nuestra gente, a nuestra cultura; están exponiéndonos a una pérdida irreversible. Tendrían que pedir perdón y tampoco estaría mal que se suicidaran como organización política. Es increíble que tengamos tanta paciencia, tanto aguante como para no haber reaccionado a estas alturas. En las televisiones se nos presentan noticias "halagüeñas": la natalidad asciende en España... ¿Qué natalidad? La española no será. ¿Que aumenta la natalidad de extranjeros? Pues, eso solo puede ser celebrado por los extranjeros. Está visto: este tipo de noticias solo puede complacer la mórbida satisfacción de los cretinos y hacer sonreír a aquellos extranjeros que se han propuesto, a la chita callando, conquistar nuestro país.



Cuando leía estos renglones de Dionisio de Halicarnaso supe que sus libros me reportarán horas de inspiración. Mientras que leía las primeras páginas iba creciendo en mí un afán por exprimir al máximo las enseñanzas de este clásico. Y es que, como dijo aquel sevillano, "clásico es lo que no se puede hacer mejor". El deficitario conocimiento de los clásicos nos condena a vivir sin referencias y, lo que tal vez sea peor, extinguirnos sin consciencia.

Es urgente que aquellos grupúsculos con aspiraciones políticas que contemplan una defensa de la identidad hispánica dejen sus diferencias a un lado, replanteen sus campañas y conjuntamente ofrezcan resistencia a este desaguisado que, o terminamos con él o terminará con nosotros. Y si hay algún extranjero digno de quedarse entre nosotros, que escriba nuestra Historia con el propósito de mostrar a las generaciones actuales y venideras la grandeza de nuestros antepasados, para agradecernos todo cuanto recibió de nosotros.

Como Dionisio de Halicarnaso en Roma.


Publicado por Maestro Gelimer

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