Astrónomo, geógrafo, antropólogo, médico, numismático y lingüista nacido el 3 de Enero de 1810 y muerto el 20 de Marzo de 1897.
Pasó su niñez en Dublín. Allí nació y creció, y de allí era su madre (Elizabeth Thompson), en tanto que su padre (Michel-Arnauld d'Abbadie Lacroix) era natural de Ürrüstoi (Sola). Cuando Antoine contaba diez años de edad la familia d'Abbadie se trasladó a Tolosa de Languedoc (donde éste realizaría estudios jurídicos, literarios y científicos), aunque acudía de vez en cuando también a Ürrüstoi. Vivió su juventud entre París y Audaux y su pasión por el estudio de los eclipses le llevó a recorrer gran parte del mundo (como Brasil o Jerusalén). En esta época, concibió el proyecto de explorar África.
Su estancia en Etiopía acompañado de su hermano menor Arnault en pos de todo tipo de saber duró una docena de años, logrando resultados científicos de gran valor. Algunos autores sospechan que el auténtico motivo de su búsqueda era encontrar restos de la civilización lemur, cuyos orígenes han sido situados en esa región por algunos estudiosos de la tradición esotérica. D'Abbadie fue además un ferviente católico, y durante sus exploraciones por Etiopía hizo todo esfuerzo posible por establecer allí la fe católica. Fue gracias a su sugerencia y a la de su hermano que Gregorio XVI envió misioneros para llevar a cabo ese trabajo. D'Abbadie también dedicó gran parte de sus esfuerzos a localizar las fuentes del Nilo, e incluso creyó haberlo logrado, a pesar de que poco después de su muerte se supiera que estaba equivocado. A su regreso, se instaló en Labort. Afincado en Urruña, hizo construir a orillas del mar el fascinante y misterioso castillo Abbadia (síntesis de todos los conocimientos adquiridos a lo largo de su intensa vida), en el término de Hendaya.
En 1850, él y su hermano fueron distinguidos con la Medalla de Oro de la Sociedad Geográfica Francesa. Meses más tarde, ambos recibían también la Cruz de Caballeros de la Legión de Honor. A finales del siglo XIX, d'Abbadie era considerado, junto al duque de Aumales, como uno de los más espléndidos benefactores que tuvo el Consejo de Estado francés. En 1881 acudió a un congreso de geógrafos en Venecia, donde pronunció una conferencia titulada Credo de un viajero, donde aconsejaba a los aventureros que llevasen un bastón en lugar de un arma y sólo una antorcha para espantar a las fieras, que aprendieran las lenguas nativas, que no usaran ropa occidental y, sobre todo, que viajaran sin prisa. Pero además de su faceta como aventurero incansable, que le llevó a recorrer el planeta en busca de la sabiduría custodiada por culturas lejanas, acercándose a las pirámides que horadaban los cielos del desierto, d'Abbadie, vasco universal, reparó también en la no menos sorprendente sabiduría encerrada en su propia lengua, el euskara, y su cultura.
Apasionado mecenas de la cultura vasca, en 1853 fue el organizador de las primeras Fiestas Éuscaras (Euskal Jaiak) en Urruña. Elegido miembro de la Academia de las Ciencias de París en 1867, de la que era corresponsal desde 1852, fue proclamado presidente de la misma en 1882. Publicó en la Revue des Questions Scientifiques, órgano de la sociedad, un trabajo sobre la abolición de la esclavitud africana. A los 39 años contrajo matrimonio con Virginie Vincent de Saint Bonnet, perteneciente a una familia de la nobleza francesa, aunque murió sin hijos. Junto a ella llevó una existencia erudita, repartida entre sus expediciones científicas, la publicación de sus trabajos, las observaciones astronómicas y su pasión por la lengua y la cultura vascas. También fue alcalde de Hendaya. Está enterrado junto a su esposa en la capilla del castillo, que fue donado por él a la Academia para llevar a cabo sus investigaciones. Su testamento además establecía que se levantara un observatorio en Abbadia, en el que se debería elaborar un catálogo de 500.000 estrellas, trabajo que tenía que ser confiado a los religiosos y estar completado antes de 1950.
Jean Haritchelar, presidente de Euskaltzaindía -Academia de la Lengua Vasca- se refiere a él como "explorador en vez de geógrafo, etnólogo y lingüista, el euskaltzale creador de los Juegos Florales vascos, mecenas de las letras, y de las tradiciones de esa región, la pelota particularmente". Sin embargo, su vida encierra aspectos que sus biógrafos no han alcanzado a ver. Como su habitual presencia en los círculos esotéricos del París de la época. Al igual que los constructores del Medievo, dejó una herencia de piedras cargadas de susurros y fragmentos de Historia, que hoy siguen fascinando a los numerosos visitantes de ese templo de la sabiduría que es el castillo Abbadia.
Sus escritos principales son: "Catalogue raisonné de manuscrits éthiopiens" (1859), "Résumé Géodésique des positions déterminées en Ethiopie" (1859), "Géodésie d'Ethiopie ou Triangulation d'une patrie de la haute Ethiopie" (4 vols., 1860-73), "Observations relatives à la physique du globe, faites au Brésil et en Ethiopie" (1873) y "Dictionnaire de la langue Amariñña".
Fondation Antoine d'Abbadie: http://www.academie-sciences.fr/Abbadia.htm
Más información (en euskara): http://www.euskonews.com/0016zbk/gaia1603eu.html
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