FAUNA DE ESCRITORZUELOS Y OTRAS MUJERES PÚBLICAS



EXECRACIÓN CONTRA LA INFRALITERATURA PROGRESISTA: SUS "AUTORES" Y FAUTORES

Podemos dar por felices aquéllos tiempos de antaño, cuando todavía se hacía cierto el dicho de Plinio el Viejo que, al decir de su sobrino, sostenía: "...no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena". Pero, para elevar el mentís contra ella, vinieron en estos tiempos -podemos pensar- los que la refutan haciendo libros que no valen ni la tinta ni el papel en que consisten. Es una plaga la que prolifera, una peste de escritorzuelos con no pocas escribidoras, todos a sueldo de sus amos ideológicos, profanando la Lengua, corrompiéndola y devastando, poniéndola al servicio de la secta y la letrina.

Díganme a mí para maldita la cosa que sirve un libro, pongamos por caso de Maruja Torres o del hermano de la inculta ex-ministra de Cultura (la Calvo Poyato). Pues, no quiero acordarme (pues me duele la deforestación de la selva amazónica), de esos que llaman novelas, de esas que cunden, bajo el membrete de "novelas históricas".

Y qué les diré de esas colectáneas de opiniones, que al día siguiente hieden como la cadaverina de un perro muerto, tanto se echaron a perder al raso del cielo: antologías de tontorruneces, novenarios del beaterío demócrata al "día de la tolerancia", el "día de la mujer con almorranas", o el "día del calzonazos", o el "día del cornudo consentido"... Todas ellas agrupaditas en su respectivo centón foliado, firmadas por un periodista que, sonriente o con cara de pozo pestífero (por lo profundo y existencialista), nos mira desde su portada... Con esa jeta de sinvergüenza que copió en el último examen de carrera. Y puede que ese desgraciado esté, sistemáticamente a favor o en contra del PSOEz, que me es lo mismo: leerlos es una pérdida de tiempo. Perdularios periodistas que, en vez de consagrarse a la verdad, hicieron del noble oficio del periodismo un prostibulario; donde, por no saber, no se sabe ni poner tildes ni tildar... Pero eso sí, en los menesteres que verdaderamente les justifican la nómina, ya digo: son más duchos que las felatrices.

Periodistas anfibios que, los muy batracios, quieren ser admirados en el quiosco y en las librerías. Estas luciérnagas así brillan como la bombilla, hasta que se quema el enchufe. Y no faltan, faltaría más, las "plumas", nunca mejor dicho, que propalan la misma mariconez que les tiene el ojete hecho una calamidad, se pongan como se quieran poner, creyéndose respetables por apoyarse en un bastón.

Escribidoras fémino-socialistas expeliendo, hasta por las orejas y los poros, la ponzoña de su resentimiento de adefesios; la patulea de resentidas, cuya similitud con el sapo venenoso no la puede remediar ni la cirugía estética, alborota erigiéndose en portavoz de la mujer, cuando ni los yonquis las querrían por abogadas.

Y luego está ese, el especialista en "memoria histórica": un propagandista del Régimen que ejerce con las ínfulas de historiador y la imaginación de Steven Spielberg haciendo "películas de ciencia ficción". Este, dentro de la horda de escritorzuelos, es el escribiente... Y no dudamos que escriba de la Sinagoga, al servicio de esos fariseos que, con un padre o un abuelo franquista en el cajón, se dan golpes en el pecho y profesan de demócratas de toda la vida.

Incultos contumaces y verborreicos, investidos de una efímera aura que les dura lo estipulado en contrato. Políticos fracasados o jueces engreídos, onanistas de la literatura y pervertidos varios, famosetes de fin de semana... Todos quieren escribir sus memorias, como si nos importara a los demás lo que hayan vivido o dejado de vivir.

Plinio el Viejo: "Dicere etiam solebat nullum esse librum tam malum, ut non aliqua parte prodesset"... En efecto, admitamos con él que no hay libro por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena, la sentencia no ha dejado de ser cierta: siempre que tengamos en cuenta que no todo lo que tiene su aspecto, es propiamente un libro. No son libros los montones de tochos de folios que, apilados en las librerías, no sirven ni para papel higiénico. Ni lo pueden ser. Y no se nos olvide tampoco que, en no pocos casos, esas heces condensadas en papel (que mienten sobre el sexo, mienten sobre la guerra civil, mienten sobre la actualidad caducada...) se pagan con el erario -con tus impuestos, lector, y con los míos. Con nuestro dinero se pagan y propagan las ideas fémino-socialistas o las patrañas del guerracivilismo.

Hay cosas con forma de "libros" que son venenosas por su "mala idea", sus malísimas ideas y sus peores artes. Más mortíferos que páginas untadas con arsénico.

Y su mejor destino, no nos engañemos, es el reciclaje.

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS