EL GOBIERNO DE GURDULÚ
LA HEGEMONÍA DE GURDULÚ: SOBRE "EL CABALLERO INEXISTENTE" DE ITALO CALVINO
Leyendo "El caballero inexistente" de Italo Calvino. La novela del caballero que no es más que su exoesqueleto: y bajo su armadura, incluso moviéndose y hablando, resulta que no existe. Pero el caballero inexistente tiene un nombre: Agilulfo. Y Agilulfo no existe, efectivamente, pues todos y cada uno de nosotros tenemos algo de Agilulfo -al menos, yo me he sentido Agilulfo, cuando Agilulfo "dio unos pasos para mezclarse con uno de estos corrillos, luego sin ningún motivo pasó a otro, pero no se abrió paso y nadie se fijó en él. Permaneció un poco indeciso detrás de éste o aquél, sin participar en sus diálogos, y luego se apartó".
Y me he sentido retratado en Agilulfo, echando la vista atrás, cuando mozo que pasaba largas noches de insomnio, pude decirme a mí mismo: "Yo me encontraría perdido si me adormeciera aunque sólo fuera un instante, mejor dicho, ya no volvería a encontrarme por nada, me perdería para siempre. Por eso paso muy despierto cada instante del día y de la noche".
También me siento Agilulfo, cuando en el mundo del trabajo he hecho cosas parecidas a las que hacía Agilulfo en el ejército carolingio: "A la más pequeña falta en el servicio a Agilulfo le cogía la manía de revisarlo todo, de hallar otros errores y negligencias en el proceder ajeno, el sufrimiento agudo por lo que está mal hecho, fuera de lugar... Pero al no ser de su incumbencia efectuar una inspección como ésa a aquellas horas, también su conducta podría considerársela fuera de lugar, incluso indisciplinada". Pues el Agilulfo que llevo dentro tiene un excesivo celo por la perfección.
Y a la vez, también los Agilulfos que en el mundo hemos sido, decimos con él: "Me atengo estrictamente a las disposiciones. Hazlo tú también así y no te equivocarás". Ahora bien, a la luz de cómo me ha ido la vida, atenerme estrictamente a las disposiciones ha traído consigo una cadena de equivocaciones. Y cuando lo he hecho, no he visto mayor recompensa que ver que los otros, aquellos que no se atenían a las disposiciones estrictramente han medrado más que yo, la verdad sea dicha sin quemazón. Por lo tanto, no se me ocurriría recomendar a nadie a quien aprecie que "Se atenga estrictamente a las disposiciones". En todo caso, se lo diría a quien quiero ver que no progrese en la vida.
La actitud de Agilulfo -el caballero que solo era su armadura- es la de un auténtico ordenancista. Por eso será que los Agilulfos, en un mundo de payasos, no existimos y nuestra presencia es una ausencia que brilla. En el mundo, amigo, los que cuentan chistes -por malos chistes que sean- trepan a lo alto. En el mundo, amigo, los que hacen que hacen -sin que falte el alarde- son los que se encaraman a lo alto. Y los Agilulfos, perdemos el tiempo para, eso sí, ganar la eternidad. No existe, a día de hoy, ni una sola institución que albergue Agilulfos recompensados. Pero sin esos Agilulfos, ni una institución puede existir, y si existiera alguna que prescindiera de sus Agilulfos, se vendría abajo cayéndose como un castillo de naipes.
Otro personaje de la novela de Italo Calvino es Gurdulú. A Gurdulú se lo encuentran las huestes de Carlomagno, haciendo el pato. Sí. Así mismo: un hombre imitando a un pato entre patos: "En medio de aquellos patos había un hombre, pero no se entendía qué diablos estaba haciendo: caminaba acuclillado, con las manos detrás, a la espalda, alzando los pies de plano igual que una palmípeda, con el cuello tieso, y diciendo: -Cuá... cuá... cuá...". Poco después, tras frustar su vuelo y acuatizaje, Gurdulú que cae cerca de una rana, se pone a imitar el "Croac, croac" del anfibio. Así Gurdulú imita todo lo que ve. Se le llama Gurdulú pero, debido a su proteico ser, recibe -según y cuándo- los nombres de Homobó, Martinzul, Gurdurú, Gudi-Ussuf o Ben-Va-Ussuf entre la morisma, o Martinbón, Homobón, Homobestia, Bertinzul o Pestanzul... Feo del Valle, Perico Pachucho o Juan Lanas.
Sin dejar de tener presente que estamos ante modelos exagerados de actitudes humanas, hiperbólicos entes de ficción, no deja de ser interesante advertir que hay más Gurdulúes de lo que pensamos. He conocido a muchos Gurdulúes que se mimetizan casi a la perfección (y digo "casi" pues les dura poco lo que imitan, incluso cuando se lo creen). Entre las mujeres hay mucho Gurdulú, aunque no es exclusivamente propio del bello sexo. Los Gurdulúes masculinos son mucho más patéticos y la Historia los ha llamado "traidores" (Borges, el gran Jorge Luis Borges, ha escrito mucho de lo que pensó sobre ellos). Sin que nos duelan prendas a los "Agilulfos", hemos de reconocer que Gurdulú tiene una amplia acogida en todas las instituciones del universo mundo. Se le ha visto -a Gurdulú- haciendo carrera política en la calle Génova... Parecía el mismo Mariano Rajoy. Pero a la misma vez y, lo que es un asombroso misterio, a la misma hora Gurdulú se granjeaba la confianza en la calle Ferraz.
Al final, no lo dude usted, Gurdulú nos gobernará. Gurdulú nos gobierna actualmente.
NOTAS DEL LIBRO:
Título: "El caballero inexistente"
Autor: Italo Calvino.
Prólogo de Esther Benítez y traducción de Francesc Miravitlles.
Editorial: Bruguera,
Barcelona,
Año 1983.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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