Ufano de su talle y su persona,
con la altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas quizá, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona;


cuida más que su hacienda su tizona,
sueña empresas que olvida en un instante,
reza con devoción, peca bastante,
y en lugar de callarlo, lo pregona;


intentó por su dama una quimera
y le mataron sin soltar la espada;
sólo quiso, al morir, que se le hiciera,


si algo quedó en su bolsa malgastada,
una tumba de rey, donde dijera:
“Nació para ser mucho…y no fue nada”.


José María Pemán, De la vida sencilla. Madrid, 1923.