«Entre Cervantes y Lope hubo más bronca y mal rollo que en "Sálvame de Luxe"»

Manuel de la Fuente







El profesor Luis Gómez Canseco es el responsable de la edición del «Quijote» de Avellaneda que ha publicado la Real Academia


ABC
El Fénix de los Ingenios, Lope de Vega





Corren nuevos tiempos, aunque no dejen de ser clásicos en la Real Academia. Los trajes están más holgados, los académicos se le antojan a uno menos tensos y en la RAE no sólo se aprende, sino que últimamente se ríe con ganas. Como este miércoles, cuando se presentaron los tres libros que inaugura los Anejos de la Biblioteca Clásica de la institución, financiados por la Fundación Aquae. Los libros, tres joyas, son el Quijote de Avellaneda, Diálogo sobre la vida feliz y Epístola exhortatoria a las letras, de Juan de Lucena, escritor judeoconverso, del siglo XV, y la Historia de los indios de la Nueva España, que fray Toribio de Benavente, que fuera primer etnógrafo del mundo azteca, comenzó a escribir hacia 1536.


El Qujote de Avellaneda es un caso curioso de nuestra literatura
. Sin ser un libro excelente (aunque se lee mejor que bien) sí es un llibro excepcional pues sin que hubiera existido, Cervantes no se «sentido picado» y no se habría puesto a escribir la segunda parte de su obra magna. El profesor Luis Gómez Canseco, responsable de su edición en estos Anexos, cree que don Miguel, con 67 años, uno antes de morir, en 1616, se sintió entonces «libre de ataduras para redactar su segunda parte, más transgresora y libre, y alcanzó una altura como narrador que hasta ese momento nadie había logrado».


Sigue sin saberse exactamente quién fue Alonso Fernández de Avellaneda
, pero sin duda la sombra de Lope de Vega no está muy lejos. Se sabe que se odiaban (en 1604 Cervantes le pidió al Fénix un prólogo para su Manco, y el sacerdote de los best-seller del Siglo de Oro -«cuánta dama hermosa entra en casa de un cura» solía espetarle el de Lepanto- se negó. El encono («seguirían odiándose, meando uno en la tumba del otro», dice Gómez Canseco) sería en la actualidad más grande aún si cabe, que la calle de Lope de Vega es donde está enterrado Cervantes, y la calle de Cervantes es onde está y estuvo la casa de Lope. «La envidia de Cervantes es normal, la gente tenía retratos de Lope en sus casas, era el Cristiano Ronaldo de su época». Para Avellaneda, recuerda Canseco era un «manco, bravucón, pobre, falto de amigos y envidioso». Más adelante, el profesor subrayó varias razones para leer este mal libro bueno, «que ni siquiera los cervantistas han hecho»: «Por mero cotilleo, en torno a esta obra hay algo así como un patio de vecinos para saber quién fue ese individuo que vertió tantísima mala baba contra Cervantes. Ni siquiera en Sálvame DeLuxe hay tanta bronca, tan retorcida y tan malvada como alrededor de Avellaneda y de Cervantes. A través del libro, además, podemos saber cómo fue Avellaneda, un hombre de letras, amante del teatro, un pelota de Lope de Vega y un hombre muy integrado en el orden social y político de la Monarquía Hispánica». Finalmente, Luis Gómez Canseco señaló que «Avellaneda tenía mala baba, pero no era un idiota, era un enemigo digno de Cervantes y su libro está bien escrito. Todavía hoy uno se ríe al leerlo».


Por su parte, Francisco Rico: una de los cervantistas más prestigiosos del mundo y miembro de la RAE, director de su Biblioteca Clásica (BCRAE),financiada por la Obra Social de «la Caixa», «el Quijote apócrifo es el héroe y el villano de los Anejos, porque todo lo bueno se lo debe a Cervantes y lo malo también».

Los Anejos no se pondrán a la venta, sino que se distribuirán gratis «bajo petición» entre centros especializados de todo el mundo. «Creemos que es un sistema valiente de afrontar la realidad: cada día se compran menos libros, y tampoco se leen, incluso por parte de los estudiosos», apuntó Rico, antes de subrayar que en los Anejos se editarán obras que no tienen cabida en la BCRAE, cuyas ventas «van razonablemente bien». Incluso muy bien: de «La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España», de Bernal Díaz del Castillo se han vendio 8.000 ejemplares. Muy bien si se tiene en cuenta que la obra tiene casi 1.600 páginas y cuesta treinta euros.




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