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Tema: Crítica a Arturo Pérez Reverte

  1. #1
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    Crítica a Arturo Pérez Reverte



    Arturo Pérez Reverte, miembro de la Real Academia Española y uno de los escritores españoles más
    exitosos, es probablemente el escritor de novelas de ficción histórica más exitosos de la España actual.

    Asimismo, con sus más de 352.000 "me gusta" en Facebook y sus más de 1.350.000 seguidores en Twitter es, seguramente, el escritor español con más influencia.

    Sin embargo, ser buen escritor y ser popular no implica necesariamente ser fiable o decir la verdad histórica. Es esa la razón de este hilo: realizar una crítica que, debido tanto a su influencia como a sus fuertes polémicas no se reducirá al punto de vista histórico o literario.

    Las consecuencias de su trabajo

    Las novelas de El Capitán Alatriste ha ayudado al público joven español a conocer esta etapa de nuestra historia y a interesarse en los tercios españoles. Esto se debe al uso de un lenguaje cercano al público en general. Además, ayuda a su sonoro título y a su prometedor inicio.

    Otra materia de gran atención la forma la que se escriben los hechos en el tiempo y animam a los lectores a buscar información sobre ellos.

    Sin embargo, ésto tiene una gran desventaja: los errores históricos del autor se convierten en prejuicios colectivos, como los relativos a la Inquisición y a la relación de los tercios con los holandeses con los que se alojaban.
    Crítica histórica

    Reverte tiene demasiados prejuicios: para empezar que la Inquisición española quemaba fácilmente a inocentes, cuando siempre era la Inquisición que menos mataba de Europa -Revolución Francesa incluida-, además de ser muy popular. Estos hechos no aparecen reflejadados en las novelas.

    Reverte ha dado a los Tercios fama de violadores y ladrones gracias a el sol de Breda, afirmando de un holandés -no tengo las citas exactas, sino pongo lo que recuerdo- al menos conservaba la hacienda, algo que no pasaba en todas las casas donde se alojaban los españoles y de su esposa -que se había acostado con Alatriste- al menos lo hacía con uno y de buen grado, y no con varios y con la fuerza, del misma modo que había afirmado que los soldados cometían multitud de atropellos contra los moriscos durante se expulsión.

    Crítica histórico-narrativa

    Como escritor de novelas de ficción histórica, si algo le falta a Reverte es ética profesional: en los personajes históricos -a parte de lo mencionado arriba- se toma demasiadas licencias: pone como personajes secundarios habituales a personajes históricos, lo que es casi un insulto para éstos y para los que, como un servidor, aspiramos a ser algo más que "amateurs" de la Historia; en Un día de cólera, Reverte pone en boca en uno de los principales héroes del Dos de Mayo, -si no recuerdo mal- Velarde, una frase inconfundiblemente del autor: el hecho de que (el personaje) podría luchar por una España mejor -algo que en un militar de aquella época no quedaría mal visto, puesto que implicaría una crítica contra el Rey al que ha jurado lealtad.

    El criterio de Reverte también lo podemos ver cuando a éste mismo personaje, a la pregunta de si llegaría refuerzos, sabiendo que no y para tranquilizar a su subordinado, responde como que hay Dios, clara referencia al ateísmo del autor, que es provocada en el autor por su conocimiento del resultado del enfrentamiento.


    Si observamos las novelas de Reverte, podremos observar que no dice ninguna maravilla de los sacerdotes o capellanes que aparecen: en cabo Trafalgar, el capellán de a bordo de el Bahama es un borracho y en Corsarios de Levante, el capellán del tercio afirma alegrarse de que de entre todas las almas que habían llevado al infierno, habían salvado una -refiriéndose a un niño que, además, murió-, siendo evidente la sensación que esto le produce al lector normal.

    Tras haber visto esto, vemos cuál es la colosal diferencia entre el magno Galdós -como ya mostré en El secreto literario de Benito Pérez Galdós-: mientras que en la obra de Galdós el narrador es un personaje dentro de una realidad en la que el autor actúa como "juntaletras", en la de Reverte, el autor crea una realidad ideada por él, en la que el autor actúa como narrador disfrazado de personaje, es decir, de Iñigo Balboa en las aventuras del capitán Alatriste, o relata su realidad como narrador omnisciente -tal es el caso de cabo Trafalgar.

    La parcialidad y la verdadera faceta del escritor lo hallamos en sus artículos de Una historia de España, en ellos, cuenta brevemente la historia de España deteniéndose en lo que le interesa -generalmente lo malo-, pasando los grandes reinados a hurtadillas e incluso confirmando la Leyenda Negra.

    Así, se deja llevar por su ideario y por su odio a la Iglesia Católica hasta el punto de casi celebrar la expulsión de los jesuitas, y de celebrar completamente las desamortizaciones eclesiásticas a pesar de los nefastos resultados tanto culturales -parte del patrimonio, vendido con ellas- y sociales -la venta posterior de las tierras de los ayuntamientos causó la ruina de muchos campesinos.



    Crítica ética

    Tras poner tela de juicio la falta de ética profesional como escritor de Arturo Pérez Reverte, procederé a escribir su ética en general tras ver las polémicas que ha producido con la (nefasta) serie de Alatriste creada por Telecinco.

    Como algunos ya sabrán, este no es el primer intento de llevar a una pantalla: la película Alatriste, estrenada en 2006. La película ha sido bien acogida por parte de los periódicos (Alatriste (2006) - FilmAffinity), sin embargo, la crítica popular ha sido mucho menos altruista, especialmente, los que han leído los libros (El Capitán Alatriste - Crítica de la película de Rogorn, 'Alatriste': mucho ruido y pocas nueces y CrÃ*ticas de Alatriste (2006) - FilmAffinity).

    Y de hecho no es para menos: todos los libros que hasta la fecha habían salido ocupaban una fracción mínima de la película, y el resto no ha salido en ningún libro.
    De hecho, los fans -en boca de una de ellos- vieron morir antes a Alatriste en una pantalla que un libro.

    Reverte, más tarde, volverá a ceder los derechos de autor para otra adaptación, pero esta vez, en una serie.

    Esta actitud contrasta mucho con otros autores, en teoría, menos serios o de temáticas menos serias.
    En el caso de otros autores que han llevado sus novelas al cine -como J. K. Rowling, autora de Harry Potter y Suzanne Collins, autora de los Juegos del hambre-, sólo llevan sus libros tras haber completado las sagas.
    En otros casos, como los escritores de literatura fantástica Laura Gallego y el irlandés Derek Landy -autores de Crónicas de Idhún y Skulduggery Pleasant sucesivamente- no consienten en ceder bajo ninguna circunstancia sus derechos de autor: Laura Gallego considera que para que fueran fieles a los originales, cada libro tendría que durar muchas horas, y Landy, a pesar de ceder en 2007 sus derechos de autor, logró recuperarlos en 2010.


    Reverte, quién siempre se ha jactado de no tener pelos en la lengua, no se ha mostrado crítico en absoluto con la serie hasta que se vio el resultado final. Como muestra de ello podemos ver la siguiente afirmación de Reverte: Alatriste es una serie de calidad superior a la media de las series TV española. Destinada a ese público. Hay que verla así. Cómo lo que es. (https://twitter.com/perezreverte/sta...15490374389761).

    Y sin embargo, las críticas han llovido a montones: decorado, detalles históricos...

    Los escritores parece, no saber que una serie o una película no es como un libro: en el libro el autor puede usar toda su imaginación, crear una buena historia y plasmarla en el papel -que se dice pronto-; pero en una serie, a parte de la historia y los diálogos, la imagen es extremadamente importante y un Alatriste de treinta y pocos no es lo mismo que uno que roza la cincuentena.
    Un Alatriste de treinta y pocos hubiese implicado crear una historia cronológicamente anterior a los libros, pero no ha sido el caso.
    El resultado: que un personaje le diga al Alatriste de treinta y pocos que llevan sirviendo juntos treinta años, por ende, hagan la cuenta.


    Visto esto, Reverte aunque ha realizado varias críticas (https://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw y https://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw), se ha empecinado en que los actores y el guión eran buenos -a lo mejor por separado) , hasta que ha estallado primero afirmando que no vendió los derechos a Telecinco y que había recomendado contratar a un asesor (https://twitter.com/perezreverte/sta...=twsrc%5Etfw); finalmente (https://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw) ha estallado contra las series españolas: en la HBO, Alatriste sería distinto. Pero esto es España. Las series que se hacen aquí, todas, nada tienen que ver con la HBO.​


    Aunque observen este "tweet" ante una serie buena de verdad, y verán la gran hipocresía de Reverte: (https://twitter.com/perezreverte/sta...01679089340419).

  2. #2
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  3. #3
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    Re: Crítica a Arturo Pérez Reverte




    Pre data: me he dado cuenta demasiado tarde que el mensaje con el que abría el hilo tiene una gran cantidad de fallos ortográficos y retóricos. Por eso, he repetido de nuevo el mensaje. La diferencia es que, además de corregirlo, he cambiado palabras y frases para hacerlo menos pasional. También he añadido una nueva crítica: la intelectual. Ésta era la que me faltaba para hacer una crítica completa al escritor cartagenero.

    A los que hayáis leído el mensaje original os pido disculpas por los errores y por no haberme detenido en él lo suficientemente. Espero que la nueva versión lo compense.




    Introducción


    Arturo Pérez Reverte, miembro de la Real Academia Española y uno de los autores españoles más
    exitosos, es seguramente el escritor de novelas de ficción histórica más exitosos de la España actual.

    Asimismo, con sus más de 352.000 "me gusta" en Facebook y sus más de 1.350.000 seguidores en Twitter es, probablemente, el autor español con más influencia social. Rara vez es, en estas redes, cuando se realiza un comentario crítico a Reverte por algo que haya dicho. Por el contrario, le llueven los "me gusta" y sus mensajes son compartidos por cientos de usuarios.

    Sin embargo, que la gente crea un escritor tenga razón no significa que la tenga. Es este el motivo de este hilo: realizar una crítica que, debido tanto a su influencia como a sus fuertes polémicas, no se reducirá al punto de vista histórico o literario.



    Las consecuencias de su trabajo


    Las novelas de El Capitán Alatriste han ayudado al público hispano joven a conocer la historia de España en general y a interesarse por los tercios españoles. Ésto se debe al uso de un lenguaje cercano al público en general. Además, su sonoro título y su prometedor inicio seguro que para el lector son un motivo para sacarlo de las estanterías.

    Otra materia de gran atención en sus novelas es el modo en el que se escriben los hechos en el tiempo histórico-narrativo y animan a los lectores a buscar información sobre ellos.

    Sin embargo, ésto tiene una gran desventaja: los errores históricos del autor se convierten en prejuicios colectivos. Algunos de estos, de los que se comentará a continuación, son los relativos a la Inquisición y a la relación de los tercios con los holandeses con los que se alojaban.



    Crítica histórica


    En Limpieza de sangre, la Inquisición española quemaba fácilmente a inocentes, cuando además de ser el tribunal que menos sentencias de muerte dictaba en Europa -Revolución Francesa incluida-, gozaba de gran popularidad entre la población española. Estos hechos no aparecen reflejadados en las novelas.

    Reverte ha dado a los Tercios fama de violadores y ladrones gracias a el sol de Breda, afirmando de un holandés -no tengo las citas exactas, sino pongo lo que recuerdo- al menos conservaba la hacienda, algo que no pasaba en todas las casas donde se alojaban los españoles y de su esposa -que se había acostado con Alatriste- al menos lo hacía con uno y de buen grado, y no con varios y con la fuerza, del misma modo que había afirmado que los soldados cometían multitud de atropellos contra los moriscos durante se expulsión.



    Crítica histórico-narrativa


    Como escritor de novelas de ficción histórica, si de algo se caracteriza Reverte es en tomarse licencias en torno a los hechos y personajes históricos que trata.

    En los personajes históricos pone como habituales a personajes históricos, como Francisco de Quevedo, lo que implica que el autor hace del personaje que sea más de ficción que histórico.

    Otro ejemplo muy llamativo es en Un día de cólera, dónde pone en boca en uno de los principales héroes del Dos de Mayo, -si no recuerdo mal- Velarde, una frase inconfundiblemente del autor: el hecho de que podría haber luchado por una España mejor.

    El criterio de Reverte también lo podemos ver cuando a éste mismo personaje, a la pregunta de si llegaría refuerzos, sabiendo que no y para tranquilizar a su subordinado, responde como que hay Dios, que el lector avispado ve claramente que es una referencia al ateísmo del autor


    En la forma de crear la realidad narrativa de sus novelas se puede observar cuál es la colosal diferencia entre el magno Galdós -como ya mostré en El secreto literario de Benito Pérez Galdós-: mientras que en la obra de Galdós el narrador es un personaje dentro de una realidad en la que el autor actúa como "juntaletras", en la de Reverte, el autor crea una realidad ideada por él, en la que el autor actúa como narrador disfrazado de personaje, es decir, de Iñigo Balboa en las aventuras del capitán Alatriste, o relata su realidad como narrador omnisciente -tal es el caso de cabo Trafalgar.

    De hecho, en las novelas de Reverte, los sacerdotes que aparecen tienden a ser borrachos, fanáticos y retrógrados: en cabo Trafalgar, al capellán de a bordo de el Bahama se le llama borracho; y en Corsarios de Levante, el capellán del tercio en Orán afirma alegrarse de que de entre todas las almas que habían llevado al infierno, habían salvado una -refiriéndose a un niño que murió tras ser bautizado-, siendo evidente la sensación que esto le produce al lector corriente.



    Crítica ética


    Tras poner tela de juicio la falta de ética profesional como escritor de novelas "históricas" de Arturo Pérez Reverte, procederé a escribir sobre su ética en general tras ver las polémicas que ha producido con la serie de Alatriste creada por Telecinco.

    Como algunos ya sabrán, este no es el primer intento de llevar a una pantalla: la película Alatriste fue estrenada en la gran pantalla en 2006. La película, que ha sido bien acogida por parte de los periódicos (Alatriste (2006) - FilmAffinity), ha sido vilipendiada por la crítica popular, especialmente, los que han leído los libros (El Capitán Alatriste - Crítica de la película de Rogorn, 'Alatriste': mucho ruido y pocas nueces yCrÃ*ticas de Alatriste (2006) - FilmAffinity).

    Esta crítica, a decir verdad, es merecida: todos los libros que hasta la fecha habían salido ocupaban una fracción mínima de la película, y el resto no ha salido en ningún libro.
    De hecho, los fans -en boca de una de ellos- vieron morir antes a Alatriste en una pantalla que un libro.

    Reverte, más tarde, volverá a ceder los derechos de autor para otra adaptación, pero esta vez, en una serie.

    Esta actitud contrasta mucho con otros autores, en teoría, menos serios o de temáticas menos serias.
    En el caso de otros autores que han llevado sus novelas al cine -como J. K. Rowling, autora de Harry Potter y Suzanne Collins, autora de los Juegos del hambre-, sólo llevan sus libros tras haber completado las sagas.

    En otros casos, como los escritores de literatura fantástica Laura Gallego y el irlandés Derek Landy -autores de Crónicas de Idhún y Skulduggery Pleasant sucesivamente- no consienten en ceder bajo ninguna circunstancia sus derechos de autor: Laura Gallego considera que para que fueran fieles a los originales, cada libro tendría que durar muchas horas, y Landy, a pesar de ceder en 2007 sus derechos de autor, logró recuperarlos en 2010.


    Reverte, quién siempre se ha jactado de no tener pelos en la lengua, no se ha mostrado crítico en absoluto con la serie hasta que se vio el resultado final. Como muestra de ello podemos ver la siguiente afirmación de Reverte: Alatriste es una serie de calidad superior a la media de las series TV española. Destinada a ese público. Hay que verla así. Cómo lo que es.(https://twitter.com/perezreverte/sta...15490374389761).

    Y sin embargo, desde que empezó, ha sufrido durísimas críticas que van desde la ambientación de la serie a los detalles históricos.

    Una serie o una película no es como un libro: en el libro, el autor puede usar toda su imaginación, crear una buena historia y plasmarla en el papel -que se dice pronto-; pero en una serie, aparte de la historia y los diálogos, la imagen es extremadamente importante. Según esta lógica, un Alatriste de treinta y pocos no es lo mismo que uno que roza la cincuentena.
    El Alatriste de treinta y pocos (treinta y tres, en 2014) hubiese implicado crear una historia cronológicamente anterior a los libros, pero no ha sido el caso.

    El resultado: que un personaje le diga al Alatriste de treinta y pocos que llevan sirviendo juntos treinta años, -por ende, hagan la cuenta.


    Visto esto, Reverte aunque ha realizado varias críticas (https://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw yhttps://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw), se ha empecinado en que los actores y el guión eran buenos -a lo mejor por separado sí que lo eran), hasta que ha estallado: primero afirmó que no vendió los derechos a Telecinco y que había recomendado contratar a un asesor (https://twitter.com/perezreverte/sta...=twsrc%5Etfw); finalmente, (https://twitter.com/perezreverte/sta...rc=twsrc%5Etfw) ha estallado contra las series españolas: en la HBO, Alatriste sería distinto. Pero esto es España. Las series que se hacen aquí, todas, nada tienen que ver con la HBO.​

    Hasta que finalmente alabó a una serie española que hizo un guiño a Alatriste (https://twitter.com/perezreverte/sta...01679089340419), el Ministerio del Tiempo, que pese a sus errores históricos, es una de las mejores series que se han producido en la España de los últimos años.



    Crítica intelectual


    La crítica es política en el más estricto sentido de la palabra, es decir, de la administración de un Estado.

    Al Arturo Pérez Reverte que hay detrás de los libros lo podemos conocer bien en sus artículos.

    Reverte es un ateo anticlerical: casi se alegra de la expulsión de los jesuitas y ve las Desamortizaciones positivas -a pesar del irreparable daño que causaron- sólo porque lograron debilitar a la Iglesia.

    Como resultado, desprecia las tradiciones españolas, se queja cuando los españoles defendemos nuestras tradiciones -como en el motín de Esquilache y
    considera que lo que viene de fuera implica progreso, como si en España fuésemos incapaces de crear nada.

    Tiene una concepción de la historia de España muy negativa, sin duda consecuencia de prejuicios: resalta de la mayoría de los reinados las materias negativas y omite las positivas, da un trato mayor a aquello que le interesa y tiene una mentalidad histórica muy contemporánea y, en cierto modo, simple.

    Toda crítica que realiza tiende a ser destructiva, salvo aquellas en la que bien él, bien sus ideas, se ven beneficiados: de esta forma alaba a los actores de Alatriste (serie y película), llama democracia a la Segunda República -a pesar de que llegó al poder mediante unas elecciones que ganaron los monárquicos y redujo el número de diputados de derechos a la mitad de los que habían sido elegidos.

    Durante su Una historia de España, Reverte no ofrece ninguna innovación al contar la historia de España, es más, con la excepción del resalte de varios episodios de interés como los almogáraves, su estilo no se diferencia en nada de los pésimos libros de texto actuales o algunos errores de la historiografía española: Reverte apenas hace mención a hechos que suceden en países distintos de España que nos afectaron dramáticamente, su radio de acción se limita a la España actual y no se dirige hacia lugares que formaron parte de la Monarquía Católica salvo para decir que se ganaron o se perdieron.

    En el campo de la ideologías políticas, podemos decir que Reverte pertenece al campo de lo que en países con una clase política normal llaman "izquierda", pero que en España -ni la izquierda francesa, ni la venezolana, ni la más "progresista" de la Segunda República Española durante el frente popular se les ocurriría abrir una vía en una Constitución para que una parte del país se independice, a diferencia de lo que pide el partido de izquierdas español más moderado- llamamos "centro".

    De esta forma, podemos concluir que Reverte no ha introducido ninguna idea nueva en el campo intelectual, o al menos ni sus artículos ni sus novelas lo muestran así.



  4. #4
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    Re: Crítica a Arturo Pérez Reverte


    Artículo de
    https://scipioafricanusblog.wordpress.com/2013/03/21/critica-a-arturo-perez-reverte-y-a-los-fans-revertianos/.

    Crítica a Arturo Pérez Reverte y a los fans revertianos:
    Hoy os traigo un escrito que no es mío y cuyo autor y link no conservo ya que lo copié directamente de un foro bicheando en un enlace en twitter.
    El texto es una crítica a Arturo Pérez Reverte y a algunos de sus fanáticos-fans-zombis.
    ¿Por qué colgarlo? Viendo en TVE de la película “Master and Commander” me llevó a Twitter para ver que se decía y leí unos comentarios de Pérez Reverte, algunos muy afortunados y otros sandeces y topicazos. Lo criticable no es que diga tonterías ya que nadie esta libre de ello, y más cuando se escribe y se habla mucho. Lo criticable y sorprendente es el comportamiento cerril de algunos seguidores-fans-fanáticos que marcan como favoritos o retwittean las tonterias que Pérez Reverte dice y aún mas ojiplático me deja que lo marquen como favorito o lo retwittean escasos segundos después de que se publique.

    Valga como ejemplo un mensaje que decía, algo así como que España tenía a Torrente como héroe y los ingleses tenían pelis como “Master and Commander”. Sin entrar a valorar que es una demagogia y un argumento de una simpleza impropia de un académico y de un hombre de su altura. Salvo una persona que le dijo que los ingleses tenían a Benny Hill, cerca de 150 personas lo marcaron como favorito, lo retwittearon o le dieron incondicionalmente la razón.¿Cómo alguien puede estar de acuerdo con esa chorrada? ¿Cómo alguien puede marcarlo como favorito en 5 segundos?

    Esto me llegó a preguntarme si Pérez Reverte tiene seguidores fanáticos-zombis o gente con criterio propio que sabe alabar y degustar a un autor con una cantidad de libro que son un disfrute para los sentidos y que hace algunos artículos que son más que de lectura obligatoria.



    ¿Estoy en contra de Don Arturo Pérez Reverte? Si se sigue mi blog se podrá observar que los hechos avalan que no siento animadversión alguna. Como muestra un botón:Haz click aquíO haz click aquí

    Como he indicado me encantan sus libros, no los he leído todos (me faltan los 2 últimos deAlatriste, El pintor de Batallas y poco más), y sus artículos. Ahora bien todo lo que sale de su pluma no son pepitas de oro. Cada vez más escribe cosas plúmbeas, se repite en críticas, recurre con demasiada frecuencia a los mismos temas sin aportar nada nuevo y ha cogido una manía bastante innoble de que el insulto y el estilo zafio sea la norma y no la excepción… Ahora bien cuando publica alguna reflexión interesante, mordaz, ácida…o nos relata alguna anécdota como sólo él sabe hacerlo es un placer infinito. Además, su labor y defensa de España, de la historia es digna de ser alabada.Dicho esto reproduzco lo que he encontrado. Ya que muchas de las cosas que dice me parecen bastante interesante y creo que es una crítica constructiva sobre Pérez Reverte y sobre una parte de los seguidores.



    Arturo Pérez Reverte se ha creado una imagen de rebelde, de hombre políticamente incorrecto que dice verdades como puños ante el aplauso de sus miles de seguidores.
    Sin embargo, uno de sus principales problemas radica, precisamente, en esa imagen que tanto se cuida de proyectar. Cuando se le ve en persona en cualquier acto de presentación de sus libros, cuando se le escucha durante una entrevista o cuando se leen sus artículos de prensa se hace evidente que Pérez Reverte ha terminado construyéndose una suerte de “personaje” que a él mismo se le va de las manos.
    Con su tono tan marcadamente combativo no busca tan solo la provocación, sino provocar un verdadero impacto en el lector. Y lo cierto es que lo consigue, porque son muchos los que parecen verle como una especie de Mesías de la palabra. “Menos mal que existe alguien como Arturo Pérez Reverte para denunciar tajantemente los problemas de la sociedad“, parece ser el pensamiento de muchos.

    El problema, naturalmente, viene con el exceso. Pérez Reverte ha llegado lejísimos con su interpretación de ese personaje desenfadado y con cierta dosis de chulería, y muchos de sus seguidores parecen incurrir exactamente en el mismo exceso en clave de auténtica veneración. A veces da la sensación de que si Arturo Pérez Reverte se tira un cuesco (con perdón) al momento habrá cientos de admiradores afirmando sin rubor que esos cuescos son una auténtica bendición. “Menos mal que existe alguien capaz de tirarse cuescos. Hay que ser muy valiente para tirarse cuescos. No sabemos cómo no han matado ya a este hombre tan provocador que se tira cuescos.”Y ejemplos de “cuescos”, desgraciadamente, no faltan en el modo en el que expone sus opiniones sobre temas de actualidad.

    Ni que decir tiene que no nos referimos con esto al Pérez Reverte novelista, sino al articulista y al hombre que ha incendiado twitter alguna vez con algún mensaje lapidario. En su ánimo de transgredir, resulta hosco cuando lo cierto es que las mismas verdades que escribe podrían plantearse de modo mucho más elegante y menos hiriente. El ejemplo más evidente, y quizá el más reciente. lo encontramos en sus declaraciones sobre Sevilla que tanto revuelo armaron hace unos meses vía twitter. Escribió en esta red social, a propósito de una película, que la Sevilla de los “yonkies”, las “putas” y la “gentuza” es la Sevilla real, y no esos “camelos” de Semanas Santas y Ferias. Naturalmente hubo gente que se indignó (con razón) y tanto él como la legión de seguidores incondicionales que le aplauden escriba lo que escriba empezaron con la cantinela del “¡qué malos sois!“, “lo habeis sacado de contexto” o “teneis una mente muy cerrada“. En realidad todo es más sencillo que eso. Las cosas pueden expresarse de muchas maneras que no resulten absurdamente ofensivas.

    En el caso concreto de la polémica “sevillana”, resulta evidente que todas las ciudades del mundo deben tener su lado menos bonito. Eso es obvio, de cajón, y si se expone tal cosa correctamente NADIE puede escandalizarse salvo caso de estupidez profunda. Pero menospreciar las tradiciones de una ciudad calificándolas de “camelos” es una ofensa absurdamente gratuita e innecesaria a quienes las defienden. ¿Qué mal han hecho? Hay gente que alimenta a sus hijos con lo que ganan en la feria. ¿Cómo convencer a esa gente de que eso es un “camelo”? Y las hermandades del otro “camelo” de la Semana Santa hacen también una obra social callada, como debe hacerse en el cristianismo, que no es precisamente pequeña, aunque este apartado y el interminable debate sobre las cofradías y el cristianismo se aparta del tema del que escribimos. Pero hay gente que de buena fe ayuda a los desfavorecidos a través de las hemandades y cofradías.

    ¿Por qué ofenderlas diciendo que la Sevilla que ellos construyen con su comportamiento individual es un “camelo”? No tiene sentido.
    El problema está, lo hemos dicho ya, en perder las formas por querer ser provocador. Podría haber escrito exactamente lo mismo con un mínimo de elegancia, y sobre todo, evitando el sinsentido de la ofensa gratuíta. “Sevilla no es tan sólo Semana Santa y Feria, sino que también forma parte de ella un lado menos atractivo de problemas como A, B, C, etc.”. Estoy convencido de que de haber escrito algo parecido a esto no se habría formado polémica alguna. Pero cuando tomamos la decisión de ser despreciativos debemos estar preparados para recibir la lógica réplica.

    Naturalmente, siempre puede decirse que cada cual escribe como quiere. Pero yo no lo veo tan así. Arturo Pérez Reverte es académico de la Lengua, y precisamente de un académico lo que debe esperarse con lógica es un uso refinado y pulcro de la lengua, del mismo modo que del Tribunal Supremo se espera la interpretación más exacta de la jurisprudencia, al menos en principio. Un artículo de prensa cuyo autor recurre a la palabrota puede considerarse fácilmente como poco propio de un académico. Alguien me dijo una vez, defendiendo este tipo de expresiones escritas por la pluma de un académico, que quizá Velázquez no se limitó a producir las maravillosas obras que conocemos, sino que tal vez debió de realizar algún mal garabato de cuando en cuando para distraerse.

    El problema de esto está, naturalmente, en que a diferencia de esos supuestos “garabatos”, Pérez Reverte sí que da salida pública a los suyos, y por tanto forman parte de su legado como escritor. Sus artículos son parte de su obra, y por tanto, hay que tenerlos en cuenta para bien y para mal.
    La última cuestión de cierta gravedad atañe directamente a la figura del seguidor incondicional, tan abundante en el caso de este autor. Cuando Pérez Reverte se sale de tono, los incondicionales le aplauden tanto o más que cuando no lo hace.

    El problema está en que muchas de sus provocadoras afirmaciones -como eso de que España es “la tierra de Caín” o de que los españoles nos dedicamos básicamente a mirarnos el ombligo pensando que somos los mejores del mundo- tienen un evidente componente de exageración que, lamentablemente, es asimilado por el fan incondicional como puramente verdadero como la cosa más natural del mundo. Como una verdad revelada. Y lo cierto es que no es así.

    El “ombliguismo”, según mi modesta opinión, no es precisamente la más dañina de las actitudes de los españoles. Mucho peor y más extendido es el victimismo de considerar que cualquiera puede hacer las cosas mejor que nosotros. Y por desgracia en España hay mucho de este victimismo.

    Otro gallo nos cantaría, creo yo, si fuésemos capaces de mirarnos a nosotros mismos con confianza y orgullo en lugar de partir de la premisa de que hagamos lo que hagamos, alguien nos superará. Ni siquiera en el ámbito de las relaciones humanas a pequeña escala, por ejemplo en el mundo empresarial, es esta una mentalidad conveniente.

    Si yo llevara una empresa no situaría en puestos de alta dirección a uno de estos “victimistas”. Preferiré a alguien que mire nuestro trabajo con la cabeza alta y entusiasmo a uno que no haga más que lloriquear diciendo lo bien que produce la competencia. El primero se dejará la piel en mi empresa, y precisamente la hará progresar.

    El segundo, no. ¿El problema? Que cuando se afirma una cosa así uno corre el riesgo de que le encasillen en el ámbito de la mentalidad cerrada denunciada tantas veces por Pérez Reverte con tanto acierto como exageración mal percibida por muchos. Los que se miran el ombligo no son más que unos catetos. El “victimismo”, en cambio, es un auténtico mal que hay que superar para empezar a tomarnos en serio.

    No me gusta el rumbo que está tomando Pérez Reverte en los últimos años, y tampoco me gusta la ciega adulación de la que es objeto por parte de tantos. Y pocas dudas caben de que es un espléndido novelista, de entre cuyos méritos se cuenta el nada desdeñable de acercar la Historia de España en el siglo XVII a muchos lectores gracias a su muy loable saga sobre el Capitán Alatriste, pero como intelectual uno tiene la sensación de que está siendo devorado por el personaje que él mismo decidió interpretar...”
    Última edición por Carolus V; 18/03/2016 a las 17:54

    Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)

  5. #5
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    Re: Crítica a Arturo Pérez Reverte

    Pérez Reverte sin cruzar el Rubicón.

    Publicado en febrero 28, 2016

    Arturo Pérez Reverte es un gran escritor. Conoce bastante a fondo la Historia de España. Es más, debido a ello es uno de los pocos hombres de izquierdas que ama a España. Y la ama porque no le gusta. Como ya le sucediera a hombres como Unamuno, Ortega o José Antonio Primo de Rivera.
    Arturo Pérez Reverte abomina de la actual casta política que nos gobierna. Porque ve en ella bastante más mezquindad que en las anteriores y efectúa duros diagnósticos sobre el origen de la misma. Es más, coincide con que esa casta es producto del pueblo que la elige. Con lo cual en realidad el diagnóstico es sobre el propio pueblo español. Pueblo al que en más de una ocasión ha calificado de ignorante y manipulable. Como efectivamente lo es.
    Al igual que Fernando el Católico, cree que el pueblo español es un pueblo apto para la guerra. Es más, nos califica de pueblo de trinchera. Somos tan guerreros, que si no encontramos enemigo al que combatir, lo hacemos contra nosotros mismos. Y en parte tiene razón. Aunque olvida las palabras de Fernando de Aragón, advirtiendo que si la nación apta para la guerra, se deshace cuando carece de una voluntad firme al frente de la misma. Y esta es una de las carencias de Pérez Reverte. Él, como decía, es hombre de izquierdas. De modo que entiende la vida en dos divisiones y no en una totalidad. Extraño en alguien que tiene una gran visión total de la Historia de España.
    Esa pertenencia a las izquierdas también le limita bastante a la hora de analizar los últimos siglos de España. Siempre se lamenta de que en nuestro país hubiese habido una revolución que decapitara sistemáticamente a curas y monjas como en Francia. Para él es condición indispensable el asesinato masivo de clérigos para que el país alcance la iluminación de la que al parecer andan sobrados los franceses (por eso hoy son al igual que nosotros, un país ocupado y sin soberanía). Y ese es uno de los grandes demonios de Pérez Reverte, su anticlericalismo. Anticlericalismo que le impide ver esa pequeña revolución habida en España entre 1931 y 1939, donde en nombre de la revolución, la Ilustración y la supuesta luz del conocimiento, fueron masacradas más de 6.800 personas de religión católica (entre ellos 13 obispos, más de 4000 sacerdotes, más de 2000 frailes y 283 monjas). Quizá a Pérez Reverte le parezcan pocos. No lo sé. Y es una pena porque es lo que le falta para poder cruzar el Rubicón. La fe de la que él carece.
    Cuando supere ese demonio o eso demonios, Pérez Reverte cruzará la línea de lo políticamente correcto, sin posibilidad de marcha atrás. Y no se quedará con una pierna en ambos mundos. Porque a España no se la puede entender de ninguna de las maneras sin el Cristianismo. Esa fe que infundía valor a Don Pelayo, a Fernán González, a Isabel y Fernando o a esos Tercios de Flandes, que él tanto admira; sin llegar a veces a entender del todo porqué eran tan fieros en el combate y tenían tan alto sentido del honor, que les prohibía rendirse ante el enemigo.

    https://castillaresiste.wordpress.com/2016/02/28/perez-reverte-sin-cruzar-el-rubicon/


    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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  6. #6
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    Re: Crítica a Arturo Pérez Reverte




    Los españoles que no se animan. La historia de España según Pérez Reverte




    La axiología política de Pérez ReverteBreve reflexión sobre Una Historia de España, Alfaguara, 2019

    Por el Dr. Héctor H. Hernández para Que no te la cuenten


    Para un español como yo que no lo soy pero que sí bien que me lo adjudico por participación como argentino agradecido y orgulloso de mi sangre, la lectura del “A modo de prólogo” de este libro era una promesa de justicia humana con mis ancestros y con la recta sabiduría política.

    Por de pronto, esas más de treinta opiniones iniciales prologatorias, casi todas alabantes de un pueblo superior, auguraban un desarrollo del porqué de la superioridad española en toda la historia del mundo. Desde ya, ante todo, por la virtud del coraje, que luce mayoritaria en los dichos testimonios y son un clásico, sintetizado en “la infantería española”, “nuestros tercios” y así más. Pero de esa treintena de citas no hay que olvidar algunas, por ejemplo la que aprendí de Pérez Reverte que enseñó el mismísimo Voltaire, que superan la idea del pueblo bestia que sólo mata y muere y que no le entran balas en la cabeza y que son una manga de brutos y todo lo que te imagines, que el autor nos da aquí y allá y de nuevo y otra vez como característica telúrica hispana que recorrería todos los siglos.

    Concedamos punto y aparte para el insospechado defensor de nuestra Raza: “los españoles tuvieron una clara superioridad sobre los demás pueblos; su lengua se hablaba en París, en Viena, en Milán, en Turín; sus modas, sus formas de pensar y de escribir subyugaron a las inteligencias italianas, y desde Carlos V hasta el comienzo del reinado de Felipe III España tuvo una consideración de la que carecían los demás pueblos” (p. 11). No era el elogio de Hitler o de Francisco I de Francia, que también están y sí que hacían de nuestros antepasados unos hombrazos que no les temblaba el pulso frente a cualquier tirano que se plante o a cualquier paisano, o a cualquier infantería que siempre nos sería segunda. Nos habla de su lengua; de sus modas; de sus formas de pensar y de escribir… Y no pretendamos que Voltaire fuera más allá…

    Es cierto que de a ratos le aparece al autor algo parecido al orgullo de ser españolcon fundamento y con temple. Por de pronto tiene claro que los protestantes hicieron de la leyenda negra contra nuestra estirpe y nuestra religión un arma de combate eficacísima. Por de pronto que no olvida la larga primacía temporal política de los nuestros en la historia. Otrosí digamos que no deja de atacar al vasquismo de la ETA y al separatismo catalán antihistórico, por lo que me lo imagino un libro que al establishment ateo no le resulta del todo digerible.

    Mi rápida lectura me anima a concluir que no hay ocasión en que no hable de la Iglesia Católica sin que la ataque. Es más, habría sido ella, en definitiva, el principal lunar de la historia de España y, ya que el autor rastrea en la historia para inducir las características de un pueblo, lo sería de su esencia y su valor. De ahí que mal pueda valorar lo más grande que hizo el objeto del libro: el Imperio misional; misional y universitario, académico, cultural y justiciero.

    Si tengo razón, habrá que decir que Pérez Reverte le erró en lo principal. Que se le escapó lo principal. Y la sarta de graciosos relatos desmitificadores de todo ideal, a veces repetidos abusiva e irrespetuosamente, vienen a reducir la Hispanidad a una visión del hombre y sus valores que en su ápice están el poder y el dinero y nada más. Una visión norteamericanista de la historia, con perdón de la espiritualidad yanqui que la hay; una visión de leyenda negra, que merecería el Premio Nobel de holandeses y anglosajones. Con lo que, al fin de cuentas, con sus originalidades y malgustos y malas palabras y manejo aceitado del idioma, el buen escritor viene a sumarse al campo enemigo de su patria.

    Toda política tiene su religión. Y la antirreligión de la católica la del hombre, a veces llamada “democracia”, a veces “derechos humanos”, a veces Ilustración, y todo lo demás. Los campos se van delineando. “O se está conmigo…”.

    Hace poco, encuarentenado en Santa María de la Alameda, vi por la TV española un documental sobre Santa Teresa de Jesús. Casi no había experto de los muy curriculados que intervenían en él, que no desarrollara alguna heterodoxia contra la santa (atribuyendo todo a sus enfermedades; a causas naturales, a lo que sea, pero a la intervención divina casi nada). Sin embargo, Teresa se les escapaba, ella sola y bien muerta y a cinco siglos, porque por todos lados resplandecía su grandeza y, en fin, el responsable de la obra y los partícipes no dejaban de enorgullecerse de laSantaza, gloria de España y mujer de Dios.

    Entre los ataques de Pérez a la Iglesia hay cierto tozudismo infantil que se le vuelve en contra como, en tren de desarrollar ataques contra los curas, concretar la acusación hablando del que sería muy mal consejo que daban a las mujeres de respetar los mandamientos de la ley de Dios, por ejemplo el de la fidelidad a su marido (“mirá lo que le haces a tu marido”…). Lo que para cualquier pueblo bien nacido insinúa cumplir muy bien el test de buena humanidad, y pensar que la institución que se caracteriza por enseñarlo debe ser algo serio que no juega al opio de los pueblos o a las baraturas de las críticas socialistas, y que es capaz de encender de fuego evangelizador el mundo sin límite de sol y a mover cualquier infantería, aún la de Ignacio de Loyola.
    Entre tanto tirar piedras contra la base con la que la Gran Isabel la Católica fundó un imperio inaudito, el que los estudiosos yanquis descubrieron único en la historia al propiciar públicamente y por todos los medios de comunicación la discusión de la justicia de su dominio y en que se fundó el Derecho Internacional en serio, queda dicho que a Pérez R. se le escapa lo principal.

    Y ya que está vaya una palabra sobre la justicia. Todo lo que en materia de tal se relaciona con el magno sujeto del libro queda reducido a pleitos de abogados ganapanes o gana canonjías o a puteríos de aldea. El autor, que ilustra a cada rato las que él ve como herejías con los manuales con que estudió en su niñez franquista, debe ser bochado irremediablemente en cualquier examen de cultura general histórica al ignorar a Suárez, al ignorar a Vitoria, y al omitir con un silencio ominoso que no es accidental ese monumento incomparable, reconocido por todo el mundo, que son las Leyes de Indias, que no quedaron en meras leyes (en mi país la ley de las 8 horas de trabajo máximo llegó siglos después). Españolito de la Transición, querido Francisco padrino de mi nieto: no hay que creerle.

    No podía faltar, como en todo seguidor de la leyenda anglosajo protestante, desde luego, el ataque a Felipe II y la construcción del tinglado de su desmitificación, que ya ni alcanza para “leyenda negra”, pues raya el ridículo de reprocharle no haberse instalado en Portugal a gozar de la vida y de las playas y de los mares y del mundo, en vez de construir la fortaleza física y artística y humana y religiosa del Escorial y meterle a rezar y gobernar hasta morir.

    Si hasta aquí está lo que él ataca, veamos sin embargo lo que él defiende y propone en senda constructiva. El yerro es máximo y contradictorio cuando él hace su puesta axiológica política, que ya venía preanunciada paso a paso, en idioma español pero con aire inglés.

    “Y así llegamos, señoras y caballeros, a la mayor hazaña ciudadana y patriótica llevada a cabo por los españoles en su larga, violenta y triste historia” (ojo que no está hablando de Hernán Cortés ni de la Evangelización del Nuevo Mundo ni de la Escuela de Salamanca). El hecho que suscitó por fin “la admiración de las democracias” ( comparecen las santas Naciones Unidas y su antireligión como tribunal de la historia y de la política y de la moral y como referentes seguros para toda paidea política) y “nos puso en una posición de dignidad y prestigio internacional nunca vista antes”, fue la Transición Democrática (en estos casos en Argentina y aquí decimos “no jodás”). Y a eso le llama, porque (también la religión laicista cree en milagros y en hombres superiores y en cruzadas, pues nada menos que “la cosa milagrosa” (p.238 ss.).
    Una lástima grande.

    Si yo fuera su profesor le diría que tras este bochazo se anime a defender a esa España que por ahí le late pero parece que no se anima; a que lea la historia que sí leyó pero sin anteojeras; o si acaso relea a Ramiro de Maeztu o a sus discípulos argentinos, que son legión y muy hispánicos. Para volver al Espíritu de la Hispanidad que nos hizo grandes en la Historia.

    Héctor H. Hernández



    De pluma ajena. Los españoles que no se animan. La historia de España según Pérez Reverte


  7. #7
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    Re: Crítica a Arturo Pérez Reverte

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Txusmi, filósofo vizcaíno, hace esta aportación inestimable a la crítica literaria. A mí me ha entusiasmado:_





    POR QUÉ NO TRAGO A PÉREZ REVERTE

    «Del conjunto de la obra de Pérez Reverte se puede sacar entre otras conclusiones que estamos ante un país que:
    - Esclavizaba y masacraba a los indios.

    - Estaba dominada por una Iglesia oscurantista, cruel, opresiva y llena de egoísmo.

    - Su clase dirigente era también inculta, corrupta, cobarde e incapaz.

    - Su pueblo era miserable, zafio, lleno de supersticiones y bastante salvaje. Aunque capaz a veces de hechos heroicos.

    - Impedía el éxito de cualquier causa noble o de cualquier empresa justa, porque todas fracasaban entre abismos de maldad, océanos de corrupción y/o montañas de torpeza.

    - Solo podía ofrecer de bueno una historia militar llena de ejemplos de valor y heroísmo, aunque a veces trufados también de rigidez, crueldad y corrupción.

    (De la carta de nuestro Amado Líder)
    Creo que podemos partir de un punto aceptado por todos nosotros, o así me parece. Pérez Reverte se inscribe dentro del mundo de lo que llamamos leyenda negra. Sus personajes responden a todos los tópicos de esta y navegan entre ellos con naturalidad. Prueba de ello es el éxito editorial que ha supuesto Alatriste en el mercado anglosajón. No ha sido para loslectores de habla inglesa el descubrimiento de algo diferente, sino la confirmación de todos sus prejuicios en forma de novelas entretenidas que, para colmo, acaban malamente para los malos. O sea, para los españoles.

    La leyenda negra está ahí y está para quedarse, porque tiene su función. Fuera de España, porque la lucha contra el español está en los mitos fundacionales de media Europa y es necesaria para la explicación que esos países se dan de sí mismos, es decir, para su propia legitimación histórica. Un caso claro es el de los Países Bajos. Guillermo de Orange encabezó un proyecto nacional distinto y enfrentado al de su Señor Natural. Se mire como se mire, actuó con doblez, cometió traición en un grado que sólo sería justificable ante un poder tiránico en grado sumo. La infamia de Guillermo, la mayor que en su época podía cometer un súbdito, sólo podría salir justificada como reacción ante un abuso aún más infame. España tiene que personificar algo cercano al mal absoluto para que las cosas discurran en correcto equilibrio entre los diques y canales del país de los Orange…

    Algo similar ocurre con Alemania, Inglaterra, Italia… Tampoco es para escandalizarse demasiado. Al menos a mí el Islam y su cultura, que jugaron para nosotros un papel análogo, me resulta entre inquietante y antipático, y no suelo tener mucha paciencia a la hora de buscar sus excelencias, que seguro que (alguna) tuvo. Lo interesante en este caso es qué significa laleyenda negra para el señor Pérez Reverte.

    Lo que podemos preguntarnos es qué papel juega la leyenda negra de puertas para adentro, en concreto en este escritor. No cabe duda de que los valores que movían a los españoles del siglo XVII son completamente ajenos al mundo actual, España incluida. La identidad religiosa, más allá de la Religión o si se quiere, desarrollando su propia función en un mundo que no establecía fronteras en estos asuntos, motivó la actitud de los españoles identificándose con catolicismo, ante arrianos, andalusíes y turcos.Y sin solución de continuidad, afrontando la evangelización del nuevo mundo, en el que España crea réplicas de sí misma, para desbordarse y desangrarse en la lucha contra la herejía protestante, consolidante de la rebelión antiespañola.

    Nada de esto tiene valor hoy día como mito fundacional. No podemos vivir nuestra historia (me refiero a ésta en su función de relato mítico, imprescindible para el equilibrio psicológico de una comunidad nacional, más que en su dimensión de fenómeno objeto de estudio) en base de valores que apenas son un pálido reflejo de lo que fueron. Una referencia al pasado basada en ser, por ejemplo, un país cuna del arte y las ciencias, o del libre comercio, o de la democracia, no encuentra raíces en nuestra historia, lo que no implica que no hayan podido en su caso tener su papel en ella. Pérez Reverte acoge la visión de aquellos incapaces de ver en nuestro pasado otra cosa que la causa de una decadencia que les amargaba, y que no tuvieron mayor capacidad de reacción que revolverse ante él, sin ser capaces de ir más allá, o haber intentado algún tipo de síntesis fecunda. Pérez Reverte entra en la leyenda negra y la utiliza de fondo para resaltar por contraste determinados personajes, por otra parte trasuntos de él mismo. A juzgar por su lamentable éxito de imprenta, Pérez Reverte ocuparía por propio mérito un lugar entre los difusores de la leyenda negra fuera y dentro de España, como un Padre Las Casas o el autor de la Apología. Todo un honor. Y un muy curioso amor a España el suyo.

    Los motivos que pueda tener Pérez Reverte, sin duda relacionados con su experiencia vital, no parecen en definitiva muy originales y se encuadran con los de esos españoles que parecen sufrir un inmenso disgusto ante nuestra historia e incluso ante la existencia de su propio país.

    Una variedad de conciudadanos que casi invariablemente se consideran moralmente superiores a su condición de españoles. Suelen dar a entender que ellos merecen más. Acaso ser suecos o quién sabe si suecas.

    Ayuda a entender la actitud de Pérez Reverte contemplar sus personajes. Porque el autor no es muy variado en este terreno. Por su obra suelen rondar, bajo distintas máscaras y cáscaras, dos personajes muy concretos. Uno es un pobre diablo al que un desdichado azar ha enrolado bajo banderas (las de España, concretamente) para él absolutamente ajenas –como no podía ser menos- y que en un desesperado intento de salvar el pellejo (su horizonte vital no da para más), perpetra heroicidades sin cuento para, tras tocar con la mano una gloria que ni busca ni entiende, volver a sumirse en una existencia inane, víctima invariable y resignada de la maldad de los de arriba. Lo vemos en La sombra del águila o en el libro dedicado a Trafalgar.

    El otro, el “héroe cansado” por usar los términos del mismo autor, es un trasunto bastante transparente de Pérez Reverte, en el que él gusta verse reflejado. Alatriste, una mezcla de rufián y de héroe sin que se sepa muy bien por qué, es el ejemplo que ahora nos interesa, aunque el personaje culebree constantemente por la obra del autor. Descreído, duro, cínico, presto a matar por dinero o a morir por nada, es el reportero de guerra que ha visto más de lo que hubiera querido ver y que rechaza con odio cualquier explicación transcendente de un mundo que le parece horrible y caótico. Este cínico de la postmodernidad trasplantado al siglo XVII constituye un personaje inverosímil. No fue menos horrible ese siglo, pero el espanto se cifra en aquel episodio del saco de Amberes, en los que unos soldados se pasan de pica en pica un niño. Un soldado vizcaíno no puede consentirlo: corre hacia aquellos desalmados, les arrebata su víctima entre reproches, bautiza al pequeño hereje y, una vez asegurado su destino eterno, se lo devuelve a sus compañeros para que sigan con su juego. El horror y lo sublime ocupan espacios distintos según las épocas. Por eso, sea la terrible historieta cierta o apócrifa, Alatriste es un fraude.

    ¿Qué clase de obra nos suministra pues, Pérez Reverte? Temo que nada que pueda inspirarnos. Su admiración por los Tercios, por la bravura de aquellos hombres, y su simultáneo desprecio por sus almas, se desparrama en un absurdo despliegue de testosterona que no lleva a ninguna parte. Pérez Reverte no cree en que la Historia de España dé para más que para estéticas derrotas: nada sobre lo que se pueda edificar ni presente ni futuro.

    Ya en este punto es para preguntarse qué aporta en definitiva el héroe cansado.

    Poco.

    Alatriste acaba sirviendo en el mejor de los casos para suscitar ese tipo de comentarios complacientes al estilo de cómo éramos, que tíos aquellos, que se lo llevaban por delante.

    Alatriste acaba su penoso recorrido acodado en la barra del bar, hecho compañía del inefable Torrente, confundidos los tercios viejos con los tercios de Mahou.

    Y en el peor de los casos... ¿Qué sentido tiene fomentar este extraño narcisismo que celebra la pérdida anticipándose a ella? Ese bucle melancólico del que tanto se ha hablado, no es ajeno a este relato de la lamentable autocomplacencia de unos personajes destinados a ser derrotados porque después de todo a ellos les da lo mismo y su país no merece otra cosa.

    Recordemos: es la leyenda negra. Hagamos lo que hagamos, somos los malos.
    Y en medio de este paisaje… ¿Qué queda? Queda Pérez Reverte, subido a su atalaya de superioridad moral, encaramado en su columna de Vocento como un Kong hiperhormonado a su rascacielos, repartiendo emociones fuertes a los lectores insultando a diestro y siniestro con una habilidad especial para no traspasar los límites de lo políticamente correcto: Qué tío, le canta las verdades al lucero del alba, qué bien puestos los tiene el jodío…

    Si alguien esperaba alguna idea fecunda de tan ruidoso personaje, sepa que al final, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.



    https://anotacionesdepensamientoycri...verte-por.html



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