«Esto no es el amor» por Juan Manuel de Prada para el ABC, artículo publicado el 2/IV/2016.
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Hasta Colombia se ha ido Pablo Jiménez Burillo para publicar su primer libro de poemas, "Esto no es el amor" (Colección Otramina), que nos enseña otra faceta hasta ahora velada del hombre que, desde hace más de quince años, nos sorprende --desde la Fundación Mapfre-- con las exposiciones mejor concebidas y más originales de cuantas hallamos en Madrid. A Jiménez Burillo, que ejerció de crítico de arte allá en la juventud y lleva sangre de escritor en las venas, lo conocí entre poetas (Rafael de Penagos y Manuel Alcántara, sobre todo); y alguna vez habíamos hablado de la olvidada poesía de Ruano, sepultado por su fama de articulista y sus infamias de marqués apócrifo. Pero no sabía que cultivase una pudorosa veta de poeta que en este libro ve al fin la luz.
El título del poemario es aparentemente irónico; pero al final uno descubre que en su médula también trágico y desgarrador. Todo el libro de Jiménez Burillo se mueve en esta tensión entre contrarios, con poemas inaugurales de tono juguetón y exultante y poemas últimos de tono angustiado y saturnino. "Esto no es el amor" nos propone la crónica de un idilio, nervioso y alocado como la vida que llevamos, o quieren que llevemos: un idilio que se estrena en los bares tranquilos “donde desgranarnos las manos / y comernos los ojos con las miradas hambrientas”; que hace piruetas y tirabuzones sobre el hielo, dejándose llevar; y que escucha cómo se detienen los planetas en sus órbitas ante el primer beso, antes de volver (como los propios amantes) “a su aburrida y miserable monotonía”. Y es ahí, en esa exaltación que se hace poco a poco monotonía, donde los amantes, cuando avanza la noche negra, cavan un pozo hondo y oscuro, del que luego van sacando “todo tipo de inmundicias, / toda clase de reproches”. De repente aflora entre ellos el temor al “amor que viene después del amor”, la premonición de un futuro de piedras y cuchillos. Y los vemos, desazonados, tratando de evitar pensar en su amor (“Como si nos diera reparo. / Como si nos diera miedo. / Como si no pudiéramos aguantarlo”); los vemos levantar muros entre ellos; los vemos, en fin, entregarse al abandono, esa lepra de tantos amores con estación terminal en el hartazgo: “Hay días en los que no sé / si todavía nos queremos, / ni siquiera / si tú te quieres / o yo me quiero”. A la postre, aquel amor extraviado se convierte en un recuerdo difuso, “algo misterioso / que lo entristece todo”; y de sus cenizas queda sólo un miedo que nos gangrena, una angustia que todo lo engulle, como un sumidero, cuando “la noche que llevamos dentro” se apodera de nuestro ser.
En "Esto no es el amor", bajo su apariencia leve y desenfadada, Pablo Jiménez Burillo nos habla del amor en los tiempos de la prisa, de la imposibilidad de amar sin reservas cuando uno se va dejando porciones de alma en los aviones y en los hoteles. También nos habla de un mundo hecho para las pasiones urgentes y compulsivas, para los deslumbramientos fugaces, para el arrebato de los sentidos, para una divinización de la sensualidad que a la postre es el traje de los domingos del egoísmo, que siempre esconde entre sus pliegues el hastío; un mundo impío en donde ya no queda tiempo para amar serenamente, para echar raíces en el amor, para madurar aprendiendo a amar las espinas de la rosa y no sólo el esplendor restallante de sus pétalos. Naturalmente, Jiménez Burillo no formula estas tristes realidades sino elusiva y muy delicadamente, mientras nos enseña las intimidades de un amor que no llegó a serlo, porque no sabía que el amor que vive de codiciar siempre nos deja hambrientos; porque no sabía que el amor que no vive para darse, a la postre, termina siendo lo contrario del amor.
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