Cantares de gesta españoles
Pocos son los cantares de gesta castellanos (siglos XII-XIII) que han llegado hasta nosotros (tres en casi su integridad, uno fragmentariamente), pero sabemos de cierto que existieron muchos más, de algunos de los cuales conocemos el asunto y hasta es posible reconstruirlos.
La epopeya castellana, pese a ofrecer un aspecto externo similar a la francesa, en la versificación, fraseología, es esencialmente distinta en su carácter y hasta en intención del autor.
Entre el hecho histórico y las gestas francesas hay siempre una distancia enorme, distancia entre lo que realmente ocurrió y lo difundido; entre lo acaecido y lo que narra el cantar. (Carlomagno tiene doscientos años y repite el milagro de Josué deteniendo el sol en el Cantar de Roldán), y al propio tiempo fantasea libremente en temas geográficos (en la España del cantar de Roldán, Zaragoza está en una montaña).
Los juglares castellanos, en cambio, viven poco después de los hechos que relatan en territorios que conocen palmo a palmo, al igual que su público. Así, la epopeya castellana tiene carácter más verosímil. Y es significativo que las Crónicas medievales escritas en castellano se hayan fundido prosificando gran número de cantares de gesta.
Aunque ya en tiempos remotos (siglos VIII y IX) existió ya una epopeya castellana (al igual que otra francesa) que hoy solo conocemos indirectamente, las gestas que hoy podemos leer tal como las recitaron los juglares datan de apróx. año 1160, mediados del siglo XII y perdurarán hasta el XIV.
El Cantar del Cid
El Poema del Cid en el siglo XII y otros poemas en el XIII revelan indiscutiblemente persistente influencia de la epopeya francesa, influencia posterior a la primera gran invasión de gentes y costumbres francesas en tiempos de Alfonso VI, y a las primeras noticias relativas a la introducción de las gestas francesas en España; pero mucho antes de la penetración francesa se compusieron cantos relativos a Fernán González, a los Infantes de Lara y al Infante García, que por su fecha no podemos suponer inspirados en la épica extranjera, y más observándose en ellos una manera de concebir y de tratar poéticamente los asuntos muy diversa de la manera francesa.
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador moría el año 1099 cuando ya existían cantares de gesta al estilo del (francés) Cantar de Roldán. El cantar conservado casi en su integridad narra episodios del final de su vida pues fue aquélla donde los juglares encontraron la mayor intensidad dramática. Casi contemporáneos suyos, apartaron del relato todo elemento maravilloso, al modo como el romano Lucano lo erradicó de la Farsalia; la diferencia de actitud que existe entre la Farsalia y la Eneida existe entre los cantares del Cid y de Roldán.
El primer cantar narra las aventuras del héroe en el exilio por tierras de la Alcarria y de los valles del Jalón y del Jiloca, en los que consigue botín y tributos a costa de las poblaciones musulmanas.
El segundo se centra en la conquista de Valencia y en la reconciliación del Cid y del rey Alfonso, y acaba con las bodas entre las hijas de aquél y dos nobles de la corte, los infantes de Carrión.
El tercero refiere cómo la cobardía de los infantes los hace objeto de las burlas de los hombres del Cid, por lo que éstos se van de Valencia con sus mujeres, a las que maltratan y abandonan en el robledo de Corpes. El Cid se querella ante el rey el rey Alfonso, quien convoca unas cortes en Toledo, donde el Campeador reta a los infantes. En el duelo, realizado en Carrión, los infantes y su hermano mayor quedan infamados; mientras tanto, los príncipes de Navarra y Aragón piden la mano de las hijas del Cid, que las ve así casadas conforme merecen.
Otras gestas castellanas
La pérdida de los textos genuinos de la mayoría de las gestas castellanas se debe indudablemente a que su materia histórica fue recogida en las Crónicas medievales y su materia poética en el Romancero.
- Del siglo siguiente al cantar del Cid sólo nos queda un fragmento de un centenar de versos del Roncesvalles, adaptación castellana con elementos muy peculiares de derivaciones del Cantar de Roldán. Gracias a este pobre resto sabemos que en el siglo XIII los temas principales de la epopeya francesa habían adquirido carta de naturaleza en castellano y se habían hecho familiares en Castilla.
En oposición a la gesta de Roldán y la versión poética francesa de la batalla de Roncesvalles, en la que contra toda verdad histórica el suelo español parecía deber su reconquista exclusivamente a los guerreros francos, surgió una contrapartida española, con la creación del personaje Bernardo del Carpio, convertido en una especie de anti-Roldán que en Roncesvalles mata al héroe francés. La leyenda de Bernardo, recargada con la novela de su furtivo nacimiento y sus actos de vasallo rebelde, constituyó el movido y novelesco tema del Roncesvalles, cantar de gesta perdido, en el que la epopeya castellana se desprendía de su característica historicidad.
-Una de las leyendas castellanas de más intenso dramatismo, y sobre la que existieron cantares de gesta cuyo rastro se siguen crónicas y romances, es la de los Infantes de Salas o de Lara, basada en sangrientos hechos del siglo X. La muerte de los siete infantes, víctimas de la venganza de una familia enemiga, constituye uno de los trances más dramáticos de la epopeya castellana.
La leyenda primitiva fue adicionada con elementos extraños, algunos procedentes de gestas francesas (derivaciones del “Cantar de Roldán”, el “Galién”), otros curiosamente similares a la Saga de Teodorico, noruega. Es una verdadera lástima que se haya perdido el texto genuino de ese cantar, pues gracias a los versos que se han podido reconstruir se advierte su ruda grandiosidad. Uno de los fragmentos que se conserva en mejor estado nos ofrece la espeluznante escena en que Gonzalo Gustioz va limpiando las sangrientas cabezas de sus siete hijos, muertos a traición y decapitados, y pronunciando ante cada una de ellas un dolorido y breve planto. La epopeya francesa, en sus momentos más dramáticos, no nos ofrece una escena similar, típica muestra del realismo desgarrado de la literatura española.
-Alrededor de la figura de Fernán González, primer conde independiente de Castilla, la tradición mantuvo la adaptación legendaria de varios hechos gloriosos que los poetas trasladaron a gestas. El texto que poseemos del poema sobre este conde, escrito hacia 1250, no es exactamente una gesta, sino un libro de tipo erudito, de “clerecía”, que, aunque recoge posiblemente materia de la epopeya, sigue el estilo del Libro de Alexandre y de Berceo, además de conocer los cantares franceses.
-A mediados del siglo XI existía un relato castellano legendario sobre el rey don Rodrigo, el último godo, y la pérdida de España formado a base de tradiciones nacidas a raíz del hecho histórico y de elementos fabulosos de origen germánico. (Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían cuando en la octava batalla sus enemigos vencían. Rodrigo deja sus tiendas y del real se salía...)
Existían en Castilla, además, cantares de gesta de breve extensión que narraban versiones legendarias de hechos históricos de carácter dramático o de clara intención política, como los que trataban de la Condesa traidora (que influyó en leyendas francesas como la de Beuves de Hantone);
el llamado Romanz del infant García, nacida bajo la impresión de la muerte del conde García Sánchez, el año 1029, manos de los hermanos Vela cuando fue al León para casarse con la hermana del rey;
el de la reina calumniada o de los infantes de Navarra;
-Finalmente, el Cantar del Cerco de Zamora, que narra el cerco de Zamora por el rey Sancho II, el asesinato de éste por el traidor Bellido Dolfos y el reto a los zamoranos por tropas del rey castellano, donde mueren los hijos del noble zamorano Arias Gonzalo en duelo con el castellano Diego Ordóñez. Parece readaptar el legendario relato germánico del asesinato de Sigfrido por Hagen); y en el que Rodrigo Díaz de Vivar ya manifiesta su épica integridad.
Estas primitivas gestas castellanas, hoy perdidas, eran breves y revelan influjo germánico que algunas veces parece remontarse a la épica visigótica.
A finales del siglo XIV un poeta poco hábil escribió una gesta que se suele titular Mocedades de Rodrigo o Crónica rimada, que tiene como tema la juventud del Cid Campeador. Conforme la tradición ha ido recargando la figura del héroe castellano y el tiempo ha hecho que su realidad se situara en cierta antigüedad, la fábula más descarada se ha adueñado de él y ha tergiversado su carácter y su fisonomía. Este Cid mozo es un muchacho bravucón, dado a los desplantes y a la fanfarronería, que no respeta a reyes, emperadores ni papas. Sus amores con doña Jimena se convierten en una novela. Nada más opuesto a la severa, humana y fiel imagen de Rodrigo de Vivar, que nos dio dos siglos y medio antes el Cantar del Cid.
Esta nueva concepción del Cid, no obstante, merece atención por haberse popularizado enormemente y haber trascendido a la época clásica de las literaturas española y francesa.
Última edición por ALACRAN; 28/06/2020 a las 20:47
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores