Don Ramón Menéndez Pidal y su «Chanson de Roland» (1959)
MENENDEZ PIDAL Y SU «CHANSON DE ROLAND»
Coincide el noventa cumpleaños de don Ramón Menéndez Pidal coa la publicación de «La Chanson de Roland», testimonio de una prodigiosa senectud, ya que se trata de un libro que evidentemente figura entre las obras fundamentales de su autor. https://hispanismo.org/biografias/27...dez-pidal.html
Noventa años de edad cumple, en efecto, Menéndez Pidal, sin que la más vaga sombra de achaque alguno acuse el paso del tiempo en tan vigorosa naturaleza y en espíritu de tan extraordinaria capacidad creadora. Porque don Ramón está llevando a cabo una obra ingente de veras, en cantidad y calidad, entre otras razones, porque puesta la mira más allá de la investigación y la crítica, crea, y no otra cosa es lo realizado por él, «verbi-gratia», en «La España del Cid». Gracias a la “erudición creadora” de Menéndez Pidal, el Cid cabalga de nuevo. Y no es esto sólo, que ya bastaría, sino que en torno suyo surge toda una Edad Media inédita, en campo vastísimo que estudios ulteriores vienen sometiendo a riguroso cultivo intensivo. Extensivo también, como lo denota esta recentísima obra «La Chanson de Roland», merced a la cual se Iluminan otras zonas histórico-literarias de la épica con resonancia universal.
Desde que en 1896 apareció «La leyenda de los infantes de Lara».https://hispanismo.org/historiografi...s-de-lara.html primer libro de don Ramón Menéndez Pidal, hasta este último han transcurrido más de sesenta años, tiempo durante el cual la Edad Media ha sido para el gran filósofo e historiador tema amplísimo de constante estudio, sin perjuicio de la atención dedicada, con amor y disciplina idénticos, a otros temas y períodos, de tal suerte que la bibliografía de don Ramón Menéndez Pidal alcanza metas insospechables, en las más exigentes perspectivas de la historia, la lengua y la literatura.
La primacía en las publicaciones del preclaro director de la Real Academia Española corresponde quizá a la línea marcada por las obras que arriba citamos: una de juventud, «La leyenda de los infantes de Lara», que bastó a prejuzgar el radiante porvenir científico de su autor y otra «La España del Cid», obra de espléndida madurez. Pero otras muchas, sólo diferentes por la mayor ó menor extensión dada en cada caso al respectivo trabajo monográfico, forman el entramado, fuerte y sutil a la par, en que todas se relacionan, determinando el sistemático conocimiento de una época, o de un género, o de un tema que justifican el magisterio internacional de don Ramón.
Nos referimos, recalcando la línea antes aludida, a la edición del «Mío Cid», al catálogo de las «Crónicas generales de España», a «Floresta de leyendas heroicas españolas», a «Orígenes del español», a «La literatura española reflejada en los temas épicos», al «Romancero hispánico», a «Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas», a multitud de ensayos, artículos y conferencias que anteceden o completan las obras fundamentales de Menéndez Pidal, monumento de armónica traza y enormes proporciones a que ahora se incorpora «La Chanson de Roland», en expresa confirmación incorpora «La Chanson de Roland», en expresa confirmación de la teoría que sucesiva o simultáneamente mana de todas y cada una de aquellas construcciones. No importa la diversidad de temas y de propósitos. La unidad de pensamiento y de las distintas realizaciones es perfecta, por el subsuelo de tanta fructuosa investigación y certera crítica circula fluidamente la teoría del «neotradicionalismo», que toma cuerpo en este original estudio—no ciertamente uno más—-acerca de «La Chanson de Roland», objeto de múltiples y reiterados comentarios, glosas e investigaciones.
Don Ramón sale al encuentro de quienes pudiesen ligeramente creer que su «La Chanson de Roland» fuera un libro superfluo. «Pero me llevaba a perseverar en este empeño —declara en sabrosa advertencia—el ver que el problema fundamental, el que está en la base de todos los otros problemas que eternamente se discuten, es tratado siempre por encima y yace en la mayor oscuridad.» Se refiere a las dos maneras contrapuestas de considerar las «Chansons de geste», ya se las juzgue como obra de un poeta único, ya como obra de distintos poetas sucesivos. La primera interpretación es la individualista y predominante en el campo de la crítica; la segunda es la tradicionalista, profesada por don Ramón, con la originalidad de criterios que cada vez le es reconocida en mayor grado de adhesión. De ahí el carácter polémico de «La Chanson de Roland y el neotradicionalismo. Orígenes de la épica románica», que es el título completo de la obra, fiel a sus bien circunstanciados objetivos.
La teoría, generalmente admitida hasta ahora, acerca del autor de «La Chanson de Roland» es que se debe a un poeta perfectamente individualizado, Turoldo, sin que deba atribuirse cosa alguna a la tradición. Don Ramón, en tesis general, duda del alcance absoluto que suele atribuirse a la creación de un autor, por genial que sea, y aduce una cita de Goethe, que no debe ser olvidada en cualquier caso: «Desde el momento en que nacemos, el mundo que nos rodea comienza a influir sobre nosotros por todas partes, y esto es así siempre, hasta el final... Si yo pudiese decir cuánto es todo en lo que me he hecho deudor a los grandes predecesores y a mis contemporáneos, lo que me quedase sería bien poco.» Pero no se trata, naturalmente, de un argumento genérico, ni tampoco se ha de entender de manera tan tasada esa otra razón del tiempo en que se produce «La Chanson de Roland», típica época de arte tradicional.
No ha faltado quien, como Le Gentil, haya tratado de conciliar el individualismo y el tradicionalismo mediante el reconocimiento, a partir de la versión más antigua, de una serie de sucesivas refundiciones del texto de «La Chanson» que llevan a pensar paralelamente en otros tantos colaboradores efectivos de Turoldo. El tema lo replantea don Ramón por su propia cuenta y depurando fuentes, a la vez que valorando hallazgos que enriquecen o matizan los anteriores descubrimientos supera el contraste establecido por las respectivas posiciones de Gastón París y de Bédier. Mucho contribuye a impulsar el nuevo giro histórico-crítico de la cuestión el que, gracias a Menéndez Pidal precisamente, hayan avanzado tanto los estudios acerca de la literatura épica española. Don Ramón hace notar que la comparación de las dos poesías heroicas, a uno y otro lado del Pirineo, dará frutos definitivos. «Ningún estudio comparativo de dos literaturas—afirma— puede dar resultados tan esclarecedores como éste, puesto que la épica francesa y la española vivieron bajo circunstancias históricas muy semejantes, pero con una desigualdad de tiempo y de carácter que hace en extremo reveladora la confrontación de ambos.»
He ahí la gran novedad de la decisiva aportación de Menéndez Pidal al problema en cuanto relaciona las dos vertientes de la épica medieval, respectivamente, en España y en Francia, reduciendo ambas a la unidad de una sucesiva elaboración tradicionalista, con lo que el problema, lejos de complicarse, se aclara y su planteamiento facilita una orgánica visión de conjunto.
El caudal de erudición, resultante de rigurosas investigaciones, que corre por todas y cada una de las partes de «La Chanson de Roland» permite al autor reconstruir todo un proceso de tema, texto y crítica, fijando las bases del neotradicionalismo como reacción contra la ilusoria existencia del poeta único. En fina dialéctica superatoria, Menéndez Pidal resume en estas líneas su actitud frente a las dos teorías contrapuestas: «El individualismo, con un criterio positivista, se atiene sólo a los textos conservados, pues sienta la hipótesis de que los textos perdidos, si existieron, fueron pocos o de ningún valor artístico. No quiere creer sino lo que toca y palpa. El tradicionalismo, reuniendo numerosos restos y vestigios de textos perdidos, afirma una época anterior a los textos conservados en la que existió toda una literatura, latente para nosotros, la cual, aunque latente, se nos deja ver de cuando en cuando...» En esa época inicial de la literatura, la poesía es un arte tradicional, poesía de todo un pueblo. Lo que el romanticismo percibió intuitivamente, es en el libro de don Ramón una verdad que analiza y comprueba. Por otra parte, de señalar entre los aciertos que vienen prejuzgados por el nuevo planteamiento del problema; la sabia ordenación de los testimonios en virtud de los cuales se acredita el carácter religioso de la expedición de Carlomagno a España.
Pero la consideración de los diversos aspectos ofrecidos por «La Chanson de Roland» requiere un extenso artículo de revista especializada, aparte el interés que merece de la gran masa de lectores de cultura general.
M. FERNANDEZ ALMAGRO, de la Real Academia Española
(1959)
Última edición por ALACRAN; 29/11/2021 a las 14:40
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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