FOGONAZOS POR LA TRADICIÓN




Chateaubriand, la contrarrevolución romántica.

Eugenio d’Ors pensaba que Chateaubriand era “quien se sirve de los peores instrumentos del Ochocentismo para cantar las nostalgias del antiguo régimen.” Profeta degenerado en parlamentario, Cruzado disminuido a periodista –le llamaba el genial catalán al romántico vizconde (véase “El valle de Josafat”.) No soy digno de rebatir a uno de los más grandes genios que ha tenido España –Xenius-, por mucho que se le ningunee en estos tiempos corrompidos, cuando cualquier escritorzuelo pretende sentar cátedra. Pero, ¡qué quieren que les diga! Pese a todo lo que de Chateaubriand pueda decirse, yo reverencio y continuamente releo sus “Memorias de ultratumba”, tal vez el mejor de sus libros. Y considero que parlamentario y periodista y todo, Chateaubriand todavía encarna esa Francia a la que siempre respetaré y admiro: la cristianísima y legítima Francia, primada de las Naciones y primada de las Revoluciones en Europa.

Al término de estas memorias, Chateaubriand escribe una profunda reflexión sobre el desmoronamiento del orden antiguo, esto significa el mejor de los órdenes (todo lo posterior no ha sido sino una lenta decadencia que nos postra, debilita y esclavizará.)

Personas ilustradas no comprenden que un católico como yo se obstine en sentarse a la sombra de lo que ellas llaman ruinas; según esas gentes, esto es una apuesta, un partido tomado. Pero dígaseme por piedad, ¿dónde encontraré una familia y un Dios en la sociedad filosófica individual que se me propone? Señáleseme, y lo adoptaré; en caso contrario, no os parezca mal que me acueste en la tumba de Jesucristo, único abrigo que me han dejado ustedes al abandonarme.”

La “sociedad filosófica individual” nos ha dejado desamparados, sin familia y pretende que sin Dios. A todos esos que han sufrido en sus carnes las lacras de ese “experimento” que se desarrolla desde el siglo XVIII, en el cual los cobayas somos los mismos hombres y mujeres occidentales, tengo algo que decirles:

Rompan, amigos, con esa sociedad; el trauma que acarrea el desamor tras los divorcios, las separaciones, la violencia injustificable que prolifera bajo el nombre de "maltratos conyugales"… y todo el linaje de los “nuevos” males no son sino el mismo viejo Mal que campa a sus anchas, después de haber destruido el único orden que hay, todas esas calamidades son hijas de la misma madre, la Revolución.

Destruyamos la Revolución con abundancia de bien, seamos contrarrevolucionarios auténticos (para eso, no hay que militar a la fuerza en ningún partido -pero si alguien quiere alistarse bajo unas banderas, ninguna mejor que la de San Andrés, cuya depositaria legítima es la Comunión Tradicionalista Carlista); pero si usted no está hecho para la política, conviértase a Cristo, amigo mío, viva como vivían nuestros antepasados, pues como decía Aparisi y corroboraba José María de Pereda, lo que importa es ir a Misa.




Publicado por Maestro Gelimer

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