25 de noviembre de 1562. En Madrid, calle Mayor, alto de Las Platerías, casa de Jerónimo de Soto, a unos metros de la Puerta de Guadalajara, acaba de nacer un niño. El niño es hijo de Félix de Vega y Francisca Hernández —o Francisca del Carpio, que así algunas veces se la nombra, o firma y, se confirma ella— y ha sido bautizado, a los tres días de nacer, en la enfrentada Parroquia de San Miguel de los Octoes, que tiene dos chapiteles con veleta y gallo.
Que nazca un niño en cualquier parte es noticia vulgar. Pero no lo es la del nacimiento de este niño: Lope Félix; porque este niño será de los pocos niños, aun entre los calificados de "prodigios", que desde en seguida de valerse por sí mismo comenzará a buscarse y a ganarse la grandeza de su vida y de su obra. Asombrosas, inverosímiles las dos.
En los grandes hombres, ¿vale más la vida o la obra? Y la opinión sentencia: ¡la obra! Porque la obra es la que sobrevive a su autor, y la que mantiene, verde y lozano y frutecido, el recuerdo de su persona.
Sin embargo, yo prefiero a los grandes Genios o Ingenios que lograron que, su talla humana rascara con la grandeza de su obra. Como Lope. Kant fue un currinche, amanerado por la rutina, que se dejaba sacudir por su ama de llaves. Descartes vivió sin enterarse de cómo vivía. Shakespeare no pasó de actor mediocre, hambrón y desilusionado, y quizá "subvertido". Cervantes se nutrió de sus fracasos vitales, hasta acabar muriendo como un jubilado de la burocracia más ramplona.
Pero Lope, desde que empezó a valerse por sí mismo, decidió engrandecerse para que su "colosalismo" humano facilitara la grandeza de su obra. Y empezó por otorgarse sin empacho lo que no tenía: ascendencia ilustre y lejana, con felices blasones. Aquel Carpio de su madre levantaba diecinueve torres para su escudo.
Aquel Vega paterno floreaba desde siglos antes en uno de los solares más heráldicos de la Montaña santanderina; de la Montaña santanderina, que es "la oficina" que más títulos puede expedir sin agotar sus reservas. Y para amarrar más, no agradándole el honesto oficio paterno de bordador, lo convirtió en delicado poeta, y en más artista que artesano. Después...
Nos juró sus servicios de paje con el imponente obispo don Jerónimo Manrique y con su tío imponente el inquisidor don Miguel del Carpio; sus estudios de gramática en el Colegio de los Teatinos, de matemáticas en el Colegio Real, "de esfera" en el Colegio Imperial, de Humanidades en Alcalá y en Salamanca.
Nos juró que a los cinco años leía en latín; que a los diez traducía a Horacio y Claudiano; que a los once se derramaba en versos; que a los doce compuso su primera comedia.
A Lope, niño aún, le bazuqueaba el afán de la espectacularidad. Quería para si una vida, modelada exclusivamente para él, y luego roto el molde. Lleno de desenfado y sin pararse en barras, cuando Lope consideró vulgar algún hecho de su existencia..., !lo tachó! , sustituyéndolo imaginativamente. Y lo sustituía bien, ¡vive Dios!
Porque, ¿quién podría poner puertas al campo del ilusionismo de Lope? Y fantaseó con tal arte y desparpajo tal, que su vida adquirió la realidad indiscutible del arte. Sus propios padres llegaron a no saber cuál de los dos Lope era su hijo. Y uno mismo duda si el dicho dice "saber más que Lepe" o "saber más que Lope".
El año 1579 es trascendental en la vida del "Fénix"; porque acaba de cumplir los diecisiete años y se decide, gallito, a iniciar la que será larga, nutrida, variada y tumultuosa vida amorosa.
En 1579 Lope tiene su primer amorío: "Marfisa" (María de Aragón, para la prosa) y su primer hijo natural. Lo cual deja en Lope el regodeo y la marchosería de sentirse adelantado mayor del donjuanismo. A "Marfisa" la toma pronto y la deja en seguida, conforme mandan los cánones a los que se ajustará todo don Juan ortodoxo, como hombre y como espécimen literario.
De los brazos nubiles de "Marfisa" pasa Lope a los de "Filis" (Elena Osorio en las actas de barrio y parroquia); brazos éstos cálidos y apretujones y declinativos de los hombros a las muñecas.
De los de "Filis" a los de "Belisa" (Isabel de Urbina), raptada virgen y esposa a la trágala.
De los de "Belisa" a los de... Que nos lo diga el escueto epígrafe del inventario de las causas criminales incoadas por la Sala de Alcaldes de Casa y Corte: "Causa contra Lope de Vega por amancebamiento con doña Antonia Trillo". Doña Antonia Trillo era una hermosa y, paradójicamente, maciza y "liviana" viuda "con mucha pasta", a la que Lope se le comió un riñón y parte del otro en menos que uno se persigna.
De los brazos de doña Antonia, "sabidores como los de doña Endrina", a los cortos y regordetes de doña Juana Guardo para comerse cuyos torreznos y riñones - bienaireados en la carnicería de su padre - hubo Lope, de aceptar coyunda con cencerrada.
De los de doña Juana, a los de "Camila Lucinda" (Micaela de Luján), que se le añudaron al cuello tan prietos y por tanto tiempo que en tris estuvieron de estrangularle... muy a gusto de la víctima.
De los de "Camila Lucinda" a los de "Amarilis" (Marta de Nevares), hembra un tanto olímpica, con serenidades de Hera, melindres minervinos y languideces afroditas.
Y no olvidemos los cien pares de brazos venusinos que a Lope se le enredaron en los corrales madrileños "de la Pacheca" y "de la Cruz", en el sevillano "de Doña Elvira", en el toledano "del Mesón de la Fruta", en el valenciano "de la Olivera"...
Como ya sabemos todos que Don Juan Tenorio —el ortodoxo, ¿eh?, el de "Tirso"— no hizo en su vida sino amar, huir del amor y luchar contra su conciencia cargada de Teología y atizada por Dios, y como todos sabemos que Lope no amó menos ni a menos que Don Juan—aun cuando no huyera tanto como éste— y que igualmente luchó "lo suyo" contra su conciencia antes de dejarse vencer, y en esto ganó al perdido tenorio tirsino, nos preguntamos asombrados: ¿si Don Juan no tuvo tiempo sino para amar y reconcomerse, tuvo Lope tiempo para algo más que para amar tanto como Don Juan? Un somero inventario de las acciones de Lope, ajenas a
su afrodisia, también resulta impresionante.
Estuvo preso en la Cárcel de Corte y desterrado en Valencia. Sin el menor impulso bélico, sólo por no achicarse ante otros ingenios dados a las armas por vocación, tomó parte en dos empresas navales de "órdago a la grande";la fasta de las Islas Terceras y la infausta de la no sabemos por qué calificada de Armada Invencible.
Fue secretario de cartas —algo así como aquellos románticos, memorialistas de portal que escribían misivas de amor a personas tímidas o analfabetas— del marqués de las Navas, del duque de Alba" del marqués de Sarria, del duque de Sessa.
Dirigió varias academias literarias y ejerció a diario de oráculo en el Mentidero de los Representantes. Tuvo y mantuvo siempre dos hogares con la duplicada dignidad de un buen padre de familia, y atendió con solicitud entrañable a sus hijos, tanto a los del lado derecho como a los del lado zurdo, derramando sobre ellos, los ducados y el lirismo. Organizó y dirigió, entre 1610 y 1635, cuantos jolgorios literarios se celebraron en Madrid, entre los que resultaron "de aupa" los dos dedicados a Isidro,
santo patrono de la Villa y Corte.
Supo llorar con largueza y con grandeza poética el destino de sus hijos: la profesión de Marcela, la muerte de Lope Félix —buscador de perlas en la isla Margarita—, el rapto y deshonor de Antoñica Clara.
Sostuvo polémicas interminables y fogosas con Cervantes, Góngora, Ruiz de Alarcón, Suárez de Figueroa...
Desde 1614 ofició muy pío, a diario, la Santa Misa y leyó muy atento, el santo breviario. Desempeñó con honestidad de trabajo los cargos y prebendas que se le concedieron: procurador fiscal de la Cámara Apostólica, familiar del Santo Oficio, hábito de la Orden de San Juan de Jerusalén, terciario franciscano...
Escribió MÁS DE MIL COMEDIAS, dieciocho largos poemas, siete novelas, una larga acción en prosa, dos libros ascéticos, ocho tomos de poemas, tres de relaciones y noticias, y más de cinco mil cartas de enorme interés histórico y literario.
Y uno se pregunta: pero.., ¿es posible tal imposible? ¿Dudará alguien, ahora, de ser cierta la afirmación de que Lope hizo tan grande y famosa su vida cómo su obra? ¡Ah! Y aún le dio tiempo el Tiempo para saber morirse en el Señor", según aconseja el evangelista San Juan a quienes deseen "descansar de sus trabajos" y "ser seguidos por sus buenas obras". ¡Ah! Y aún le dio tiempo el Tiempo para que su retrato figurara en casi todas las casas de sus compatriotas.
Hubo quien hizo parodia del Credo, prohibida por la Inquisición, que comenzaba: "Creo en Lope todopoderoso, poeta del cielo y de la tierra. Enseñábanle en Madrid a los forasteros, como en otras partes un templo, un palacio. No sólo su nombre hallaba eco en todas partes, sino que pasó a designar lo bueno. Ser "Lope" alguien o algo era calificarlo de inmejorable.
F. C. SAINZ DE ROBLES
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