Christus factus est de Juan de Herrera y Chumacero (ca.1670-1738).

Christus factus est, fue escrita en 1713, y representa un claro ejemplo de cómo Herrera hacia uso de la homofonía. Se trata de un breve gradual -canto tras la lectura de la epístola-- en modo menor para coro a cuatro voces. Su escritura rítmica es sencilla y homogénea salvo por leves gestos de ornamentación melódica expresados en algunas notas de paso y bordaduras.

Juan de Herrera y Chumacero nació en Bogotá (Colombia), el Virreinato de Nueva Granada. Se sabe poco de su formación musical. Su nombramiento como maestro de capilla de la Catedral Santa Fé, en sucesión de José Cascante (1702), lo hace visible y relevante en el mundo musical. Juan de Herrera fue maestro de música en el convento de Santa Inés, siendo también capellán alrededor de 1698.

Herrera compuso un poco más de 40 obras, haciéndolo uno de los compositores más prolíficos en la Nueva Granada. Su estilo composicional está vinculado directamente con el estilo renacentista que permea ampliamente su obra, a diferencia de su predecesor José Cascante cuyas obras son más exuberantes.

La obra de Juan de Herrera se divide en dos grupos: el litúrgico (salmos, responsorios, invitatorios, lamentaciones, misas) y el paralitúrgico (villancicos y jácaras). El primero de ellos está conformado en su mayoría por salmos compuestos para ser ejecutados no en la misa, ya que en ésta predominaba el canto llano, sino en los oficios de vísperas y completas (seis de la tarde y nueve de la noche respectivamente).

Los salmos y las misas son las piezas mejor logradas de Herrera, si se tiene en cuenta que tenía una limitada formación académica. Son obras a seis (coro y dos solistas), a 8 (doble coro), y 12 voces (triple coro). En las que predomina la textura homofónica, no estando exenta de ciertos gestos contrapuntísticos.

Herrera se destaca por ser uno de los pocos compositores de las colonias latinoamericanas que escribió misas de difuntos, sin duda algo inusual para ser el maestro de capilla de una catedral de limitada importancia.

Las obras maestras de Juan de Herrera son sin duda, sus 3 Misas para la muerte (Requiem o de Difuntos) para 5, 8 y 9 voces, respectivamente, de gran inspiración, además de ser unos de los pocos ejemplos musicales de este género en LatinoAmérica. Sus misas de difuntos fueron concebidas en el estilo establecido por Cristóbal de Morales tras la composición de su Missa pro defunctis de 1544, en el cual priman la claridad y transparencia de la textura.

En lo que concierne a la música religiosa no litúrgica, Herrera escribió villancicos, jácaras y romances. Eran piezas vocales - instrumentales en lengua vernácula, las cuales tenían cabida en los oficios nocturnos, especialmente en los maitines de navidad. En la escritura de este tipo de piezas, suele predominar la textura homofónica o de melodía acompañada y la textura de bajo continuo, es decir, una o dos voces melódicas yuxtapuestas a un bajo firme, en contraposición a unas voces intermedias menos destacadas.

Obra extraída del ábum: Convidando está la noche, Navidad Musical en la América Colonial
Intepretan: GCC-Grupo de Canto Coral.
Dirige: Néstor Andrenacci