El fenómeno de las peregrinaciones jacobeas, que unió los territorios del norte de España a través del Camino de Santiago, todavía subsistente en la actualidad. Esta fue una vía de relaciones religiosas e intercambios culturales y económicos que arraigó profundamente y dio lugar a un espacio común entre territorios hispánicos.
Navarra es una región fundamental en la historia del Camino de Santiago, donde se unen varios itinerarios, siendo dos del Camino francés: uno cruzaba el Pirineo por Roncesvalles y pasaba por Pamplona; el otro llegaba desde el puerto aragonés de Somport y entraba por Sangüesa; confluyen ambos en Puente la Reina y desde allí, por Estella y Los Arcos, se encamina a Logroño y Nájera, tierras pertenecientes al medieval Reino de Pamplona-Nájera. Continúa por Santo Domingo de la Calzada, para pasar entrar a tierras de Castilla. También fueron importantes otras vías: la de Baztán, la de la Barranca, la de Monleón a Roncal y Lumbier, la de Valdorba, la del Val de Aibar y la de la Ribera del Ebro, que se unificaban en el Camino francés en tierras navarras.
ITINERARIOS DEL CAMINO DE SANTIAGO POR NAVARRA
Durante el siglo X las condiciones para el desarrollo de la peregrinación compostelana fueron poco favorables, debido a la inseguridad del Camino y a la concentración de los esfuerzos cristianos en la defensa frente al Califato de Córdoba. Entonces, el Camino atravesaba los Pirineos por Roncesvalles, llegaban a Pamplona y seguía por rutas abruptas y montañosas en el corredor del Val de Araquil dirección Burgos, atravesando el condado leonés de Álava. Otro itinerario seguía la vía romana de la Burunda y otros caminos de Vizcaya y el norte de Burgos.
La paulatina conquista militar favoreció el auge de las peregrinaciones por el territorio riojano y la consiguiente fijación de la ruta terrestre. En el año 923 Sancho Garcés I de Pamplona y Ordoño II de León habían reconquistado con toda la Rioja Alta, Viguera y Nájera. Esta última ciudad riojana se convirtió en capital del reino navarro.
Tras la recuperación del tramo viario entre Logroño y Grañón, fue a partir del siglo XI cuando se consolidó plenamente esta ruta de peregrinación, coincidiendo con el crecimiento y la expansión económica que se produjeron en toda Europa. Es precisamente Sancho III el Mayor quien, en el primer tercio de siglo, abrió orientaciones transformadoras de las relaciones exteriores hispánicas y quien fijó el definitivo trazado. El rey pamplonés conoció perfectamente las ventajas y beneficios que el paso de los peregrinos aportaba a las villas y ciudades, por eso quiso que la ruta jacobea atravesara por el centro del territorio de su reino. Trató de reaprovechar la vía romana que llevaba a Libia, vía Herramélluri, desde Varea y Tricio. En tierras castellano-leonesas Alfonso VI, a finales del siglo XI, fue su principal promotor.
No sólo económicas, también por razones de política territorial y estrategia militar, Sancho III reorientó el Camino hacia el valle del Ebro y los llanos de La Rioja, donde se encuentra Logroño, para seguir hacia Santiago por tierras llanas y fértiles que incitaban al asentamiento de pobladores inmigrantes. La afluencia de francos a la Península fue en aumento desde mediados de dicha centuria hasta finales del XII.
CAMINO FRANCÉS DE LA RUTA JACOBEA
De esta forma el Camino de Santiago se convirtió en eje de ordenación urbana y de organización territorial de Navarra, a la vez que la comunicaba con los restantes reinos cristianos españoles.
También introdujo el arte románico y la aportación cultural de los monjes de la Orden del Cluny, que se extendió luego por toda la ruta jacobea, y cuyo esplendor se prolongó hasta el siglo XVI. Los monjes cluniacenses utilizaron la ruta como elemento de renovación eclesiástica y como vía de penetración de la reforma gregoriana.
La expansión demográfica de los países europeos en el siglo XI y XII tuvo su reflejo en una gran actividad poblacional en Navarra y a través de ella, a lo largo de todo el valle del Ebro. Ello supuso un aporte económico, social y cultural que enriqueció el crisol de culturas que siempre fue el viejo reino, contribuyó de forma notable al desarrollo urbano característico de estos siglos y a una estratificación de la sociedad con la aparición de nuevas clases sociales desvinculadas de los señoríos y que surgían de actividades económicas, comerciales, artesanales e industriales, no conocidas hasta entonces.
Sancho el Mayor y luego sus descendientes, especialmente Sancho VI el Sabio, fomentaron esta formación de núcleos urbanos a los que otorgaron sus respectivas cartas y fueros municipales inspirados en modelos de origen ultrapirenaico, especialmente en el Fuero de Jaca.
Los reyes medievales navarros favorecieron el Camino introduciendo las primeras medidas de protección de peregrinos y promoviendo la construcción de hospitales, monasterios, iglesias y ermitas a lo largo de toda la ruta jacobea que atravesaba el Reyno de Pamplona, en las que maestros y artistas extranjeros imprimieron su sello. Más de un centenar de ciudades y más de un millar de monumentos a lo largo del camino explican el enriquecimiento cultural y artístico que supuso este itinerario.
CAMINO DE SANTIAGO POR EL PIRINEO NAVARRO
Lo mismo que Navarra fue importante para el Camino, éste lo fue para con ella. A lo largo del reino navarro se encuentran vestigios que constatan su importancia histórica, sobre todo, en los magníficos monumentos de la colegiata de Roncesvalles, de la iglesia de Eunate, de la catedral de Pamplona, de la iglesia de Torres del Río, del monasterio de Leyre y del castillo de Javier.
El monasterio de Leyre fue visitada por san Eulogio de Córdoba en 848, y se quedó deleitado con la riqueza de su biblioteca. Es un dato que informa en torno a las vicisitudes de la cultura en esos siglos alto-medievales, a uno y otro lado de la frontera peninsular entre la cristiandad y el islam.
Algunos años después de la muerte de Sancho el Mayor la construcción del puente de Puente la Reina, de magnitudes no conocidas hasta entonces, facilitaba muy cerca de allí el paso del río Arga. En ese punto se unieron los dos ramales del Camino francés que parten de Somport y Roncesvalles. Fue tan grande el aumento del número de caminantes en este puente que fue necesario la creación de esta población.
Los peregrinos también dejaron huella a su paso por el Pirineo navarro, donde se construyó la famosa Colegiata-Hospital de Roncesvalles, de estilo francés y la capilla del Santi Spiritus para el enterramiento de peregrinos, entre otros edificios.
MONUMENTO A LOS PEREGRINOS EN EL MONTE EL PERDÓN
"Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comida, trajes y lengua... se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman abarcas... suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara sino con las manos... si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían al ladrido de los perros."
Con estas palabras describía, a mediados del siglo XII, el clérigo francés del Poitou, Aimerico Picaud, a los primeros españoles que podían encontrar los peregrinos al cruzar el Pirineo para dirigirse a Santiago de Compostela.
A mediados del siglo XI y finales del siglo XII, se inició el trazado de un eje económico en sentido Este-Oeste, desde Roncesvalles hasta Santiago. Este eje tuvo una gran importancia para el desarrollo histórico general del Occidente Medieval, en la Europa de la Segunda Edad Feudal.
Era la época en la que las monarquías comienzan a afirmar su poder frente a los señores feudales. La época del desarrollo del señorío rural, de la repoblación y extensión de los cultivos, de la expansión europea hacia sus confines territoriales, más allá del Elba por el Este, hacia la meseta de la península Ibérica por el Oeste. La época, también, del renacimiento urbano, del comercio y de la industria. Es un período de cambio social y de crecimiento económico incipiente. Pero no sólo hay que hablar de estructuras sociales y económicas. El despegue económico europeo coincide con el periodo de formación de una cultura, de una forma de ser y de pensar propia del hombre medieval.
Por otra parte, la idea de continuidad, de desarrollo de estructuras preexistentes también debe ser tenida en cuenta, por la idea de "revolución económica" y "renacimiento cultural". Todo se inició con un cambio en el equilibrio existente en la cuenca mediterránea.
CASTILLO DE JAVIER
El Occidente Cristiano mejoró su posición en sus relaciones con el Islam, y esto tuvo una importancia especial en la península Ibérica por la caída del Califato de Córdoba. Creció la población, mejoraron las cosechas y aumentó el volumen de los intercambios comerciales. Europa desbordó sus propios límites para salir a la búsqueda de nuevas tierras, de nuevos productos para el comercio y también de monedas y metales precisos de los que estaba falta.
Encontró algo más, entre otras cosas, las ideas que sirvieron de fundamento para la cultura escolástica. En cualquier caso, la Iglesia supo impulsar y encauzar este movimiento expansivo. Siempre estuvo aliado de los poderes políticos que lo promovían, cuando no fue ella misma la que encabezó el proceso. Naturalmente, no fue la institución eclesiástica en su conjunto la que llevó a cabo estos hechos. Fueron sobre todo los nuevos clérigos, como los monjes cluniacenses o los obispos reformadores que impulsaron la reforma gregoriana, los principales responsables de esta política. Ellos fueron los más representativos e importantes en la Iglesia de la época.
Los reinos hispano-cristianos habían mantenido contactos ocasionales con la Europa franca en la época de su formación y desarrollo inicial. Durante el primer tercio del siglo XI, estos contactos se intensificaron de forma extraordinaria.
PUENTE LA REINA
Los monjes cluniacenses introdujeron la reforma benedictina en las abadías de San Juan de la Peña, en Aragón, y Santa María de Leire, en Navarra, con el respaldo de Sancho el Mayor. Al mismo tiempo, en la zona catalana, el abad Oliva favorecía la introducción de la reforma cluniacense en Ripoll, y desde allí irradió a otros puntos de la península. Su discípulo, el obispo de Oviedo Ponce, llevó este movimiento reformador a Palencia y las tierras asturianas. Por otra parte, la situación política peninsular estaba cambiando con la crisis y caída del califato cordobés. Los distintos gobiernos provinciales de la España musulmana y, después, las taifas se vieron forzados a pasar a una situación de vasallaje y dependencia tributaria con respecto a los reyes y señores cristianos del norte, en el marco de lo que podemos denominar como "régimen de parias".
Al mismo tiempo, la hegemonía castellana facilitaba la vinculación y articulación de diferentes espacios regionales hispánicos. Se reforzaron los vínculos entre Castilla y el área pirenaica, por medio de la incorporación de La Rioja el 1076, a la muerte de Sancho IV.
También pudo incluirse Navarra en esta serie de territorios interconectados por el sistema de alianzas políticas de la época. Primero con el vasallaje de Sancho IV a Fernando I tras la batalla de Atapuerca, el año 1054; después por el vasallaje menos estricto, implícito en la idea imperial leonesa expresada por Alfonso VI y Alfonso VII sucesivamente. Y a través de estos territorios comenzaron a fluir las peregrinaciones compostelanas.
Desde Roncesvalles hasta Santiago, clérigos, caballeros y otros peregrinos de condición más modesta, como artesanos y pequeños comerciantes ocasionales recorrían sus caminos y, a veces, decidieron quedarse a vivir en sus pueblos, acogiéndose a la protección de estos monarcas y animados por las posibilidades de enriquecimiento que la España del siglo XI ofrecía.
PRINCIPALES VILLAS Y CIUDADES DE LOS CAMINOS FRANCÉS Y ARAGONÉS
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