Revista FUERZA NUEVA, nº 555, 27-Ago-1977
NAVARRA Y EUZKADI
Navarra, conjunto de etnias, de culturas, de costumbres y de idiomas diferentes fundidos por la Historia y la religión, padece actualmente (1977) la presión demográfica, que no cultural, de eso que llaman “Euzkadi”, versión actualizada del “Anschluss” como el que Alemania impuso a Austria antes de la segunda guerra mundial. Hay que decirlo con toda claridad: hoy Navarra está sometida a la intensa presión de un panvasquismo similar al pangermanismo de Hitler, con la particularidad de que no tiene raíces históricas y es fruto de ideologías políticas surgidas de tesis raciales carentes en absoluto de rigor científico y superadas ya en todo el mundo.
Alemania y Austria, pueblos germanos los dos, de características externas en cierto modo similares, hablaban y hablan el mismo idioma. Se daban, pues, las circunstancias aparentes para la constitución de una nación unida. De hecho, los nazis que dominaban Alemania asesinaron primero al canciller Dollfuss y luego se anexionaron Austria, ante la pasividad del mundo occidental. Fue necesaria la victoria aliada en la última gran guerra para que se restableciera la libertad austriaca.
Entre nosotros, siendo Euzkadi el invasor y Navarra la invadida, aunque no se dieran los supuestos que impulsaron a Hitler a realizar el “Anschluss”, resulta evidente, ante esta pretensión absorbente, que no existe identidad racial, ni idiomática, ni de costumbres, rechazándola además la inmensa mayoría de los navarros. Sólo la carencia de genuinos órganos de expresión y representación hacen que Navarra no puede manifestarse con libertad, dando la impresión de que los vociferantes constituyen mayoría.
Los navarros tienen conciencia de a cuánto obliga su filiación hispana. Si originariamente fueron ellos los vascones, la realidad histórica demuestra que éstos se dividieron en dos ramas: los navarros y los actuales vascos o vasconizados, de ahí la expresión Provincias Vascongadas. A los muchos y muy documentados estudios existentes sobre el particular, pueden añadirse los que, con su gran prestigio científico, le ha dedicado últimamente el profesor don Claudio Sánchez Albornoz.
A mayor abundamiento, en Navarra, lo vasco es un complemento del todo, pero no es el todo, pues sólo con una imaginación calenturienta pueden identificarse la Ribera y la Montaña.
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En cuanto al idioma, sería contranatural la cooficialidad del vascuence y del castellano. El Fuero, el juramento de los reyes y todas las leyes de Navarra están escritas en romance, en “idiomate navarre”, como testifica el notario mayor del reino al recibir el juramento real. Nadie puede negar lo que es historia sin entregar a las llamas todos los archivos del Reino. Sin embargo, los pueblos navarros están a merced de la presión separatista vasca, que realiza una intensa y costosa propaganda que no se sabe quién financia.
No es la primera vez que Navarra es objeto de tales pretensiones. Ya en tiempos pretéritos pasó por experiencias semejantes, aunque de diverso origen. Pero, hoy, como entonces, pese a tantos pesares, sus características siguen siendo tan singulares y tan avispado su intelecto de pueblo pequeño, compenetrado, unido, obligado a estar siempre a la defensiva en medio de poderosos vecinos que, con la ayuda de Dios, confía maniobrar con habilidad en los entresijos de la política para que no prospere este nuevo atentado a su libertad.
Navarra, siempre abierta a todos, y nada discriminadora por cierto, tiene, ante todo, conciencia de esa libertad foral que la mantuvo año tras año, siglo tras siglo, como “reino de por sí”, unida en espíritu al resto de España, que reconoció su peculiaridad.
Tanto empeño, tantas luchas, tantos afanes por conservar sus instituciones y ser fiel a su pasado; tanto esfuerzo en organizarse y defender su patrimonio espiritual e histórico, ayudan a entender el fenómeno de su asombrosa vitalidad. Porque Navarra ha desempeñado un papel único en la historia contemporánea, defendiendo en solitario, con obstinación y terquedad, sus propias libertades, que están por encima de los regímenes de uno u otro signo, absolutistas, liberales o dictatoriales.
¿Cómo un pueblo con tal acrisolada conciencia de su personalidad y de sus libertades puede caer en la aberración de renegar de su pasado para convertirse en un mero departamento de “Euzkadi” con un Estatuto de autonomía que borra de plano siglos de la más limpia ejecutoria y un nombre glorioso y respetado en los anales de Europa? Si el vascuence o “euskera”, base de la pretendida colonización a que se quiere someter a Navarra, es el idioma de una parte, por cierto mínima de la población -apenas existen en Navarra 7.000 vascoparlantes que además son bilingües-, debe recordarse que aquí nació un romance distinto del castellano, “el romance o hablar navarro”, que es tan nuestro o quizá más que el primero, porque presidió precisamente el nacimiento del reino como tal en los albores de la Edad Media. Ni del uno ni del otro es dable prescindir, cada uno en su sitio, pero sin exclusivismos irracionales ni imposiciones que atentan a su libertad.
El rey navarro Sancho el Mayor fue el primero que se tituló rey de las Españas, y de su prole nacieron las restantes dinastías peninsulares. Las Cortes navarras solían hablar de la “spanidad” antes de que definieran el alcance del vocablo Ramiro de Maeztu, Vizcarra y García Villada.
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El gran temor de los navarros es precisamente que el problema que se les ha planteado por las pretensiones anexionistas vascas no sea realmente comprendido por el Gobierno (Adolfo Suárez) y puedan ser entregados por otro real decreto, a la entelequia de “Euzkadi”, que no he sido jamás una nación. A lo sumo, sus componentes fueron territorios de Navarra durante poco tiempo, unos pocos años, pero voluntariamente se separaron para describirse desde 1200 a Castilla. Los vascos, es decir, los residentes en las Provincias Vascongadas, fueron extraños en Navarra hasta 1840, y ni siquiera podían obtener beneficios eclesiásticos ni ocupar cargos civiles. Y hasta entonces había aduana en el Ebro y también en el Bidasoa.
El caso de Navarra no es el de Cataluña en cuanto a idiomas. En Cataluña, la cooficialidad puede ser el reconocimiento, si se quiere, de una situación real. Castellano y catalán tuvieron un desarrollo paralelo. En Navarra supondría la imposición del idioma de una minoría, minoría que, por supuesto, también habla romance.
En suma, la personalidad que durante dos mil años ha sabido mantener Navarra, estamos decididos a conservarla, frente al anexionismo bizkaitarra, entre otras razones elementales, porque no hemos sido nunca “Euskadi” y porque, además, “Euzkadi” es un invento que nunca existió en la Historia.
Navarra, por el contrario, ha sido, es y será, con la ayuda de Dios y de los buenos navarros, que son los más, una gloriosa realidad y seguirá proclamando a todos los vientos su vocación irrenunciable de reino hispánico.
“El Pensamiento Navarro”
Julio 1977 |
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