Al “culebrón” navarro subsiguiente a las últimas elecciones forales, protagonizado por los socialistas navarros y su dirección nacional, parece sucederle una tormenta de verano: la provocada por la propuesta efectuada por el precariamente reelegido presidente de la Comunidad Foral, Miguel Sanz, de proporcionar a Unión del Pueblo Navarro (UPN) un grupo parlamentario propio en el Congreso español.
No es, ciertamente, la primera vez que Miguel Sanz expone en público delicadas cuestiones que debieran solventarse en otros foros. Pero no vamos a reflexionar aquí en torno a su oportunidad política; asunto sobre el que se viene hablando y escribiendo mucho, particularmente en lo que respecta a sus implicaciones nacionales. La perspectiva que nos interesa es otra.
Miguel Sanz ha realizado esta propuesta con la mirada puesta en el futuro de la Comunidad: no puede cederse su voz en el Congreso, asegura, fundamentalmente en la parlamentaria de la coalición nacionalista Nafarroa Bai (NaBai), Uxue Barkos. UPN, hoy, vuelve a dirigir el Gobierno navarro: ¿y mañana? Se trata, de este modo, de una posible táctica de corte defensivo, fruto de cierto nerviosismo, tal vez; muy razonable en cualquier caso. Pero, ¿por qué ahora? ¿Acaso la acción del nacionalismo vasco en Navarra es un fenómeno reciente?
En Navarra, se dice, nos conocemos todos. Bueno, casi todos. Cuando escuchamos y vemos a Uxue Barkos en el Congreso de los Diputados, o en cualquier otro lugar, sabemos muy bien de quien se trata: el rostro hermoso, mediático, firme e incisivo, de una ascendente NaBai.
Una precisión. No puede presentarse a NaBai como una inestable coalición de la que formarían parte, por igual, partidos por completo heterogéneos entre sí, tal y como vienen afirmando muchos comentaristas foráneos: desde los ultra-católicos del PNV, hasta los ex-etarras de Aralar. Veámoslo. Los votos del PNV apenas pueden cifrarse un par de miles: en su día, la inmensa mayoría de sus cuadros, cargos y electores, emigraron del histórico partido jeltzale, precediendo a su mismísimo fundador, el ex-lendakari Carlos Garaikoetxea; proporcionando a esta coalición, en la actualidad, los estancados veinte mil votos de una social-demócrata Eusko Alkartasuna. Los ex-comunistas radicales de Batzarre (los restos del MCE y la LCR) nunca han superado 6.000 votos, si bien aportan unos centenares de entregados militantes y unas decenas de fogueados cargos públicos. Por último, el grueso de la coalición, casi cincuenta mil votos, es alimentado por Aralar, la escisión de Batasuna; dinámico partido fundado por el inteligente y dialéctico abogado Patxi Zabaleta, a quien secundan además buena parte de los posibilistas navarros del “brazo político” del autodenominado MLNV. Así, el peso de la coalición se apoya –especialmente- en una numerosa, experta, y persistente militancia de la izquierda abertzale, que sabe muy bien lo que quiere, porqué, y cómo.
Y son muchas cosas las que unen a tan desiguales partidos: su omnicomprensiva visión identitaria de la realidad, ante todo, y la firme voluntad de desalojar del poder a su tan odiada “derecha”. NaBai tiene experiencia, bases, liderazgo, redes sociales, medios de comunicación, estrategia… y una mentalidad en parte común con el resto de las izquierdas presentes en Navarra: Izquierda Unida y el propio PSOE. No en vano, todas ellas asumen buena parte de los tópicos del ecopacifismo, del feminismo radical, del pensamiento crítico… Progresismo, por tanto, pero más elaborado y consciente del que se estila en general.
Así, a la notoria actividad mediática y parlamentaria de Uxue Barkos le respalda una potente y transformadora red social: cargos municipales, cuadros y militantes de varios partidos, activistas y técnicos culturales, veteranos sindicalistas, muchísimos funcionarios de las administraciones públicas (especialmente, en sanidad, educación y ayuntamientos), incansables promotores del euskera, conocidos deportistas, periodistas y comunicadores, músicos, abogados, etc. Una base social que no calla, que se moviliza constantemente, y a la que encontramos –mucho o poco- por todas partes.
Rebajar el protagonismo de Uxue Barkos es una legítima y lógica táctica más para intentar frenar el ascenso del nacionalismo vasco en Navarra. Ahí, Miguel Sanz, ha puesto el dedo en la llaga. Pero no basta. Todo ese movimiento, al que Barkos pone rostro, sigue y seguirá trabajando por su causa. Y con unas cualidades que han demostrado fehacientemente: mucha paciencia e indudable perspectiva de futuro.
En los últimos meses, salvo contadas excepciones, el electorado y los afiliados de UPN han permanecido callados y temerosos ante la confusa marcha de los acontecimientos. Pero son muchos los que en privado, e incluso en público, se preguntan por lo que piensan hacer -a partir de ahora- Miguel Sanz y los demás dirigentes de su partido. ¿Facilitará e impulsará UPN el desarrollo de la sociedad civil afín a su programa y valores o, acomplejado, rehuirá la confrontación social y cultural planteada por los nacionalistas?
En definitiva, cuando en el incierto plazo de unos meses –o años- vuelvan a convocarnos, a los ciudadanos navarros, para la elección de un nuevo Parlamento Foral y el consiguiente Gobierno, ¿se limitará UPN a “vender” su gestión gubernamental, movilizándose desde el miedo? ¿Habrá ignorado, en consecuencia, las posibilidades de un trabajo sociocultural y político a largo plazo? Las respuestas, ciertamente, son decisivas.
Fernando José Vaquero Oroquieta
-"No piense mal de mí, señorita, mi interés por usted es puramente sexual".
Groucho Marx
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