Está muy interesante el hilo. Cuando era pequeño sí que celebraba Halloween y me disfrazaba de muerto, vampiro e iba pidiendo dulces. Eso fue hasta que tenía unos 16-17 años, empecé a formarme seriamente, a entrar en la universidad, a preguntarme el por qué de las cosas, a buscar su origen. Entonces encontré qué es el Hallow's End, su derivación desde la festividad céltica del Samhain y desde ese momento automáticamente he dejado de 'celebrarlo'.
Esto es un problema, porque hay poquísimos casos como el mío. Se debe principalmente a que la gente no se hace preguntas acerca de lo que hace en su vida, sobre qué validez puede tener cierto marco estructural económico, político, social, etc. Lo que se viene constatando es que la gente se traga todo lo que le echen no ya por la televisión sino que adopta con una facilidad asombrosa costumbres culturales que nos son ajenas tan sólo porque unos cuantos borregos lo hacen. Y lo mismo va para el materialismo y el ejemplo de esa tecnología fetiche a la que se refiere Valmadian, así como de esa absurda ambición de querer más y más, y más de prisa. ¿Para qué? Como ya se ha dicho muchas veces, esto también es consecuencia de un vacío interior, espiritual, que se tiene que llenar con cualquier absurdez que cobra legitimidad e importancia porque se convierte en moda. Modas, que por cierto, están concebidas de antemano y que están perfectamente diseñadas desde arriba.
La tragedia de lo ocurrido en esa fiesta de Halloween (cuyo cartel ya es una declaración de intenciones absoluta) es una más de las derivas que tienen estos comportamientos fomentados por los Estados en los últimos treinta años. Aunque el objetivo sea divertirse, el hacerlo de ese modo tan abominable, bajo esos reclamos publicitarios, que ayudan a conformar un ambiente de negatividad - propiciado por los elementos que la forman como ese canto al vicio, al pecado, a la demencia - que desafortunadamente pueden desembocar en muerte y casos parecidos. No es la primera vez que pasa. Ni la Iglesia ni Cristo censuran estos comportamientos y estas formas de divertirse porque sean amargados, como piensan algunos, sino porque saben qué es lo que provoca. Es como si un médico no le parase los pies a un paciente que se va a tomar un medicamento incorrecto y que le va a perjudicar en su salud.
Esto contrasta con la experiencia de una misa a los difuntos, como a la que asistí ayer en la Magistral de Alcalá de Henares, en un ambiente sereno, templado y en el que realmente se recuerda a nuestros seres queridos que se han ido y se está más cerca de ellos y de Dios. El mundo moderno no quiere hablar de la muerte, y es una dolorosa ironía que en la fiesta citada arriba fuese el componente principal para recordarnos que la vida es breve, que esta no consiste en acumular objetos materiales para sentirse superior a los demás, sino de lo que se trata es de vivir humildemente - sabiendo que la materia muere - en armonía con la Creación, amando al Creador y teniendo esperanza de que en Él, jamás moriremos.
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