Madrid / Pamplona, 7 junio 2011, mes del Sagrado Corazón. Francesc Pujol, responsable de un informe del Centro de Medios, Reputación e Intangibles (MRI) de la Universidad de Navarra sobre el impacto mediático de la falsa acusación contra los productos agrícolas españoles de ser el origen de la infección de Escherichia coli que actualmente afecta a la República Federal Alemana, señalaba ayer que había más de veinticinco mil apariciones en prensa de la falsa acusación. (Entre ellas, en treinta artículos de Der Spiegel, veinticinco del Frankfurter Allgemeine, treinta y cinco de Le Figaro, veintitrés en el Washington Post, cinco del Wall Street Journal, tres del Financial Times, siete del Guardian, seis del Independent...). Frente a muchas menos, y fuera de titulares, del reconocimiento por parte del propio Gobierno alemán de la falsedad de la misma. Con ello se confirma lo que FARO relataba hace seis días. La campaña europea contra España y contra la agricultura española --en un primer momento secundada alegremente por buena parte de los medios españoles-- encontró ávido eco incluso más allá del continente.
Hasta en el Emirato de Qatar (cuyo riquísimo tiranuelo estuvo en Madrid en abril, agasajado y abyectamente adulado por Juan Carlos, Sofía & Cía.) se han bloqueado las importaciones de productos agrícolas españoles, días después del reconocimiento alemán de la falsedad de la acusación. Pero es que el propio Comisario europeo de Sanidad, John Dalli, se permitió --hace cinco días-- justificar la postura alemana después de demostrarse su falsedad, haciendo bromas de dudoso gusto y diciendo que no se quería "meter en una lucha de países" (sic). Como buen político democrático, mintió en rueda de prensa varias veces, llegando a afirmar que no le constaba el veto a los productos españoles. Ayer, en cambio, la misma Unión Europea decidía que las alertas sanitarias se lancen sólo si cuentan con base científica. Es decir: que hasta ahora se decidían por motivos no científicos. O sea: la última se ha decidido para perjudicar a la economía española, especialmente al sector agrícola.
No debe sorprendernos. Desde la negociación de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) y como condición para dicha pertenencia, se ha procedido a desmantelar sistemáticamente la economía española. No, como se dijo entonces, porque la economía española no fuese competitiva; sino, precisamente, porque lo era. Hoy España produce mucho menos que entonces, es más dependiente en todos los ámbitos, y está --innecesariamente-- endeudada. Pero de eso se trata: el juancarlismo y sus brazos políticos han debilitado a España para mantenerse en el poder merced al apoyo extranjero. Política que inauguró, a fines del siglo XVIII, Manuel Godoy, y que el liberalismo español e hispanoamericano han hecho suya.
No se trata, pues, sólo de la incompetencia del Gobierno de la RFA (Merkel es tan ridícula e impresentable como Rodríguez Zapatero; su gobierno, igual de improvisado y corrupto; y el mito de la eficiencia germánica es eso, un mito), dando palos de ciego y buscando E.coli ora entre pepinos, ora entre brotes de soja, cuando parece bastante probable (aunque ello no interese a una UE en permanente luna de miel con las multinacionales farmacéuticas) que, como señalaba Natural News el 2 de junio, esta nueva cepa de E.coli se deba al uso y abuso de antibióticos en la ganadería industrializada (sí, la que promueve la Unión Europea y predomina en la República Federal Alemana). Se trata de que el Nuevo Orden Mundial (N.O.M.) le ha asignado al Gobierno alemán el papel virreinal para el continente europeo. Papel que disputa y comparte la República Francesa (no es de extrañar que, como se muestra más arriba, el diario pro-Sarkozy Le Figaro haya puesto aún más empeño que la prensa alemana contra los pepinos españoles). Y situación que exige una España debilitada, sometida y, a ser posible, desaparecida.
Precisamente la República Francesa está intentando arrebatar el mercado y el petróleo libio a las empresas italianas y españolas, cuyos Gobiernos, traicionera e irresponsablemente, están secundando la agresión franco-británico-estadounidense contra Libia. Pueden perderse, se han perdido ya varios, los sustanciosos contratos que el Gobierno de Gadafi firmó con empresas españolas hace pocos meses. La petrolera hispanoargentina Repsol YPF puede perder sus concesiones libias en beneficio de las empresas francesas. (El Gobierno de Sarkozy ya ha firmado acuerdos en este sentido con el "gobierno" de delincuentes y extremistas mahometanos que ellos mismos han creado en Bengasi). Frente a todo esto sólo se ha levantado, hasta ahora, el Abanderado de la Tradición, S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, quien, como ha informado FARO, regresó el pasado viernes de la Libia atacada. Sólo la Dinastía legítima, una vez más, está dispuesta a evitar la ruina de España.
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