Hacia la esclavitud, o plenamente en ella

Las rabietas duran poco, y permanece el apoyo incondicional a Rajoy por parte de Álvarez-Cascos

El pasado jueves 8 de marzo, el Congreso de los Diputados firmó el acta de defunción de lo que en España quedaba de justicia social. No iban a pararse, evidentemente, en la efectiva supresión de las fiestas religiosas so pretexto económico. La llamada reforma laboral impulsada por el Gobierno de Mariano Rajoy fue aprobada con los votos a favor del Partido Popular (PP), la Unión del Pueblo Navarro (UPN), Convergencia y Unión (CiU) y Foro Asturias de Ciudadanos (FAC). Fieles a las reglas del teatro democrático, la supuesta oposición (PSOE, IU, UPyD, etc.) hizo como que se oponía. Cuando, en realidad, esta «reforma laboral» no es más que la continuación de la impuesta por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en 2010, a la cual, en palabras de la actual Ministro de Empleo, Fátima Báñez, «fueron leales» los del PP. Reforma de Rodríguez Zapatero que, a su vez, no fue más que la continuación de la erosión y el desmantelamiento de una legislación laboral razonable que se había heredado del franquismo, y que había sido compatible con la mayor expansión de la economía española en la edad contemporánea. Erosión y desmantelamiento que hace treinta años se inició a marchas forzadas con los gobiernos socialistas de Felipe González Márquez.

No es casualidad


Naturalmente el voto del único diputado de Foro-Álvarez-Cascos en la madrileña Carrera de San Jerónimo, Enrique Álvarez Sostres, no le era necesario al PP para sacar adelante su proyecto. Pero sí ha servido para escenificar el absoluto respaldo del fugaz presidente del Gobierno autonómico de Asturias a las políticas más salvajemente liberales, más contrarias a la justicia y al bien común, y más en línea con lo que la gran finanza, la Unión Europea y el Nuevo Orden Mundial (N.O.M.) quieren imponer a Asturias y a España. Que no es sino lo que Hilaire Belloc denominara el estado servil. Al margen de las alharacas de los mal llamados sindicatos mayoritarios (CC.OO., UGT y adláteres), parásitos del presupuesto, la subvención gubernamental y las corruptelas, que no tienen la menor intención de actuar en serio contra la precarización y la esclavización de los trabajadores, no se ha notado reacción contra la «reforma». En la línea que les caracteriza, los supuestos representantes de la Iglesia, con Antonio María, Cardenal Rouco Varela (de quien es «hijo político» el Fray Jesús Sanz Montes instalado en Oviedo) a la cabeza, han mostrado su apoyo a la salvajada gubernamental; con absoluto desprecio a la Doctrina Social de la Iglesia. Los supuestos obispos y sus colaboradores han escenificado, una vez más, otra obviedad: que representan a la «iglesia» del Vaticano II, no a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; no a la única Iglesia de Cristo. Esperemos que, cuando los que padezcan miseria empiecen a pensar en matar curas, sepan distinguir a los pocos que aún mantienen la Fe, y que por consiguiente condenan el liberalismo y el capitalismo en todas sus formas.

Voluntad