Parece que el personal no despierta frente a la insidiosa epidemia de ese moderno virus denominado nación, que ya dio muestras de sus resultados millonarios de crímenes, cadáveres, destrucciones y desastres , de la que fue buen muestra la guerra de los treinta años del siglo veinte, convencionalmente dividida en los episodios 1914-1918; 1939-1945. Se insiste con fruición, España es poca nación, destrocémosla y creemos de sus residuos más naciones vigorosas y recias.
Es evidente que es mucho más interesente par los poderes mundiales, una España fraccionada en nacioncitas (a ser posible con una población tercermundista afromagrebí e indoamericana mayoritaria), que no una nación europea mediana con cierta capacidad de decisión. El asunto va pues mucho más allá de capacidad de actuación de unos cuantos partidos nacionalistas más o menos importantes.
Insistir en la nación de factura moderna como materialización de la defensa de intereses, es añadir más leña al fuego. Verlo con anticipación puede ser una manera de evitar los lamentos posteriores a la vista de los escombros y cenizas.
Antiguamente se sabía que las personas actúan en armonía por motivos de afinidad espiritual, interna y libre. En su ausencia es dudoso que se pueda avanzar más allá de componendas frágiles. La nación moderna es una componenda frágil, fatigosa, coercitiva y violenta, con escalas y matices, pero coercitiva y violenta ( San Agustín la llamaba Babilonia).
La moderna nación castellana ansiada y delirada por algunos sería de entrada frágil, fatigosa, coercitiva y violenta. Muchos leoneses, cántabros, riojanos, manchegos y otros varios lo perciben con instinto certero; prefieren sin duda la vaga y desfalleciente nación denominada España que no una nueva emergente y prepotente Babilonia castellana.
Ha llegado el momento de las gran pregunta: ¿ Quo carayo vamos?; pues me temo que vamos al carayo.
“Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin” (Apocalipsis 2.16). El cristianismo alumbró una unidad o ecumene europea que deshicieron las naciones emergentes; deshacer las naciones modernas es el primer paso para encontrar la unidad y la ecúmene.
Castilla no fue una unidad de territorios, ni de lengua (los territorios forales vascongados eran tan Castilla como Ávila o Soria), ni de legislación uniforme e igualitaria. Solo desde el motivo cristiano de aspiración a la libertad se puede comprender el esfuerzo particular de unas gentes y territorios que marcaron un camino diferenciado de vivir. La sucesión de pensadores que acertaron a distinguir estas diferencias (Romea, Gonzalez Herrero, Codón, etc) pude ayudar a entender muchas cosas. Obviamente son del todo desechables los engendros mentales y disparates de Anselmo Carretero referidos a España como nación de naciones, cuyas conclusiones delirantes tenemos hoy ocasión de ver desarrollarse ante nuestros ojos atónitos.
Supongo que hay suficientes temas que tratar para no caer ni el tentación nacionalista (Babilonia), ni en la identificación de Castilla con su lengua (al estilo catalán o vasco) y mucho menos en ahondar en lo malos que son los catalanes.
Breviario Castellano
Lo de la población tercermundista no lo entiendo. La generación de nuestros abuelos podía ser considerada tercermundista y ya quisiéramos ser como ellos. Aparte, " Indoamérica " es un término que se agencia de la manga el APRA y el " marxismo heterodoxo ". El problema de España, por encima de los desórdenes sociales provocados por el capitalismo, es que la rídicula Constitución nos ha convertido en un paraíso para la delincuencia mundial. No sé exactamente qué es ser eso de una " nación europea mediana "; me conformaría con que España fuese una nación católica.
Por lo demás veo bien el texto.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores