Dos magnificos articulos:
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El hombre que trae la violencia
Pío Moa
En una entrevista sobre el Valle de los Caídos me preguntaron si las medidas que está adoptando el gobierno pueden tener malas repercusiones. Le respondí que las veía muy peligrosas, porque crispan a mucha gente y pueden generar espirales de violencia, máxime en un ambiente de descomposición política como el que vivimos, pues sólo cabe calificar así la vuelta de la ETA a la legalidad, los planes de Ibarreche-Ternera y Maragall-Carod amparados por el gobierno, el deliberado intento de resucitar viejos rencores e instrumentarlos políticamente, y tantas otras cosas. Me preocupa mucho -me angustia realmente- esta pendiente cada vez más inclinada de provocaciones e ilegalidades desde el poder.
Un síntoma de esa crispación ha sido la agresión a Carrillo y a algunos de sus acompañantes en una librería de Madrid. Condenable, como todas las agresiones, no puede desvincularse del reciente homenaje oficial a quien pudo pasar a la historia como símbolo de reconciliación y está quedando como todo lo contrario. Carrillo viene alentando esa propaganda recuperadora de unos odios que creíamos enterrados para siempre, y, para más daño, el gobierno ha acentuado tales campañas con ese homenaje extemporáneo, coronado por la retirada de la estatua de Franco. Al lado del pedestal vacío permanecen, en cambio las estatuas de Prieto y Largo Caballero, golpistas y planificadores de la guerra civil, como está hoy perfectamente documentado, y de quienes se sienten sucesores los actuales jefes del PSOE. Miles de personas han recibido la innecesaria provocación gubernamental como una afrenta insoportable. Pero, como en otros tiempos, los izquierdistas y los separatistas se sienten fuertes y no vacilan en continuar su despótico hostigamiento.
La segunda del presidente ha condenado enérgicamente la agresión a Carrillo. Por desgracia nunca condenó las agresiones a políticos y sedes de la derecha, o las ocurridas en Barcelona contra Savater y otros intelectuales por hablar contra el terrorismo, etc. Todos sabemos por qué el PSOE no ha condenado sino amparado, en la práctica, tales fechorías: porque las han cometido seguidores suyos y de sus aliados, y porque le han beneficiado, o cree que le han beneficiado, políticamente.
El estudio de la historia enseña la necesidad de relacionar las palabras de los políticos con sus hechos, pues de otro modo nunca entenderíamos nada. Si sólo atendiéramos a las palabras, podríamos creer en la bondad y buenas intenciones de los guerracivilistas, ya que éstos casi siempre envuelven sus actos en frases de paz, de libertad o de lo que les convenga. El actual presidente habla de sus “ansias infinitas de paz”, pero bajo esa palabrería ha llegado al poder por medio de una violenta agitación callejera, y desde el poder ha premiado a los terroristas islámicos y a la ETA, a la cual ha facilitado el retorno a las ventajas de la legalidad. No es de extrañar que haya recibido los plácemes de los asesinos, o de tiranos como Castro o Mohamed VI, mientras que en su visita a España, el gorila Chávez se felicitó del rumbo revolucionario seguido por La Moncloa… Bajo su sonrisilla banal, el actual presidente es el hombre que vuelve a traer la violencia a España.
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El que siembra vientos recoge tempestades
ZP puede estar orgulloso, ya lo ha conseguido, ha resucitado el espíritu de la guerra civil. El sectarismo de dividir a los españoles en buenos y malos acaba tarde o temprano pasando factura, y es lo que ha ocurrido en el caso de Carrillo. Pretender hacer pasar a un individuo, que sirvió a los más abyectos intereses totalitarios y que fue responsable del mayor genocidio de la guerra civil, por un héroe democrático es una provocación intolerable para todos aquellos familiares de quienes fueron sus victimas.
Pero no, no se podía dejar que este sombrío personaje acabase sus días en silencio, había que abrir las heridas del pasado, recordar nuestros peores rencores y pasear al monstruo de Paracuellos para rendirle ofensivos homenajes. El ajuste de cuentas que se esconde detrás de eso que llaman recuperar la memoria histórica, ha sido demasiado para algunas personas que se han dejado llevar por su ira, y en un acto maniqueo celebrado por PRISA, propietaria de la librería Crisol y la editorial Santillana, al que asistían el historiador-manipulador Santos Juliá y el socialista Claudio Aranzadi, han dado rienda suelta a su indignación, intentando lanzar carne picada sobre el genocida de Paracuellos al grito de “asesino, asesino”.
Al igual que sucedió con Bono en la manifestación de las victimas del terrorismo algunas personas perdieron los estribos e intentaron agredir con los palos de las banderas a los acompañantes-protectores de Carrillo, entre los que se encontraban el responsable de la editorial de Polanco, Andrés Galdón y la conocida periodista socialista María Antonia Iglesias.
Posteriormente Carrillo, sin arrepentirse nunca de sus atroces crímenes, se refería de forma solapada a la COPE y a Losantos o Cesar Vidal como creadores del clima contrario a su persona.
La mentira se combate con la verdad, por lo que esperamos que la legítima indignación contra un asesino, que no se merecía otro fin que el que tuvieron los jerarcas nazis en Nuremberg, nunca degenere en actos violentos. En todo caso sería muy deseable que el PSOE y sus aliados reflexionasen y reconsiderasen su política extremista de gestos sectarios y guerra-civilistas, que lo único que provocan es odio entre españoles.
En el mismo clima guerra-civilista promovido por la izquierda, este fin de semana se ha producido una agresión ultraizquierdista contra un acto de Democracia Nacional en Reus. En este caso, a diferencia de lo ocurrido con el acto organizado por PRISA al que acudía el genocida Carrillo, no ha habido condenas ni cobertura mediática nacional.
El acto se celebraba en el hotel Quality Reus, y pese a que radicales ultraizquierdistas habían convocado con antelación una marcha para reventar el acto, las autoridades, haciendo gala del sectarismo negligente que se ha instalado en nuestra solidad, no enviaron ni policía local, ni mozos de escuadra ni policía nacional en previsión de altercados. Cuando el medio centenar de radicales llegó al hotel, la emprendieron a pedradas, sin embargo la pasividad de las autoridades, que rayó la prevaricación, hizo que las fuerzas de seguridad tardasen más de 20 minutos en personarse. Durante ese tiempo las cerca de 500 personas que sufrieron la agresión de los energúmenos izquierdistas permanecieron dentro del hotel resguardándose de los objetos contundentes que llovían y que destrozaron la entrada del edificio. Afortunadamente no hubo consecuencias graves más allá de las materiales. Pero pudo haberlas. Y lo peor de todo es que las autoridades no hicieron nada para prevenirlas. Seguro que en este caso ZP y adláteres no condenan enérgicamente esta agresión, ni piden explicaciones por la pasividad policial.
Minutodigital
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