La justicia es una virtud cardinal, junto con la prudencia, la fortaleza y la templanza. Estas cuatro virtudes se llaman cardinales porque son la base de otras virtudes llamadas teologales que son la fe, la esperanza y la caridad.
Son virtudes que se aplican a la persona individual pese a que sus efectos alcancen al grupo social.
Cada persona, se supone, debiera interiorizarlas y ejercitarlas.
La justicia podría definirse como la virtud que consiste en dar a cada uno lo que le pertenece o corresponde. Y aquí es cuando entramos en qué criterios y valores se utilizan para saber qué corresponde o pertenece a cada uno.
La justicia es fuente de multitud de conflictos al no coincidir los criterios y valoraciones que se aplican para determinar lo que pertenece o corresponde a cada uno.
Salomón fue considerado justo y por ello se habla del juicio de Salomón al presentarse dos mujeres reclamando ser madres de un bebé. Utilizó una estratagema que convenció a cuantos observaban ese juicio. Pidió que el bebé fuera partido por la mitad y se diera una mitad a cada una de las mujeres. Aquélla que prefirió salvar la vida del niño, aunque con ello perdiera su deseo de cuidarlo fue considerada por Salomón como la madre auténtica.
Me pregunto si hoy día aceptaríamos como objetiva la decisión de Salomón. Como virtud personal se nos pide a todos que además de ser los criterios para emitir un juicio «buenos», también sean «objetivos». La cuestión no es fácil ante la valoración intuitiva del «me gusta / no me gusta»
La emergencia del «subconsciente» y de los «prejuicios» pusieron en entredicho la «objetividad» de muchos juicios. (siempre me estoy refiriendo al juicio o valoración que cada uno de nosotros hacemos en la vida cotidiana, dejando de lado la actividad judicial). A ello hay que acompañar el desconocimiento, la incomprensión y la pertinencia a culturas o subculturas diferentes que priman ciertos valores y no otros. El hecho es que ante cualquier obra: una película, una novela o sobre lo que ha dicho fulano priman valoraciones intuitivas, no reflexionadas, ¿poco ejercitadas?, que juicios basados en la razón. Actualmente quizás predomine el «me gusta / no me gusta» o el «me va / no me va» intuitivo que el razonamiento basado en el esfuerzo del conocimiento y de la reflexión.
La justicia se basa en él uso de la razón y exige a veces la acción. Ante ello indicaré la frase de Philip Gibbs:
Si hay algo que he aprendido es que la piedad es más inteligente que el odio, que la misericordia es preferible a´la justicia misma, que si uno va por el mundo con mirada amistosa, uno hace buenos amigos
Pero, además de la justicia considerada como una virtud del individuo, consideramos hoy otra justicia llamada «social» no considerada como virtud individual sino como un conjunto de fuerzas de carácter colectivo que actúan como poder.
En la historia es una concepción creo que reciente, quizás del siglo XVIII y que tomó fuerza en el siglo XIX. Su aspiración es construir un orden social «justo». En parte presupone que la gente, colectivamente, está guiada por directivas externas específicas. El conocimiento (las ciencias) y la economía dirigida serían las palancas del poder que podrían dar lugar a una mayor equidad social.
Pero aquí ya me introduzco en otras concepciones muy de actualidad hoy sobre qué fuerzas rigen sobre la economía y si ésta puede ser guiada o no, lo cual ya es demasiado complejo para mí.
Pese a todo lo dicho, no he contestado a la pregunta: ¿Merece la pena ser justo? Contestaré con la frase de Sócrates:
Es peor cometer una injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no.
A la que añadiré la de Ramón Llull:
La justicia te proporcionará paz, pero también trabajos
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