Leí un artículo, no hace mucho, en la revista Arbil, sobre falangismo, europeismo y la inmigración. Hace crícticas explítictas, lo cual no me agrada. También hay alguna burrada, como cuando intenta hacer burla diciendo que todo racista pretende un apellido alemán, es un complejo que sale ahí a la luz. Qué triste es que algunos crean que todo racista busca el ser alemán ¡sobretodo para los alemanes! Hay cosas buenas y hay cosas malas, pero creo que pesan más las buenas. Abajo pongo tres puntos que me interesaron especialmente y mi opinión ( o el modo como los interpreto y extiendo - pues Falange es un tema que no conozco, en el que ahora precisamente me estoy metiendo). Este es el artículo en cuestión: http://www.iespana.es/revista-arbil/(76)hete.htm
Europeismo e hispanismo.
Tres cuestiones articuladas entre sí, eran los objetivos de la Falange fundacional: primero la restauración de España, según los principios del nacionalsindicalismo que el fundador pergeñara como aptos para devolver a esta nación su grandeza perdida. Sin una España restaurada, difícilmente pudiera aspirarse a ninguna proyección en el plano internacional. Segundo, avanzar hacia alguna forma de Comunidad política con los países hispanoamericanos, en la que imaginaba a España como cabeza. Y tercero, con esta España restaurada en su interior, e integradora de las naciones hispánicas, reclamar (o imponer), la presencia de España en la Europa que por aquellos años decidía hacia dónde iba el mundo.
Falange no miraba a Europa desde su españolidad, sino desde su completa hispanidad, englobadora de todos los paises de cultura hispánica, antiguas partes del Imperio a las que España se debe y con las que España comparte un profundo vínculo, se quiera ver o no. Así, aceptando este original objetivo de la Falange y sabiendo que Jose Antonio consideraba que español, lo era el que trabajara y amara España, por encima de consideraciones sanguíneas del estilo germánico, poco espacio cabe para el rechazo o la xenofobia para con quienes comparten nuestra cultura y nuestro pasado.
Inmigración
Querer combatir la inmigración, como forma de defender nuestra cultura y por ser conscientes de que el traslado de estos grandes contingentes de seres humanos que hoy vivimos, son cosa del interés de los poderes que rigen nuestro tiempo, es cosa correcta. Pero del mismo modo y por el mismo, se debería combatir también atacar las grandes multinacionales que explotan aquellas tierras y que llevan a la miseria y a la desigualdad el planeta, forzando con ello a aquellas masas a perder sus hogares. No es aceptable atacar los males que trae la plutocracia capitalista, pues muchas veces esos males son también víctimas de ese capitalismo, no hay que atacar los síntomas sino el mal en sí. Tampoco es razonable defender nuestra cultura (combatir esa inmigración) desde según qué europeismos, pues eso es ya de por sí traicionar la cultura que se dice estar defendiendo. No obstante, el problema de la inmigración es del mismo modo sólo lo más obvio, pero no el más importante, entre las cuestiones que están llevando a la rápida disolución de la identidad de España que estamos viviendo. Ante todo el problema es moral, cuestiones como el aborto, una educación pagana o atea, una sociedad a la que enseñan que no hay causas o motivos dignos más allá de la propia comodidad y autocomplacencia, una época en la que no pocas veces se duda entre “el hijo” o “el coche” en los cálculos económicos familiares, etc.
A veces uno tiende a pensar en si la duda no estará en si no será que en realidad los españoles merecen ser substituidos por otros pueblos y culturas, por ser su cultura indigna y valores una mera burla. El problema más importante no está en la inmigración, sino en los propios españoles – pueblo enfermo, atrapado en unos valores que son mentira.
Globalización
La globalización es tan inevitable como aquél viejo socialismo científico que también gustaba de definirse con esta pretensión, y que terminó mostrando su patético derrumbe en las 24 horas siguientes a que una generación por ellos mismos adoctrinada, decidiera dejar de creer en su "inevitabilidad". Es absurdo considerar que el proceso que vivimos es un hecho divino o de la naturaleza, es una cuestión relativa al capital, al imperialismo capitalista, a los intereses de los más poderosos, a la concentración de capitales y poderes y a la negación de las fronteras, de las calidades y las fronteras en dirección hacia una “sociedad mundialmente uniformada” y por lo tanto mucho más fácilmente controlable por un poder centralizado y plutocráticamente organizado.
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