FRENTE A LA DESEDUCACIÓN ESTATAL, DISIDENCIA Y REBELIÓN



EL ESTADO Y SUS PEDAGOGOS IGNORANTES

La actualidad de las cuestiones que aborda, el vigor de su argumentario y la claridad de ideas de D. Juan Vázquez de Mella no pierden vigencia. Publicamos una carta de 1920 en la que nuestro filósofo reflexiona sobre la bagatela de una enseñanza laica -y plural, se dice hoy, que todo lo somete al relativismo; acomete reciamente contra un Estado que pretende ser pedagogo, cuando es un ignorante de remate al declararse neutro en las cuestiones que más le atañen al hombre, y propugna la "separación de escuelas" (los católicos educados por católicos, y a salvo de la corrupción relativista), es en definitiva una muestra más del Genio portentoso de nuestro Filósofo de la Tradición. Cuando se piensa y se escribe como D. Juan Vázquez de Mella pensaba y escribía, el texto no pierde actualidad. Por eso Vázquez de Mella es uno de nuestros clásicos, tan desconocido por el cerco de silenciado al que los enemigos lo someten, y que nosotros no podemos tolerar por más tiempo si queremos sobrevivir. El enemigo sabe mejor que nadie la potencialidad perenne del legado vazquezdemellista. Fomentemos su lectura y su estudio como solución a tantos problemas que algunos quisiera resolver desde planteamientos que, por su extranjería y liberalismo, están invalidados de antemano, por muy conservadores que se quieran presentar.

CARTA DE D. JUAN VÁZQUEZ DE MELLA A DON FERNANDO MARTÍN-SÁNCHEZ JULIÁ


14 de Mayo de 1920

Mi distinguido amigo: Ocupaciones apremiantes me impiden asistir al mitin que organiza esa simpática y brillante juventud escolar; pero quiero que vayan estas líneas para demostrarle que asisto en espíritu y me asocio por completo a esa obra de verdadera y cristiana libertad.

La enseñanza es función social, en la que sólo le corresponde al Estado la protección y la cooperación para suplir la deficiencia de las entidades docentes que tienen su fuente primera en la familia, de que es prolongación la escuela, como lo es de la escuela, el Instituto y la Universidad. Son órganos de la "soberanía social" y no dependencias de la "política", pues el Poder público no es pedagogo ni puede enseñar más que en la ley, y cuando ésta se acomoda a la moral y a la necesidad pública legítima, que son regla suprema de la norma escrita.

Hay un problema que los resume todos, que se formula en las tres preguntas perpetuas acerca del origen, la naturaleza y el destino del hombre. No se puede contestar a una sin responder a las demás, y no se puede prescindir de ellas sin prescindir del hombre y colocarse fuera de la razón.

Cuando hay conceptos opuestos del hombre, de sus relaciones y su vida, por inhibirse de la cuestión o por resolverla contradictoriamente, no puede haber unidad de enseñanza, y, por lo tanto, de escuela.

Ante una sociedad dividida en creencias, que llegan a la esencia del hombre mismo, y que trascienden a la Religión y a la Filosofía, y, por consiguiente, a la Ética, al Derecho, a la Sociología y a la Pedagogía, se da el absurdo de un Estado que se declara, por un lado, doctrinalmente incompetente, pues no sabe cuál es la verdad religiosa y moral, y que reclama, por otro, el monopolio docente para imponer y administrar él solo, directa o indirectamente, la enseñanza.

Hay una ley, que la sociología determinista no alcanza, pero que toda la Historia confirma y que yo he formulado alguna vez así: "No puede haber comunidad de instituciones donde no hay comunidad de principios".

Podrá existir la unidad exterior del reglamento y de la fuerza, pero la diferencia substancial acerca del origen y del fin de la institución mantendrá la lucha entre sus miembros, y dentro de los muros del edificio habrá una batalla constante de ideas y de sistemas, que acabarán por derribarle, para vivir aislados, o producirán, con el continuo choque del "sí" y el "no", el triste "qué sé yo" de un enervante y estéril escepticismo, destronando la unidad de creencias, y, con ella, el pedestal del carácter.

El Estado neutro y el maestro neutro son dos formas de la irracionalidad, pues el hombre normal afirma, niega o duda, porque piensa, y no declara en huelga al entendimiento en presencia de la realidad que le interroga.

El Estado que se declara neutral entre todas las cuestiones que más interesan al hombre, diciendo que ignora la verdad en Religión, en Moral, y, por lo tanto, en los fundamentos del Derecho es un Estado que se jubila a sí propio, declarándose inepto para gobernar.

El maestro neutro, ante la cuestión del origen del Universo, de la vida, del hombre, de la familia, de la sociedad, de la Religión, del Cristianismo, si expone y razona lo que cree, no es neutral; y si calla, porque no sabe, es ignorante, y no debe enseñar, sino ser enseñado; y si lo sabe y calla, no tiene ni siquiera la sinceridad que puede acompañar a una conciencia errónea, y subordina la convicción al interés, y es un hipócrita.

Por eso, del Estado incompetente y de la sociedad dividida en doctrina y en sectas, no se puede deducir jamás el monopolio docente y la escuela única.

La enseñanza irreligiosa es contraria a las relaciones trascendentales del hombre, y, por lo tanto, al hombre mismo; y por eso, no como ideal, sino como una triste consecuencia de circunstancias adversas a nuestras creencias, y mientras la posición del Estado, con respecto a la Iglesia y a la sociedad, no cambie, hay que defender la "separación de escuelas", según la separación de creencias, y, como consecuencia natural, la "separación de presupuestos" para sostenerlas. Es lo que defendí hace tiempo en el Parlamento y fuera del Parlamento.

Así no se dará el caso de que los católicos paguen la enseñanza heterodoxa, y que los verdugos de la fe en las almas creyentes estén a sueldo de sus víctimas.

Libertad de enseñanza, frente al monopolio docente; separación de escuelas, frente a la hipocresía de la escuela neutra y a la anarquía mental universitaria; esa debe ser nuestra divisa, para combatir ahora y preparar el advenimiento del reinado de Cristo, y del espíritu de la madre España, que bajo su cruz se formó, sobre la ciencia, el arte y todas las manifestaciones de la vida.

Saludando con el mayor afecto a esa juventud, que representa el porvenir de la Patria, soy siempre suyo afectísimo,

Juan V. de Mella".

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS