El tema del aspecto personal en estos lamentables tiempos puede sonar a chirigota (otra triste consecuencia).
La perversión del atuendo tiene mucho que ver con la perversión de las ideas. Cada uno refleja su propia idiosincrasia en su indumentaria personal.
De un tiempo a esta parte el cambio brutal de idiosincrasia impelido desde la dictadura mediática global ha contemplado vestir al ser humano (masculino) como de mamarracho-demoníaco-playero-deportista; atuendo que revelaría la adaptación a estos tiempos de cambio trans-culturales globalizados así como a supuestos hábitos de vida saludable, como la vestimenta deportiva.
Se denigra y se huye la vestimenta tradicional de americana, camisa planchada y corbata. Todos quieren vestir de guarro- deportista con chanclas y tatuaje.
La razón última parece ser, -si descontamos que la modas se siguen más bien por inercia- que vestir con americana y corbata produce un look que prima las líneas rectas, las aristas, los ángulos y en general una rigidez de atuendo que revela en quien lo usa una mentalidad filosófica, política y de costumbres acorde con principios inamovibles, dogmáticos y autoritarios. (Se exceptúa cuando se viste así por razones laborales o de algún cargo, como personal ejecutivo, directores).
¡Qué pensar de la degeneración del mundo si hasta incluso los fachas supuestamente autoritarios visten de guarro!
El antiguo aspecto impecable parece incompatible con la mentalidad amorfa, moldeable y grosera del actual mamarracho moderno, moldeado para ser una especie de niño grande pasándoselo bien: ropa sin formas, moldeable, de colorines confusos y mezclados: ¡¡como las ideas que les inculcan desde la tv!!
No es extraño que sean los mayores los que ahora vistan, pues, con ropa como de niño, y ya no como antiguamente, los niños con aspecto de mayores.
Otra razón es el materialismo espantoso y la ausencia de principios de un orden más elevado: el mamarracho queda a merced de sus meros impulsos animales: jo, qué calor, pues me descamiso y me pongo chanclas. Hasta se presentan así en la mismísima eucaristía (empezando por el cura).
Nada de apelar, como antiguamente, a una dignidad de pudor, de respeto de la propia imagen o de mero trato con los demás.
No se quería creer en la acción de Satanás cuando las ideas hace décadas se pervertían a marchas forzadas. Ahora lo están viendo delante con pelos y señales en el aspecto de la gente y tampoco lo reconocen. ¿Qué más hará falta? Efectivamente, siguen y seguirán sin verlo, ¿¿¿todo normalísimo???… no, sucede que todos son ya posesos de la imbecilidad de Satanás.
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