Hace unos días fui al centro de mi ciudad (Santiago del Estero, Argentina) y mientras caminaba por una peatonal se me acercó una señorita y me entregó un panfleto en el que me invitaban a participar de una marcha contra el aborto a las 20, 30 horas de ese día, la cual partiría desde la explanada de la catedral basílica. Me alegré muchísimo de que MI Iglesia, la Única y Verdadera marchara contra el aborto.
Volví a casa, e hice planes para ir con mi hijo de cinco años. Cuando llegué a la hora fijada ya había una buena cantidad de personas. Entre los oradores se hallaba el obispo auxiliar, un pastor (Iglesia del Centro) y un cura de la iglesia ortodoxa. Luego de unas breves y melosas palabras casi por compromiso, nuestro oibispo se retiró, dejándonos ser "pastoreados" durante toda la marcha y el arribo de la misma por el pastor de la Iglesia del Centro.
Este pastor hablaba con tanto fervor y con tanta valentía condenando el aborto, que hasta creo que varios católicos decidieron seguirle a su iglesia luego de esta marcha.
Por ahí el problema no es tanto la libertad religiosa, sino lo poco que hacen nuestros pastores, que a veces muestran una indiferencia casi suicida, ante las iniquidades que se cometen en contra de los católicos militantes.
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