La Tercera Ola: La traición a Zapatero y el principio del fin de este sistema político





M. Oliart

Estos días repetía como un loro la señora Cospedal, con ese tono monótono, sin convicción, tan propio de quien lleva toda la vida viviendo de la política y cualquier esfuerzo añadido resulta innecesario, que Rodríguez Zapatero no se marchaba por decisión propia sino que había sido traicionado por los suyos. Y, por una vez, no le falta razón a la impávida Dolores. Rodríguez se marcha por obra y gracia de una ponderada mezcla de agotamiento, problemas familiares y progresivas traiciones de su entorno más cercano.

Durante un tiempo, y mientras fue conveniente, José Blanco junto a Rubalcaba y Bono, han jugado a dar apoyo emocional y funcional al personaje. Han hecho de confidentes, de amigos, de compañeros y estrategas; de aduladores y aliados. Y todo ello mientras ha sido conveniente, y muy en especial tras los ultimátum externos en lo que a medidas económicas impuestas se refiere. Han maniobrado para endosar el desastre al “zapaterismo”; esto es, a Zapatero, con la vista puesta en liquidarlo en el momento oportuno para, a reglón seguido, poner en pie el logotipo socialista. Una marca a la que, una vez el peso de la culpa queda endosado a las siglas “ZP”, pretenden dar lustro y esplendor como si nada de lo sucedido estos años tuviera algo que ver con el partido socialista. Porque zapaterismo y socialismo son cosas muy distintas.

Para ello, Rubalcaba, escoltado por un oportunista José Bono, que cambia de lado con la misma facilidad con la que ustedes y yo parpadeamos, y un José Blanco, servicial y con un más que sospechoso “buen rollito” con el PP de Madrid, han cooperado. Cada uno con sus propios intereses en juego. Los tres, disfrazados de confidentes, consejeros y amigos, se han arrimado por turnos al gran jefe; empujándole a un lado y a otro según fuera menester. Y en ocasiones, esta venenosa y aparente lealtad, ha llegado a obrar efectos contrarios en Zapatero, de tal forma que hasta llegó a creer que, pese a todo, podría sobreponerse y aspirar a un nuevo reinado.

ese plan no es otro que enterrar el "zapaterismo" y a Zapatero, adjudicándole en exclusiva todo este desastre económico y social que padecemos. El mensaje es sencillo: “muerto el perro, adiós a la rabia”. Y España, aliviada, se volverá hacia "Los tres magníficos", que adoptan ya desde hace tiempo la pose de “hombres de Estado”

Dice José Bono que el hecho de que Zapatero no repetiría como candidato en 2012 era algo que el propio interesado ya le había confesado en 2007. Como si Zapatero fuera conocido por decir lo que realmente piensa o hacer lo que dice. Así que a esta afirmación no hagan ustedes el más mínimo caso, que en Moncloa estos últimos meses ha pasado de todo. Bono sólo dice en público aquellas cosas que él cree más convenientes y que mejor quedan. Porque es de ese tipo de español que está convencido de que ha llegado lejos por su sabiduría e inteligencia, y no porque el sistema político español, tan lleno de perversiones, incentiva precisamente que personajes como él puedan trepar a lo más alto.

Pero a lo que vamos, ellos tienen un plan y por ahora colaboran para llevarlo a buen puerto. Y ese plan no es otro que enterrar el zapaterismo y a Zapatero, adjudicándole en exclusiva todo este desastre económico y social que padecemos. El mensaje es sencillo: “muerto el perro, adiós a la rabia”. Y España, aliviada, se volverá hacia Los tres magníficos, que adoptan ya desde hace tiempo la pose de “hombres de Estado”. Ellos no son gente ideologizada, no; son el pragmatismo que hace falta para, una vez sin Zapatero, sacarnos adelante. Se trata de minimizar los daños a casi un año vista de las elecciones generales de 2012.

Como anécdota, añadir que uno de los efectos más evidentes de la manipulación psicológica a la que han sometido a Zapatero, es que éste llegó a meterse en el papel del “héroe” que debía asumir en primera persona todas y cada una de las indecentes reformas económicas impuestas desde fuera; como un postrero sacrificio que habría de engrandecer con el tiempo su incomprendida figura (Bono dixit). Tan es así que, hace no mucho, ebrio de heroísmo tardío, se desembridó y presa del entusiasmo se le calentó la boca y declaró que iría más allá en la reforma laboral. Lo cual no tenía previsto en absoluto el triunvirato Rubalcaba-Bono-Blanco, pues ellos ya están en el papel de evitar la debacle electoral, y en su guión no hay lugar para ni una sola medida impopular más. De ahora en adelante, salvo cuestiones que sean del todo inapelables, estamos de campaña; una campaña que si nada lo remedia durará 300 días, quizá algunos menos.

si el PSOE logra minimizar el desastre y no desplomarse en número de votos, dejará a un PP carente de músculo una legislatura envenenada
Dentro de este esquema, es evidente que es tarea casi imposible dar la vuelta a la tortilla, y en 2012, salvo sucesos inesperados de gran calado, el Partido Popular se perfila como el partido claramente ganador de las elecciones generales. Pero si el PSOE logra minimizar el desastre y no desplomarse en número de votos, dejará a un PP carente de músculo una legislatura envenenada. Quedarán por hacer las reformas más dolorosas, siempre económicas, por supuesto, porque de las otras nada de nada. Y esa media España, que, en estos años de catástrofe sin paliativos, no ha existido, reaparecerá como por ensalmo en forma de interminables algaradas, protestas, huelgas y agitaciones de todo tipo y pelaje. Y entonces, si unas vacaciones cualquiera, los aeropuertos dejan en tierra a familias enteras, abuelos y abuelas, niños y niñas y sufridos trabajadores (y trabajadoras, por supuesto) sin su merecido esparcimiento, no será una cuestión de Estado ni cosa de militarizar media torre de control; será cosa de la legítima lucha de la izquierda, frente a cuya perenne legitimidad no hay Ley ni Estado de Derecho ni Constitución que valga.

Si se hace un mínimo análisis riguroso de lo que está por venir, no se explica por qué se frotan las manos en el Partido Popular, salvo que sea porque al menos durante un tiempo podrán estrenar cargos y privilegios aún mayores. Por lo demás, parece evidente que estamos en el trance de un final de ciclo político y económico convulso. La inestabilidad será la nota dominante de la próxima legislatura. Entra dentro de lo previsible que España se convierta en un país ingobernable en el que la agitación política será constante, y ésta discurrirá sobre un background social cada vez más negro. Las tensiones nacionales e internacionales serán extraordinarias. Y la falta de políticos de talla, cosa hasta ahora soportada por este sentimiento de marasmo colectivo, será un factor determinante que nos llevará en muy poco tiempo al descontrol absoluto. Y dentro de este esquema, el PP evidenciará su impotencia, ausencia de ideas y falta de convicción; en definitiva, que forma parte del problema y no de la solución.

Sí, a Zapatero le han traicionado. Ley de vida en un país en manos de mafias de cuello blanco y corbata. Y tal cosa sería sólo una cuestión menor si no fuera por el negro horizonte que se vislumbra tras este hecho. Para empezar, interminables meses de juego sucio, corrupciones en primera página que, lejos de servir para reformar nuestro modelo político, serán utilizadas como munición partidista, sin más objetivo que quitar el sillón a unos y dárselo a otros. Luego, según lleguemos a las elecciones generales, vendrá el paroxismo de la manipulación informativa, de un lado y el otro, las trifulcas y, quizá, algún que otro altercado. Y, finalmente, si se cumplen los pronósticos, una legislatura de infarto.

Se avecinan años apasionantes, donde la degradación política alcanzará cotas que, pese a todo lo vivido, nos dejará perplejos. Y digo bien, años apasionantes, sí. Porque es posible que llegando a estas cotas de degeneración se abra una brecha lo suficientemente grande para que por ella se desborde, por fin, el descontento ciudadano. Y si hemos aprendido algo, para entonces y sólo para entonces, podríamos estar en los albores un verdadero cambio.