Este discurso de Vázquez de Mella vuelve a estar de actualidad. Tal vez sea hora de ir convocando al Requeté.
Hay que estar apercibidos para la lucha que se avecina; hay que perdonar, cuando den muestras de arrepentimiento, a aquellos llamados católicos liberales que en otro tiempo trabajaron por disminuir la fuerza del núcleo carlista; hay que tener en la memoria lo que un hombre que, aunque funesto para nosotros, tenía dotes de estadista, Cánovas del Castillo , hizo en cierta ocasión.
Un día, un diplomático español venía de Roma diciendo: "Casi he conseguido -a fuerza de presentar los hechos a su gusto, por supuesto- que se haga un documento semejante a los que aconsejaron a los monárquicos franceses que aceptasen como un hecho la república; quizá pueda conseguirse para España un documento por el cual se aconseje la entrada en las actuales instituciones de toda la comunión carlista". Y Cánovas, revelando un carácter muy perspicaz, mirando por encima de los intereses de su partido, dijo: "Y ¿quien le ha dicho a usted que eso iba a ser una ventaja para la sociedad española? Yo no cometeré el crimen de destruir la única fuerza que puede conservar el orden social en día en que se desencadene la revolución. Vaya usted y diga que yo no puedo pedir la muerte de un partido que será el día de mañana la única antemuralla de la Patria."
Y todavía cuando la revolución se enfurece, cuando la lucha se encona, cuando los caudillos de la revolución dan el grito de pelea contra la Iglesia, se amedrentan ante el nombre de carlismo, porque les sucede algo de lo que pasaba a los guerreros musulmanes cuando, pasados algunos siglos de las cruzadas, si en medio de la noche se detenía su caballo asustado ante alguno sombra del camino, asiéndole de la brida, el guerrero le gritaba:"Que tienes? ¿Has visto acaso la sombra de Ricardo? Todavía creían que podía presentarse en el camino la sombra del guerrero que había amedrentado a los musulmanes en la tercera cruzada.
Hoy todavía, cuando suena la palabra carlismo, temen la guerra civil; todavía dicen, los católicos no se han reducido a una misión de paz (el heraldo divino no la trajo más que a los hombres de buena voluntad); no lo fían todo el Señor Supremo; todavía son aquellos que siguen el viejo apotegma de a Dios rogando y con el mazo dando; todavía creen que, si valen y son poderosas las oraciones, es necesario hacer algo para que descienda la gracia; porque seguimos la sentencia de un hombre célebre, de Baltasar Gracián: "Hemos de trabajar en el orden práctico como si no hubiera más que medios divinos; pero hemos de hacerlo de tal manera como si no existiesen más que medios humanos".
Juan Vázquez de Mella
(Discurso en el Congreso, el 12 de noviembre de 1906)
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