LA SONRISA DEL ALMA
"Para reir, sólo se necesita mostrar el alma... y no los dientes."
Anónimo
Hace pocos días, aparecía en Diario de Navarra, un payaso callejero de los que se ven por las calles de nuestras ciudades, afirmando que la gente ya no se ríe, que se ha perdido la alegría, la capacidad de reir fácil y espontáneamente. Todos podemos constatar, si observamos a la gente, que se camina deprisa, con las caras serias y las miradas perdidas. Puede que sea fruto de las desesperanza, de la negación de la trascendencia y de la proyección eterna del ser humano, producido por el abandono del hombre al liberalismo y relativismo.
El conscientemente silenciado Ramiro de Maeztu ya lo apuntaba hace casi cien años. Siendo uno de los principales pensadores españoles del siglo XX -junto a Unamuno y Ortega y Gasset- el hecho de ser católico lo relega a ser un proscrito.
En una sociedad donde se quiera suprimir el alma humana es imposible que se ría mucho. Inevitablemente se rebelará el alma contra el régimen que quiera suprimirla; el alma antes que el cuerpo, por mucha hambre y frío y ejecuciones capitales que la carne padezca. Cuando no puedan sublevarse, las almas se reunirán para rezar. El amor de los jóvenes no se dejará tampoco reducir a pura fisiología, sino que pedirá versos y flores e ilusión. Lo que las bocas digan primero a los oídos, lo proclamarán a grito herido en cuanto puedan. Y entonces se considerará este intento de suprimir el alma como lo que es en realidad: una segunda caída de Adán, una caída en la animalidad, y no es la ciencia del bien y del mal. Y la humanidad entera, por lo menos, lo mejor de la humanidad, se avergonzará del triste episodio, como reconociendo que todos habremos tenido alguna culpa en su mera posibilidad, porque no se trata meramente de agua pasada que no mueve molino. Todavía hay muchas gentes que no quieren creer que pueda fracasar una organización social estatuida sobre la base de una negociación niveladora de las diferencias de valor. Durante más de un siglo se ha soñado en el mundo que el socialismo mejoraría la condición de los trabajadores. No la mejora, pero hay muchos cientos de miles de almas que no querrán verlo, hasta que no hayan substituido por algún otro su frustrado sueño.
De otra parte, aunque la condición de los desposeídos no haya mejorado, no todo ha sido en vano, porque los antiguos rencores se han saciado, la tortilla se ha vuelto y los que estaban abajo están encima. Todos los hombres desean mejorar de condición, ganar más dinero y disfrutar de más comodidades. Esta ambición es síntoma de lo que hay en el hombre de divino, que sólo con el infinito se contenta. Pero hay también muchos que se preocupan, sobre todo, de mejorar su situación relativa. Más que estar bien o mal, lo que les importa es encontrarse mejor que el vecino. Si éste se halla ciego, no tienen pesar en verse tuertos. Este aspecto de la naturaleza humana es el que incita a las revoluciones niveladoras. Pensad en el agitador que pasa de la cárcel o de la emigración a ser dueño de vidas y haciendas. ¿Qué le importan las privaciones ocasionales y la miseria del país, si su voluntad es ley y los antiguos burgueses y aristócratas tienen que hacer lo que les mande?
Ramiro de Maeztu
Publicadoen el blog "EL DIVÁN DE SANCHO PANZA"
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