El cardenal Angelo Scola, relator general de esta XI Asamblea mundial, recuerda que el trabajo de la última semana será la parte más delicada, la de las propuestas concretas realizadas al Papa



La XI Asamblea mundial del Sínodo de Obispos, que reúne en Roma a 256 prelados hasta el próximo domingo 23 de octubre, afronta la que será ya su última semana. En estos primeros 13 días, la reunión con la que se cierra el Año de la Eucaristía ha abordado cuestiones tan interesantes como el trabajo de las comunidades cristianas para fomentar las vocaciones sacerdotales, los problemas del celibato en algunas zonas del mundo, la situación futura de los divorciados en la Iglesia católica o la vivencia de la Misa respetando las mínimas pautas básicas. Pero la principal preocupación de los padres sinodales está en la pérdida de contacto de muchos creyentes con el sacramento eucarístico. Y ésta será la cuestión central de los últimos días.



El cardenal nigeriano Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramentos, se refirió este jueves a la respuesta que la Iglesia debe dar ante las peticiones de que puedan comulgar los divorciados vueltos a casar o las personas casadas con musulmanes que se niegan a contraer matrimonio católico. “No vemos esa prohibición como una ley de la Iglesia, sino como una ley de Dios”, dijo. También se refirió a la cuestión de la falta de participación en la Eucaristía. “La mayoría de los católicos no vienen a Misa y, de los que vienen, muchos no entienden. Además, entre los que comulgan, muchos no se confiesan”, explicó. Por su parte, el presidente del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, John Patrick Foley, destacó que “el problema más acuciante es la crisis en la asistencia a Misa en Occidente, que se sitúa en torno al 5 por ciento en países como Francia o España”. El Sínodo, recogiendo todas las intervenciones, ha recordado también que la falta de vocaciones sacerdotales no es una consecuencia, sino un síntoma. Así lo afirmó el cardenal indio Telesphore Placidus Toppe, presidente de la Asamblea sinodal junto con Arinze y el Mexicano Juan Sandoval.



Bajo el título La Eucaristía, fuente y culmen de la vida y la misión de la Iglesia, este Sínodo mundial, el último convocado por Juan Pablo II y el primero presidido por Benedicto XVI, presenta dos novedades fundamentales en relación con los anteriores. Una es que el Santo Padre asiste a las sesiones no sólo como oyente, sino también con la posibilidad de intervenir cuando lo considere oportuno. La otra novedad es que dura una semana menos y, por tanto, también son más cortas las intervenciones en las congregaciones generales, aunque éstas están más coordinadas para evitar que se salte de un tema a otro. Las sesiones incluyen, además, intervenciones libres o no programadas, con el objetivo de ampliar, durante una hora al final de cada día, diferentes cuestiones tratadas en aquella jornada.



Los trabajos, según lo previsto



El funcionamiento del Sínodo se basa en 12 círculos de trabajo menores, clasificados por las 5 lenguas que se usan en la asamblea. En estos círculos, se elaboran las proposiciones que luego vota la Asamblea General. Cabe destacar que, junto con los 256 prelados participantes, también entran en el aula sinodal los auditores y los delegados fraternos que representan a otras Iglesias cristianas y comunidades eclesiales. Se trata de otro gesto de ecumenismo que Benedicto XVI ha querido tener siempre desde el primer discurso de su pontificado. Entre los 32 auditores, hay 12 mujeres, de las cuales 5 son laicas y 7 pertenecen a congregaciones o institutos religiosos.



No faltan representantes de movimientos y carismas como Comunión y Liberación (encabezado por su presidente, Julián Carrón), el Camino Neocatecumenal (liderado por su fundador, Kiko Argüello), los Focolares o instituciones universitarias católicas. Por otro lado, esta Asamblea General da cabida a las nuevas tecnologías, ya que se utilizará votación electrónica, traducción simultánea, televídeo y una nueva iluminación para las reuniones. Entre los obispos españoles, están presentes en este Sínodo el presidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, y el titular de la diócesis de León, Julián López.