Telediarios: creadores de "estados de conciencia".
Esta es la entrada, como ya dije en la que le precede, que más interesante me resulta dentro del hilo que ya venimos siguiendo desde hace tiempo de Claves de Manipulación Mediática. El tema podría desarrollarse mucho más, pero creo que con lo que hay escrito y pensando un poco por su cuenta, el lector puede hacerse una buena idea de lo que significan los telediarios a día de hoy, y hasta donde pueden llegar a influirnos.
Podemos comparar un telediario actual con los viejos telediarios en blanco y negro. En los antiguos telediarios simplemente se atendía al control de la información y se pretendía que todo el mundo estuviera atento a la misma. Hoy, todo lo que ocurre en un telediario está muy pensado. Se desarrollan técnicas y estrategias, muchas veces exportadas desde Estados Unidos, que espectacularizan la información, la banalizan, de tal forma que quien ve un telediario, casi ni se ha enterado de lo que ha visto y apenas se recuerdan explícitamente las noticias (hay numerosos estudios que lo demuestran).
El espectador que ha estado entretenido viendo el telediario, sin darse cuenta, ha recogido unos códigos de interpretación de la realidad. Le ha quedado un juicio sobre qué, o quién, es “bueno” y qué, o quién, es “malo”. La racionalidad de este proceso brilla por su ausencia.
Los que recuerden los viejos telediarios saben que las noticias estaban bien estructuradas: primero las noticias nacionales, luego las internacionales, luego las locales. Ahora los telediarios son tremendamente desordenados.
Este desorden se procura artificialmente
para hacer más atractivos los telediarios, para reclamar la atención a una noticia arrastrada por otra más espectacular; o bien para “tapar” una noticia con la sorpresa que provocan ciertos sucesos.
Muchas noticias generan sentimientos contrapuestos: pena, sorpresa o cierta jocosidad. Estamos ante una técnica de manipulación que consiste en jugar con la afectividad. Los totalitarismos –como la china comunista- desarrollaron métodos de control mental muy parecidos. Para “romper” a una persona psicológicamente hay que alterar su afectividad. A los prisioneros se les hace sufrir, llorar, pero también emocionarse e incluso reír. Y esto se desarrollaba como método en los campos de re-educación. Un guarda se acercaba al prisionero, se hacía su amigo, le hablaba de su familia, le hacía emocionarse. Ambos se reían e intimaban, pero al día siguiente el guardián ni le hablaba o bien le daba una paliza. Otro día buscaba nuevamente su complicidad y así, poco a poco, se iba rompiendo la estabilidad psicológica del prisionero. La re-educación entonces era posible. Pues misteriosamente esta estrategia la vemos en el telediario perfectamente plasmada. La alteración afectiva y psicológica que se padece al ver un telediario permite que ciertos códigos de interpretación de la realidad sean acogidos sin reparar en ellos.
En los telediarios también encontramos la aparición de unos misteriosos “expertos”. Si uno mira un telediario puede contabilizar las veces que entre todas las noticias aparece la palabra “experto”: “Dicen los expertos…”; “los expertos prevén…”; y uno se pregunta, ¿quiénes son estos expertos? Nadie lo sabe, nadie lo especifica, se citan como fuente de autoridad pero nunca quedan convenientemente identificados.
Otro truco es generar confianza en el presentador que da las noticias, gracias al “teleprompter”. Antes como no existía el “teleprompter”, el presentador tenía que generar las noticias mentalmente, en directo, y de vez en cuando se despistaba, se confundía, o se le traspapelaban los papeles que tenía como soporte. Ahora ya no tienen papeles encima de la mesa. Muestran seguridad al hablar, aunque en realidad simplemente están leyendo el “teleprompter” (y ni eso saben hacer pues muchas veces también se confunden al leer). Así consiguen una relativa seguridad del discurso que se transmite al espectador.
Esto también genera el anchor man (el hombre ancla), que es el presentador que tiene expertos a ambos lados (de deporte y del tiempo, por ejemplo) En él se centran todas las noticias y eso provoca un sentido de unidad al telediario.
Todo telediario tiene que acabar de alguna forma plácida, pues el nivel de estrategias usadas sobre el espectador es alta. Por eso acaba siempre con una noticia placebo o un “happy end”. Este es un tipo de noticias para que la gente no se quede con regusto amargo o excesivamente inquieto y repita al día siguiente viendo el telediario. Se escogen noticias como pases de modelos, noticias ecológicas, etc. El espectador queda satisfecho: la realidad es asumible pues tiene un “final feliz”.
Conferencia dictada por Javier Barraycoa.
http://jaumevivesvives.blogspot.com/#!/2011/05/telediarios-creadores-de-estados-de.html
No soporto ver un telediario, y menos aún si es de la Sexta, y no por la ideología ya, sino porque a pesar de todo lo que dicen no te cuentan nada (al menos importante), y solo aparecen noticias sensacionalistas con las que intentan jugar con nosotros. Cuando me quiero enterar de algo, tengo que recurrir a periódicos, Internet y al propio telediario, para poderme hacer una idea lo más cercana posible a la realidad.
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