Escritos por Arcadi Espada y Gustavo Bueno al respecto de las tan manidas palabras de la dichosa "Memoria histórica"

«Memoria histórica» es un concepto espúreo, sobre todo cuando él pretende tener como referencia el supuesto (metafísico) «archivo indeleble» cuya custodia estaría encomendada al género humano; y que es susceptible de eclipsarse ante los individuos, dotados de una memoria más flaca. Por ello estos tendrán que «recuperar» una memoria histórica común, objetiva, que se supone ya organizada, aunque oculta (ocultada) a la espera de ser desvelada o recuperada. Por ello, la «recuperación de la memoria histórica» puede tomar la forma de una reivindicación: porque se supone que el eclipse de esa memoria histórica, que se sustenta en el seno del género humano, o en la sociedad, no es casual sino intencionado.

No se trata de una amnesia, sino de una ocultación, por quienes quieren «enterrar el pasado». Lo que ocurre es que si no hay amnesia tampoco tendría que haber memoria.

El concepto de «memoria histórica» pretende remitirnos, por tanto, a un sujeto abstracto (la Sociedad, la Humanidad, una especie de divinidad que todo lo conserva y lo mantiene presente) capaz de conservar en su seno la totalidad del pretérito que los mortales del presente deben descubrir. Esta memoria histórica tiende a ser una memoria histórica total, que se aproxima a lo que pudiera ser la memoria eterna de quien vive las cosas tota simul et perfecta possesio.

Pero este sujeto abstracto, receptáculo de la memoria histórica no existe, es un sujeto metafísico. No hay «memoria histórica».

La Historia, sencillamente, no es memoria, ni se constituye por la memoria. Es esta una metáfora muy vieja, sin duda, canonizada por el canciller Bacon de Verulamio, cuando clasificó a las ciencias en función de las «facultades intelectuales» que él consideró esenciales: Memoria, Imaginación, Razón. Así, la Historia sería el producto de la Memoria; la Poesía de la Imaginación y la Filosofía, junto con las Matemáticas, de la Razón.

Esta ocurrencia de Bacon, sin perjuicio de su ramplonería psicologista, fue tomada en serio por d'Alembert, en el Discurso preliminar de la Enciclopedia, que la hizo doctrina común entre las gentes de letras, incluidos a los políticos y a los historiadores.

Pero la Historia, en lo que tiene de ciencia, no es efecto de la memoria, ni tiene que ver con la memoria más de lo que tenga que ver la Química o las Matemáticas. La Historia no es sencillamente un recuerdo del pasado. La Historia es una interpretación o reconstrucción de las reliquias (que permanecen en el presente) y una ordenación de estas reliquias. Por tanto la Historia es obra del entendimiento, y no de la memoria.


Gustavo Bueno
Y a continuación, el artículo sobre el mismo tema, escrito por Arcadi Espada. Que viene a decir lo mismo, pero de un modo más actual.

El concepto de “memoria histórica” es muy útil para cualquier sistema político totalitario, y no es extraño, por tanto, que el nacionalismo lo haya integrado en su corpúsculo cerebral. No creo que sea necesario reflexionar à la Todorov sobre su propia pertinencia. Es obvio que son los hombres (y no los territorios) los que recuerdan. Pero la memoria histórica, como los derechos históricos o la lengua propia, son fantasmas conceptuales que sólo pueden analizarse desde el interior de su propio paradigma. El muñidor lo ha incorporado al Estulto, dándole categoría articulada. Así se sanciona:

Artículo 54. La memoria histórica
1. La Generalidad y los demás poderes públicos de Cataluña deben velar por el conocimiento y el mantenimiento de la memoria histórica de Cataluña como patrimonio colectivo que atestiguan la resistencia y la lucha por las libertades democráticas y los derechos nacionales y sociales. A tal fin, deben adoptar las iniciativas institucionales necesarias para el reconocimiento y la rehabilitación de todos los ciudadanos que han sufrido persecución como consecuencia de la defensa de la democracia y el autogobierno de Cataluña.
2. La Generalidad debe velar para que la memoria histórica se convierta en símbolo permanente de tolerancia, de dignidad de los valores democráticos, de rechazo de los totalitarismos y de reconocimiento de todas las personas que han sufrido persecución debido a sus opciones personales, ideológicas o de conciencia.

Como tantas otras veces el carácter exhibido del texto refleja nítidamente los usos y costumbres nacionalistas y permite “ver” el vocablo como nunca. Imaginemos los efectos de una sencilla operación. La sustitución del término “memoria histórica” por “historia”. Es decir: “La Generalidad y los demás poderes públicos de Cataluña deben velar por el conocimiento y el mantenimiento de la historia de Cataluña como patrimonio colectivo que atestigua la resistencia y la lucha por las libertades democráticas y los derechos nacionales y sociales”. Demasiado totalitario parece. Pues eso es justamente lo que es. “Memoria histórica”: nada más que un eufemismo. El eufemismo de los buenos y reconfortantes hechos que merecen pasar a la historia. El muñidor, aunque experto, no puede dominar palabras como “Historia”. Se le rebelan. “Historia”, a pesar de todos los novelistas y demás microzotes, conserva aún un carácter objetivo, de relato de hechos (“Roma venció a Cartago”) independientes de sus consecuencias morales. “Memoria histórica” presenta en cambio el suficiente nivel de vacío. Como tantos de su especie es un mero sintagma tarado, que agradece balbuciente cualquier señal que lo saque del limbo. Gustoso se la ofrece el muñidor. Los poderes públicos de Cataluña no contraerán ninguna obligación con la Historia. Pero sí con una parte de los hechos que la conforman. Desgajados del sentido general esos hechos no tendrán ninguna posibilidad de ser comprendidos. Pero sólo así, limpios de la mierda de la verdad, podrán ser exaltados.