ESOS MIXTOS: POLITIQUES, LIBERALES, DEMOCRISTIANOS, NEOCONES



NIHIL NOVUM SUB SOLE

Sabemos que el asno le habló a Balaam. Por eso será que no puede asombrarnos que un filósofo marxista pueda decirnos, en alguna ocasión, alguna verdad.

Vivimos tiempos en los que se usa y abusa de los términos como "Tolerancia", "Paz"... "Ecuménico" (sí, sobre todo en el ámbito religioso) y parece que nunca hubo una época tan ecuménica como ésta. Sin embargo, a poco que hagamos por saberlo descubriremos que, como ésta época, fueron muchas otras en los siglos pasados sin que podamos aseverar que, en lo porvenir, esté por llegar alguna más -puesto que ignoramos si todo esto que nos rodea no se irá a la mierda mucho antes -o poco después- de lo que nos imaginamos.

Cuando los hugonotes hicieron acto de aparición en Francia (allá por el siglo XVI) era de suponer que la guerra civil religiosa fuese inminente y así lo fue: un sangriento conflicto se dilató entre franceses y entre los bandos enfrentados (los herejes hugonotes y los católicos), pronto surgió algo que, sin llegar a ser tercero en discordia, se convirtió en esa inevitable facción teórica (intelectual, diríamos) y no-beligerante, pero con cierta y eficiente influencia en los ámbitos de poder, allí donde se toman las decisiones.

Quienes formaron ese grupo fueron llamados "politiques" (los "políticos"). Este grupo de "políticos" (resuene aquí el desprestigio que este vocablo significa actualmente en toda Europa y, sobre todo, en España) estaba compuesto por hombres de letras (casi todos eran juristas) y nominalmente procedían de los dos frentes contendientes (el protestante y el católico). Los católicos (acaudillados por los Guisa) entendieron muy pronto que las propuestas que lanzaban estos "politiques" eran heréticas, puesto que los "políticos" tenían como "razón de Estado" -hoy diríamos "objetivos prioritarios"- la pacificación de Francia y la consolidación de una monarquía fuerte. Y para lograr sus propósitos los "politiques" no tenían miramientos ni escrúpulos; no regateaban ventajas para los protestantes y les hacían concesiones que abrían camino a cierta tolerancia religiosa.

Jean Bodin

Entre los más conspicuos de los "politiques" figuraba Jean Bodin (1529-1596). En su "Colloquium Heptaplomeres de rerum sublimium arcanis abditis" que se descubriría siglos después de su muerte, Bodin nos pinta el ficticio coloquio entre un católico, un luterano, un calvinista, un judío, un musulmán, un deísta y un escéptico y nos sugiere que de entre todas las perspectivas extraigamos un contenido común como "religión universal" lo que, en la práctica, se traduce en la simplificación de todas las religiones en la afirmación de un Dios único al cual se le rinde culto siendo virtuoso. Si el P. Pedro de Rivadeneyra que los combatió con ardor -también a Bodin- hubiera podido leer el "Heptaplomeres" le habrían quedado despejadas las dudas y tendría razones para llamar a Bodin algo más que "escritor no pío".

Y aquí es donde queríamos llegar. Ahora llega el momento en que, hasta el burro de Balaam habla; sí, habla. No rebuzna, habla y dice verdades que hemos de tener presentes. En este caso no es un cuadrúpedo, sino que se trata de un filósofo marxista.



Max Horkheimer

En su muy interesante ensayo "Montaigne y la función del escepticismo", el filósofo judeomarxista Max Horkheimer (1895-1973) llega a comparar la actitud de Bodin con la de Montaigne, afirmando que ambos sostenían una similar postura que, pese a toda la fraseología aparente que gastaban, era a la hora de la verdad un escepticismo religioso. En el caso de Bodin, este escepticismo religioso se revela cuando las verdades de la fe pasan a un segundo plano, en orden a favorecer la "razón de Estado". Esto no ocurre sólo en el eximio "politique" francés Jean Bodin, como apunta Horkheimer a renglón seguido: "La insignificancia de los contenidos religiosos en comparación con los intereses de Estado ha sido señalada por eminentes pensadores de otros países: Maquiavelo en Italia, Spinoza en Holanda, Hobbes en Inglaterra. La tendencia a subordinar la verdad al poder no es una novedad...".

Horkheimer afirma que:

"Las relaciones del hombre liberal con la religión concuerdan con el modo de pensar escéptico. No se trata ni más ni menos que de un ateísmo militante."
Y téngase en cuenta que Horkheimer ha presentado el "modo de pensar escéptico" de esta manera:

"En la práctica, el escepticismo significa comprensión hacia lo que ha sido trasmitido y desconfianza frente a toda utopía".
El filósofo de la Escuela de Fráncfort esboza algunas líneas que caracterizan psicológicamente al liberal (=escéptico):

"Donde quiera que el antagonismo entre la religión y la situación de hecho se tome en serio y se lleve hasta la negación de la religión o de la realidad, como es el caso de los pensadores auténticamente religiosos así como de los ateos militantes, el escéptico se horroriza".
Lo que se llama por ahí "catolicismo liberal" es, a todas luces, una contradictio in terminis -una contradicción en los términos. La crítica de Horkheimer pone de manifiesto que, bajo las ínfulas del espíritu liberal siempre late un fondo escéptico que no quiere cuestionarse radicalmente las preguntas últimas y que amaga una sonrisa descreída por esas verdades, prefiriendo -en definitiva- lo más fácil y lo más cómodo. En el seno de nuestra Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana son muchos los que, actualmente, dan a entender que prefieren el camino de los "politiques", el de los "liberales"... En el fondo, tienen que saber que es un camino al que puede cambiársele el nombre cuantas veces se quiera, pero que está hecho con el mismo suelo: el del escepticismo, el de la falta de fe, el de la incredulidad, el de la infidelidad.

Y da igual si le ponen seda a la mona.

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS