DE LA UNIDAD Y LA UNIÓN...


Es plausible, afirman los especialistas, que Poliano y Eurídice se conocieran en la escuela de Mestrio Plutarco (año 46/50 - año 120 d. C.). Poliano y Eurídice se casaron y el maestro les ofrece un particular regalo de bodas: un libro compuesto para ellos -mucho tenía que apreciarlos- que reúne una serie de consejos para que marido y mujer afronten la vida matrimonial que inauguran y sean, en la medida de las limitaciones humanas, felices. Habiendo un solo matrimonio, Plutarco distingue como tres modos de vivirlo, así dice:

"Los filósofos dicen que, de los cuerpos, unos están compuestos de elementos separados como una flota y un ejército, otros de elementos juntos como una casa o una nave, y otros están unidos y forman una sola naturaleza como ocurre con cada uno de los seres vivos. Casi del mismo modo el matrimonio de dos personas que se quieren está unido y forma una sola naturaleza; el de los que se casan por la dote o por los hijos, está compuesto de personas unidas; el de los que duermen juntos por placer, lo es de personas separadas, de las que uno podría pensar que cohabitan, pero no viven juntas."
"Deberes del matrimonio", Plutarco.

1.) El matrimonio fundado en el amor (el matrimonio excelente); 2.) El matrimonio fundado en los intereses social y/o crematístico (matrimonio de conveniencia); y 3.) El matrimonio condicionado por el placer sexual (matrimonio hedonista). Se contempla, pues, una posible degradación de la institución que tiene lugar, según los casos y según la índole que haya conducido a la alianza matrimonial, así como la estabilidad que de la misma puede aguardarse, según el fundamento. La unión matrimonial es unión matrimonial y no deja de serlo en los tres grados: desde la unidad que forman dos (hombre y mujer que se aman: matrimonio excelente) a la unión realmente escindida en dos individualidades que van a lo suyo y que esporádicamente se unen para satisfacer un apetito sexual (matrimonio hedonista), pasando por el grado medio que supone la unión interesada que -más fuerte que el "amor hedonista", pero incompleta en comparación al "amor excelente"- no desvanece, pese a su unión, las diferencias entre los dos que están unidos (matrimonio de conveniencia).

Todo esto nos ha recordado lo que Gustave Thibon decía:

"La unión es siempre más o menos exterior; no consigue abolir la separación entre los seres, sino que los lazos con que los vincula siempre pueden romperse, o transformarse en cadenas. La unión es imperfecta e imparcial, se funda en deleites, intereses o deberes sujetos al cambio y, a veces, incluso en los peores elementos de nuestra naturaleza: una complicidad también es una unión. La unidad es otra cosa: alcanza el fondo eterno de los seres y domina así las vicisitudes de las necesidades y de las pasiones".
"Una mirada ciega hacia la luz", Gustave Thibon

El matrimonio tal y como lo clasifica Plutarco no deja de ser matrimonio, pese a la deplorable condición de aquellas uniones matrimoniales fundadas sobre el interés o las más groseras necesidades sexuales. Es un error, cuando no una táctica perversa y manipuladora, rebajar la institución matrimonial por constatarse en la historia y en la realidad la existencia de lamentables uniones basadas en lo más vil, en lo menos importante y, en definitiva, sobre un suelo movedizo. Como el filósofo Thibon decía: "La unión no es suficiente, yo aspiro a la unidad". ¿Qué podría esperarse de dos que se casan, pero que no aspiren a la unidad? Que siempre sean dos, más o menos atados, más o menos desatados.

Y para que dos sean uno... Cada uno ha de negarse a sí mismo por el otro. Ese es el camino y no hay otro: la autoinmolación del "yo" por amor, "morir a uno mismo" puede hacerse en un claustro conventual y también en la sala de estar. No hemos comprendido nada del amor si no hemos comprendido que, en su fondo, es renuncia y abnegación de los egoísmos. Y eso no se puede hacer sin amor. Y no puede haber amor de verdad si eso que llamamos "amor" no procede de su fuente divina que es el Amor de los Amores. Solo el amor hasta la renuncia de uno mismo convierte la unión en unidad... Hasta que la muerte los separe.



A Casa de Sarto