Por una vuelta a la educación tomista
Es ya imprescindible entrar con fuerza en el debate, abogando por la vuelta a unos valores, que jamás debimos abandonar...
Tras los desórdenes y la mala educación que estamos viendo últimamente en tantos colegios (especialmente entre los llamados de "enseñanza pública"), se esconde la pérdida de valores y de los principios cristianos que en su día, tan buenos resultados diesen en España y en todo occidente. En esta linea, desde ACSA y más concretametne desde nuestra Vocalía de Educación, hemos preparado una serie de artículos, que iremos publicando en los próximos días, abogando por:
una educación tomista (Primera parte)
La irrupción de las llamadas novedades pedagógicas llevó al abandono de los métodos de enseñanza tradicionales en escuelas, institutos y universidades católicas. Órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza y centros laicos de educación católica -que habían basado su éxito y reputación, su calidad científica y humanística en la metodología tomista- abandonaron ésta segura guía pedagógica para guiarse y conducirse conforme a los métodos de la Nueva Pedagogía.
A) La destrucción del sistema educativo cristiano en occidente.
Las izquierdas de las primeras décadas del siglo XX leyeron la Primera GuerraMundial y sus consecuencias como la crisis final del sistema capitalista. A partir de entonces las izquierdas optaron por formar mixtura (los frentes populares), con el objetivo de profundizar en las supuestas contradicciones de la -que llamaban- democracia burguesa con la finalidad de llevarla a su colapso. Hasta 1917 el principal método utilizado para destruir las sociedades occidentales había sido la vía de la revolución directa y el terrorismo.
Fruto de esta vía fueron el golpe de Estado y posterior revolución en Rusia así como los procesos revolucionarios enla Europacentral y del sur durante la posguerra mundial (como en Alemania, Hungría o España). Tales procesos incluso se habían extendido por América y Asia (como en Méjico, China o Mongolia).
Pero durante la década de 1930 se confirmó el fracaso de muchos de estos procesos revolucionarios, en gran medida gracias a que los católicos no se quedaron de brazos cruzados ni miraron hacia otra parte. Los católicos salieron al paso del envite ejecutado por las izquierdas, el liberalismo radical y la masonería y les plantaron cara incluso por las armas (casos de Méjico o España).
Ante esta respuesta del catolicismo las izquierdas, el liberalismo radical y la masonería optaron por una segunda vía: la utilización de los tan odiados sistemas democráticos para alcanzar y monopolizar todos los resortes (legislativos, gubernativos, judiciales, policiales, militares, económicos, educativos y culturales) de aquellas democracias occidentales de cultura y fe cristiana, a las que se pretendía destruir. Una vez conseguido el control de todos los resortes de dichas democracias se trataría de degradar al Estado desde dentro hasta hacerlo quebrar. Es entonces cuando se podría volver a imponer la acción terrorista y revolucionaria directa, que daría la puntilla a tales Estados y permitiría levantar el nuevo mundo feliz del socialismo y del estado liberal ateo y antirreligioso.
Gramsci fue uno de los que mejor logró fusionar estas dos señaladas vías de destrucción en un solo proceso. Para Gramsci la acción continua del terror socializado injertaba, en la sociedad occidental, un permanente trauma o herida psicológica. Asentada esta situación se podría alcanzar el control de las instituciones y, desde ahí, predisponer a la persona y a la sociedad para la transformación de las conciencias y para la quiebra del espíritu de las personas. El medio para conseguirlo debería ser la destrucción del sistema educativo y la deseducación de la persona, que tendrían por objetivo atacar la intimidad que nos sustenta como seres humanos y como sociedad ligados y dispuestos hacia la Verdad.
En España, tras Giner de los Ríos fue, a mi entender, Rodolfo Llopis (Director General de Enseñanza primaria del gobierno republicano) quien mejor expuso este objetivo de destrucción del ser humano. En La revolución en la escuela señalaba que el ciclo revolucionario no terminaría hasta que la revolución entrase en las conciencias y ese debía ser el objetivo de la escuela, apoderarse del alma de los niños.
Las izquierdas pensaron que la Segunda Guerra Mundial y su destrucción material y humana era el contexto ideal para avanzar en el proceso de quiebra del alma cristiana-occidental por lo que había que escarbar en el caos. El armazón intelectual para esta labor la debía estar formado ser por un conjunto de organizaciones como la Nueva escuela para la investigación social (Nueva York, 1919) o la Escuela de Frankfurt (Universidad de Frankfurt, 1923) con los Adorno, Horkheimer y Marcuse o los Habermas y Wellmer, a los que se unieron teólogos como los Congar y Rahner, Lubac o Künh.
Sin embargo la sorpresa para estos intelectuales, y para toda la izquierda, fue que los cristianos tomaron posiciones y enseguida se lanzaron a la reconstrucción europea. Entre 1945 y 1948 políticos europeos cristianos entendieron que sólo sería posible levantar Europa desde el rearme moral y éste requería volver a los principios cristianos. Y debemos tener en cuenta que en la mayoría de centros de enseñanza católicos, e incluso en la escuela pública europea, la metodología que se empleó para la restauración moral de Europa fue la pedagógica tomista.
Diversas corrientes cristianas se unieron en esta tarea de recomponer espiritual y moralmente la Christianitas. Para ello articularon movimientos cristianos tanto católicos como protestantes, como la Unión Paneuropea, el Movimiento por el Rearme Moral (con Pax Christi, el Comité d’Echanges avec l’Allemagne
Nouvelle o el Evangelische Stiftung, por ejemplo). También se instituyeron “retiros por la paz y la reconciliación” que proponían partir del Perdón (en sentido propiamente cristiano). Esto hizo posible que los enemigos pudiesen mirarse mutuamente como cristianos, primer paso para que el odio quedase relegado. Entre los participantes en estos encuentros había personalidades como Adenauer, Monet y Schuman. De estas reuniones cristianas surgió el Plan Schuman y la idea de Monet de construir una Unión Europea cristiana. Esto es, reconstruir la Christianitas.
En este contexto, las izquierdas, el liberalismo radical y la masonería cayeron en la confusión y en la desorientación. A ello se unía la denuncia del estalinismo no sólo desde el cristianismo, también desde el liberalismo, e incluso entre grupos de la izquierda y desde dentro de la propia Unión Soviética (XXII Congreso del PCUS, 1961).
Dada esta situación los intelectuales de izquierda no tuvieron más remedio que replegarse a sus instituciones -Escuela de Frankfurt, por ejemplo- para reorganizarse. De aquí volvería a salir una renovada producción intelectual que insistiría en aparcar la acción revolucionaria directa y centrarse en la infiltración en el sistema educativo cristiano para corroer de la labor educativa cristiana y la metodología docente de corte tomista.
De tal manera se reavivaron las ideas de la Escuela Moderna a las que se añadieron pinceladas del psicoanálisis y de movimientos como la Nueva Sociología (de los Luckman, Bergmann o Merton), del Nuevo Humanismo y de los movimientos de Tercera Cultura y Tercera Fuerza. A éstos movimientos se adhirieron tratamientos psiquiátricos y psicológicos como la Terapia Gestalt. Este conglomerado fue enfocado en una única dirección: componer una nueva concepción sobre el conocimiento, el aprendizaje y la enseñanza y presentarlos como medios buenos y eficaces para la construcción de la personalidad. Sobre todo ello se debería edificar un nuevo sistema educativo. Así quedó listo el nuevo edificio pedagógico, popularizado por el movimiento de Renovación Pedagógica.
El movimiento de Renovación Pedagógica se introdujo enla Nueva Izquierda, la cual iba incorporando otros temas de combate, tales como: el naturismo y el ecologismo, el vitalismo y la medicina natural (contra la llamada medicina tradicional), o el tercermundismo y el pacifismo, así como el antimoralismo y el relativismo ético y moral. Estos dos últimos puntos fueron aprovechados para endurecer el renovado ataque directo al cristianismo, especialmente ala Iglesia Católica y al tomismo. El peso principal del ataque lo llevaron movimientos como la teología de la liberación y de la secularización (con sus cargas de positivismo, relativismo y utilitarismo, existencialismo e historicismo, exégesis basadas en la dialéctica materialista).
Durante las décadas de 1950 y 1960 los intelectuales de la Nueva Izquierdalograron poner en el mercado educativo una gran producción ideológica que penetró en los centros educativos cristianos, desde la enseñanza primaria a la superior. La irrupción de las llamadas novedades pedagógicas llevó al abandono de los métodos de enseñanza tradicionales en escuelas, institutos y universidades católicas. Órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza y centros laicos de educación católica -que habían basado su éxito y reputación, su calidad científica y humanística en la metodología tomista- abandonaron ésta segura guía pedagógica para guiarse y conducirse conforme a los métodos dela Nueva Pedagogía.
Con el abandono de la metodología tomista muchas de aquellas instituciones educativas católicas favorecieron y fomentaron la transformación de las conciencias de los jóvenes de las décadas de 1950 y 1960. Muchos de esos jóvenes salieron de tales centros educativos convertidos en impíos, anticlericlaes y antirreligiosos e incluso ateos radicales. Con sus almas quebradas, estos jóvenes fueron pasto del proceso de descristianización y marxitificación de la sociedad occidental. No debe de extrañarnos que fuesen estos jóvenes los que encendiesen -y sobre ellos se sustentase- la agitación revolucionaria europea de 1968 así todos los cambios radicales que seguidamente tendrían lugar.
Desde entonces hasta el presente estos planeamientos pedagógicos no han hecho otra cosa que extenderse y ser ampliamente aceptados y aplicados, en España especialmente a partir de las décadas de 1980 y 1990. Actualmente tales ideas se han implantado y asentado en la conciencia pedagógica, sociopolítica y sociocultural de Europa y Occidente en general y, pese a que han demostrado su fracaso, continúan aplicándose cada vez con más ímpetu y profundidad.
Tampoco debe extrañarnos que, paralelamente, cada nueva generación de jóvenes esté más desorientada que la anterior y deambulen con el alma desgarrada y quebrada. Por su parte muchos de aquellos centros de enseñanza católicos, antes florecientes, se encuentran ahora con una gran crisis de identidad y e incluso de alumnos.
Antonio R. Peña
Dr. en Historia.
Vocal de Educación de la Asociación Cruz de San Andrés
http://www.cruzdesanandres.org/argumentario.php?id=498
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