Exactamente. Internet en sí no es mala, y se puede usar --y se usa-- para muchas cosas buenas. Y si no ni tendríamos a Hispanismo ni escribiríamos por aquí, ni traeríamos textos de diferentes lugares del ciberespacio. Pero es innegable que fomenta actitudes pasivas y negativas, y lo mismo pasa con la televisión, como bien explicas en tu último mensaje, Kontra. Vivimos en una sociedad visual, una sociedad de la imagen. Internet, la telesivión y otros medios deben ser vehículos de información y cultura, y lo son en muchos casos. Pero aun dejando de lado los casos en que el contenido sea bueno y no malo ni una pérdida de tiempo, la sociedad de la imagen vuelve a la mayoría acrítica y pasiva, y además perezosa. En una novela puede ser necesaria una página entera para describir un lugar determinado, mientras que en la pantalla se ve todo de un golpe de vista. Se gana tiempo, pero se pierde en precisión expresiva. Y como la gente lee poco y ve mucha televisión y cine, la expresión verbal y escrita se ha empobrecido muchísimo. No sólo en cuanto a vocabulario; la gente ya no se expresa de forma clara y precisa. Y no me refiero sólo a la gramática, sino al aspecto más importante, que es expresarse de una forma lógica y coherente. Y las personas no se expresan de forma lógica y coherente porque no razonan bien. De la abundancia del corazón habla la boca. Y no razonan bien porque no leen ni tienen formación. Todo esto resulta favorable a los manipuladores de masas, lo cual no quiere decir que ellos hayan inventado esos medios, claro. Pero les vienen muy bien. La técnica, por un lado, ha beneficiado enormemente al hombre. Por otro, lo ha empobrecido intelectualmente. La calculadora fue una invención muy práctica. Resultaba muy útil para la contabilidad y para quienes tenían que efectuar muchos cálculos en su trabajo (científicos, matemáticos, etc.). Cuando se popularizaron, todos nos compramos una. Yo, como soy de letras y siempre fui malo para los números, echo mano de la calculadora constantemente. Pero al hacer eso los "músculos" de la mente dejan de ejercitarse, y si no se ejercitan con otras cosas no se piensa claro y con agilidad. También podríamos hablar de los libros de texto. Siempre han tenido ilustraciones; es necesario porque aclaran el texto y lo vuelven más ameno. Pero si bien en nuestros tiempos los libros tenían algunas ilustraciones y fotos, hoy en día en cualquier libro de texto predominan los dibujos, fotos, diagramas y demás en detrimento del texto. Poco texto, poco contenido y mucho colorido. Hace años que los alumnos no tienen que hincar los codos, todo les entra con los ojos y con el mínimo esfuerzo, pero adquieren pocos conocimientos, a veces presentados de forma incoherente con varias asignaturas en un mismo libro y omitiendo cosas importantes en favor de otras más intranscendentes. De esa forma, el alumno no aprende a disciplinarse y estudiar en firme, y si luego encima lo van a aprobar de todos modos, ya vemos lo que pasa. Y lo curioso es que eso no sólo se aplica a los textos escolares. Basta observar los libros que se emplean para enseñar lenguas modernas en cualquier academia de idiomas. Sea cual sea la edad de los alumnos, los libros tienen muy poco texto, no explican apenas nada, están llenos de ilustraciones y fotos en color, la misma página está impresa con tinta de varios colores, y los dibujos suelen ser básicamente monigotes. Mucho colorido, como en los libros, móviles y otros juguetes para bebés. Para colmo, los libros están llenos de jerga juvenil y enfocados a los intereses y gustos de los adolescentes, y ya digo, aunque el alumno de un centro de enseñanza de idiomas tenga cuarenta o cincuenta años tiene que aguantarse con eso. Hoy en día no se encuentran otros libros de idiomas para el alumno normal no universitario. Es una realidad que veo a diario enseñando inglés y francés. Cómo añoro aquellos libros de "Inglés para españoles" de Basil Potter, que durante décadas ayudaron a tantos españoles a adquirir un conocimiento bastante completo de la lengua inglesa en tres volúmenes llenos de explicaciones y vocabulario. Y lo mismo que digo de los libros de idiomas pasa con otros muchos libros de texto. Diríase que están tratando de infantilizar a la sociedad con libros llenos de dibujitos, como los de cuentos. Claro, quieren una sociedad con una mentalidad pueril, en la que las personas no piensen por sí mismas y se crean cualquier cuento que les cuenten, sin espíritu crítico. Al fin y al cabo lo que quieren es que la gente les vote o les compre. Hace muchos años que los cómics dejaron de ser sólo cosa de niños, como los tebeos en España. Como todos sabemos, los hay de todos los temas y para todos los públicos, abundando los violentos y pervertidos. ¿Quiere decir eso que el cómic ha diversificado su público, o que el público adulto se ha infantilizado? Bien podría ser un poco de ambas cosas. Porque la mayoría de los cómics son historias inventadas, sobre todo fantásticas. O sea, los cuentos de los adultos. Eso no quiere decir que el cómic sea malo en sí. Es un medio de difusión como cualquier otro, y también se utiliza para transmitir buenos contenidos, incluso cultura. Pero todas estas cosas crean tendencias. Aprovechemos lo bueno de los avances de la técnica, pero con criterio y sin dejarnos deslumbrar.
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