La esencia de la Tradición

Luis Hernando de Larramendi. Madrid, 1942.

Boletín clandestino de la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas.


Un país en que nadie se siente unido al pasado, no es una Patria, es una inclusa.

Los desventurados expósitos dan testimonio de haber nacido, pero, ¿cómo podrán darlo de sus padres?...

Por eso las inclusas políticas modernas hace mucho tiempo que rehúyen sistemáticamente llamarse Patrias; y se llenan la boca a todas horas llamándose naciones. Que no es lo mismo. Nación es cosa de nacer. Nacen los seres humanos, pero nacen también las bestias. Es decir, que las bestias tienen nación. Lo que no tienen las bestias es Patria.

¿Qué les importa el pasado? Apenas nacidos, los irracionales se hacen independientes, pierden toda relación con sus padres, no los reconocen ni son reconocidos por ellos. Se dispersan padres e hijos sin ningún afecto ni vínculo duradero. Tampoco el futuro les importa. Viven brutalmente, para la satisfacción momentánea de sus instintos más elementales; comer, procrear, defenderse y campar individualmente. No tienen nada racional que transmitirse.

Pero los seres humanos, sí. Un lenguaje, y con el lenguaje, la fe de su origen y de su fin, las revelaciones divinas, la sabiduría acumulada por el esfuerzo de las generaciones precedentes, la historia de tanta abnegación, y con ellas la veneración a los padres y a los padres de sus padres y a sus antepasados, de quienes, con la sangre, conservan tantos bienes que les conservan en su dignidad superior a los irracionales y les obligan al deber y al honor de merecer, por su propio amor y abnegación, ser dignos de la admiración de las generaciones futuras.

Toda esa Tradición es una corriente espiritual, racional y política que discurre por cauces naturales desde el pasado al porvenir, sobre vínculos de origen familiar, en el común y perdurable interés de la Patria.

Y esa es la vida política natural, por ley inviolable. Cuando parece que se viola, los pueblos padecen o perecen, prueba de que la ley es inviolable o indefectible. Como que es legitimidad de origen divino.

Miserables incluseros políticos, que reniegan o desconocen a sus padres. Quieren ignorarlos imitando a los irracionales. Y con esa tendencia meramente animal, no se preocupan de la Patria, sino sólo de la nación. No veneran la tradición de sus padres, pero se dejan domesticar o atrallar por cualquier amo, a arruinar o envilecer por cualquier padrastro o cualquier chulo aventurero. Como no traen en sí el espíritu de la Patria, querrían haber nacido franceses, o ingleses o alemanes, o rusos, o ser híbridos de treinta sangres, según la moda.

Estas inclusas políticas son la ruina de la civilización; con su tendencia animal vuelven de nuevo la humanidad a la fiereza de las selvas; retornándola a la barbarie, pero no a la barbarie inocente y primitiva, sino la regresiva por corrupción.

¿Y qué podrá ser de los incluseros? Si en las inclusas de la caridad la mortalidad pasa a veces del cincuenta por ciento, en las inclusas políticas mueren todos los miserables expósitos.

¿Qué queda de España de más de quinientos partidos políticos antitradicionalistas aparecidos en un siglo?

¿Quién se acuerda ya de quienes fueron los Ayacuchos, los fusionistas, o los idóneos? Los hubo que parecieron arrollarlo y dominarlo todo durante un momento: el poder, la opinión, los triunfos y las ganancias …; pero no se salvaron jamás de la suerte común; apenas nacidos perecieron sin dejar honra de memoria, así como de incluseros que vivieron sin honrar a sus padres.

Entre tanto, exonerado, proscrito, confiscado, en prisiones, combatido, fusilado, asesinado, perseguido, traicionado, calumniado, silenciado y vendido durante más de un siglo, dado por muerto mil veces, sólo el Carlismo no ha muerto nunca porque es la vida política española natural de origen divino, la tradición inmarcesible de la España eterna.