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Tema: Tradicionalismo o conservadurismo

  1. #1
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    Tradicionalismo o conservadurismo

    Tradicionalismo o conservadurismo (I)


    El liberalismo es absolutamente incompatible con el catolicismo…No es menester que el Papa y los Obispos lo declaren, se declara ello mismo. La lógica más elemental sobra para confirmarlo basta con poner frente a frente la negación del liberalismo lógico y la afirmación de la Iglesia, para que se vea que no pueden coexistir juntos, porque se destruyen mutuamente. Querer conciliarlos es intentar la identidad de los opuestos”.
    (Juan Vázquez de Mella)

    Hoy hay quien piensa que el catolicismo conservador es una suerte de catolicismo tradicional más moderado, pero en realidad es un liberalismo más moderado. El conservador condena los frutos más extremos del liberalismo, pero no quiere profundizar en sus raíces, en la incompatibilidad radical y esencial entre liberalismo y catolicismo. El conservadurismo actúa así de polo de atracción de los católicos con ganas de luchar contra el laicismo pero los neutraliza al mantenerlos dentro de la órbita del liberalismo. El conservador tiene, pues, un núcleo revolucionario y una apariencia contrarrevolucionaria.

    El punto de tropiezo y de clarificación de campos entre los católicos tradicionales, que siguen la doctrina secular de la Iglesia y los conservadores que pretenden una conciliación del todo imposible como enseña la realidad histórica, es hoy la defensa de la Confesionalidad Católica del Estado. La pregunta para detectar a un conservador debe ser: ¿Esta usted por la recuperación de la Confesionalidad del Estado? SI o NO. Y la repuesta debe ser clara y concisa, sin pretender diluirla en palabrería confusa y evasiva.
    Dentro del mundo conservador podemos encontrar dos tipos de actitudes frente a la renuncia a la confesionalidad: los que simplemente no la creen necesaria o incluso perjudicial para la Iglesia, y los que afirman que la querrían y esta sería buena, pero consideran que esta no es posible hoy en día y renuncian a su defensa pública. Esta última posición es incoherente a todas luces, porque al renunciar a su defensa renuncian de hecho a toda posibilidad de reconquistarla, y se sitúan de hecho al lado de los de la primera actitud.

    Aquí encontramos por tanto el punto de separación de campos. Los conservadores consideran la política como “el arte de lo posible” y los tradicionalistas como “el arte de hacer posible lo necesario”. Es decir los conservadores son liberales y los tradicionalistas católicos. Como enseña Manuel de Santa Cruz: “el cambio de circunstancias no afecta al imperativo teológico inmutable del culto público y colectivo a Dios, establecido en las encíclicas “Vehementer Nos” y “Quas Primas” de Pío XI, con el componente esencial del –por ser Vos quien Sois- “ fundamento de la Realeza Social de Jesucristo. La renuncia conservadora tiene un detonante real inspirado en los respetos humanos y en complejos de inferioridad ante le mundo moderno sin entender que el signo de la doctrina social de la Iglesia es levantar una “contestación al mundo moderno” no la adaptación-rendición al mismo. José Miguel Gambra ha dejado escrito: “Nos dirán sin embargo, que a que sostener cosa tan ajena a lo alcanzable según cualquier previsión. A lo cual sólo podemos responder que el hombre, alma inmortal en cuerpo transitorio, tiende a eternizar el presente, sin darse cuenta de cuan rápidamente pueden cambiar las cosas. Y también contestaremos que lo que siempre puede hacerse es decir lo que debe hacerse, aunque no pueda hacerse. Y quien hace lo que puede, no esta obligado a mas”.

    Podemos concluir:

    1-La Tradición es un principio, el conservadurismo una actitud.
    2-La Tradición es permanente, el conservadurismo evolutivo.
    3-La Tradición es providencialista, el conservadurismo historicista.
    4-La Tradición es católica, el conservadurismo liberal.
    5-La Tradición es contra-revolucionaria, el conservadurismo revolucionario.
    6-La Tradición es española, el conservadurismo es foráneo.

    Y la forma de convertir a un tradicionalista en conservador es:

    1-Excluyendo la religión de nuestro pensar político.
    2-Hacernos defender tesis liberales creyéndolas católicas: democracia, derechos humanos, libertad religiosa, pacifismo etc.
    3-Hacernos olvidar el fin de la historia, del hombre y del mundo: la gloria de Dios y la salvación de las almas.
    4-Hacernos evolucionar “con los tiempos” sin arraigo ni permanencia en el espacio y en el tiempo.
    5-En arrancarnos los principios para dejarnos en opiniones.

    El Matiner: Tradicionalismo o conservadurismo (I)
    MFranco, Xaxi, Tacuara y 1 otros dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: Tradicionalismo o conservadurismo

    Tradicionalismo o conservadurismo (II)


    EL “DERECHISMO” Y SU INEVITABLE DERIVA IZQUIERDISTA
    (Artículo de don Francisco Canals, 1953)

    I-La derecha y la izquierda nacieron en los Parlamentos.Conviene siempre tenerlo presente para explicarse la anomalía específica de la mentalidad “derechista”, que la ha dejado siempre inerme ante la “izquierda” y ha sido causa de que “derechismo” haya llegado a ser considerado como sinónimo de incapacidad y de predestinación al fracaso.La derecha no sólo nació en los Parlamentos: nació del parlamentarismo. La derecha vino a ser aquel sector político que, en el ambiente del constitucionalismo liberal, quería salvaguardar el orden y la autoridad, claro está que dentro de la ortodoxia del liberalismo. O, como se dijo en ocasiones célebres, era el partido de quienes querían conciliar la libertad con el orden.El orden y la libertad no son de suyo cosas incompatibles. Si tanto se hablaba de su conciliación era porque aquella libertad que se propugnaba era la del liberalismo, que siempre había sido y continuaría siendo siempre bandera revolucionaria; mientras que el orden que se trataba de defender era precisamente el nacido de la Revolución.Se comprende, pues, que la operación no dejase de tener sus dificultades. Había que defender, frente a la execrada “reacción”, el orden revolucionario, y para ello había que proclamar como buenos e inmortales los principios de la Revolución y dar por buenas sus más revolucionarias empresas: aquellas que – como la desamortización eclesiástica o la expropiación en Francia de los bienes de los “emigrados”- habían hecho nacer precisamente el “orden nuevo”. Pero al mismo tiempo había que evitar que la Revolución misma, en sus nuevas fases más radicalmente revolucionarias, pusiese en peligro las “preciosas conquistas” ya conseguidas.Así nació la mentalidad “moderada” o “conservadora”. Podemos encontrar una definición real del mismo en aquel juicio de Balmes, según el cual el partido conservador es conservador de la Revolución.Los conservadores, ante las nuevas etapas de la Revolución, debían adoptar actitudes que les exponían necesariamente a ser acusados de “reaccionarios”, de enemigos de la libertad y del progreso, etc. Ante tan gravísimo insulto su “reacción” no podía ser otra que la de acusar a su vez a las “izquierdas” de corruptoras de la libertad y sostener y proclamar que eran ellos –los “derechistas”, los “conservadores”- los verdaderos y sinceros liberales.Con esto ya podemos llegar a definir la derecha tal como aparece formada en la madurez y edad de oro del parlamentarismo liberal: la derecha, el “partido del orden”, defensor de los principios y de los intereses conservadores, es el partido liberal propiamente dicho, precisamente porque es –según observó con genial paradoja el P. Ramière- el más inconsecuente de los partidos liberales.Por esto, mientras la izquierda –que encarnaba el dinamismo revolucionario- tuvo por lema “pas d’ennemis à gauche”, y así lo proclamó y así lo ha practicado, en el fondo, siempre, la derecha podría haber formulado la ley de su conducta en esta norma: “pas sans ennemis à droite”. Mientras la izquierda proclamaba que nada le parecería demasiado revolucionario, la derecha se esforzaba siempre por poner de relieve lo “moderado” y “prudente” de su actitud antirrevolucionaria, y se gloriaba por ello de poder mostrar, como testimonio de su amor a la libertad y al progreso, que no dejaba de ser considerada ella misma como revolucionaria por los “extremistas de la derecha”, por los “reaccionarios”.

    II-El resultado necesario de esta situación fue el constante desplazamiento hacia la izquierda, no sólo de la opinión y de los partidos, sino de la norma de valoración con que se juzgaba del derechismo y del izquierdismo de tal o cual actitud.Antes de 1848, la democracia era “izquierdismo”, y la derecha era adversaria del sufragio universal. Esta derecha liberal y antidemocrática atacaba a la democracia de falsear y destruir el verdadero liberalismo, y de ser por esto tan funesta como la reacción misma.Años después, la democracia antisocialista sería ya admitida como liberal y “de orden” por los antiguos liberales. Desde la derecha, ya liberal y democrática, se acusaría al socialismo de ser adversario de la verdadera democracia y por lo mismo reaccionario y destructor del progreso y de la libertad.Por otra parte, y sin que ello sea en el fondo contradictorio, se da el caso de que los partidos que recogen la mayoría de los votos “conservadores” y “derechistas” toleran que se les llame “de centro”, prefieren que se les considere “izquierdistas” y llegan a considerar insultante el ser llamados “derechistas” y “conservadores”, así como hace un siglo(*) era para ellos intolerable que se les considerara “reaccionarios”, aunque se gloriaban todavía del título de “conservadores”. Ya hemos visto emplear por las actuales derechas “izquierdistas” como slogan electoral esta sugestiva proclama: “La verdadera revolución la hacemos nosotros”. Si, en el comienzo del proceso, la derecha era el verdadero partido liberal, se ha llegado ya al punto en que la “derecha” se proclame el verdadero partido revolucionario, o lo que es lo mismo, la verdadera “izquierda”.La revolución ha seguido su camino.

    III-Un hecho todavía más lamentable ocurrió a lo largo de este proceso. Cuando los “conservadores” tuvieron que temerlo todo de la revolución violenta y franca y mucho menos que temer por parte de la “reacción”, ya reducida a la impotencia, llamaron en su auxilio a los que llamaban “reaccionarios”, es decir, a aquellos que habían conservado de algún modo los principios y el espíritu a que la Revolución se oponía. Les invitaron a la unión en defensa de los “principios y de los intereses conservadores”; les llamaron a combatir bajo la bandera del “orden” y también bajo la de la libertad”. ¿Acaso no era justo exigir a los “reaccionarios” que renunciasen a sus “extremismos inquisitoriales” y a sus “utopías medievalistas” y se hiciesen así útiles a la salvación de la sociedad?Pocas veces dejaron los antiguos “contrarrevolucionarios” de ceder a la tentación “conservadora”. Le llamamos tentación porque, aunque era muy propio del auténtico espíritu contrarrevolucionario ayudar siempre a todo cuanto pudiese frenar la Revolución violenta, no lo era tanto que el fusionismo “derechista” viniese a confundir y a diluir aquel espíritu en una actitud “conservadora” –es decir, sucesivamente “liberal”, democrática, centrista, izquierdista moderada, verdaderamente revolucionaria, etc.- El resultado fue casi la extinción de la ideología y la actitud que hubiera sido necesaria y adecuada a la empresa política más grandiosa y difícil de todos los tiempos: la lucha contra la Revolución.

    IV-Con la política tiene que ver todo desde arriba o desde abajo, y sobre todo las realidades y valores más fundamentales en la vida humana. La religión, la filosofía, los gustos literarios, las costumbres, la educación y, en fin, todo esto que ahora se llama “la cultura”.Por esto la evolución “conservadora” de la lucha “contrarrevolucionaria” tenía que traer consigo esta grave consecuencia. En todos los aspectos, el combate cristiano se contagió más o menos de un espíritu que podríamos caracterizar como el de un “conservadurismo cultural”. Este conservadurismo sustituyó y debilitó –hasta destruirlo muchas veces- el culto de la verdad y por lo mismo el respeto a la tradición. Fue también “conservador de la Revolución”. El papel “fusionista” que en lo político habían jugado “los intereses comunes”, por cuya salvación se olvidó la defensa y la restauración del orden cristiano, lo ejercieron también en la lucha ideológica las burguesas y racionalistas ilusiones de “la cultura”, de “la altura intelectual”, de la “amplitud de criterio”, de la “objetividad e imparcialidad científica” (¡Santo Dios!) y desde luego las supremas ilusiones de la “originalidad”, del “espíritu progresivo” y “creador”, y de la “actualidad”.Por lo mismo, la actitud de este “derechismo” cultural ha obedecido también a la consigna “Pas sans ennemis à droite”. Para comprobar la “altura” y la “actualidad” de un pensador acusado de reaccionario es indispensable exhibir el glorioso hecho: también él tuvo enemigos en la “extrema derecha”. Y el que fuese considerado progresista por los reaccionarios hace patente hasta qué punto fue él “comprensivo” y “abierto” en su diálogo contra los heterodoxos.Si el lector reflexiona sobre esta situación, verá que ella debía inevitablemente producir un desplazamiento continuo de la norma con que se juzga de las mismas doctrinas. El “conservadurismo cultural” queda, pues, sumergido en una dialéctica “evolucionista” y “progresista”. ¿No consiste acaso su defensa en proclamar también que “somos nosotros” –los conservadores- los verdaderos “innovadores”, y que en resumen “la verdadera revolución –también en el orden de la cultura y del pensamiento- la hacemos nosotros”?Es fácil ver que por este camino no se va probablemente sino a la ruina de la verdad. O, en el mejor de los casos, no se va a ninguna parte.

    V-¿Acaso defendemos como actitud adecuada la de neutralidad entre la derecha y la izquierda?De ningún modo. Creemos que conviene precisamente denunciar en el “conservadurismo” su inversión de valores y su fidelidad a los principios revolucionarios. Pero si alguien entiende por “derechismo” el auténtico espíritu de defensa del orden cristiano contra la Revolución anticristiana –y así lo entienden muchos que al atacar a la derecha defienden en el fondo el espíritu revolucionario-, entonces creo que no habría que hacer otra cosa sino proclamarse “ultraderechista”.Pero esto es precisamente a lo que la “derecha”, conservadora de la Revolución, no se atreverá jamás.

    El Matiner: Tradicionalismo o conservadurismo (II)
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Tradicionalismo o conservadurismo

    Tradicionalismo o conservadurismo (III)



    Breve y magistral intervención de Miguel Ayuso Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista; sobre la diferencia esencial entre el tradicionalismo y el conservadurismo.

    El Matiner

  4. #4
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    Re: Tradicionalismo o conservadurismo

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    u que bien, me aclaraste unas cuantas cosas. recuerdo que uno de mis profesores de la facultad solía decir que entre liberalismo y conservadorismo (escribo dorismo en ves de durismo porque él siempre decía: no somos conservadures) no hay diferencia. Justamente se trataba de un conservador y hasta escribió un manual de la ideología conservadora.


    Mi Blog: http://edicionessoldemayo.blogspot.com.ar/ (Ediciones Sol de Mayo - Libros y conferencias sobre nacionalismo católico).

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