Re: Odio eterno al Mundo Moderno
¡Odio! qué término más feo, más demoniaco. Es lo opuesto al amor, es por ello lo opuesto a lo que nos pide el Señor cuando nos insta a que amemos a nuestros enemigos (Mt., 5, 44). Y es que resulta muy fácil amar a nuestros amigos y muy difícil a quienes odiamos. Una cuestión es rechazar el mundo moderno, rechazar sus tentaciones y sus errores, y otra odiarlo por cuanto ese mundo está constituido por esos "enemigos" que no nos gustan, que nos molestan, que no queremos en nuestras vidas, pero a los que Jesucristo si ama a pesar de todos sus errores. Amar es la fuerza primordial del espíritu dotado de actividad volitiva, fuerza afirmadora y creadora de valores (Dic. de Filosofía W. BRUGGER. Edit. HERDER) y yo añadiría demostración e intención de ejemplaridad, modelo a seguir para convencer. ¿Y el odio? ¿qué es el odio? Justamente lo contrario de lo que se acaba de exponer: vacío inconmensurable. Vaciedad e inutilidad para el espíritu, frío de panteón para el alma. Escrito está, el mundo se salvará con amor, con el amor de Dios cuando nuevamente venga Nuestro Señor, no con odio.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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