Del Blog de Alejo Vidal Quadras
El procedimiento vigente, el señalamiento a dedo de los integrantes de la lista por la voluntad arbitraria y subjetiva del jefe de partido, es aberrante, y debería avergonzarnos a todos.


En su reciente intervención en el Foro Europa de Nueva Economía Fórum, el Secretario General del Partido Popular Europeo, Antonio López Istúriz, fue requerido a pronunciarse sobre la candidatura del PP para las próximas elecciones a la Eurocámara de mayo de 2014. López Istúriz, que es un político joven y con un gran futuro, respondió con su habitual sinceridad: “No es mi decisión”, dijo, para a continuación deshacerse en elogios sobre el actual cabeza de filas popular en Bruselas, Jaime Mayor Oreja. La frase, corta y rotunda, “No es mi decisión”, pone el dedo en la llaga de nuestro sistema electoral y de partidos. Porque la pregunta que surge de inmediato es: “si no es su decisión, ¿de quién es?” y todavía más interesante, “¿de quién debería ser?”. La realidad es que una figura del nivel de Jaime Mayor, con una trayectoria impecable y meritoria de servicios a su país y con una experiencia que pocos de sus colegas pueden exhibir, depende para someterse a las urnas del criterio de una o unas pocas personas en la cúpula de su formación, que condicionarán ilegítimamente la capacidad de los votantes para elegirle. Lo democrático, obviamente, pasaría por un proceso de elección interna con participación de todos los militantes, que, tras un debate entre los posibles aspirantes a la lista europea, determinarían mediante sufragio directo y secreto la composición de la candidatura y su orden. El procedimiento vigente, el señalamiento a dedo de los integrantes de la lista por la voluntad arbitraria y subjetiva del jefe de partido, es aberrante, y debería avergonzarnos a todos, empezando por el decisor supremo. Los que hemos pasado por estas horcas caudinas durante décadas sabemos de las miserias y humillaciones que comporta semejante manera de hacer las cosas. La presente crisis ha puesto al desnudo, entre otros muchos defectos de nuestra vida colectiva, esta inaceptable forma de proceder, que el tiempo ha consagrado y que todos hemos asumido a pesar de su incompatibilidad con el concepto más elemental de democracia. Es urgente recuperar la autenticidad de la representación política, hoy inexistente en España. Mientras los partidos no acepten una reforma en profundidad que conduzca a su completa democratización interna, seguiremos prisioneros de la corrupción, la selección negativa, el amiguismo y el oportunismo en detrimento del interés general, la visión de Estado y el prestigio de nuestra nación.


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